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Cincuenta años de Mayo del 68, una puerta abierta al presente

Empujar juntos no, pensar juntos sí

Fuentes: Rebelión

Se ha debatido extensamente acerca de lo que fue y lo que supuso «el mayo parisino» y cincuenta años más tarde desde el nacimiento de este histórico movimiento, seguimos sin haber encontrado una respuesta definitiva. Esta falta de evidencias se entiende en gran parte si atendemos a la polarización de los miembros que tomaron parte […]

Se ha debatido extensamente acerca de lo que fue y lo que supuso «el mayo parisino» y cincuenta años más tarde desde el nacimiento de este histórico movimiento, seguimos sin haber encontrado una respuesta definitiva. Esta falta de evidencias se entiende en gran parte si atendemos a la polarización de los miembros que tomaron parte en estas movilizaciones. Por un lado, el movimiento fue iniciado y a su vez liderado por jóvenes universitarios que soñaban con la revolución, creyendo poder romper el status quo capitalista, donde comenzaba a derramarse las primeras consecuencias de la sociedad de consumo [1]. Por el otro lado, y en lo que representa la segunda etapa del movimiento, la clase trabajadora se unió a esta huelga general masiva, provocando la movilización más numerosa en toda la historia de Francia.

La fusión entre estos dos estratos sociales reflejaba el malestar en una sociedad económicamente próspera, rompiendo así la lógica capitalista que contemplaba -y continúa contemplando – la riqueza material como fuente de felicidad. Esta frustración en el ser no parecía tener culpables, pues el problema residía en el propio sistema capitalista. La novedad del fenómeno paralizó tanto a los gobernantes -que no supieron gestionar la situación inicial- como a los manifestantes -que no supieron aprovechar la oportunidad hacia el poder. Pese a esta confusión en el quehacer político, la balanza se decantó en contra de las voluntades estudiantiles, cuyas expectativas se vieron incumplidas. Tras este fracaso, aparece una extensa literatura para describir, criticar y añorar las utopías fracasadas que aparecieron en este acontecimiento. Ahora bien, aunque el Mayo Francés fracasó políticamente, considero oportuno señalar la gran relevancia que tuvo en la explicación sociológica actual; así como comprender las lógicas que se dieron y rescatar algunas de las ideas que se difundieron durante esta época, cuya vigencia ha ido creciendo a medida que iba incrementando la lógica capitalista.

En primer lugar, si bien no se lograron cambios fácticos en el sistema político francés, no se debe menospreciar la lección aprendida de estos sucesos, pues el fracaso político se dio en tanto que no se supo articular un discurso que enmarcase el conflicto social bajo el criterio schmittiano de amigo-enemigo (Schmitt 2006). Es cierto que existían grandes dificultades para localizar responsables debido a la transversalidad del capitalismo, pues este sistema se impregna tanto en las esferas públicas como privadas, fragmentando las responsabilidades tanto en Estados, organizaciones e individuos. Ahora bien, una vez se ha producido una movilización alternativa al capitalismo de forma masiva tal y como ocurrió en Francia, es más fácil visualizar los actores que constituyen y fomentan el sistema, que son precisamente aquellos que mayor resistencia muestran frente a las protestas anticapitalistas. Esta lección quedó aprendida por los manifestantes, pudiéndola apreciar en el reciente fenómeno del movimiento 15-M. El movimiento de los indignados, como explica Iñigo Errejón (Errejón, 2015), supo agrupar las numerosas protestas sociales enmarcándolas en una identidad política popular frente a una élite o casta, la cual era la beneficiada de este sistema injusto. Como se ha visto con el tiempo, ha sido esta clase elitista la que ha empleado todos sus esfuerzos en proteger sus privilegios mediante la desarticulación del movimiento nacido en la Plaza del Sol.

Este aprendizaje también se dio en estas élites socioeconómicas, quienes consideraron que «el funcionamiento efectivo de un sistema democrático requiere cierto nivel de apatía y de no participación por parte de algunos individuos y grupos» (Hungtington, 1968) por lo que debían debilitar el motor de este aumento de estudiantes inconformistas: el Estado de Bienestar. Siguiendo el informe de Hungtington acerca del pensamiento adoptado por la Comisión Trilateral [2], no parece sorprendente la emergencia del neoconservadurismo liderado por Thatcher y Reagan que apareció años más tarde, como una reacción contra el 68 para frenar la incipiente «cultura juvenil enloquecida e irresponsable» (González Ferri, 2018). Resulta necesario mencionar que el Mayo Francés fue uno de los muchos acontecimientos de una ráfaga de protestas y movimientos que tuvo lugar durante estos mismos años, por lo que a pesar de que el presente ensayo solo se ocupa del suceso parisino, no se debe desatender a estos otros fenómenos que contribuyeron de la misma o incluso de mayor forma en hacer saltar la alarma de esta élite dominante, la cual comienza a tomar paradójicamente una conciencia de clase a partir de estas sacudidas sesentayochescas.

En segundo lugar, los acontecimientos que tuvieron lugar en Francia simbolizan la renovación del ideario izquierdista. El PCF (Parti communiste français) fue culpabilizado de frenar y confundir el ideario de las protestas, y la CGT -sindicato de orientación comunista- fue rechazada por los trabajadores de las fábricas de Renault durante la huelga general. La vieja izquierda no supo adecuarse a las nuevas demandas ciudadanas, pues sus propuestas económico-políticas (las condiciones laborales, redistribución de la riqueza, etc) no se adecuaban a las demandas de carácter metafísico (la condición de vida humana en un sistema deshumanizante). Este fenómeno coincide con el redescubrimiento de Marx en 1965 a raíz de conocer sus primeros escritos, donde se piensa en «cómo invertir el orden de prioridades de la sociedad capitalista y situar a los seres humanos en el centro de su propia existencia» (Judt, 2015). Los estudiantes universitarios parisinos buscaban señalar la «tolerancia represiva» (Judt, 2015) del sistema capitalista, buscando liberalizar la sociedad del biopoder [3] infiltrado en los ámbitos cotidianos. Estas voluntades estudiantiles quedan expresadas en la cita de Daniel Bensäid, uno de los estudiantes parisinos que dirigieron el movimiento de mayo: «Queríamos un mundo donde el derecho a la existencia se impusiese sobre el derecho a la propiedad.» (Bensäid, 2008).

Esta protesta estuvo acompañada de otras nuevas demandas que mostraban los valores posmaterialistas surgidos a partir de la seguridad económica lograda en las décadas de los cincuenta y sesenta tales como el feminismo, el ecologismo o el reconocimiento de las minorías. A raíz de estas nuevas demandas, junto a la lección aprendida tras el fracaso -debido a la falta de concreción de las propuestas- surgirán durante la década siguiente nuevos movimientos sociales, los cuales tratarán de combatir las formas de reproducción social de las desigualdades y de las opresiones, y no solo las formas de producción; extendiendo a otras esferas el concepto marxista de plusvalía (Sousa Santos, 2001). El mayo del 68 puede considerarse por tanto como pionero de estos nuevos movimientos en tanto que busca la emancipación personal del sistema y no solo la emancipación económica. Además, la crítica general al sistema capitalista que se estaba desarrollando en aquellas décadas, junto a las demandas de justicia global (en contra de la dominación Norte-Sur) podría tomarse como origen de lo que más adelante se estructurará bajo los nuevos movimientos altermundistas a partir de 1999.

En tercer y último lugar, los acontecimientos en la ciudad de Paris no solo constataron las nuevas demandas sociales que emergieron durante los años anteriores, sino que también la nueva estructura social. Recordemos que fueron los estudiantes universitarios los que tuvieron el protagonismo en la huelga general de 1968, teniendo los participantes de estas movilizaciones un alto nivel intelectual. Esta particularidad fue un reflejo de las nuevas masas críticas que se habían ido formando durante aquellas décadas, como resultado del aumento en el acceso a la educación. Surge así una nueva masa poblacional, donde la creciente «clase media[4]» fue reemplazando en protagonismo a la clase obrera industrial. Este fenómeno es esencial para comprender el debilitamiento de la conciencia de clase por parte del proletariado, frente a una nueva clase media tan polarizada que tampoco pudo conformar su propia conciencia. Por otro lado, la diversificación de las protestas de los nuevos movimientos sociales previamente comentados puso en un segundo plano los intereses del proletariado.

A su vez, el protagonismo reivindicativo por parte de los intelectuales tuvo serias consecuencias para la clase obrera industrial, la cual se vio dirigida por un grupo de jóvenes y de gente acomodada que decían apoyar su causa y, bajo este pretexto, se creyeron con la potestad de escoger qué era lo más conveniente para el futuro del proletariado. Tras la ausencia de logros de este movimiento parisino, parece lícito cuestionar el papel de los intelectuales en la lucha de la clase obrera.

Muchas de las reivindicaciones rupturistas en la segunda mitad del siglo XX fueron dirigidas por esta nueva clase de intelectuales, llegando a confrontarse en algunas ocasiones con la posición más reformista del proletariado (Hobsbawm, 1990). Estas disputas fueron una muestra más de la superioridad moral llevada a cabo por estos jóvenes revolucionarios, quienes se limitaron a estudiar la parte más teórica sin tener en cuenta la parte práctica, la posible damnificación cortoplacista en la condición de vida del proletariado. El peligro de esta supuesta superioridad teórica es que detrás del liderazgo reivindicativo intelectual se esconde una consideración equívoca hacia los obreros, quienes son tomados como seres incapacitados para entender su situación.

Este problema quedó reafirmado tras el fracaso de las demandas del mayo del 68: los estudiantes universitarios alcanzaron altos puestos laborales de carácter político, mientras que el proletariado sufrió años después la presión del sistema capitalista con la inauguración del neoconservadurismo reaccionario. Este fenómeno nos puede servir para reflexionar sobre cuestiones del presente, donde todavía encontramos analogías en lo que respecta al distanciamiento entre el sujeto afectado con su respectiva reivindicación. Un ejemplo representativo y de gran actualidad es la lucha feminista, donde las mujeres están necesitando espacios no-mixtos, para evitar que la voz de algunos hombres -que se hacen llamar feministas- se sobreponga al de las mujeres. Lo paradójico de estas situaciones lo encontramos en un muro de la Universidad de Derecho de la Universidad de París, que ya en mayo de 1968 avisaba de este problema a través de la siguiente pintada:

«Pensar juntos, no. Empujar juntos, sí.»

En suma, el Mayo Francés fue un acontecimiento que, pese a la escasa repercusión fáctica en su presente, ha sido un evento referente para explicar y comprender el posterior desarrollo de la sociedad europea tanto en materia política, económica y sobretodo, cultural. Las demandas estudiantiles parisinas representaron el inicio de las utopías anticapitalistas que se mantienen incompletas en nuestro presente. Por ello, conviene repensar aquello que se buscaba en estas concentraciones y aprender de sus errores, pues son precisamente éstos, los que nos pueden guiar en el camino hacia aquella playa escondida bajo los adoquines.

Notas:

(1) Sociedad que estimula a los individuos a consumir constantemente bienes que no son necesarios. El término fue empleado de forma crítica por Herbert Marcuse en la obra El hombre unidimensional en 1964.

(2) Este pensamiento hace referencia principalmente a la idea de la democracia moderada, la cual busca debilitar la participación ciudadana para el correcto funcionamiento de la sociedad.

(3) Término acuñado por Michel Foucault para denominar el control que ejerce el dispositivo de poder estatal sobre las vidas privadas de los individuos.

(4) Concepto que abarca el amplio espacio poblacional que se encuentra entre la clase obrera y la clase alta. Esta capa poblacional adquiere especial relevancia en las sociedades opulentas debido al aumento de la demanda de trabajo intelectual como consecuencia de la deslocalización fabril (trabajo manual, proletariado) a países pobres con mano de obra barata.

Bibliografía:

– Bensaïd, Daniel. 2008.1968: Finales y consecuencias. En: M. Garí, J. Pastor & M. Romero (eds.): 1968. El mundo pudo cambiar de base. Madrid: Los libros de la catarata-Viento Sur, pp. 19-28.

– Errejón, Iñigo. We the people. El 15-M, un populismo indignados? Universidad Complutense de Madrid

– González Ferri, Ramón. 2018. El Cultural. http://www.elcultural.com/revista/letras/Ramon-Gonzalez-Ferriz-El-Mayo-parisino-fue-lo-menos-importante-que-ocurrio-en-el-68/40548

– Hobsbawm, E.J. 1990. Revolucionarios. Barcelona: Crítica.

– Hungtington, Samuel: Political Order and Political Decay en Political Order in changing Societies, New Haven, Conn, Yale Univ. Press, 1968, p.1. Informe. ob.cit, p 158.

– Judt, Tony. 2015. Postguerra. Madrid: Taurus. P.588 y 589.

– Marcuse, Herbert. 2010. El Hombre Unidimensional. Barcelona: Ed. Ariel.

– Schmitt, Carl. 2006. El Concepto De Lo Político. Madrid: Alianza Ed.

– de Sousa Santos, Boaventura. 2001. Los nuevos movimientos sociales. OSAL.

 

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