Hace un par de días, el Ministro del Interior de Italia, Mateo Salvini, comentaba que su política de fronteras cerradas a los emigrantes ilegales, había salvado muchas vidas, porque ante la incertidumbre de poder desembarcar en Europa había disminuido el número de personas dispuestas a pagar las elevadas sumas que exigen los traficantes de […]
Hace un par de días, el Ministro del Interior de Italia, Mateo Salvini, comentaba que su política de fronteras cerradas a los emigrantes ilegales, había salvado muchas vidas, porque ante la incertidumbre de poder desembarcar en Europa había disminuido el número de personas dispuestas a pagar las elevadas sumas que exigen los traficantes de emigrantes que los amontonan en pateras que los llevan a pocas decenas de kilómetros de la costa para que allí los recoja algún barco de esos organismos humanitarios destinados a recoger a los emigrantes clandestinos de las pateras, para transportarlos a la seguridad de un puerto europeo y de ese modo se completa así el viaje por el se pagó al armador de la patera. Esa insólita colaboración marítima entre negociantes que lucran con la emigración clandestina de seres humanos y el altruismo filantrópico no siempre funciona y muchas veces el mar cobra víctimas. El silogismo de Salvini es impecable: al haber menos seguridad de ser desembarcados en puerto europeo, habrá menos personas dispuestas a pagar por un transporte caro en el que se corren riesgos mortales. Salvini dijo también otra cosa que mira a resolver la raíz del problema de la emigración africana que antes absorbía la prosperidad de la Libia de Gadafi: del mismo modo Europa debe ayudar a que mejoren las condiciones de vida en África. Sería una solución parecida a la que propuso el pensador ginebrino Sismondi en 1830 cuando escribió contra el tráfico de esclavos. Sismondi observó que los esclavos africanos eran el principal producto de exportación de los reinos africanos afincados cerca de la costa atlántica que con frecuencia ocurrían guerras entre los reinos del África subsahariana en que se capturaban prisioneros que luego eran vendidos como esclavos, de ese modo las guerras se convertían en una cruel fuente de ingresos de divisas extranjeras con las cuales pagar las importaciones. Los esclavos de ese modo parte del comercio internacional para unos países escasos de otros productos de exportación Según Sismondi ese infame comercio podía acabarse explotando los abundantes recursos naturales de África con tecnología e inversiones europeas que fuese diesen empleo y fabricasen mercancías exportables.
En África, como en la mayor parte del mundo en desarrollo, la agricultura es la base de la actividad económica. Por ello los elevados subsidios a la agricultura en Estados Unidos y en Europa incentivan una sobreproducción cuyo excedente es exportado a bajo precio, algo que abarata los precios de las mercancías de origen agrícola en los mercados nacionales e internacionales. Los subsidios crean recios irreales que a veces no cubren los costos normales de producción. Esa exportación de productos agrícolas subsidiados, tiene un efecto desastroso en todas las economías basadas en la agricultura de los países en desarrollo y no solo en África. Un ejemplo de eso lo tenemos con el subsidio estadounidense al algodón.
Había una vez 4 países africanos que eran exitosos productores y exportadores de algodón: Benín, Burkina Faso, Chad y Mali; ahora sus campos están despoblados y las ciudades hacinadas, por culpa de los subsidios al algodón. Esos 4 países se cansaron de denunciar y pedir en la Organización Mundial del Comercio – OMC -el cese de esos subsidios estadounidenses, sin obtener ninguna concesión de parte de los Estados Unidos; hasta que entro en liza el Brasil y los denunció formalmente como ilegales algo que demostró ante un panel de la OMC – que sentenció que las exportaciones estadounidenses de algodón estaban subsidiadas en un 80%, muy por encima del nivel tolerado. Esté fallo a favor de Brasil, no alivió el mal que padecían los 4 productores africanos de algodón; porque Estados Unidos en lugar de eliminar unos subsidios que tal vez tenían otro objetivo no comercial, ofreció compensar a Brasil extendiendo sus subvenciones también a los productores brasileños de algodón Hoy día no es hacia Estados Unidos sino hacia Europa donde va el flujo de emigrantes que provocan los subsidios estadounidenses a la exportación de su algodón. No es concebible que los funcionarios de la Europa de Bruselas vayan a quejarse contra Estados Unidos en la OMC del daño colateral que causan los subsidios estadounidenses al algodón; en parte porque en Bruselas consideran la llegada de emigrantes africanos como una bendición inesperada que favorece la creación de a una Europa sin identidad propia: Multicultural y mulata.
La Europa de Bruselas también hace lo suyo para destruir la agricultura africana. La llamada CAP- Common Agricultural Policy- incentiva con subsidios una producción agrícola que supera con mucho la capacidad de consumo europeo. El excedente es exportado a precios muy por debajo del costo que arruinan con una competencia desleal a los productores de otros países. El azúcar es un ejemplo europeo de una distorsión del precio internacional r. Europa, gracias a los subsidios, es el principal exportador de azúcar, aún cuando sin los subsidios no debiera poder exportar ni una tonelada, porque produce azúcar de remolacha que es una fuente ineficiente. Esa distorsión viene de las guerras napoleónicas cuando el bloqueo británico no dejaba llegar a Europa el azúcar de caña proveniente de las colonias tropicales. El azúcar era y es muy importante para la industria alimentaria europea. Por ello Napoleón tenía gran interés en que se pudiese producir en Europa. Fue así como en enero de 1812, cuando Benjamín Delessert, descubrió el modo de producir azúcar de la remolacha en un laboratorio ubicado en las afueras de Paris, Napoleón apenas se enteró fue personalmente a felicitarlo y con gesto teatral se quitó del pecho su medalla de la Legión de Honor para condecorar a Delessert. Aunque fuese una solución para la Europa de Napoleón. El azúcar de remolacha es una forma costosa e ineficiente de producir azúcar, que no podrá nunca competir con el azúcar de caña. Sin embargo, dos siglos después del bloqueo inglés a la Europa Napoleónica, la Europa de Bruselas continúa subsidiándola y lo que es peor exportándola, compitiendo deslealmente y haciendo caer el precio del azúcar en el mercado internacional, con lo que disminuye las ganancias legítimas de los productores de azúcar de caña, que debieran ser los únicos exportadores. El azúcar de caña es un cultivo que bien podría dar empleo y estabilidad en las planicies del África tropical a millones de esos emigrantes que ahora huyendo de la miseria, arriesgan sus vidas intentando cruzar en patera el Mar Mediterráneo. Abandonar la producción de azúcar de remolacha, no va a ser fácil. Porque cada una de esas distorsiones económicas irracionales que abundan en la PAC enriquece a beneficiarios muy influyentes en Bruselas. La idea de abandonar los subsidios al azúcar de remolacha y usar esos fondos para producir azúcar de caña en África pudiera ser un paso en la dirección que señala Salvini para restañar la inmigración ilegal que proviene del África subsahariana. Porque la migración que proviene de Oriente sólo necesita que Estados Unidos deje de bombardear y destruir n toda la infraestructura civil durante las guerras que ha iniciado en esas atormentadas regiones.
La masa de emigrantes que marchó desde América Central y cruzó por México hasta la frontera sur de los Estados Unidos también tiene su origen en los subsidios que estimulan las exportaciones agrícolas de Estados Unidos. A principios de este siglo Estados Unidos presionó a los países de Centroamérica para que firmasen en 2004 conjuntamente un tratado de libre comercio llamado CAFTA , que abría las fronteras a las exportaciones agrícolas subsidiadas de los Estados Unidos. Estas exportaciones se triplicaron en 3 años y provocaron en Guatemala y Honduras la desaparición del cultivo del arroz. La disminución de otros cultivos provocó la emigración en masa de los campesinos, primero hacia las capitales respectivas, donde la falta de trabajo provocó una alta desocupación que incidió en un aumento de la inseguridad y actividades criminales que han convertido las ciudades en sitios muy peligrosos infectadas con pandillas de delincuentes juveniles , llamadas «maras» que reclutan jóvenes obligándolos a cometer asesinatos con amenazas y violencias. Es para proteger a sus hijos de ese ambiente peligroso que ha creado el impacto de los subsidios agrícolas estadounidenses que familias enteras provenientes de América Central han marchado a pié hasta la frontera de Estados Unidos con México justo allí donde el Presidente Trump quiere erigir una muralla permanente para impedir a esos desdichados el acceso a la seguridad y tranquilidad que la exportación de productos agrícolas subsidiados por Estados Unidos han destruido en sus países de origen.
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