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En (auto) defensa de las jirafas

Fuentes: La Jornada

I. Primera y breve, pero necesaria, semblanza de las JirafasJirafa. Animal de gran altura. Puede alcanzar los 5.3 metros. Es el animal más alto. Habita en las regiones secas con arbolado disperso, al sur del desierto del Sahara. Las jirafas, hembras y machos, están provistas de dos o cuatro cuernos cortos, romos, cubiertos de piel. […]

I. Primera y breve, pero necesaria, semblanza de las Jirafas

Jirafa. Animal de gran altura. Puede alcanzar los 5.3 metros. Es el animal más alto. Habita en las regiones secas con arbolado disperso, al sur del desierto del Sahara. Las jirafas, hembras y machos, están provistas de dos o cuatro cuernos cortos, romos, cubiertos de piel. El pelaje de las jirafas ostenta manchas de pelos de color oscuro sobre fondo crema, un camuflaje perfecto entre el conjunto de luces y sombras de las enramadas. Las jirafas descansan y duermen de pie. La comunicación entre las jirafas se realiza mediante la emisión de gemidos y otros sonidos de notas muy bajas. Las jirafas se defienden dando coces.

II. Un truco neoliberal: el «destino» para los de arriba, la «libertad» para los de abajo

En la gran televisión mundial, el canal uno, único y eterno del neoliberalismo, presenta una imagen repetida hasta el vómito: el rico es rico porque así lo quiso el destino, dios o la herencia (según sea el caso); y, en cambio, el pobre es pobre porque quiere ser pobre.

Así, el rico debe sufrir la dictadura del destino y «padecer», sin poder oponerse, toda una vida de lujos e impunidades (aunque, bien vista, la impunidad es también un lujo); mientras, el pobre disfruta de la libertad de elegir ser pobre, y no tiene que sujetarse a nada… porque nada tiene.

El neoliberalismo propone, en horario triple A, una globalización arriba y otra abajo. Arriba la riqueza se presenta, más que como en una pantalla de televisión, como en una pecera. Los peces son hermosos, sí, pero están prisioneros dentro del cristal. Abajo la pobreza se presenta como la libertad de elegir entre estar abajo o arriba…

Sin embargo, ésta es la cantaleta que se nos inculca, de muchas formas y a todas horas: «No puedes ser como nosotros (el destino nos ha reservado el derecho de admisión). Pero, en cambio, tienes la libertad de intentar parecerte a nosotros. Puedes elegir vestirte como nosotros, el color de piel es secundario si se cubre con ropa de marca. Puedes elegir cantar, bailar, hacer el amor como nosotros. Pero sobre todo, debes elegir pensar como nosotros.»

En suma, la esclavitud disfrazada de «libertad inducida».

III. Cuando el Poder define al «otro», define al enemigo

Como nunca antes, la base de ese crimen de lesa humanidad llamado «capitalismo» se aplica en todos los rincones del planeta: quienes producen las riquezas son «liberados» de todo lo que no sea su capacidad de producción. Y la moderna Operación Libertad mundial cuenta ahora con medios militares y financieros que superan varias veces la capacidad «liberadora» de las bombas atómicas arrojadas sobre Hiroshima y Nagasaki.

La extraña alquimia de la globalización de los de arriba ha conseguido la mundialización de un nuevo dogma: liberación de la humanidad es igual a liberación de los mercados. En todo el planeta y en todos los idiomas, se repite el nuevo rezo y se adora a un nuevo dios que, como todos los anteriores, no deja de ser caprichoso, inestable e incomprensible: el mercado.

Y, como los dioses anteriores, el mercado no camina con racionalidades de cifras, estadísticas, leyes de oferta y demanda, cálculos financieros. No, el nuevo dios tiene paso de muerte y destrucción, de guerra.

Sin embargo, nunca reconocerá que destruye, sino que reparte, democráticamente, homogeneidad con un vaivén de identidades limitadas: comprador-vendedor. Todo y, sobre todo, todos los que no pueden o no quieren ser una y otra cosa, al compás estridente y frenético del mercado, son los otros.

Tampoco reconocerá que mata, sino que «humaniza» imponiendo un orden que «repuebla» la faz de la tierra: el orden de su hegemonía. Quienes no cumplen con ese orden, son los otros.

La nueva «verdad» no es tan nueva…

«Los indios, víctimas del más gigantesco despojo de la historia universal, siguen sufriendo la usurpación de los últimos restos de sus tierras, y siguen condenados a la negación de su identidad diferente. (…) Al principio, el saqueo y el otrocidio fueron ejecutados en nombre del Dios de los cielos. Ahora se cumplen en nombre del dios del Progreso.»

(Eduardo Galeano. Ser como ellos.)

Si antes los «otros» eran los indios, los negros, los amarillos o los rojos, ahora la globalización de arriba nos ha traído una auténtica «democratización mundial»: los otros somos todos, y TODAS, los que no nos queremos parecer al modelo hegemónico, y nos negamos a homogeneizar nuestra identidad, es decir, nos resistimos a renunciar a nuestra diferencia.

En la diferencia, en su reconocimiento, en su tratar de comprenderla, es decir, en respetarla, está la base de la humanidad. Al definir al diferente como el enemigo, el Poder define a la humanidad entera como el contrario a aniquilar.

IV. El Nuevo Orden Mundial en síntesis: los países ricos lo son a costa de los países pobres

La modernidad neoliberal ha modernizado también el lenguaje: donde antes se decía «horca», ahora se dice «pago del servicio de la deuda externa». Suena mejor, pero es más letal.

En la gran televisión globalizada, los países pobres producen riquezas y los países ricos producen organismos financieros que cobran esas riquezas.

México, que es un país pobre, ha pagado en los últimos 10 años casi 350 mil millones de dólares por lo que se llama «servicio de la deuda externa». Tan sólo en lo que va del gobierno «del cambio» se gasta anualmente, en pago del «servicio de la deuda», alrededor de seis veces más de lo que se gasta en combate a la pobreza en el mismo periodo.

Del total pagado por México, que es un país pobre, en los 10 últimos años, la cuarta parte ha sido al Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Interamericano de Desarrollo (que, o no son pobres, o se maquillan muy bien), y cerca de las dos terceras partes han sido para bancos de países ricos (de Estados Unidos la mayor parte, y en menor medida de bancos europeos, japoneses, canadienses y asiáticos).

América Latina, que es una región de países pobres, por cada dólar que recibe de préstamo paga ocho y queda a deber cuatro. ¿Los acreedores? Bancos norteamericanos y europeos (fundamentalmente ingleses, franceses y españoles).

En suma, la globalización de arriba ha simplificado la geografía: en el mundo ya no hay norte y sur, oriente y occidente, ahora hay países que pagan y países que cobran.

Y no sólo, si antes la «ley» era «el que paga manda», ahora es «el que cobra manda».

Pero el nuevo dios tiene, como los anteriores, pies de barro. Su andar tiene como motor principal no la generación de riquezas, sino la especulación financiera.

El mercado neoliberal, fascinado por el frenético ir y venir de capitales (la ubicuidad del capital financiero, milagro producido por las superautopistas de la información), ha «olvidado» dos cosas fundamentales para la reproducción del capital: las mercancías y quienes las producen (la postmodernidad sigue siendo imperfecta: aún se necesita el trabajo humano).

Así, un sistema parásito tiende a producir más parásitos. Ávida en devorar ganancias, la globalización de arriba no deja bienestar alguno donde pone la pezuña. Al contrario, como los cuatro jinetes del Apocalipsis, siembra, con garantía de una cosecha inmediata, hambre, miseria, destrucción, muerte.

Ese rodar no hará sino destruir el mundo de la manera más sencilla: destruyendo a quienes lo habitan. Claro, eso si los otros lo permiten…

V. El neoliberalismo corrigiendo «errores»

En la globalizada telenovela neoliberal, el otro ni siquiera es el villano, es el monstruo cuya eliminación es necesaria para el final feliz (o sea que la «bonita» se case con el «bonito» y el villano se redima -previo comprobante de una cuenta bancaria sólida-).

Los «otros» son un error en la humanidad. Globalizar desde arriba es corregir ese error en todo el mundo. Y corregir es eliminar.

Para esto es necesario despojar a los «otros» de los símbolos que les dan identidad. La diferencia es entonces un error de la naturaleza. Los indios de América eran eso, y «civilizarlos» era enmendarle la plana a dios… en el nombre de dios.

Pero la modernidad neoliberal no promueve ya la cacería de indios o negros. No, ahora se trata de cazar humanos… o, mejor aún, de cazar identidades de humanidad.

¡Y qué mejor identidad humana que la cultura!

Si la lógica del mercado es la de la ganancia (ojo, que no es lo mismo que la de la generación de riqueza), entonces toda cultura que no responda a esa lógica debe ser eliminada. Si la cultura es fundamentalmente un espejo vital (incluso cuando tiene como tema a la muerte) que nos dice «esto soy, fui, seré», entonces el ataque (por comisión o por omisión) a la cultura es un ataque a la vida.

Hace dos años un periodista y escritor mexicano, Vicente Leñero, en ocasión de la entrega de los premios nacionales de Ciencias y Artes, definió para México lo que podría valer para el mundo de arriba:

«La clase gubernamental, la clase política, la clase empresarial, no se diga la clase eclesiástica, se antojan refractarias a la avidez cultural; no la incorporan a su propia existencia, quizá porque piensan que la gratuidad con la que se gesta toda obra de arte, ese desprendimiento, esa generosidad del fenómeno creador, es sospechosa en términos de utilidad práctica».

(Discurso en la ceremonia de entrega de los premios nacionales de Ciencias y Artes. En el periódico mexicano Reforma, Cultura, 26-feb-02.)

El neoliberalismo frente a la cultura no es sólo un compendio de chabacanerías y superficialidades instantáneas y solubles. También eso, pero no sólo. Se trata también de una doctrina de guerra anticultura, es decir, de guerra contra todo aquello que no responde a la lógica del mercado.

Además, los artistas e intelectuales son sospechosos de pensar. Y pensar es el primer paso para ser diferente.

Si aniquilar artistas e intelectuales trae mala prensa, existe la opción de la asfixia. Los gobiernos con credo neoliberal no sólo no invierten en las ciencias y las artes, también arrebatan lo poco que hay en el ámbito cultural «para invertirlo en prioridades ineludibles, urgentes e inaplazables»… como es el pago del servicio de la deuda externa.

VI. Segunda y más breve, pero igualmente necesaria, semblanza de las jirafas

Cada jirafa posee su propio diseño de manchas, y tienen excelentes sentidos del oído, el olfato y la vista. Las jirafas fueron cazadas para conseguir su piel gruesa y resistente, pero en la actualidad es una especie protegida.

VII. ¿Un mundo sin jirafas?

Con su paso desgarbado, su evidente asimetría, su despreocupado mirar, las jirafas tienen una fealdad hermosa. Bueno, bien miradas no es que sean feas, más bien es que parecen muy «otras», con esa figura tan alejada de las pedantes simetrías equilibradas que se les otorga a los depredadores. La jirafa es la imagen más emblemática de la diferencia en el mundo animal. No sólo es diferente, sino que pasea su descomunal irregularidad convirtiendo su «otredad» en belleza, precisamente porque se muestra.

La humanidad tiene también, felizmente, sus «jirafas».

Las hay, por ejemplo, mujeres jirafas, perseguidas y hostigadas no sólo por no esforzarse por llenar el patrón de belleza y comportamiento que desde arriba se impone («los adornos ni piensan ni hablan, querida»), también por enarbolar su diferencia y su lucha a ser lo que quieren ser ellas y no lo que quieren ellos que sean.

También están los jóvenes jirafas, hombres y mujeres, tan reacios muchos y muchas a someterse /se dice «madurar» / a la cadena de claudicaciones, traiciones y prostituciones que se asocian al calendario. Jóvenes a quienes les da no sólo por no ocultar la asimetría de cuerpo y alma, sino que la adornan, le ponen gel, la tatúan, le engarzan un piercing, la «darkean», la «skatean», la «hip-hopean», la «punkean», la «skinean», la «como-se-diga», la gritan con un graffitti en un muro, la volantean en apoyo a una lucha social, la hacen caracolitos frente a «las fuerzas del orden», la ponen a estudiar pero sin la ganancia como motor y objetivo, y la hacen brincar cuando el rock, ese espejo sonoro, decreta la abolición de la ley de gravedad y córrele-güey-porque -ahí-viene-la-tira-a-hacernos-madurar-o-sea-que-nos-va-a-hacer-aterrizar-pero-con-una -madrina-y-apúrele-con-esa-pinta-que-se-lea-bien-que-«las jirafas-unidas-jamás-serán-tapete» -pero-si-no-rima-güey-no-le-aunque-si-somos-jirafas-no-poetas…

Además están las jirafas indígenas, hombres y mujeres y jóvenes, que llevan su color, su lengua y su cultura con la misma vistosidad y colores de sus ropas, de sus cantos, de sus bailables, de sus luchas y rebeldías.

Y están las jirafas obrer@s, campesin@s, emplead@as, maestr@s, choferes, puester@s, religios@s, artistas, intelectuales, sin papeles, calzando botas o tenis o chanclas o huaraches o sólo con sus pies desnudos. El pueblo jirafa pues.

En el neoliberalismo los otros seres humanos que somos, las jirafas, los feos, los asimétricos, es decir, la inmensa mayoría de la humanidad, somos cazados para sacar ganancias de nuestra piel dura.

Debería haber una ley que nos protegiera como «especie en peligro de extinción». No la hay. Pero, en lugar de ley, tenemos nuestra resistencia, nuestra rebeldía, nuestra dignidad.

Es nuestro deber resistir, porque el mundo sin jirafas sería… mmh… ¿cómo les diré?… ¡ya sé!… sería como un taco al pastor, pero sin tortilla, ni carne, ni piña, ni cilantro, ni cebolla, ni salsita, o sea que nomás el puro papel con manteca, un puro papel con la nostalgia de haber tenido encima un taco que, dicho sea de paso, ya me zampé, pero con la novedad de que el programa ya mero se acaba y no encuentro el antiácido en la mochila, o sea que, como dice la canción, a parir madres latinas.

Ya me voy. Sigan atentos al Sistema Zapatista de Televisión Intergaláctica. Ya sé que es una televisora muy otra, pero les cuento que, hace mucho tiempo, la televisión era en blanco y negro, y ahora es de colores. Si las jirafas, todas, prevalecemos, mañana la vida será de colores, de todos los colores. ¿La televisión?.. mmh… ¡a quién le importa!

Ora sí ya me voy…

En la pantalla (o sea que en la cartulina) ahora se lee:

«Aquí termina este especial de Recovery Channel, el canal de la memoria dedicado a las jirafas y en exclusiva para el Sistema Zapatista de Televisión Intergaláctica. No le apague, mejor córrale por la botana (si son tacos al pastor no sean ojaldras, dejen uno siquiera. Atte. La Dirección).»

Desde las montañas del Sureste Mexicano

Subcomandante insurgente Marcos.

México, octubre del 2004. 20 y 10.