La derecha radical avanza con paso firme en muchos países, en algunos llegando incluso al Gobierno; un fenómeno que se presenta como una amenaza real para la democracia y para los derechos progresistas que se han ido alcanzando en los últimos años. Poder hacer frente a esta corriente reaccionaria, desde el conocimiento de sus orígenes […]
La derecha radical avanza con paso firme en muchos países, en algunos llegando incluso al Gobierno; un fenómeno que se presenta como una amenaza real para la democracia y para los derechos progresistas que se han ido alcanzando en los últimos años. Poder hacer frente a esta corriente reaccionaria, desde el conocimiento de sus orígenes y causas, es la razón que ha empujado a Jesús Sánchez Rodríguez, Doctor en Ciencias Políticas y Sociología, a realizar un exhaustivo análisis de este movimiento que ya se da a nivel mundial, dando como resultado una obra imprescindible en los tiempos que corren.
Hablamos con el autor de «Derecha Radical. Auge de una ola reaccionaria mundial» y descubrimos de su mano aspectos de gran interés sobre este fenómeno, que ya está en nuestras vidas mucho más presente de lo que creemos.
EP: ¿Por qué crees que ahora es tan necesario un libro como el que has escrito?
JSR: La existencia de partidos, personalidades e ideologías de la actual ola reaccionaria data de incluso varias décadas en Europa, sin embargo es en los últimos años cuando asistimos a un salto espectacular en cuanto empiezan a tener victorias políticas importantes como las de Orbán, Salvini, Trump o Bolsonaro, por citar algunas de las más importantes.
Entonces, el auge de esta ola reaccionaria plantea problemas de entendimiento sobre sus causas como paso previo necesario para poder hacerla frente y evitar que acabe con toda una serie de conquistas progresistas y democráticas levantadas en las últimas décadas. Ese es el objeto de este libro, describir de un lado la situación actual y analizar, de otro lado, las causas y consecuencias de esta ola.
Existen algunas obras que han tratado aisladamente partes de esta ola reaccionaria, pero creo que ésta es la primera que hace un análisis global de la misma señalando su carácter mundial desde una visión amplia.
EP:¿Qué diferencias y similitudes ves en este momento expansivo de posturas totalitarias o populistas con otros que hemos vivido a lo largo de la historia?
JSR: En el libro hay varios capítulos dónde se realizan diferentes comparaciones históricas. La más importante de todas es la que se hace con relación a los fascismos de las décadas de los 30 y 40 del siglo pasado. Brevemente, podemos apuntar que las enormes diferencias de condiciones históricas entre aquella época y la actual son las responsables de la aparición de fenómenos políticos que, aunque tienen puntos de contacto, se distinguen por responder a causas diferentes. En el fascismo clásico concurren tres elementos, como las secuelas de la primera guerra mundial, los ensayos exitosos o no de revoluciones socialistas, y el expansionismo territorial, que no existen hoy, pero también es verdad que la ola de entonces y la de hoy responden a un ultranacionalismo, apuestan por formas de Estado autoritarios o totalitarios, y apelan a líderes carismáticos.
EP: ¿Cuál crees que ha sido el germen que ha hecho florecer este fenómeno con tanta fuerza en estos momentos, pasando de ser un movimiento marginal a alcanzar cotas de poder?
JSR: Se pueden señalar dos elementos precipitantes del salto que ha experimentado este fenómeno, teniendo en cuenta que, efectivamente, ya existía anteriormente como una amenaza no demasiado preocupante. El primero sería la crisis desatada en 2008, que agudizó algunos de los problemas ya planteados por la globalización. Para los «perdedores de la globalización» se agravaba su situación con la crisis y la izquierda fue derrotada con su programa de salida no neoliberal a la misma. Es tras esta derrota de la izquierda cuando la derecha radical populista xenófoba se pone a la cabeza del malestar existente contra el establishment. En Europa estas derrotas son las de Syriza, los sindicatos franceses o el fuerte retroceso de Podemos; en EE.UU . es la derrota de Sanders frente a Hillary Clinton.
El segundo elemento ha sido las crisis migratorias, elemento especialmente explotado por las formaciones o líderes de la derecha radical en Europa y EE.UU ., en este caso utilizando lo que se ha denominado la «ansiedad cultural» o temor a la pérdida del modo de vida o valores tradicionales ante la presencia de culturas diferentes.
En el caso de España o Brasil, en el súbito ascenso de esta derecha radical han intervenido otros factores propios. Vox se ha apoyado en la exacerbación del nacionalismo español provocado por el conflicto catalán. Bolsonaro, por su lado, se ha apoyado en sentimientos anti-establishment por los casos de corrupción que han afectado a todos los partidos brasileños, el problema de la violencia callejera, y el peso de las iglesias evangélicas.
EP: La clase obrera, que generalmente ha apoyado a la izquierda, se presenta como una parte del electorado perfectamente accesible a esta derecha radical, ¿cómo crees que ha podido suceder este viraje?
JSR: En primer lugar hay que señalar el fuerte retroceso de la izquierda, incluso la socialdemócrata, al menos desde el hundimiento del socialismo real, este fenómeno ya indicaba la retirada de los vínculos históricos de la clase obrera con estos partidos. Tras la derrota mencionada de la izquierda en su enfrentamiento por la crisis desatada en 2008, los partidos de la derecha radical populista xenófoba se dirigen a la clase obrera con dos mensajes para atraerla: el mensaje del «chovinismo del bienestar» o «preferencia nacional», prometiéndoles que los beneficios sociales no serían repartidos con la población inmigrante; y como segundo mensaje, la canalización del malestar de la clase obrera, y en general de las clases populares, contra el establishment, que pueden ser las élites políticas nacionales o de Bruselas, y las élites culturales o económicas, pero también contra las poblaciones inmigrantes.
En el mismo sentido, es necesario subrayar que en las últimas décadas se ha asistido a un desplazamiento del eje clásico de posicionamiento político entre derecha e izquierda a otro eje de tipo socio-cultural. Así, en la disputa por el apoyo de la clase trabajadora, la derecha radical apela a propuestas reaccionarias de defensa de valores tradicionales, políticas de «ley y orden», y rechazo del multiculturalismo, a la vez que promete la defensa de los beneficios sociales de los trabajadores no contra la burguesía nacional sino contra los inmigrantes.
EP: No todos los partidos que forman parte de este fenómeno son iguales, ¿cuáles crees que tienen más posibilidades de triunfar sobre los otros?
JSR: Efectivamente, dentro de esta heterogénea familia de partidos algunos ya han alcanzado el gobierno, bien como socios minoritarios de coaliciones políticas, bien como partidos principales del gobierno, pero también existen caso de retrocesos a la marginalidad como en Gran Bretaña, Bélgica o Rumanía.
Los que tienen más posibilidades de triunfar no son los más radicales sino aquellos que maniobran para romper los «cordones sanitarios» a su alrededor, los que disimulan los aspectos más radicales de sus programas para atraer más apoyos, y los que encuentran unas circunstancias propicias para avanzar y saben aprovecharlas.
EP: ¿Crees que nuestra sociedad actual realmente podría soportar un gobierno de derecha radical?
JSR: La respuesta a esta pregunta ya ha sido respondida en la práctica, Polonia, Hungría, Italia, EE.UU . y Brasil son países que ya están siendo gobernados por partidos o personajes que forman parte de la ola reaccionaria actual, en algunos de ellos, como en Hungría o Polonia, incluso han renovado mandatos, y en ninguno de ellos se ha producido una reacción social o política de fuerte oposición a sus políticas. Digamos que las sociedades actuales dónde actúan los partidos de la derecha radical primero aceptaron normalmente su presencia en el escenario político, y luego su presencia en el gobierno. Ello indica el triunfo más peligroso de estos partidos, conseguir que amplias capas sociales consideren aceptables sus proyectos y se conviertan en una presencia estable con capacidad de desmantelar paulatinamente el conjunto de valores políticos y sociales democráticos y progresista que se han venido conquistando en las últimas décadas.
EP: ¿Qué panorama dibujas para un futuro cercano teniendo en cuenta lo que está sucediendo?
JSR: Hemos visto como esta ola reaccionaria ha ido progresando en los últimos años, ganando apoyos sociales y electorales y accediendo a posiciones de poder, y no parece que esta tendencia vaya a sufrir una inflexión. Se podría pensar que su paso por los gobiernos les desgastaría al confrontar sus proyectos con la realidad pero, como hemos señalado, en Hungría y Polonia han renovado mandatos, en Italia La Liga ha subido en las encuestas desde que está en el gobierno, y Trump parece estar despejando algunas incógnitas, como la trama rusa, para posicionarse de cara a su reelección dentro de año y medio.
En los últimos capítulos del libro hay, justamente, una reflexión sobre cómo podría enfrentarse este ascenso de la ola reaccionaria mundial y cuáles serían las matrices de fuerzas internacionales que podrían enfrentarla y las conclusiones, desgraciadamente, no son muy optimistas. En principio porque no parece existir una conciencia clara del peligro que esta ola representa para los valores democráticos y progresistas, y de ello se deriva ya no solo la ausencia de una acción común contra dicha ola, sino que muchos partidos de la derecha se encuentran cómodos colaborando políticamente con esta derecha radical populista xenófoba, como está ocurriendo en España con Vox, porque previamente han sido contaminados por los valores y programas de ésta.
Así, el peso principal de la oposición a esta ola reaccionaria recae en los partidos socialdemócratas y de izquierdas, sin minusvalorar algunos partidos, medios de comunicación o intelectuales liberales, pero su peso e influencia está pasando por un momento de reflujo que tampoco les convierte en un dique efectivo.