El cine argentino está en uno de sus mejores momentos: es como la multiplicación bíblica, pero de rollos y películas. Tiempos del Mundo analizó este fenómeno con la opinión de cuatro directores.
«Una suma de factores hace que el cine argentino esté pasando por su gran momento: buen manejo institucional, políticas de fomento del cine, concursos con jurados de alto nivel… Se produce mucho porque hay créditos para hacer películas». La reflexión pertenece al director Fernando Spiner, quien llevó adelante las películas Adiós querida luna, Bajamar, y La sonámbula.
«Hay un furor por estudiar cine y existe una buena oferta educativa a través de escuelas e institutos continúa Spiner. Eso hace que se presente una mayor diversidad de estilos, diferentes miradas, e intentos de lenguajes nuevos que enriquecen nuestras películas. Se están produciendo más de 50 por año, esa continuidad hará que vayan surgiendo películas cada vez mejores».
Gabriel Arbós dirigió Carlos Monzón, el segundo juicio, Campo de sangre, y Los esclavos felices en estas dos últimas también fue el guionista. Es conocido por su asistencia en la dirección de películas exitosas en la cinematografía argentina: Ciudad del sol, Cenizas del paraíso, Convivencia, y Tango feroz, la leyenda de Tanguito, entre otras. Además, dirige el centro de formación profesional del Sica (Sindicato de la Industria Cinematográfica Argentina).
Arbós reconoce el crecimiento del cine, pero admite que eso no se trasladó al público: «Las condiciones macroeconómicas imperantes en el país y el apoyo del estado nacional a través de los subsidios han fomentado este renacer del cine nacional. Bajo los gobiernos de Carlos Menem y Fernando De La Rúa se producían entre 20 y 40 películas por año. Ahora son más de 60 anuales. Desde el 2002 se hizo más fácil producir pero el cambio no se vio en la cantidad de espectadores».
Para Arbós muchos directores hicieron películas de espaldas a la gente. «Hay una tendencia de los directores jóvenes de contar historias referidas a jóvenes aburridos. Eso afuera gusta, pero acá no. Sin embargo, un grupo de directores como Aristarain, Piñeyro y Campanella buscan nuevas historias, distintas problemáticas. Hay que plantearse nuevos conflictos. Creo que en dos o tres años vamos a ver un mejor cine argentino».
Carlos Galettini cuenta con una vasta experiencia en el mundo del cine. Dirigió unas 25 películas, entre otras Juan que reía, Seré cualquier cosa pero te quiero, y Ciudad del Sol. Fue asistente de dirección en la recordada película La Tregua. Este director, de 68 años, considera fundamental el aporte de la televisión para acompañar el crecimiento cinematográfico: «En está época las películas argentinas están recibiendo premios y reconocimientos en todas partes del mundo», dice.
«Sin embargo continúa eso no se refleja en Argentina, ya que a las películas premiadas las ve poca gente. El problema es que la televisión no cumple su función de promover y exhibir el cine nacional. No hay una ley que exija una cuota mínima de películas argentinas en televisión. En Francia, Italia y España, por ejemplo, los canales deben pasar un 50 por ciento de películas nacionales porque si no se los sancionan. En ese sentido estamos luchando para que esa ley exista acá, y recibimos una respuesta rápida del gobierno que está tratando el tema».
Costos y mercados
En Argentina, hacer una película con actores conocidos, buenos equipos y de gran producción cuesta unos 500.000 dólares; pero necesita unos 200.000 espectadores, algo que difícilmente se consigue en el país. Por eso surge la necesidad imperiosa de venderla a otros mercados y de recibir los subsidios del Instituto Nacional del Cine.
Según Galettini: «Hasta 1994 el cine argentino se quedaba con el 10 por ciento del valor de cada entrada. A partir de ese año, se suman a los ingresos el 25 por ciento de la publicidad que se vende en televisión cuando se proyecta una película y el 10 por ciento de las ventas en video y DVD. De 6 a 7 millones de pesos anuales (1,9 a 2,3 millones de dólares) pasamos a 40 millones (13 millones de dólares ) hasta llegar a los casi 90 millones (29,3 millones de dólares) por año que se recaudan en la actualidad».
Este dinero se utiliza para subsidios a películas. «Por eso empezaron a surgir más de diez directores por año continúa Galettini. Con las mejores posibilidades para hacer películas, más jóvenes se volcaron a estudiar cine. Hay más de 15.000 alumnos. En la cantidad surge la calidad».
Ricardo Wulicher, de 58 años, dirigió películas como De la misteriosa Buenos Aires, Quebracho o La nave de los locos. Desde su experiencia como ex subdirector del Instituto Nacional del Cine, opinó: «Que el Instituto Nacional del Cine haya recuperado a la autarquía es muy importante. El cine argentino vive de lo que recauda y administra sus ingresos. Pero durante la década de los 90, el gobierno se apoderó de los ingresos del cine y los distribuyó según su antojo. Afortunadamente desde hace dos años volvió al instituto. Esto dio un impulso fundamental para recuperar a esta industria».
Celuloide argentino en cifras
Durante el 2005 se vendieron un poco más de 36 millones de entradas, de las cuales 4 millones y medio correspondieron al cine argentino, mientras que el cine de origen norteamericano recaudó lo producido por 29 millones de entradas.
– Se estrenaron 242 películas, de las cuales 113 fueron estadounidenses, 70 argentinas y el resto de diversos países.
– En relación al origen de las películas, los rendimientos de cada caso difieren significativamente. Si se distribuye en forma igualitaria la cantidad de espectadores, cada película norteamericana fue vista por, aproximadamente, 239.600 espectadores, cada argentina por 64.300, y del resto del mundo por 42.370.
– Sólo 7 de las 70 películas argentinas estrenadas superaron los 100.000 espectadores. Papá se volvió loco (1.650.000), El aura (600.000), Elsa & Fred (540.000), Tiempo de valientes (470.000), Iluminados por el fuego (330.000), Whisky Romeo Zulu (190.000) y Cama adentro (105.000).