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Documental "El regreso"

El valor de una escena

Fuentes: Rebelión

La cámara se contornea «con voz pausada» registrando el ajetreo de un puesto fronterizo israelí en una Palestina ocupada. La arbitrariedad de los soldados sionistas, se impone con la mirada desafiante y el jaloneo de brazos a civiles que intentan cruzar un «punto de control», exacerbado con gritos amenazadores. La contención se resuelve a punta […]

La cámara se contornea «con voz pausada» registrando el ajetreo de un puesto fronterizo israelí en una Palestina ocupada. La arbitrariedad de los soldados sionistas, se impone con la mirada desafiante y el jaloneo de brazos a civiles que intentan cruzar un «punto de control», exacerbado con gritos amenazadores. La contención se resuelve a punta de fusil, intimidando y amedrentado a personas que tan solo quieren pasar una frontera inventada. En esta escena, que marca el preámbulo del filme documental: El regreso (2009) del realizador español Gustavo Gil, queda expuesta la cámara fotográfica empuñada por un soldado que toma fotos identificativas de los transeúntes, cuyas imágenes seguramente engrosaran los archivos del Mossad israelí.

En medio de ese lidiar de personas encontradas, se escuchan las voces y la imagen de un conflicto. El llanto contenido de una mujer que no ha de pasar, la niña expectante y temerosa o el flujo de palabras que se cruzan entre civiles y militares. Estos últimos descorchan una verborrea con amenazas de cárcel ante la ira de los que no saben callar, que expresan la arbitrariedad y la prepotencia de una soldadesca amamantada por un régimen genocida, sostenido por la expresa voluntad de los sucesivos gobiernos de los Estados Unidos y sus socios de la Unión Europea.

La voz en off no está presente en esta escena -no hace falta-, los tambores hablan por él, conformando un clímax que nos saca de una inercia visual contenida, para transportarnos a la génesis de todo: la ocupación de «un país lejano», por una potencia extrajera responsable de la muerte de cientos de miles de palestinos.

Esta escena es la antesala de un largo recorrido que evoluciona entre historias paralelas. Esta escena es la marca temática con la que parte su autor fílmico para adentrarse en la historia de niños palestinos, que en su retorno «a casa», nos harán estremecer, llorar y acercarnos al horror de una Palestina ocupada.

El documental evoluciona desde la marca del testimonio, adentrándose en la psiquis y en la gestualidad de personajes anónimos, que legitiman un discurso gestado por la necesidad de darles «visibilidad» a los que no la tienen y es complejo -pero no imposible-, romper el muro de contención mediático que trunca la verdad de este conflicto.

En esta escena está presente otro muro, otro muro que no forma parte de una construcción escenográfica concebida para este filme. Es un muro que lacera la dignidad de todo pueblo y que ha fragmentado una nación, ha dividido familias, ha debilitado la economía y la subsistencia de miles de personas. El muro es ese otro personaje que sale en el encuadre de la cámara, está presente en un plano cerrado, en un primer plano, en el acertado paneo que busca retratar el instante y el tiempo recorrido. El muro es testigo de excepción de la barbarie del gobierno israelí. Alguna vez habrá que hacerle un documental, pues seguramente tendrá muchas historias que contar.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.