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El Vaticano y Williamson

Fuentes: La Jornada

Al referirse a las decimonónicas y siniestras actitudes del primer ministro italiano Silvio Berlusconi, con respecto al tristemente célebre caso de Eluana Englaro, el eurodiputado Marco Cappato comentó que el gobierno está dirigido «por una banda de lefebvrianos de la política». Englaro, quien murió el lunes, llevaba 17 años en estado vegetativo, y tanto ella, […]

Al referirse a las decimonónicas y siniestras actitudes del primer ministro italiano Silvio Berlusconi, con respecto al tristemente célebre caso de Eluana Englaro, el eurodiputado Marco Cappato comentó que el gobierno está dirigido «por una banda de lefebvrianos de la política». Englaro, quien murió el lunes, llevaba 17 años en estado vegetativo, y tanto ella, como sus padres, siguen siendo víctimas de los despropósitos de Berlusconi. Los lefebvrianos son un movimiento que nació en 1970 bajo la tutela del padre Marcel Lefebvre.

Entre otras atribuciones, la corriente de Lefebvre nació por oposición al Concilio Vaticano II, cuya apertura acercó a la Iglesia a los movimientos laicos y sociales, así como a musulmanes y judíos. En un hecho con tristes precedentes Benedicto XVI decidió perdonar a Richard Williamson, uno de los cuatro religiosos responsables del cisma lefebvriano que intentó oponerse a las ideas fraternas del Concilio Vaticano II. La saga es compleja y digna de una novela negra, cuyo tema central son los posibles vínculos entre bandas de políticos italianos lefebvrianos, con el intento de rehabilitar a personeros lefebvrianos tan siniestros como Williamson, a cuya investidura religiosa debe agregarse su espíritu neonazi.

La manifiesta sinceridad de Williamson contrasta con la miopía del Vaticano. El 21 de enero Ratzinger levantó la excomunión del prelado lefebvriano. Dos días antes, Williamson había negado el Holocausto y la existencia de las cámaras de gas. La temporalidad de los hechos no es un error, es una intención. Poco valen las disculpas que ahora ofrece el servicio de prensa del Vaticano ante las evidencias televisivas y periodísticas que exponen el ideario de Williamson, y de nada valen los argumentos que intentan corregir la actitud del Vaticano, sobre todo si se tiene en cuenta la connivencia entre la Iglesia y la Alemania nazi.

Aunque sería útil pensar que Benedicto XVI erró sin dolo, las evidencias lo impiden. Por eso la enardecida respuesta de la canciller alemana Angela Merkel; por lo mismo es timorata y cuestionable la exigencia de Ratzniger al solicitar a su camarada una rectificación. Tras el deceso de Eluana, la polémica suscitada por el Vaticano al rehabilitar al obispo negacionista persistirá.

«Es poco creíble que el Vaticano -y mucho menos el Papa- ignorase las ideas antisemitas del obispo Richard Williamson… Cuando era el cardenal responsable de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el papa Ratzinger estudió y despachó el caso Lefebvre ante su predecesor, el polaco Juan Pablo II, quien finalmente excomulgó en 1988 al fundador de la hermandad San Pío X, el arzobispo Marcel Lefebvre, por consagrar obispos sin permiso de Roma», afirma Juan G. Bedoya en «A quién puede sorprender» (El País, 5/2/09). La afirmación previa es demoledora. Es poco creíble que el Vaticano no haya escuchado los comentarios de Williamson, ya que los argumentos mostrados por la televisión sueca son tan contundentes como la solicitud del mismo de no publicitar lo dicho, ya que podría ser encarcelado en Alemania por sostener sus posturas negacionistas.

Al revocar la excomunión de Williamson, indirectamente -¿o directamente?-, Ratzinger avaló las ideas de su colega. «Creo que murieron entre 200 mil y 300 mil judíos en los campos de concentración nazis, pero ninguno en cámaras de gas», «pruebas históricas contradicen que se gaseara a los judíos deliberadamente» y «el gas sería peligroso para los que sacaban cadáveres», son algunas ideas de Williamson.

El resto de la Biblia lefebvriana arremete contra cualquier apertura de la Iglesia: todo lo que sea distinto -gays, uso de condones, despenalizar el aborto, etcétera- debe ser condenado y prohibido. A pesar de las evidencias, viejas y recientes, el Vaticano decidió despenalizar al obispo Williamson.

Excomulgar no es un acto gratuito. Es una decisión que debe pensarse varias veces, sobre todo, si se trata de miembros de grupos que propiciaron cismas y rupturas como es el caso del Club Lefebvre. En este tipo de bretes las disculpas atemporales del Vaticano son vacuas. No en balde algunos periódicos alemanes han hablado de «estupidez política» para referirse a la decisión papal mientras que otras han sido más agresivas al referirse a Benedicto XVI bajo el titular: El obnubilado.

A los lefebvrianos políticos y religiosos no los une la serendipia. Los une su ideario y la sinrazón. Es fácil entender el terrible desprecio de Berlusconi hacia el dolor de los padres de Eluana. Así es ese señor, así es su insanidad, así deben de ser algunos de sus compromisos y muchas de sus deudas con los religiosos. En cambio, es imposible entender la conducta del Vaticano: Williamson es grotescamente obvio y explícito. Quizás la Santa Sede no se atreva a decirlo, pero es probable que el leitmotiv del perdón sea su deseo, al igual que el de Berlusconi, de reivindicar las causas lefebvrianas.