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En busca del negocio de la biodiversidad

Fuentes: IPS

Santo de casa no hace milagros, dice un proverbio aplicable a la biodiversidad, casi siempre más productiva fuera del país de origen. Brasil intenta ahora subvertir esa regla, promoviendo grandes negocios con sus especies nativas de gran potencial económico. Brasil posee la mayor diversidad biológica del mundo, pero hasta ahora obtuvo escaso provecho metálico de […]

Santo de casa no hace milagros, dice un proverbio aplicable a la biodiversidad, casi siempre más productiva fuera del país de origen. Brasil intenta ahora subvertir esa regla, promoviendo grandes negocios con sus especies nativas de gran potencial económico.

Brasil posee la mayor diversidad biológica del mundo, pero hasta ahora obtuvo escaso provecho metálico de esa riqueza natural. Son exóticos (de origen externo), los productos agrícolas de los que es principal productor o exportador mundial, como el café, el azúcar de caña, la soja, el jugo de naranja y la carne vacuna.

Pocas de sus especies nativas, no todas exclusivas del país, conquistaron relevancia en el mercado nacional e internacional, como el maní, la mandioca, el cacao y el acajú. Algunas se desarrollaron mejor afuera. Es el caso de la «seringueira» (Hevea brasiliensis), fuente de caucho natural cuyo exitoso cultivo en Malasia puso fin al ciclo de prosperidad en la Amazonia brasileña a comienzos del siglo XX con el arranque de la industria automovilística.

Un nuevo intento se destina a promover económicamente parte de la biodiversidad brasileña. Por iniciativa del Ministerio de Medio Ambiente, grupos de investigadores identificaron 775 especies vegetales conocidas y en muchos casos ya explotadas localmente o en pequeña escala, para fomentar su producción y colocación en grandes mercados.

Datos acumulados sobre esas «plantas del futuro» serán publicados este año en cinco libros, cada uno dedicado a una de las cinco regiones brasileñas. Seminarios con empresarios también divulgarán los potenciales de esos vegetales ornamentales o productores de alimentos, bebidas, medicamentos, aceites y aromas variados.

La pupuña o chontaduro (Bactris gasipaes) es un ejemplo que entusiasma a Lidio Coradini, uno de los responsables del proyecto como coordinador de Recursos Genéticos del Ministerio.

Se trata de una palmera amazónica, también presente en América Central y sembrada en otras zonas de Brasil para producir palmitos. Presenta gran ventaja en productividad, porque de su tronco nacen nuevos retoños, generando numerosos palmitos, y no uno solo como otras palmeras.

Además, su fruto rojizo y de unos cinco centímetros de diámetro, es rico en proteína, se puede usar en varios tipos de alimentos y podría servir a la producción aceitera, con un potencial que supera en mucho la productividad de la palma africana y de la soja, principales fuentes actuales de aceite vegetal en el mundo, aseguró Coradini a IPS.

Charles Clements, quien participó en la selección de especies nativas como experto del Instituto Nacional de Investigaciones de la Amazonia (INPA), comparte el entusiasmo por la pupuña, pero para la elaboración de jugos «de sabor agradable» y, con su fermentación, de una bebida que podría competir con la cerveza.

La pupuña tiene potenciales variados, pero convendría ahora aprovechar el mejoramiento genético que ya le aportaron los indígenas para producir almidón y bebidas, pues desarrollar su vocación aceitera exigiría rehacer un «largo trabajo», opinó Clements.

Son muchas las frutas amazónicas a la espera de empresarios para ganar el mercado, destacó, por ejemplo la bacaba, otra palmera que produce un «buen jugo», con «mejor sabor y tan energético» como el açaí, cuya popularidad en la Amazonia se va extendiendo a todo Brasil.

La bacaba ofrece la ventaja de su menor tamaño y de que fructifica más rápido, pero debe ser sembrada, porque la extracción natural no bastaría para alimentar un negocio, como ocurrió con otras frutas amazónicas.

La necesidad de producción agrícola desde el inicio hace más complejo el despegue, pues exige más empresarios, reconoció Clements.

Pero en su opinión, el «cuello de botella» en el proceso de materializar el potencial económico de algunas especies es la falta de recursos de los institutos de investigación y desarrollo para ofrecer «respuestas ágiles» a las necesidades de quienes están dispuestos a emprender negocios.

El Ministerio de Agricultura, por ejemplo, no participa en ese esfuerzo que no es sólo ambiental, lamentó Clements.

Entre las 775 especies seleccionadas en todas regiones brasileñas, la mayoría son plantas ornamentales y medicinales, en general ya usadas por la población, pero sin estructuras formales, empresariales. Gran parte de ellas están «en proceso acelerado de domesticación», según Coradini.

La iniciativa de sistematizar y difundir informaciones sobre las «plantas del futuro» responde a la necesidad de «promover un uso sustentable» de la biodiversidad nacional, además de «conservarla y conocerla», sostuvo. Es importante para la economía y también para la seguridad alimentaria y ambiental, pues diversifica la agricultura que la humanidad redujo a pocas especies en los últimos siglos.

No es una cuestión de nacionalismo. Hoy «ningún país sobrevive sin aporte genético» de otros, pues el intercambio de plantas y de otros recursos genéticos es indispensable, observó Coradini. Pero Brasil, como nación megadiversa «tiene que dar el ejemplo» de conservar su diversidad biológica, «mostrar la importancia de sus especies y agregarle valor», sostuvo.

El ejemplo más nuevo que menciona el experto, de una especie nativa mejor aprovechada como oportunidad económica en el exterior, es la guayaba serrana, un fruto del sur de Brasil. Introducida en Nueva Zelanda, sirve allí de materia prima para «más de 20 productos, incluso champaña», además de dulces, jugos y aceites.

Mientras, la guayaba serrana apenas empieza a venderse como fruta natural en el sur brasileño.

Este país tiene una variedad inmensa de sabores, aromas, cosméticos y alimentos naturales para diversificar y enriquecer su economía. Su aprovechamiento «hará que la sociedad comprenda más fácilmente la importancia de proteger la biodiversidad», concluyó Coradini.

http://www.ipsnoticias.net/nota.asp?idnews=40017