-M.H.: Me ha llamado la atención que el Comité organizador de los Juegos Olímpicos es el que determina cuáles movilizaciones son permitidas y cuáles no, en relación a las manifestaciones en contra del actual Presidente de Brasil, Temer. Me gustaría conocer tu visión al respecto. -R.A.: Lo que pasa para nosotros también es muy extraño. […]
-M.H.: Me ha llamado la atención que el Comité organizador de los Juegos Olímpicos es el que determina cuáles movilizaciones son permitidas y cuáles no, en relación a las manifestaciones en contra del actual Presidente de Brasil, Temer. Me gustaría conocer tu visión al respecto.
-R.A.: Lo que pasa para nosotros también es muy extraño. Porque la Constitución brasileña de 1988 es muy clara al permitir todas las manifestaciones de las ideas y opiniones. Lo que el Comité Olímpico Internacional (COI) dice, es que tiene las condiciones de determinar lo que se puede y lo que no se puede hacer durante las Olimpíadas. Por suerte, como la ley mayor de un país es la Constitución, y no puede ser limitada por un reglamento de una institución de entretenimiento transnacional, como lo es el COI, no puede determinar esa medida.
Durante las Olimpíadas hay una clara manifestación de disgusto de la población hacia Temer. Durante la apertura de los Juegos, el Presidente interino sufrió una silbatina enorme. Y luego no permitió que se mencionara su nombre para no volver a generar eso. Hoy decidió informar al COI que no va a asistir al cierre de las Olimpíadas el próximo domingo. Por suerte, por una decisión judicial, la Constitución brasileña está siendo respetada y se pueden hacer manifestaciones contra el gobierno de Temer. Por un lado entonces, las Olimpíadas tienen una dimensión deportiva positiva, con victorias y derrotas, pero también es un espacio de divulgación política porque estamos en las últimas semanas de la votación final que debe decidir definitivamente por el SI o NO al impeachment a Dilma en el Senado.
-M.H.: Precisamente el martes 9, la relatoría del Senador Antonio Anastasia, juzgó como procedente la denuncia contra la Presidenta Dilma Rousseff, por crimen de responsabilidad, y se determinó con el voto de 59 a 21, en el plenario del Senado, que Dilma irá a juicio final, a pesar de que las acusaciones no tienen bases que las sustenten. No hay un delito, sino prácticas normales de todos los gobiernos, incluidos los anteriores al de Dilma.
-R.A.: Así es. Lo que ocurrió es una variante de golpe parlamentario. Como la oposición de centro-derecha no logró derrotar al PT en las elecciones generales, aprovechó los fracasos y la crisis profunda de su gobierno, especialmente durante el gobierno de Dilma, pero también durante el gobierno de Lula, para dar el golpe parlamentario. O sea, el Parlamento brasileño, como ya he dicho en otras oportunidades, es un pantano, se mueve hacia donde están los que tienen más dinero y más recursos. Esto combinado con la crisis del gobierno de Dilma.
Muchos de los partidos que eran parte de la base de apoyo del gobierno cambiaron de posición. Era necesario solamente un pretexto constitucional, no hay factibilidad alguna. Era una pésima gestión, sin dudas, y en mi opinión debería ser derrotada en las elecciones de 2018, pero no a través de un golpe.
Lo que sucede es que el Parlamento brasileño intenta hace años instaurar el parlamentarismo para retirar la fuerza y el poder de la Presidencia de la República. Y el pueblo brasileño no es parlamentarista, es predominantemente presidencialista. Hubo durante los últimos 40 años dos grandes plebiscitos y siempre la victoria fue del presidencialismo.
El Parlamento del pantano decidió que era necesario introducir un proceso de impeachment a Dilma y era necesario encontrar un pretexto jurídico, una falsedad. Como Dilma cometió muchos equívocos políticos, pero no criminales, inventaron la utilización de los recursos del Banco público para cubrir gastos del Estado y pagar posteriormente, lo que es una operación contable. Todos los Presidentes anteriores hicieron esto, Fernando Henrique Cardoso, Lula, etc. Por lo tanto, Dilma es responsable de un gobierno muy malo, pero hay un grupo que no gana las elecciones del PSDB, más los del PMDB, que están intentando iniciar una transición para crear un nuevo bloque burgués e instaurar una ofensiva brutal contra las clases trabajadoras, sus conquistas y sus victorias desde el fin de la dictadura militar.
Este es el proceso que estamos viviendo hoy en Brasil. Es un verdadero golpe parlamentario. Yo no defiendo el gobierno de Dilma, fue pésimo, traicionó a las clases trabajadoras, pero esto no justifica la deposición aparentemente jurídica, pero que es en realidad un golpe parlamentario.
El de Temer es el peor gobierno que podríamos tener
-M.H.: Paralelamente a esta decisión del llamado pantano parlamentario, los días 9 y 10 de este mes, se reunieron en Brasilia representantes de los principales conglomerados empresariales del país, que dieron su apoyo al plan de recortes de Temer. Participaron, entre otros, Luis Carlos Trabucco, Presidente del Bradesco, Pedro Molina Salles, Presidente del Banco Itaú, Jorge Gerdau, Presidente del Grupo Gerdau, Pedro Pasos, copresidente de la empresa Natura, entre otros. A pesar de que estas mismas empresas durante los gobiernos de Lula y Dilma obtuvieron ganancias récord.
-R.A.: Inclusive muchos de estos empresarios están involucrados en el Lava Jato, porque fueron parte de las propinas, del pago de recursos ilegales al gobierno del PT, pero también al PSDB, al PMDB, etc. Entonces, las distintas fracciones del gran capital y la gran burguesía, quieren impresionar al gobierno de Temer.
El gobierno de Temer vive una especie de dualidad, por un lado, la gran burguesía exige la destrucción de toda legislación social del trabajo, que fue conquistada durante los últimos 40 años, quieren la precarización, la flexibilización y la tercerización ilimitada de las relaciones del trabajo. Por otro lado, también exigen la hegemonía financiera que garantice que los recursos públicos, deben ser solo para los capitales y las empresas privadas, y defienden la privatización de todo lo que pueda generar ganancias o intereses. Pero además, el gobierno interino del golpista Temer, es un gobierno débil que necesita del Parlamento para continuar gobernando. Porque si Dilma usó recursos de la corrupción para las elecciones de 2010 y después de 2014, el candidato a vicepresidente de Dilma era Temer, o sea, los dos estarían involucrados. De este modo, Temer hace concesiones, una tras otra al Parlamento para no perder el apoyo, como se trata de un pantano, éste solo se mueve cuando hay un intercambio de dar votos y recibir recursos.
Esto hace que Temer defienda, por un lado, los grandes intereses de la burguesía y, por otro lado, los intereses del Parlamento y de su sector más corrupto. Por eso es el peor gobierno que podríamos tener. Nuestra esperanza es que no continúe. Dilma acaba de lanzar una carta abierta al Senado y a la población brasileña, donde reconoce algunos de sus errores. Es una carta por cierto muy insuficiente, pero defiende la idea de la anticipación de las elecciones a través de una decisión plebiscitaria.
Es impresionante que ella tome esta decisión ahora, cuando prácticamente no tiene más posibilidades de hacer nada. Esta carta debió haber sido publicada tres meses atrás, cuando empezó el juzgamiento de la Cámara, para impedirlo. O sea, la situación brasileña hoy es imprevisible. El impeachment de Dilma va a suceder, es prácticamente seguro pero, por otro lado, Temer no tiene condiciones morales ni políticas para gobernar.
Hay una creciente oposición, su gobierno temporal hasta 2018, será de una crisis atrás de la otra. Por último, muchos de los ministros de Temer, inclusive él mismo, están involucrados en relaciones que están siendo investigadas por la operación Lava Jato, lo que hace creer que la crisis brasileña se va a prorrogar durante un largo tiempo. Estamos en un contexto de profunda crisis política y social; la situación económica es gravísima, la semana pasada la cifra de desempleo oficial llegó a 12 millones de personas, una tasa de desempleo del 11.5%.
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