Recomiendo:
0

En el Día Internacional de la Paz

Fuentes: Cubaperiodistas

En períodos de grave peligrosidad para la supervivencia de la humanidad como el que vivimos, se advierte con más claridad que en cualquier otro la importancia de la lucha por la paz. Desde 1982, las organizaciones no gubernamentales vinculadas con la ONU celebran cada año el Día Internacional de la Paz a partir de una […]

En períodos de grave peligrosidad para la supervivencia de la humanidad como el que vivimos, se advierte con más claridad que en cualquier otro la importancia de la lucha por la paz. Desde 1982, las organizaciones no gubernamentales vinculadas con la ONU celebran cada año el Día Internacional de la Paz a partir de una iniciativa que se adoptó durante el XXXVI Período de Sesiones de la Asamblea General de la ONU, en 1981.

Se mantiene vigente la idea que expresara en aquella ocasión el entonces secretario general de la ONU, señor Javier Pérez de Cuellar, de que «la celebración de este Día Internacional de la Paz refleja no solo el antiguo sueño de un mundo sin guerra sino, más aún, la propia conciencia actual del peligro sin precedentes en que vivimos».

Muy temprano en el proceso de diferenciación del hombre como ser social, aparecieron las nociones más elementales de guerra y paz. Las primeras guerras fueran pugnas por la subsistencia entre los incipientes grupos humanos y estos conflictos, a su vez, determinaron el surgimiento del deseo de paz, a la luz de las calamidades dejadas por esas luchas.

Se reconocen históricamente cuatro formas de paz en las posguerras: la impuesta por el vencedor, humillante para el vencido; la paz pírrica en la que el triunfador sufre tantos o más quebrantos que el derrotado para alcanzar la victoria; la paz determinada por la imposibilidad de que alguna de las partes logre el éxito luego de sufrimientos extremos por ambos contendientes y, por último, en algún momento posterior del desarrollo humano, apareció la paz resultante del intelecto del hombre, la guerra evitada, la paz nacida de la comprensión acerca de los inconvenientes del conflicto o el temor por sus resultados.

La cultura de la guerra se desarrolló como fruto de la evidencia de que esta constituía un medio riesgoso, pero altamente lucrativo, para los triunfadores, lo que determinó que se desarrollaran impetuosamente las artes y las tecnologías bélicas, así como la doctrina de la preparación física, técnica y mental, desde la infancia, de algunos o todos los miembros del grupo humano para el combate.

Las colectividades humanas con mejores soldados estaban llamadas a sojuzgar a las que no estuviesen debidamente dispuestas para la guerra.

Obviamente, solo cuando una de las partes se consideraba en condiciones más favorables para librar el combate, se iniciaba éste, por lo que una paz precaria debía preceder a cada guerra. Y otra paz la sucedería, más o menos frágil en la medida de la estabilidad interna del nuevo orden surgido, hasta que nuevos apetitos dirigidos contra otros grupos humanos o provenientes de ellos, desataban otra guerra.

Así, de guerra en guerra, se ha escrito la historia de las naciones, en tanto que la paz, durante siglos, no ha significado otra cosa que la ausencia temporal de guerra.

Sin embargo, el mundo en que desarrollan su esfuerzo por la paz las organizaciones antibelicistas de todo el mundo en la actualidad, no es aquel que vivieron nuestros antepasados más lejanos ni aquel que conocieron nuestros abuelos.

El desarrollo cultural, económico y tecnológico ha hecho que hoy habitemos un mundo que podría aportar bienestar y buena calidad de vida para todos los seres humanos. Pero, tristemente, en los terrenos político y social, el hombre no ha podido materializar globalmente sus aspiraciones de justicia y un mundo cuajado de inequidades entre naciones y dentro de cada nación, ha hipotecado el progreso de la especie humana.

Los conflictos internos, con raíces en oprobiosas desigualdades sociales, las contradicciones cada vez más graves entre países ricos y países pobres que reflejan un cruel y malsano egoísmo, y los designios de la superpotencia mundial empeñada en ejercer su imperio de manera absoluta, han colocado al planeta al borde del desastre.

Se explotan irresponsablemente las riquezas naturales y humanas, traumatizando profundamente a las generaciones futuras.

Se ignora groseramente la soberanía de las naciones, y se imponen bloqueos genocidas sin más pretexto que la voluntad y supuestos intereses de la superpotencia.

Para controlar los recursos energéticos del planeta se imponen, con ridículos pretextos de lucha contra el terrorismo, guerras «preventivas» absurdas que provocan el sacrificio de un número exorbitante de vidas de civiles inocentes eufemísticamente identificados como parte de los «daños colaterales».

La Humanidad tiene hoy cultura y experiencia suficientes como para trazarse la paz como un objetivo consciente. Pero ese propósito solo es viable si se atienden imperativos de diversidad, democracia y justicia.

Diversidad de valores fundada en la solidaridad entre los hombres y entre las naciones; democracia verdadera y amplia que nada tiene que ver con el modelo que los Estados Unidos han pretendido imponer como único, y justicia real que excluya las inequidades, tanto entre los seres humanos como entre los distintos pueblos y culturas.

Al encarar la problemática de la paz como condición de supervivencia, cada nación (Estado, gobierno y pueblo) está en el deber de hacerlo en ejercicio de su soberanía. No puede haber paz entre las naciones sin soberanía de los pueblos.

En Cuba, por ejemplo, como fruto de las ideas promovidas por la revolución socialista se ha ido desarrollando una cultura de paz que está sentada en cuatro preceptos surgidos de la experiencia de un pueblo que lleva medio siglo con su derecho a la paz conculcado por la superpotencia imperialista más poderosa que ha conocido la Humanidad, sometido a cruel bloqueo genocida y bajo constantes agresiones y amenazas:

1º.- colaboración solidaria con otros pueblos sobre bases estrictamente éticas y sin condicionamientos;

2º.- concepción de que evitar la guerra equivale a ganarla, como filosofía militar;

3º.- decisión estratégica de estar siempre preparados para una guerra de todo el pueblo que sitúe la unidad, la moral y el patriotismo ciudadanos por encima de la técnica y los recursos materiales, como elementos de principales para el eventual combate, y

4º.- convocatoria a una permanente batalla de ideas que promueva como método y terreno para los enfrentamientos, el uso del arma más poderosa y eficaz con que cuentan los seres humanos: el intelecto.

Se logra así que la disposición popular de defender la Patria y los logros de la revolución socialista se mantenga y crezca, se identifique como un modesto pero valioso servicio a la causa de la lucha por la paz mundial.

* Síntesis de las palabras pronunciadas en la apertura del Acto por el Día Internacional por la Paz, efectuado en el Centro de Prensa Internacional de La Habana el 19 de septiembre de 2008