¿Por qué se impuso el proyecto de la tercerización? «Porque el PT, en el Ejecutivo Federal, nunca se consustanció con un gobierno de los trabajadores y de las trabajadoras», afirma el sociólogo.Ricardo Antunes argumenta que hay un movimiento en el Congreso que se aprovecha de la crisis política actual para fomentar proyectos que beneficien al […]
¿Por qué se impuso el proyecto de la tercerización? «Porque el PT, en el Ejecutivo Federal, nunca se consustanció con un gobierno de los trabajadores y de las trabajadoras», afirma el sociólogo.Ricardo Antunes argumenta que hay un movimiento en el Congreso que se aprovecha de la crisis política actual para fomentar proyectos que beneficien al capital en contra del trabajo.Al realizar tal análisis, en tanto, el investigador reitera que todo este proceso es resultado de una cierta negligencia de los gobierno de Lula y de Dilma. «El PT fue, desde el inicio, un gobierno -este fue el trazo característico del PT y de Lula en el poder- de la conciliación nacional».
– ¿Qué significa la aprobación del PL 4330 para el mundo del trabajo en Brasil?
RA- El PL 4330 es el más virulento y fuerte ataque del empresariado a los derechos del trabajo conseguidos a lo largo de un siglo y medio de luchas, desde mediados del siglo XIX, cuando la clase trabajadora brasileña -asalariada y urbana, todavía incipiente- hizo sus primeras huelgas intentando obtener derechos que tenían que ver con la regulación del trabajo. La primera huelga de que se tiene noticias, de 1858 (intento recordar aquí de memoria), era ya una lucha por el derecho al trabajo regulado que comenzó a ser una plataforma imperiosa de la lucha trabajadora.
Cuando nosotros tuvimos la Consolidación de las Leyes del Trabajo – CLT, normalmente citada por la historia oficial como una concesión del gobierno varguista, se condensaron luchas importantes del proletariado brasileño desde los primeros años del siglo XX. La huelga general de 1917 es un momento singular de estas luchas. Yo pude estudiar los años 1930 a 1935, analizando todas las principales huelgas que se sucedieron y fueron noticia para la prensa de la época. Estas huelgas reivindicaban mejores salarios, descanso semanal, salario mínimo, salarios iguales para hombres y mujeres, luchas que después de casi una década y media – Vargas comienza sus decretos en 1931-, o sea, solamente en 1943, resultaron en todas las leyes promulgadas en los primeros 12 años del gobierno varguista, consolidadas en la CLT.
La CLT tiene un carácter bifronte. En su lado claramente positivo, que refiere a la regulación del trabajo, ella tiene una contribución decisiva, pues fue una respuesta a las reivindicaciones presentes en las huelgas de la época: tratar de modo ecuánime el conjunto de la acción social protectora del trabajo de modo que haya, al menos, un nivel mínimo de derechos garantizados. Pero es bueno recordar que la CLT excluía a los trabajadores del campo, lo que era un compromiso de Vargas con el sector de donde él era originario, pero los trabajadores urbanos comenzaron a tener derechos. La CLT se transformó en aquello en lo que vengo llamando la atención hace algún tiempo: en una verdadera «constitución del trabajo en Brasil».
Los trabajadores ven en la CLT el propio código protector de los derechos del trabajo. En el capítulo sindical, entretanto, la CLT fue claramente restrictiva, al instaurar el sindicalismo de estado en Brasil, con fuerte injerencia estatal.
El aspecto más nefasto perverso del PL 4330 es que él claramente acaba con los derechos del trabajo en la medida en que, en su Artículo 4º, permite «el desarrollo de actividades-afines, inherentes o accesorias a las actividades económicas de la empresa». El PL 4330 es la tercerización global del trabajo. Entonces, cuando sus defensores dicen que la ley de la tercerización va a garantizar el trabajo es, naturalmente, un discurso falaz. Este proyecto nació para reducir salarios, reducir derechos, aumentar la rotatividad, despedir más fácilmente a la clase trabajadora. Estos son sus verdaderos y nefastos fundamentos. Esa cosa de que las empresas se especializan es, en gran medida, ideología pura. Si la tercerización realmente cualificase la fuerza de trabajo, ¿qué explicaría el hecho de que los accidentes de trabajo ocurren con más intensidad en las actividades tercerizadas?
El primer punto es que la aprobación de este proyecto significa lo siguiente: rumbo a la tercerización global. Segundo punto, se recorta la CLT como código del trabajo en Brasil. Tercer punto, guardadas las diferencias del tiempo histórico, este proyecto de ley equivale a una regresión a la esclavitud del trabajo en Brasil, a una especie de esclavitud moderna típica de nuestro tiempo, donde la burla a nuestros derechos, la depresión salarial, la disminución de todo lo que fue conquistado, el aumento del trabajo y, hasta incluso, la disminución o no representación sindical comienzan a ser impuestos. Cuando se dice que los sindicatos van a representar a los trabajadores tercerizados de determinada empresa es evidente que esto es mentiroso, porque lo que lleva a la corrosión del salario del trabajador tercerizado es, más allá de los ítems que ya señalé, la rotatividad en los puestos de trabajo y su inestabilidad, que dificulta enormemente su organización en sindicatos. El trabajador no sabe cuánto tiempo quedará en una empresa, no sabe cuánto tiempo la empresa durará, no sabe cuánto tiempo el contrato con la contratante va a perdurar. Hay mucha inestabilidad. Y quien gana es siempre el capital.
Un ejemplo de nuestros días, es la crisis de Petrobras, cuya corrupción no fue creada por los trabajadores, pero deriva de una simbiosis nefasta entre el gran empresariado y algunos sectores de la alta burocracia estatal que aceptaron ser corrompidos. O sea, los trabajadores están fuera de eso, sin embargo el resultado es la dimisión en torno de 200 mil trabajadores y trabajadoras tercerizados, que estaban en empresas tercerizadas que prestaban contratos para trabajar en los canteros de las obras de Petrobras. Esto sucede porque no está en vigencia el régimen de la CLT, lo que significa decir que existen algunos impedimentos del empleador para despedir trabajadores, como garantías, pagar derechos, justificar la dimisiones. Al tercerizado, incluso que la legislación le diga que va a contemplar esto, en la práctica ella no lo va hacer. Lo va a burlar como lo viene burlando desde hace décadas.
La constitución dice que el salario mínimo debería garantizar la dignidad del trabajador y de la trabajadora, con alimentación, educación, vestimenta, placer, pero ¿alguien imagina que con el salario mínimo de hoy (menos de R$ 800) sea posible tener una supervivencia que garantice mantener una vida digna? Por cierto que no. Si la constitución es burlada cotidianamente, qué no decir de este proyecto que estamos en vía de ver consustanciado contra la clase trabajadora.
– ¿Qué modelo de trabajo emerge de este escenario?
RA – El modelo es el de la ley de la selva del mercado. Hay 12 millones de tercerizados, que viven hoy en una situación en que frecuentemente no conocemos los nombres de estos trabajadores en empresas, principalmente porque los tercerizados están en la base – trabajadores de limpieza, trabajadores en los hoteles, los trabajadores que hacen comidas en los restaurantes. El modelo que se quiere implementar es el de la «esclavitud moderna», abarcando a la población económicamente activa de Brasil, que tiene hoy alrededor de 100 millones de trabajadores aptos y en disponibilidad para el trabajo, de los cuales unos 40 millones ya podrían ser convertidos en nuevo tercerizados, en nuevos esclavos modernos.
– ¿Cuál es el contexto político y social que hace emerger una legislación tan retrógrada?
RA- Un contexto, primero, de crisis profunda del gobierno de Dilma. Una candidata que fue electa en una disputa difícil, diciendo que no haría ajustes fiscales ni implementaría las medidas defendidas por Aécio Neves o Marina Silva (si recordamos también dos debates del primer turno). Ella planteó que ni aunque la «vaca tosa» tocaría los derechos de los trabajadores, y su primera medida fue el ajuste fiscal, que afectó al seguro de desempleo, el abono salarial. No hubo ninguna medida, por ejemplo, de tasación de las fortunas, de tributación más dura y efectiva contra los bancos. Estas medidas sintetizadas en el plan Dilma-Levy, en su nefasto ajuste fiscal, trajeron un nuevo desgaste al gobierno, adicionado al desgaste anterior, causado por la corrupción en Petrobras.
La sumatoria de los dos, uno retroalimentando al otro, y considerando, inclusive, la prisión del secretario de finanzas del Partido de los Trabajadores, lo que adiciona más combustible a la cuestión de la corrupción, lleva a un tercer punto sensible: el gobierno de Dilma fue electo en base a un mismo pacto y alianza, en lo mínimo esdrújula, capaz de colocar a dios y al diablo en la misma mesa, en donde el PMDB tiene el papel de dar el respaldo mayoritario para consolidar una mayoría parlamentaria, bajo la conducción de un gobierno ultra moderado del PT y de sus aliados. Este pacto fue hecho desde el gobierno de Lula y vale también para el gobierno de Dilma y él está corroído por la base, hoy, con la rebelión del PMDB.
Este cuadro de crisis profunda que mencioné se acentúa por la crisis mundial, ampliada por la disminución significativa del precio de la commodities, siendo que el modelo de expansión del mercado interno, que dio impulso y fuerza al gobierno de Lula, también se agotó, porque los asalariados lo desafiaron. En base a todos estos elementos aquí tan sólo indicados, este modelo del PT se desmoronó, falló completamente. En este momento, el PMDB, percibiendo un relativo vacío de poder coronado por los equívocos políticos del núcleo político de conducción del gobierno de Dilma – y ojo que con un núcleo político de esos casi no es preciso tener enemigo externo- hizo con que el parlamento brasileño (Cámara y Senado) transformase a la presidente, que de conductora se transformó en dependiente del parlamento.
Esto se desencadenó a partir de dos momentos: primero, la tentativa del PT de tener una candidatura propia contra la candidatura a la presidencia de la Cámara de Eduardo Cunha; segundo, cuando la operación Lava Jato indicaba entre potenciales partícipes del esquema de la Lava Jato los nombres de Renan Calheiros, presidente del senado, el de Eduardo Cunha, presidente de la Cámara. Estas fueron las dos gotas que hicieron rebalsar el vaso. El PMDB de cierto modo rompió, de hecho, su pacto con el gobierno, con Dilma, y comenzó a tomar aquellas medidas que dejaron al gobierno de Dilma con una pollera justa enorme. Fue corroída en pocos días su base parlamentaria y no parece que será fácil recomponerla. Las dificultades para la aprobación del ajuste fiscal, la brutal reducción de la mayoría de edad penal y ahora la aprobación del PL 4330 son pruebas de hasta dónde el parlamento brasileño -actualmente la más odiada institución por parte de la población- es capaz de llegar.
Es en ese contexto que ahora tenemos esta medida nefasta, a la cual el empresariado brasileño muestra toda su desfachatez de clase, con gran apoyo mediático, grandes canales de televisión que practican la tercerización global dando completa connivencia. Es aterrador que los debates en la televisión sólo tengan un lado, el que argumenta ser favorable a la tercerización, hecho por «sociólogos de las organizaciones» que ganan rentables sobre salarios de las empresas para la cuales realizan sus consultorías.
Todo esto lleva al empresariado con el deleite de quien percibe el momento de instigar el «golpe parlamentario» nuevamente. Un breve paréntesis: el congreso también da «golpes» dentro de la formalidad institucional (cuando Joao Goulart, en la crisis de 1964, fue aconsejado para salir del Palacio del Planalto en Brasilia, pues corría el riesgo hasta de quedar prisionero de los militares golpistas, y optó por ir a Río Grande do Sul, donde tendría algún respaldo, el congreso brasileño decretó la vacancia del cargo – lo que fue una mentira, porque Goulart no había abandonado el cargo de la presidencia).
Entonces, volviendo al argumento anterior, existe la posibilidad de un nuevo «golpe», ahora contra la totalidad de la clase trabajadora. Tanto que la primera aprobación, dos semanas atrás, del proyecto nefasto del señor Mabel, fue obtenido a hierro, a la fuerza, como se dice en el lenguaje popular. Y ahora está siendo rediscutido, inclusive, por quien lo apoyó. Este es un proyecto que precisa ser leído con cuidado y debatido, es inaceptable que él sea votado de un día para otro sin discusión. La Cámara fue, como pudimos ver por la televisión, cerrada a los representantes de los trabajadores y abierta para los representantes del patronato. Se trata de un desequilibrio evidente, no hubo siquiera un equilibrio formal. Nosotros estamos en la era del desequilibrio, con las fuerzas del capital imponiendo «garganta abajo» y teniendo a la Cámara como un gendarme de sus intereses.
Esta crisis social y política, sobre la cual presenté diversas dimensiones, es lo que llevó a este verdadero «golpe parlamentario», aunque él no sea ilegal. Golpe en el sentido que expliqué anteriormente, una situación de crisis política que crea una mayoría que permite «dar la cuchillada». Un golpe legitimado jurídicamente; no hubo ninguna ruptura de la legitimidad en la cámara, pero hubo el impedimento de un debate público en una cuestión tan vital como ésta. Es importante repetir: el parlamento brasileño, hoy, es la institución más odiada por la población, tiene un nivel de reprobación estruendoso.
– En los gobiernos de Lula y Dilma la tercerización pasó de 4 millones a 12,7 millones de trabajadores. A pesar de la bancada del PT haber votado en contra del PL 4330 ¿Qué significa eso, qué contradicciones quedan en evidencia?
RA- Quedan en evidencia muchas contradicciones, voy a intentar tratar algunas de las más importantes. Primero, es evidente que el PT, en ningún momento, desde que tomó posesión en 2003, hasta ahora, abril de 2015, tomó medidas que permitiesen caracterizarlo como un gobierno de izquierda o un gobierno que defienda los intereses de la clase trabajadora. El PT fue desde el inicio un gobierno – este fue el trazo característico del PT y de Lula en el gobierno- de la conciliación nacional. El empresariado ganó (y gana) mucho dinero y Lula ganó la confianza del empresariado. Lula se cansó de decir que «nunca los banqueros ganaron tanto dinero aquí en Brasil como en su gobierno». ¡Y él tiene razón! Pero lo mismo se podría decir del agro-negocio, cuya evaluación de Lula es la de que los dueños del agro-negocio «son los verdaderos héroes de Brasil», frase escandalosa que da la dimensión de la degradación a que llegó el exlíder obrero cuando estuvo en la presidencia de la República. Y más, en los gobierno del PT no se realizó la revisión de ninguna privatización; el primer gobierno de Lula amplió el superávit primario, liberó los transgénicos, privatizó la jubilación pública. Al final del primer gobierno se intentó pasar un legislación laboral y sindical que era destructiva y que, por suerte, en aquel momento no prosperó.
En relación al gobierno del PT, por lo tanto, el primer mito que es preciso desmontar es de que se trata de un gobierno de izquierda. Él ni siquiera intentó ser un gobierno de izquierda, fue un gobierno de coalición y conciliación entre los sectores de las grandes fracciones de la burguesía financiera, contemplando también a los sectores industriales, del agro-negocio, la burguesía de los servicios, bancos – todos tuvieron una «fuerza» muy significativa en los gobiernos del PT.
Entonces ¿por qué se amplió la tercerización? Por un doble movimiento. Primero, hay brechas en la legislación brasileña que permiten la tercerización, y cuando el empresariado brasileño tiene una brecha legal, él la implementa, sea a hierro caliente o a sangre fría.
Está en el Supremo Tribunal Federal – STF, después de haber sido discutido por el Tribunal Superior del Trabajo – TST, a solicitud de una empresa cuestionando la división entre actividades-fin y actividades-medio, o sea, la tercerización viene siendo implementada por el empresariado prácticamente en todos los sectores, empresas privadas y públicas, de manera creciente.
Pero la cuestión que se plantea es la siguiente: es preciso decir con todas la letras que la tercerización, sea de las actividades-medio, sea de las actividades-fin, es nefasta para la clase trabajadora, ella le quita dignidad el trabajo todavía más. La clase trabajadora ya es humillada por la condición de asalariamiento, de la súper explotación del trabajo, de las burlas salariales. La tercerización es todo eso y más tal como dijimos anteriormente. Es preciso que el movimiento sindical tenga más coraje; muchos sectores del movimiento sindical aceptaron la tercerización y se ve hasta hoy que existen algunas centrales sindicales que no tienen compromiso con la clase trabajadora, que están defendiendo la tercerización, que tienen una concepción patronal.
Sería muy importante que los sindicatos comprometidos con la clase trabajadora definiesen un precepto: la prohibición del trabajo tercerizado también en los sindicatos sería un primer ejemplo. Si el sindicato de trabajadores terceriza el trabajo, se hace difícil para él convencer al empresariado de que la tercerización es nefasta; los sindicatos deben lanzar una campaña por el fin del trabajo tercerizado.
¿Por qué pasó el proyecto de la tercerización? Porque el PT, en el Ejecutivo Federal, nunca se consustanció con un gobierno de los trabajadores y de las trabajadoras. En segundo lugar, porque la presión del empresariado es lenta, gradual, segura y, por fin, letal. Ahora estamos en el momento letal, ahora ellos quieren dar la estocada final. Imponer una legislación que permitirá, por ejemplo, que los aviones brasileños sean piloteados por pilotos tercerizados, sólo para dar un ejemplo chocante.
Decir que los precarios son una clase nueva en Brasil que no tiene que ver con la clase trabajadora es un equívoco profundo, porque nosotros siempre tuvimos la clase trabajadora precarizada en Brasil.
– ¿En qué medida las transformaciones en el mundo del trabajo son subsidiarias también del achicamiento de los colectivos de masas, como los sindicatos, por ejemplo?
RA- Ese achicamiento es decisivo. Primero, la tercerización rota de trabajo como si fuese una rueda de camión en el asfalto. Entonces ¿cómo se organiza una clase trabajadora cuya tasa de rotatividad es altísima? ¿Cómo se organizan trabajadores que luchan desesperadamente por un empleo? Porque peor que el empleo salvaje, todavía más nefasto, es el desempleo. La tercerización, si ese PL nefasto fuese aprobado, se tornará un fenómeno exponencialmente todavía más amplio, pues si nosotros tenemos tercerización de actividades de limpieza, restaurantes, transportes, hace décadas – ya que eran actividades marginales en el pasado-, pasaremos a enfrentar la tercerización total. Es eso lo que es imperioso impedir.
Actualmente vemos al sector público corroído por tercerizaciones que, además, es preciso decir, no reducen costos, más con mucha frecuencia aumentan los gastos y crean polos potenciales de corrupción en la empresa pública. Todo eso crea núcleos privados de intereses al lado de los funcionarios públicos y los corrompen para poder sacar una ventaja recíproca en esta tercerización del sector estatal.
En el sector privado, las consecuencias de la tercerización son conocidas hace más tiempo. Todo este cuadro contribuye a que estos segmentos de trabajadores y trabajadoras tercerizados tengan una gran dificultad de organización sindical.
Hay declaraciones de trabajadoras no tercerizadas que dicen que cuando ellas comienzan a conversar entre sí, crean momentos de sociabilidad y coágulos de solidaridad. No obstante, en las empresas tercerizadas, opera la «ley de la selva», pues temiendo embriones de organización interna de los trabajadores y para evitar huelgas de tercerizados, los trabajadores y trabajadoras son transferidos, separándolos en empresas diferentes para evitar la formación de un núcleo primero de solidaridad.
Las empresas tercerizadas dificultan la propia organización de los trabajadores en el lugar de trabajo, porque la rotatividad no para, cualquier trabajador puede salir de un espacio hacia otro, de una empresa a otra, etc. Todo eso consigue fracturar todavía más a la clase trabajadora entre los que tienen sindicato y entre los que no tienen sindicato. Esto consigue, es evidente, enflaquecer la solidaridad, la organización y la representación unitaria de los trabajadores y trabajadoras.
– En contrapartida ¿en qué medida el enflaquecimiento político de categorías del siglo XX, como los sindicatos, son una especie de efecto colateral del mismo contexto social que hace emerger movimientos característicos del siglo XXI, como el de multitud?
RA- Multitud, para mí, no tiene el estatuto de un concepto. Antonio Negri crea el concepto de multitud para mostrar, según él, o para intentar demostrar que las clases no dan más cuenta de la realidad, y hoy tendríamos un movimiento, un polo más disforme, diferenciado, heterogéneo, que él define como multitud. Multitud para mí es una descripción, no un concepto.
No es casualidad que también en Europa ganó cuerpo, a partir de los trabajos, por ejemplo, de Guy Standing y varios otros, la idea del precariado. Pero la idea del precariado, según estos autores europeos, estaría relacionada a una nueva clase peligrosa que no es más ni parte de la clase trabajadora (diferente de aquellos, son varios aquí que utilizan el concepto de precariado para caracterizar el nivel acentuado de precarización de los estratos más rebajados del proletariado brasileño, por ejemplo).
Por lo tanto, una cosa es defender la tesis del proletariado como una clase diferenciada y otra es concebir, como yo hago, al precariado como la punta más explotada y precarizada de la clase trabajadora. El concepto de multitud, para substituir el concepto de clase, así como el concepto de precariado para una nueva clase que no sea trabajadora, son absolutamente insuficientes, eurocéntricos y no resuelven el problema. Y estas formulaciones aparecen detalladas en mis libros más recientes.
Además, en las próximas semanas debo lanzar la edición de los 20 años del libro ¿Adiós al trabajo?, y aún tengo la felicidad de que mi libro Los sentidos del trabajo se haya publicado en varios países, el último fue en la India. En ellos intento comprender a la clase trabajadora hoy, a la que denominé como la «clase-que-vive-del trabajo».
Se trata de la clase que presenta una nueva morfología del trabajo donde están presentes el operario industrial, el operario agrícola, los trabajadores de servicios, pero también los trabajadores de la agro-industria, los trabajadores de los servicios industriales, de tal modo que ahí entran los metalúrgicos, los bancarios, trabajadores del cultivo de caña, de la producción y corte de aves y cerdos para exportación, del call-center (que son más de 1,6 millones en Brasil – con alto componente de feminización de la fuerza de trabajo), de la industria hotelera, del comercio, de los hipermercados. Por ejemplo, el «wallmartismo» comenzó a ser una expresión usada para definir este nuevo joven proletariado ultra-explotado que trabaja en el sector de servicios (hipermercados). Nuestro desafío es comprender el sentido abarcativo, contemporáneo, heterogéneo y diferenciado que compone la clase trabajadora hoy.
El concepto eurocéntrico de multitud o el concepto eurocéntrico de precariado, como él es concebido por los autores europeos, ambos no dan cuenta de esta realidad. Decir que el precariado es una clase nueva de Brasil que no tiene que ver con la clase trabajadora es un equívoco profundo, porque nosotros siempre tuvimos la clase trabajadora precarizada en Brasil. Basta decir que la clase trabajadora, antes de ser clase trabajadora asalariada, era clase trabajadora esclavizada, era trabajo esclavo lo que teníamos en Brasil. De este modo, se complejizó el concepto de clase, él se amplía, es preciso pensar la dimensión de clase, género, generación, etnia. Pero no rechazarlo, como aparece en el concepto de multitud.
Es preciso también, pensar dimensiones de clase que refieren respecto a opciones sexuales, la cuestión étnica, etc. La clase trabajadora brasileña, así como parte de la clase obrera norteamericana y en varios países de Centroamérica, es una clase trabajadora de origen africana, negra. El socialismo latino-americano -si algún día hubiera socialismo en América Latina, y nosotros los socialistas luchamos por eso- tendrá que tener una cara negra, africana, con su cultura, con sus valores. El proyecto político tendrá que tener una cara indígena, es impensable el socialismo latinoamericano sin pensar en las comunidades indígenas, en el trabajo comunal indígena, de la preservación -que nadie lo hace como el indio- del agua, de la naturaleza, de los bienes, de la fauna, de la flora.
Vamos a pensar en el trabajo inmigrante que hoy es decisivo. Los trabajadores inmigrantes que están en Italia, en Inglaterra, en España, en Portugal, en Alemania, en Suecia, en Argentina, en Brasil, son parte de la clase trabajadora de esos países y el polo más ultra explotado de la clase trabajadora global. Por todo esto, aquí solamente indicado, yo no puedo estar a favor de tesis que en el fondo quieren deconstruir a la clase trabajadora, como quisieran también deconstruir el trabajo. Intentaron deconstruir el trabajo y erraron. Intentaron deconstruir a la clase trabajadora y también erraron. Intentarán deconstruir las luchas sociales del trabajo, una vez más errarán.
Por cierto que no comparto una visión tradicional y vulgar del marxismo que opina que sólo es trabajador el operario de mameluco. Los profesores de la enseñanza pública primaria y secundaria que vive hoy una intensa «explotación» del trabajo -«explotación» en el sentido más que económico del término, con salario indignos en función de los reajuste fiscales que logran que la hora/aula del profesor de la educación pública valga el precio de un ananá – está sufriendo un proceso de proletarización de una profesión que tenía un atributo especial.
¿Cuál era el atributo especial del profesor? Aquella actividad laboriosa que tiene en el ejercicio del intelecto su polo central, lo que incluso Marx llamó, con una lucidez que caracteriza siempre su reflexión, como el espacio de los trabajos inmateriales, del intelecto. Los profesores en las escuelas públicas de Brasil, en América Latina y en otras parte del mundo (en Portugal, hace algunos años, hubo una importantísima huelga de los profesores de las escuelas públicas) están percibiendo que su trabajo intelectual está siendo corroído y llevado hacia el desperdicio junto con sus condiciones de trabajo cada vez más precarizadas.
Tenemos que comprender ese conjunto, esa dimensión compuesta y heterogénea que compone nuestra clase trabajadora que es ampliada, con hombres y mujeres que viven de la venta de su fuerza de trabajo en cambio de un salario. En un sentido muy amplio, la clase trabajadora no viene disminuyendo a escala global, sino aumentando. Para esto, es preciso no ser eurocéntrico, y hay que mirar a la India, a China, a los países asiáticos, a América Latina, para no decir el equívoco teórico, analítico y conceptual que el trabajo no tiene más relevancia.
– ¿Frente a este complejo escenario, cuáles son los desafíos para el mundo del trabajo en silgo XXI?
RA- Rescatar los sentidos del trabajo, lo que nos obliga a desestructurar el capital. Esta es, también, la principal conclusión de mi libro Los sentidos del trabajo. El trabajo que estructura al capital desestructura a la humanidad. Por ejemplo, el trabajo tercerizado estructura al capital, crea más valor, más riqueza privada y desestructura a la humanidad.
En contraposición, el trabajo que estructura a la humanidad, los trabajos de bienes socialmente útiles, sean ellos materiales o inmateriales, esto es, aquellos que necesitamos para nuestra sobrevivencia, nuestros alimentos, ropas, pinturas, esculturas, libros, obras de arte (en un sentido amplio), este trabajo que estructura a la humanidad tiene que desestructurar al capital. Este es un imperativo decisivo del siglo XXI.
El imperativo hoy es hacer que la vida en el trabajo sea dotada de sentido para que la vida fuera del trabajo sea también dotada de sentido. Quien se depaupera, quien se destroza de 8 a 16 horas en el trabajo (con su régimen de «metas», productividad, etc.) llega a casa exhausto ¿Y que hace este trabajador cuando llega a casa? Abre el computador y mantiene el celular encendido para estar siempre «conectado» con el trabajo. Es una sociedad que lucha por un trabajo que ya no existe más y se agota en la búsqueda prometeica de un trabajo que desapareció. Nosotros podríamos trabajar hoy, algunas horas por día, algunos días de la semana y tener una vida fuera del trabajo dotada de sentido, pero eso es incompatible con lo que Robert Kurz llamó como «sociedad productora de mercancías», con lo que István Mèszáros denomina como «sistema de metabolismo social del capital», ambos inspirados en Marx.
Así, el imperativo del siglo XXI es: ¿cuál es el nuevo modo de vida que queremos construir? ¿Cuáles son nuestras cuestiones vitales hoy? El trabajo es una cuestión vital. La preservación ambiental es una cuestión vital, no es un tema del futuro, estamos frente a una sociedad con energía fósil, con producción destructiva, que procura eliminar en vez de preservar. ¿Quién podría imaginar hace dos o tres décadas, salvo los especialistas y estudiosos, que en Brasil habría un año sin agua, especialmente en el Sudeste más rico? Sabemos que el universo hoy no tiene agua para la humanidad, es una cuestión universal. Sabemos que el oxígeno va a desaparecer en la medida en que, de las quemadas a los plantíos de ganado, de la destrucción del campo a la urbanización rural, de la favelización de las ciudades a la industrialización destructiva, todo se torna cada vez más intenso. Todo esto coloca como imperativo crucial ¿cuál es el modo de vida que nosotros queremos para el siglo XXI? Responder a esta cuestión pasa por responder qué trabajo nosotros necesitamos para el siglo XXI.
* Ricardo Antunes es profesor titular de Sociología del Trabajo en el Instituto de Filosofía y Ciencias Humanas (IFCH) de la Universidad Estadual de Campinas (Unicamp), Brasil.
Traducción de Raúl Perea – Herramienta: http://www.herramienta.com.ar/