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Entrevista a Gilmar Mauro, dirigente del Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra

«En Brasil, la lógica del modelo es el desarrollo del agro-negocio»

Fuentes: Correio da Cidadania

Traducción de Correspondencia de Prensa

Como en pocos momentos de la historia, Brasil vive un agitado período de luchas políticas en torno del acceso y dominio de sus tierras, con intensas presiones sobre las legislaciones ambientales y agrarias. En cuanto el Senado aprueba la propuesta latifundista de un nuevo código en el campo, la Comisión de Constitución y Justicia de la Cámara aprueba la PEC 15, que transfiere del Poder Ejecutivo al Congreso el poder de decisión sobre la homologación de tierras indígenas y quilombolas (N del T: nombre que se daba al esclavo huido y era azotado en los quilombos).

En un análisis del actual contexto político, Gilmar Mauro, dirigente del MST (Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra), afirma que el momento es parte de las tradicionales ofensivas capitalistas, que buscan avanzar sobre las fronteras económicas y sus fértiles tierras, al mismo tiempo en que la izquierda se encuentra en reflujo, de modo que apenas reacciona, corriendo de atrás y en general perdiendo.

La conducción de la política económica enfocada en los intereses del agro-negocios exportador, altamente negativo para las inversiones productivas e industriales (están allí los datos de nuestra «desindustrializacin» para comprobar), corre al lado de una reforma agraria cada vez más excluida de la agenda política. Gilmar Mauro rechaza en tanto, las críticas que sugieren una pasividad del movimiento en relación al gobierno petista, recordando que el MST está «en el mismo nivel de movilización de la época de FHC (Fernando Henrique Cardoso), con 80, 90 mil familias acampadas por el país».

Realista, él resalta la importancia de la actual jornada de lucha campesina, incluyendo a otros movimientos, pero prefiere no alimentar ilusiones de grandes cambios y conquistas populares para el año. Afirma que hace mucho tiempo que el movimiento campesino no confluía en torno de pautas y demandas políticas similares.

Como ejemplo del actual momento crítico que vivimos, cita la determinación de Dilma Rousseff de no permitir desapropiaciones que cuesten más de 100 mil reales por familia. «O derrotamos y destruimos esa propuesta de Dilma, o no tenemos más asentamientos en el centro-sur del país». Con ese nuevo y desconocido golpe que se pretende aplicar a la reforma agraria -en un país que gasta 48% de su presupuesto en intereses de la deuda y 0,22% en la reforma agraria- se hace evidente que el cambio de ministro de Desarrollo Agrario tiene un valor práctico nulo, dice Gilmar Mauro.

– Correio da Cidadania: Las grandes cuestiones ambientales, agrarias y sociales parecen tratadas de modo cada vez más raso por los gobernantes y los medios. Al mismo tiempo, es notoria la efervescencia con que el país aparece a los ojos del público, con números de un agro-negocio galopante y con el interés de las multinacionales y grandes corporaciones en entrar al país, comprando tierras y haciendo inversiones pesadas, básicamente en la especulación financiera. ¿Cómo este escenario se va a asociar, de aquí en adelante, con una de las demandas sociales más importantes en nuestro país, la reforma agraria?

Gilmar Mauro: Toda la lógica presentada no es nueva, sino antigua, y evidentemente profundiza una característica histórica de nuestro país, la de ser exportador de productos primarios. Hace parte de una lógica económica de buscar saldos positivos en la balanza comercial para equilibrar la balanza de pagos, cosa que tampoco se ha conseguido. Aunque eventualmente Brasil tenga saldos positivos en la balanza comercial, el déficit en cuenta corriente es altísimo, fruto de un proceso de endeudamiento externo especulativo, chupando anualmente billones y billones de los cofres públicos y. consecuentemente, de la población.

Con eso, la reforma agraria está fuera de pauta, fuera de la agenda. La lógica del modelo es el desarrollo del agro-negocio. Incluso en relación a la pequeña producción, vimos la propuesta del gobierno, en sentido de proponer los emprendimientos rurales, una especie de «agro-negocitos», integrado a los grandes grupos económicos, las grandes agro-industrias, o produciendo para el mercado interno.

De esa forma, dentro de tal política del gobierno, pueden ser integrados al modelo más de unos 2 millones de pequeños agricultores, de la llamada agricultura familiar. Y el resto, la gran mayoría, más de 2 o 3 millones de familias, más los asentamientos, queda con la Bolsa Familia, compensaciones sociales, etc., pero sin ninguna perspectiva dentro del modelo.
Concluyendo, la reforma agraria ahora depende de un debate político de la sociedad. Si la sociedad quiere dar ese uso que Brasil viene dando a la tierra, al agua, a los recursos naturales, no cabe más la reforma agraria. Si la sociedad brasilera quiere consumir ese tipo de alimento, no precisa de reforma agraria. Si quisiéramos dar otro uso al agua, al los recursos naturales y comer otro tipo de comida, la reforma agraria es uno de los proyectos modernos a ser implantados en el país, lo que exige, evidentemente, un nuevo modelo agrícola. Es el debate que la sociedad precisa abrir.

– Correio da Cidadania: ¿Los números presentados en relación a la reforma agraria en 2011 denotan, realmente, que el gobierno Dilma se empeñará en el sentido de promoverla?

Gilmar Mauro: ¡Son números tramposos! Como siempre fueron los resultados de la reforma agraria en Brasil, prácticamente inexistente. Nunca existió reforma agraria. La política de asentamiento es cada vez menor. Los números de 2011 reflejan el escenario, de una política de asentamiento de menor intensidad, con menos recursos, ninguna prioridad del gobierno a los resultados. Es el reflejo de la política que viene siendo aplicada en el último período político.

No creo que la presidente Dilma se empeñe en la cuestión. Al menos es lo ha demostrado, está más preocupada con la macroeconomía y su actual lógica de conducción, calzada en la exportación de commodities agrícolas. Además, todo el desarrollo económico brasilera está basado en tres ejes: en primer lugar, por la demanda externa de los últimos 10 años por commodities agrícolas y minerales que las valorizó y valorizó también las propias tierras; en segundo lugar, grandes inyecciones de recursos públicos, principalmente vía BNDES (Banco de Desarrollo Económico y Social), patrocinando fusiones de grandes empresas que se transforman en transnacionales, grandes inyecciones financiadas por el pueblo brasilero; y en tercer lugar, las inversiones que el Estado ha hecho en grandes obras de infraestructura, de los mega-eventos, del PAC (Programa de Aceleramiento del Crecimiento).

Otro ingrediente que sustentó el crecimiento de los últimos años fue el endeudamiento de las familias brasileras, con la apertura del crédito al consumo, la anticipación del consumo, tanto de automóviles como de la línea blanca. Pero ese modelo económico tienen límites, todo el mundo lo sabe. No da para prever la fecha y la hora de la crisis, pero ella vendrá ciertamente. Por tanto, dentro del actual escenario macroeconómico (la real precupación del gobierno Dilma), la reforma agraria está afuera de las prioridades.

– Correio da Cidadania: A propósito de los cambios continuos de ministros en un gobierno de «composición», que muestran el fisiologismo parlamentario y las imposiciones mediáticas ¿cuál es el significado del cambio de ministro de Desarrollo Agrario realizado en estos días, en que Pepe Vargas (1) asumió en lugar de Afonso Florence?

Gilmar Mauro: Desde el punto de vista personal no conozco mucho a Pepe Vargas, aunque debe entender más de reforma agraria que el anterior, que no entendía nada. No obstante, siendo objetivo en la evaluación, no se va a alterar mucho el escenario de la reforma agraria. No hay persona, ni un solo ministro, que vaya a cambiar eso. Es la política de gobierno, y quien la determina es Dilma.

Prueba de eso es la determinación de Dilma de no hacer asentamiento donde la tierra cueste más de 100 mil reales por familia. Entonces, con el precio de las tierras en São Paulo, y en el Sur, en el Centro-Oeste, no habrá más desapropiaciones. Con eso, la presidente altera la Constitución, la cual establece que la tierra que no cumple su función social debe ser desapropiada para fines de la reforma agraria, dando lugar a una medida administrativa económica, estableciendo que el costo por familia asentada no puede pasar de 100 mil reales. Por tanto, no hay más desaprobación en el Centro-Sur de nuestro país.

– Correio da Cidadania: Hubo informaciones de que el principal factor para convencer a Dilma de cambiar el ministro fueron informes de la ABIN (Agencia Brasilera de Inteligencia), acerca de la gran insatisfacción del movimiento y del miedo a su radicalización. ¿Ellas son verídicas?

Gilmar Mauro: Que hay una gran insatisfacción del MST, y también de otros movimientos, es evidente. Claro que con un ministro de reforma agraria que no entendía del asunto, nada se encaminaba. Pero la insatisfacción no era solamente con una persona, y sí con el hecho de que Brasil usa 48% de su presupuesto para intereses y amortizaciones de la deuda y solamente 0,22% para reforma agraria. Ese es el motivo de insatisfacción.

En términos de radicalización, el movimiento apenas continúa haciendo luchas, estamos en el mismo nivel que estábamos en el gobierno FHC, con 80, 90 mil familias acampadas en todo Brasil. Hubo un período, luego que Lula entró, cuando el pueblo creía que él avanzaría en la reforma agraria, que las familias acamparon en mayor número. Pero hoy tenemos en torno de 80 o 90 mil familias.

Continuamos haciendo ocupaciones, luchas, sin ilusiones de que van a resolver el problema de la reforma agraria. Pero no dejaremos de hacerlo, porque es preciso colocar el debate en la sociedad, en otros sectores y categorías. Además, vivimos un momento de pocas luchas. Aquellas que ocurren son bastante corporativas, ancladas en reivindicaciones económicas, sea del movimiento sindical, sea del movimiento social. Un escenario difícil para todo el movimiento social, la izquierda, los sectores progresistas. Pero nuestro movimiento va a continuar haciendo lo que siempre hizo. El ingrediente principal es ampliar el debate en el conjunto de la sociedad.

– Correio da Cidadania: ¿Pero qué piensa de ese expediente de infiltración de agentes del Estado en los movimientos sociales?

Gilmar Mauro: En cuanto a la participación de la ABIN, deber ser la falta del tener que hacer, deben faltar tareas allí. Pero históricamente siempre hicieron eso. No sólo los servicios internos, también la CIA. Así que estamos vacunados en relación a ellos, además de ser un hecho la falta de cosas para hacer.

Sin embargo, no creo que el cambio de ministro sea resultado del diagnóstico de la ABIN. Esa insatisfacción ya fue mostrada por varios sectores en diversas reuniones. Inclusive, estamos consiguiendo establecer una pauta común entre varios movimientos sociales, algo inédito en el último período, con la participación de Contag, Fetraf y otros movimientos, en la perspectiva de realizar un encuentro nacional de los movimientos campesinos, una especie de congreso campesino en Brasil. Es la primera vez, por lo menos en los últimos diez años, que conseguimos juntar ese pueblo en una pauta común.

Siendo así, creo mucho más en estos factores que en las informaciones venidas de agencias como la ABIN.

– Correio da Cidadania: De toda forma, la ABIN y otros órganos del Estado también dedican sus servicios a investigar las milicias contratadas por el latifundio, promotoras de permanente violencia, llegando muchas veces a asesinatos. ¿O su actuación reitera el carácter de clase y de discriminación social del Estado?

Gilmar Mauro: Aquí hay una cuestión importante a resaltar. Históricamente, siempre hubo violencia, unas veces por vías coercitivas, otras desarrollando procesos de generación de consensos en la sociedad. Y creo que el actual momento es de una intensificación de ambas cosas. Un momento de ampliación de los instrumentos de producción de consenso social, y aumento también del uso de instrumentos coercitivos, basta observar los desalojos ocurridos en São Paulo.
Pero el intento de ellos, del Estado y de la sociedad de clases, es producir consensos en la sociedad que justifiquen procesos de coerción; el episodio Cutrale fue eso, la entrada en los morros de Rio de Janeiro también, y así por delante.

Este momento que vivimos, y no es una particularidad brasilera, es una realidad mundial. A medida que el capitalismo enfrenta dificultades económicas y entra en crisis, es evidente que el aparato represivo de los Estados entra en acción, no siendo diferente en el caso brasilero.

– Correio da Cidadania: ¿Cómo evalúa la reciente jornada de lucha de las mujeres campesinas y la importancia de este tipo de movilizaciones encabezadas por ellas? ¿La marcha de las mujeres preanuncia algo para la jornada de luchas del Abril Rojo?

Gilmar Mauro: Nosotros iniciamos en el comienzo del año un proceso de lucha con varias ocupaciones. En la jornada de solidaridad con los compañeros de Pinheirinho, llevamos 11 ómnibus con militantes, cuatro camiones de comida. Ahora pusimos en movilización por todo Brasil a millares de mujeres. Y vamos a continuar así en la jornada de abril, que estará basada fundamentalmente en la reforma agraria. O la gente destruye y derrota la propuesta de Dilma de que la tierra encima de los 100 mil reales por familia no debe ser desapropiada, o la política de asentamientos continuará fuera de la agenda política.

Así, estamos iniciando bien el año, con las fuerzas que tenemos, con las dificultades que tenemos, las cuales ya dije, son dificultades del conjunto de la izquierda y del movimiento social. Pero creo que será un años de muchas luchas, muchas movilizaciones, y principalmente, en mi expectativa, de construcciones políticas con otros sectores de la clase trabajadora, a ejemplo de lo que está sucediendo con el movimiento campesino.

Por tanto, veo este año promisor en términos de luchas sociales, principalmente de los movimientos del campo. Y otros sectores están dando las mismas señales, como los profesores. La semana pasada acabó la jornada nacional del MAB, con la participación del MST, y ahora viene el Abril Rojo, una jornada que espero sea bien grande a nivel nacional.

– Correio da Cidadania: ¿Cuál es el significado de este tipo de manifestaciones en la actual coyuntura política y económica dominada por el entrelazamiento del capital agrario o financiero, con la agricultura prácticamente de rehén de los grandes grupos económicos? ¿Qué consecuencias se pueden esperar de estas manifestaciones en este contexto?

Gilmar Mauro: Yo no me creo ilusiones. El capital es el capital, en la industria, en el comercio, en el sistema financiero o en la agricultura. La agricultura es solo un espacio más para su valorización. El capital invierte mucho en Brasil porque está ganando mucho, y va a continuar haciéndolo.

Mi falta de optimismo es en relación a las manifestaciones de la clase trabajadora. Creo que la gran mayoría de las movilizaciones se resume a reivindicaciones de orden económico. El movimiento sindical en general y la clase trabajadora en general luchan por aumento del salario, en la PLR (Participación en los Lucros y Resultados). Claro que hay otras demandas, significativas, aunque bastante amarradas en la lucha económica.

Por eso creo que el próximo período todavía será marcado por ese tipo de movilizaciones, como en el mundo entero. Las movilizaciones en Europa son importantes, pero no tengo dudas que están ligadas a las importantes pérdidas sufridas por la clase trabajadora en el último período. No está puesta la lucha por el socialismo en Europa, por ejemplo. Al menos con fuerza popular. El caso de Oriente Medio, en los países árabes, es semejante, pues son luchas democráticas más que anti-sistémicas. En ese sentido, ocurrirán más luchas, hasta más huelgas que últimamente, porque Brasil vive ese período, no tiene pleno empleo, pero todavía tiene muchas posibilidades.

De esta forma, creo que debemos prepararnos para un largo período. El propio Plínio Arruda Sampaio (ex-presidente de la Asociación Brasilera de la Reforma Agraria) ya dijo que tenemos que prepararnos para una maratón. No da para pensar en una carrera de 100 metros. Yo lo veo, tranquilamente, de manera igual. Los momentos de lucha de la clase trabajadora son esporádicos, estacionales, a veces sale una sola huelga en un año, y con la lucha bastante agarrada al aspecto económico.

Pero, mientras exista capitalismo, la clase trabajadora va a combatir día y noche. Tenemos que fortalecernos en relación a las organizaciones, los movimientos. No se trata de fortalecer individuos, fomentar más divisiones, y sí de hacer esfuerzos a favor de las organizaciones y luchas conjuntas, todavía marcadas por las demandas económicas, pero viendo politizarlas, discutir los procesos vividos. En algunos sectores, el proceso de politización es más rápido, en otros más lento, pero existe un aprendizaje colectivo, tanto en relación al gobierno, a lo que es el Estado, como a la lógica del capital. En ese sentido, muchas organizaciones sociales han evolucionado.

– Correio da Cidadania: ¿Qué implicaría, en la actualidad, y a su manera de ver, una auténtica discusión sobre la reforma agraria? ¿Cuáles serían, al mismo tiempo, eventuales nuevas estrategias para llevarlas a cabo?

Gilmar Mauro: Yo dividirá la tarea en dos partes. La primera es la de resistencia. Es importante mantener la bandera en pié, eso es fundamental. En tiempos de crisis es más fácil salir jodido y comenzar a promover fracturas, siendo que muchos sectores de la izquierda no consiguen hablar con el conjunto de la clase trabajadora, encerrándose en ellas mismas y generando una discusión que sólo genera fragmentación.

En segundo lugar, del punto de vista estratégico, como ya comentamos antes, es preciso hacer un amplio debate en la clase trabajadora sobre lo que es el modelo económico. En nuestro caso, el modelo agrícola, colocando en pauta el cuestionamiento respecto al servicio de quiénes están nuestras tierras, a qué costo se está produciendo, con la degradación ambiental, degradación del agua, de las reservas forestales, etc., además del tipo de comida que nuestra sociedad quiere consumir. Todo para promover un debate politizado sobre la necesidad de pensar un nuevo modelo agrícola, que respete el medio ambiente, produzca alimentos, materias primas, empleos y condiciones de vida con nuevos paradigmas tecnológicos y productivos.

Para hacer eso, evidentemente no tengo ilusiones, es preciso otro Estado. Es preciso otro gobierno, y eso no depende sólo de nosotros. Y para hacer la reforma urbana también se precisa de otro Estado, otro gobierno. Por eso, todo acaba recayendo en la correlación de fuerzas y en el avance de sectores de la clase trabajadora, lo que es nuestro desafío lo es también para toda la izquierda que cree y quiere cambios profundos en nuestro país.

En fin, en ese tiempo de resistencia, es preciso continuar invirtiendo en la formación político-ideológica y rever la organización. Enfatizo la organización, pues, como la clase no vive luchando -y solamente lucha todo el día quien no trabaja- llegamos al problema de la importancia de la organización, como memoria histórica, preparadora de nuevas luchas, formadora de nuevos militantes, inclusive con la tarea de la conspiración -en el buen sentido- política de la clase trabajadora. Es más que necesario fortalecer las organizaciones sociales.

– Correio da Cidadania: Poco antes de la victoria de Dilma, usted nos concedió una entrevista en la cual reiteraba que el Movimiento de los Sin Tierra no sería rehén de este gobierno, al margen de no haber tomado partido por ningún candidato en aquel momento. ¿Usted cree que el movimiento tomó posturas coincidentes con esa afirmación?

Gilmar Mauro: Creo que sí. El MST no es rehén de ningún gobierno ni lo será, muy por el contrario. No obstante, es preciso decir unas cosas. Conversando con sindicalistas, oigo que «el MST no está haciendo lucha, y no sé qué…», pero les recuerdo que estamos en el mismo nivel que en la época de FHC, y replico con la pregunta: ¿En las huelgas del movimiento sindical cuál es la plataforma? ¿Ustedes han pautado la desapropiación de las fábricas? ¿Las huelgas no son para mejorar el salario y PLR? ¿Las negociaciones son con quién? ¿Con el propio patrón?».

Con el MST es lo contrario. Nosotros ocupamos el latifundio y no negociamos con el latifundista. Negociamos con el gobierno, con el Estado brasilero, y demandamos que lo desapropie. De allí lo evidente, aunque hacemos una lucha radical, la ocupación de tierra, etc., en el fondo hacemos una lucha radical para que la tierra sea desapropiada y allí sí legalizada, institucionalizando la acción del movimiento. Que sea legalizada para las nuevas familias asentadas, pues es la única forma de tener acceso a los créditos y otras cosas. Eso porque no tenemos la fuerza para tomar y distribuir el latifundio por cuenta propia y hacer la reforma agraria por cuenta propia. Por eso, en la lucha, se ocupa y se negocia. Nosotros vemos al gobierno brasilero como el canal de nuestra negociación, así como el sindicato negocia con el patrón que es el dueño de la fábrica. Por lo tanto, en este contexto, la única diferencia es que luchamos por la desapropiación y los sindicatos por mejores salarios.

Hice esta reflexión para llegar a otra: ¿cuándo se paró una fábrica y el conjunto de los trabajadores vino a una ocupación nuestra? Quién viene a las ocupaciones es la representación política de la rama, del sindicato, lo que es importante, pero nosotros ya paramos nuestra producción entera para prestar solidaridad a otros sectores de la clase trabajadora.

No estoy diciendo esto para defender que el MST sea mejor que otros sectores, sino para decir que el estadio de lucha todavía se encuentra fundamentalmente en torno de luchas económicas. Y ahí tengo claridad de una cosa: una organización que no responde a las necesidades de su sector pierde el sentido y la razón de ser para su sector. Por tanto, el MST va a tener que conjugar la necesidad de su base, a lucha por la tierra, la lona, la canasta básica, el crédito, pero, concomitantemente, tendrá que invertir en la formación político-ideológica, haciendo todas las luchas. Ese es, a mi ver, el gran desafío de ser un dirigente del MST en el actual momento histórico.

– Correio da Cidadania: Al lado de la reforma agraria, aunque afuera de la agenda mediática así como la del gobierno, estamos delante de intensas negociaciones y polémicas en torno al Código Florestal. ¿Qué tiene para decir del embrollo que se volvió esta reforma y como ella está asociada al destacado boom de la «expansión capitalista» en Brasil y al tema de la reforma agraria?

Gilmar Mauro: Esa es una tentativa de ellos: avanzar en las tierras brasileras y en la destrucción de lo que todavía resta de preservación ambiental. Es el papel de ellos en este juego. Lo que impresiona es ver a sectores de la izquierda -si es que se puede llamar de izquierda-, progresistas, entrar en esa, inclusive sectores de la iglesia, con un discurso económico en defensa del modelo actual.

De nuestra parte, estamos en campaña contra los agro-tóxicos, un debate que en mi opinión ya entró en la sociedad. Si fuera aprobado el Código Florestal, será por debajo, porque hay señales claras en la sociedad de la mayoría de los brasileros es contraria a su aprobación. Es el rollo compresor del modelo económico aplicado en el país, pero los impactos de su aprobación serán muchos.

– Correio da Cidadania: Hay informaciones de que la presidente podría vetar el nuevo texto del Código tal como fue votado en el Senado. Nuevos decretos vendrían a modificar este modelo anterior, de modo de atender las expectativas de la bancada ruralista. ¿Cuál sería el desenlace final de este proceso?

Gilmar Mauro: No me gusta hacer proyecciones, pues serían especulaciones subjetivas. En mi opinión, si Dilma veta, óptimo. No sé si tiene tiempo para eso, si lo hará de hecho, digo que no tengo ninguna seguridad. Encuentro difícil quedar gritando «veta Dilma, veta Dilma». Pero si ello ocurre sería una medida importante, pero no tengo ninguna certeza y ni apostaría mis fichas por eso. Pero si veta, dará más fuerza para que la sociedad continué movilizando. No creo que facilitaría subterfugios posteriores.

En verdad, para ser honesto, tengo que decir que los movimientos sociales y los partidos de izquierda, todos, estamos a remolque -a remolque-, del gran capital y del estado brasilero. Y estamos actuando reactivamente, ese es nuestro problema y no solo del MST. Estamos siempre corriendo de atrás de las iniciativas que ellos toman. Y normalmente perdiendo.

Ese es el balance que se precisa hacer, inclusive para huir de la arrogancia de que cada uno tiene la verdad absoluta. Es preciso decir que estamos todos errados, para no usar otra expresión. Y si no tomamos conciencia de hacer luchas con perspectivas de unificación, vamos a perder en todos los frentes, en los cuales estamos corriendo detrás del perjuicio. Tenemos la dificultad de no contar con una estrategia propia y tomar iniciativas. El caso del Código Florestal es evidente, pero sólo uno. Están la Transposición del San Francisco, los transgénicos…Siempre corremos de atrás, y lo peor, como ya dije, perdiendo.

– Correio da Cidadania: Piensa que la desconsideración de las cuestiones agrarias, sociales y ambientales, al lado de la hegemonía del agro-negocio, con su modelo de explotación de los recursos naturales, podrán llevar a una radicalización de los movimientos sociales, inclusive del MST, en los próximos tiempos?

Gilmar Mauro: No es una cuestión de voluntad. Mi deseo es hacer la revolución…Pero no puedo caer en el subjetivismo. Vuelvo a resaltar que la clase trabajadora está en una fase de luchas con reivindicaciones económicas. Y no creo en procesos más intensos de que ese. Puede ser que esté equivocado, pero no voy a sembrar ilusiones en un medio de comunicación. Pienso que estamos en un tiempo difícil y, mismo con tales medidas, en la sociedad brasilera todavía estamos siendo marcados por el economicismo.

Hoy tengo la convicción de una cosa que es la siguiente: no existe la menor posibilidad de hacer la revolución por la clase. O la propia clase hace la revolución o no habrá un grupo que la haga por ella. Por tanto, es el momento de tener esa conciencia histórica, trabajar, trabajar y trabajar, y tal vez consigamos superar para el próximo período el actual momento de fragmentación y dificultades.

Creo que la crisis económica internacional, que ciertamente llegará por acá, puede ayudarnos. Si no tenemos la sabiduría sobre como posicionarnos y donde queremos estar cuando la crisis venga -y sin duda vendrá- para dar un salto en calidad, tal vez podamos retroceder todavía más. No creo que este años acontezcan grandes cosas. Puede ser que sí, pero no quiero plantar grandes ilusiones.

1) Nota de Correspondencia de Prensa: José Pepe Vargas (51 años), diputado federal del PT hasta el momento de su designación como ministro. Fue prefeito (alcalde) de la ciudad de Caxias do Sul (estado de Rio Grande do Sul) durante dos períodos. Junto a Raúl Pont (diputado estadual del PT, ex prefeito de Porto Alegre) y a Miguel Rossetto (ex vice gobernador de Rio Grande do Sul, ministro de Desarrollo Agrario durante el primer gobierno Lula), Vargas integra la tendencia Democracia Socialista. Desde 1985 Democracia Socialista fue la «sección» de la Cuarta Internacional (Secretariado Unificado), abandonando sus filas en 2006.

Fuente original: http://www.correiocidadania.com.br/