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En espiral

Fuentes: Rebelión

No quiero hacer un resumen de escritos o pensamientos anteriores. Tampoco quiero iniciar una nueva etapa, animado por el comienzo de un nuevo año. Los finales de año y los comienzos tienen un carácter convencional. Este cambio podría tener lugar en el solsticio de verano o en cualquier otro momento del ciclo astral durante el […]

No quiero hacer un resumen de escritos o pensamientos anteriores. Tampoco quiero iniciar una nueva etapa, animado por el comienzo de un nuevo año. Los finales de año y los comienzos tienen un carácter convencional. Este cambio podría tener lugar en el solsticio de verano o en cualquier otro momento del ciclo astral durante el cual el planeta da una vuelta completa alrededor del sol.

El interés por seguir escribiendo, poniendo al descubierto un puñado de ideas, no tiene otra intención que la de aportar algo de luz a la compleja forma de vida que, en su conjunto, vive la humanidad. En el análisis que hacemos, cabe la denuncia, intentando poner en evidencia la tremenda desigualdad entre unos lugares y otros del planeta, y entre unos grupos sociales y otros dentro de un mismo país. No suelo quedarme en lo más superficial, sino profundizar en lo que observamos para descubrir las causas por las que los comportamientos humanos son así. Inevitablemente, en ocasiones el análisis se puede confundir con la crónica política por aquello de la cantidad de acontecimientos que tienen lugar y que, en consecuencia, hay que incorporar.

En ese afán de llegar al fondo, a la razón de ser, más bien a la sinrazón, los escritos cortos, en forma de artículos o de post, funcionan como si se tratara de una espiral, pero con unas líneas trasversales que cruzan cada uno de ellos.

Uno nunca encuentra la forma definitiva de describir hechos, causas, ideas, etc. Por eso, se incide en los mismos asuntos, a veces para matizar, a veces para complementar. Pero por el momento, como señalo, sigo sin encontrar definitivamente las claves por las cuales la vida en este planeta trascurre de esa manera. La cruda realidad obliga, a veces, a parapetarte tras una máscara para poder seguir navegando por este árido terreno. Aunque, personalmente, intento no llegar a situaciones programadas y generalizadas, entiendo que los individuos, convertidos en masa, se evadan a través de viajes, deportes y otras actividades propuestas por quienes tienen interés en que se haga de todo, en la medida de sus posibilidades, menos pensar.

Instalados en esa espiral a la que metafóricamente hacemos referencia, intentaré de nuevo expresar, lo más claro posible, las inferencias del análisis de lo que estamos viviendo, procurando aportar algo nuevo a todo lo que ya he podido contar a lo largo de varios años.

Como he señalado, nos invitan permanentemente a que nos distraigamos. Distracción en doble sentido: divertirnos y abstraerte de la realidad. Pero la tarea de quienes nos atrevemos a analizar y a denunciar la sinrazón, la injusticia y la desigualdad, nos obliga a salir de ese engranaje social, subvirtiendo el rol que el poder otorga a cada cual.

Ciñéndonos, exclusivamente, a lo que se conoce como mundo desarrollado, y más concretamente a este país nuestro, observamos como intentan mantener la estabilidad social potenciando la insolidaridad, la indiferencia y la falta de conciencia. Los medios de comunicación son hoy día el instrumento más potente y eficaz para conseguirlo. Quienes controlan la sociedad han conseguido que la mentira pase a la categoría de normal. A través de la mentira, la manipulación y la inconsciencia intentan mantener algo insostenible. La actual situación, tanto mundial como local, es como una enorme bomba de relojería. Puede ocurrir que el reventón se produzca de manera global, o país por país, si no se pone remedio. Difícil. Volviendo de nuevo a un símil, en este caso un castillo de naipes, pudiera ocurrir que este entramado comenzara a hundirse paso a paso, de forma incontrolada.

La acumulación de capital en muy pocas manos, la progresiva falta de ocupación laboral para el sustento (ya no digo para el consumo), la cada vez menor relación entre población ocupada y no ocupada, el deterioro progresivo del medio ambiente, entre otras nuevas circunstancias, requieren, en buena lógica, un nuevo modelo en el que, fundamentalmente, haya un reparto de la riqueza, se frene el deterioro del medio ambiente y, en suma, se imponga un sistema justo y sostenible. Pero el actual sistema se resiste a ser sustituido. Es como un edificio abandonado que poco a poco se va deteriorando, pero que para su sustitución se necesita una demolición controlada. Pero parece que no caben cambios desde dentro y que no existe fuerza revolucionaria para transformarlo. La actual condición humana no parece el mejor caldo de cultivo para el cambio. El desarrollo del capitalismo ha generado nuevos contravalores a los que ya existían. Al instinto de dominio, al egoísmo, a la venganza, al enfrentamiento y a la desigualdad hay que añadir el afán de enriquecimiento, la ambición, la codicia, la insolidaridad y la indiferencia. Por estos motivos estamos avocados a vivir tiempos de precariedad, de incertidumbre y de desasosiego. Alguien tiene que decir estas cosas.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.