Lo más provocador que le he escuchado decir a un cineasta sobre el cine independiente, es esto que alguna vez apuntó Werner Herzog: «Yo desarrollé ideas e hice carpetas y las llevé a presentarlas a cadenas de televisión y financistas y siempre me las rechazaron, fue algo muy humillante. Y entendí también que nunca iba […]
Lo más provocador que le he escuchado decir a un cineasta sobre el cine independiente, es esto que alguna vez apuntó Werner Herzog:
«Yo desarrollé ideas e hice carpetas y las llevé a presentarlas a cadenas de televisión y financistas y siempre me las rechazaron, fue algo muy humillante. Y entendí también que nunca iba a ser independiente porque el cine independiente es un mito, el único cine independiente son las películas que haces con tu familia en navidad. Pero sí hago una clara distinción: siempre trato ser autónomo, y entendí que es necesario ganar dinero para hacer películas y empecé a trabajar como soldador en una fábrica en los turnos nocturnos porque durante el día todavía iba a la escuela. Y también hice otros trabajos raros y me gané el dinero. Y mi consejo para ti, si tienes un cuerpo capaz y eres un hombre joven: sal, busca tu dinero y con menos de diez mil dólares yo creo que puedes hacer una película de ficción. Así que, por favor, no se me quejen, sin quejas«.
El problema es que en Cuba salir a buscar dinero para hacer esa película de ficción por tu cuenta, al margen de la aprobación del ICAIC, ha sido siempre un grandísimo problema. Como en nuestro país desde 1959 hasta acá hablar de cine cubano es hablar del cine del ICAIC, pues todo lo que se saliera de ese formato estaba condenado a la satanización. O al ninguneo. Es decir, a la no existencia.
Por eso es que me parece digno de elogio la reciente aprobación del Decreto-Ley 373 que reconoce a la figura del realizador independiente (es decir, de los que han estado más allá de lo institucionalizado). Y me parece más valioso aún porque a diferencia del Decreto-Ley 349, que primero apareció publicado y después comenzó a discutirse con la gente, este nuevo Decreto es el resultado de años de debates, reclamaciones, intervenciones críticas de cineastas tildados en su momento de «locos» (como en el excelente documental experimental de Esteban Insausti Existen /2005).
¿Qué habrá que seguir peleando para que se reconozcan otros derechos que ahora no están contemplados? Por supuesto: el Derecho lo único que hace es articular temporalmente los posibles consensos que se construyen por los miembros de la sociedad. Por eso es tan importante que más allá de los intereses de grupo se discutan las cuestiones que afectan a toda la nación, que es mucho más que un Estado, un área geográfica, o un Partido político.
Donde se nos complica a los cubanos esto de debatir con seriedad la cuestión de lo independiente es cuando intentamos precisar lo que justificaría esa supuesta independencia. Por lo general, a muchos les gusta llamarse independientes tan solo porque no han estado dentro del ICAIC o no les interesa formar parte de esa institución (lo cual es un punto de vista legítimo). Pero entonces ves sus películas, y parecen la copia mala de las que se hacen dentro del ICAIC: la misma estructura narrativa, el mismo tono catártico, las mismas palabras, los mismos gestos, las mismas palabras, los mismos gestos…
Hay mucha gente viviendo de la etiqueta independiente porque eso, en los contextos internacionales asociados a lo cubano, se vende bastante bien. No importa que las películas se olviden al instante de haberse visto: como conjunto adquieren un significado extra-cinematográfico que le incorpora un valor agregado a lo que en circunstancias normales no tendría posibilidad alguna de trascender.
Ahora bien, eso no quita de que a estas alturas ya exista un voluminoso cuerpo de películas que han sido realizadas no solo al margen de la institución ICAIC, sino que incluso dentro de la propia institución se han empeñado en romper con los modelos institucionales de representación (pensemos en el Son o no son de Julio García-Espinosa, por ejemplo). Y en lo personal, ese es el cine cubano que desde hace mucho me ha interesado estudiar, pero no con la etiqueta independiente, sino como parte de algo más complejo que yo llamaría audiovisual realizado por cubanos.
Por supuesto que hacer cine independiente en cualquier parte del planeta es una de las tareas más arduas y peor reconocidas que puede plantearse un realizador, da lo mismo si se vive en un país de grandes libertades o en otro donde el Estado intenta controlarlo casi todo. Hace unos años lo comentaba Russell Porter en el Encuentro de Documentalistas organizado en la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños:
«En Estados Unidos, existen algunas fundaciones y otras fuentes de financiamiento para los filmes, además de que el mercado doméstico es grande y permite que los documentalistas independientes puedan realizar trabajos interesantes de alta calidad. Sin embargo, para poder sobrevivir en este mercado competitivo una vez reciben su título, la mayoría de los estudiantes estadounidenses no tiene otra opción que adaptarse a la industria comercial para poder pagar los altísimos préstamos que hicieron posible su costosa educación«.
Lo ideal sería que el cineasta independiente se asuma, antes que como cineasta a secas, como ciudadano librepensador que hace películas donde uno advierte la autonomía a la que se refería Herzog, una autonomía cívica capaz de resistir las presiones de grupos políticos, religiosos, artísticos, o activistas de todo género que intentan imponer sus puntos de vistas como si se trataran de los únicos que valen la pena tomar en cuenta.
Es un poco hacerle caso al Nietzsche que en el famoso pasaje de las moscas de la plaza pública aconseja ignorar a los que constantemente te piden «un sí o un no», y dedicarte a buscar tus propios caminos, ya sea fuera o dentro de la industria.
Creo que en el caso del cine cubano todavía esa Historia que registre la memoria de lo que ya existe de un modo sumergido, pero jamás ha sido tomado en cuenta como parte de nuestra inventiva cultural, está por escribirse.
Mas, aunque la Historia del cine independiente cubano todavía no esté escrita, hay que insistir en que existen las películas, y algún día serán asumidas como parte de algo mayor que se llama cine cubano.
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