Recomiendo:
0

En los zapatos de Putin

Fuentes: Rebelión

Al parecer el Imperio -más bien los imperios; no olvidemos la triada Estados Unidos-Unión Europea-Japón-, se resiste a que Maquiavelo y otros gurúes de la ciencia política occidental sean traducidos a lenguas «bárbaras». Consiguientemente, se decanta por que emblemáticas nociones como la de razón de Estado solo se proclamen en términos sajones, si acaso latinos, […]

Al parecer el Imperio -más bien los imperios; no olvidemos la triada Estados Unidos-Unión Europea-Japón-, se resiste a que Maquiavelo y otros gurúes de la ciencia política occidental sean traducidos a lenguas «bárbaras». Consiguientemente, se decanta por que emblemáticas nociones como la de razón de Estado solo se proclamen en términos sajones, si acaso latinos, y por «benevolente» excepción en las guturales interjecciones del país del Sol Naciente.

Y la razón de Estado tiene pautas tan nítidas como un día de estío tropical. Mediante ella, hoy se ha logrado lo que Jason Hirthler sentencia en la publicación digital Counterpunch: «Demonizar a Vladimir Putin y a Rusia a lo largo de 2014, precipitando una Nueva Guerra Fría que aún puede convertirse en caliente. El Imperio del Mal ha vuelto. La Casa Blanca ha hecho un hábil uso de la propaganda de los medios de masas para hacer el trabajo. Primero, han controlado la narrativa. Esto es fundamental por dos razones: una, porque permite que la Casa Blanca barra el golpe de Estado de febrero en Kiev al basurero de la memoria estadounidense. Dos, porque le permite reforzar rápidamente su afirmación de que Rusia es una potencia peligrosamente expansionista en las orillas de una Europa serena y amante de la paz».

Según confesión de altos personeros gringos reseñada por el informado observador, se gastaron unos cinco mil millones de dólares en fomentar en Ucrania la disidencia bajo la apariencia de estar promoviendo la democracia. «La miríada de ONG que actúan bajo la sombra perversa del National Endowment for Democracy son poco más que caballos de Troya a través de los cuales el Departamento de Estado puede lanzar actividades subversivas en territorio extranjero. No conocemos todos los detalles, seguramente insidiosos, del golpe de Estado, pero hay indicios de que la violencia fue puesta en marcha por los grupos -y en su nombre- que ahora se sientan en el poder, incluidos los neofascistas pendencieros a los que estúpidamente se entregó la cartera de la seguridad de la nación».

Imbuidos de ánimo explicativo, que no apologético, aludamos con nuestro entendido a la situación del zarandeado líder del Kremlin: una potencia beligerante incita, apoya una asonada en una nación vecina, con el obvio intento de asegurar que acepte un acuerdo con el FMI en vez de uno mejor con Rusia y, además, que se convierta en el último y quizá decisivo puesto de avanzada de la OTAN. «Si hubieran estado en los zapatos de Putin, ¿habrían permitido que un Gobierno ilegítimo infiltrado por Occidente desafiase la integridad de su base naval de Sebastopol, en el Mar Negro? Lo pongo en duda», dice en voz alta Hirthler. Y nosotros con él.

Luego, lo visto por quienes desean ver. «Los crimeanos organizaron velozmente una votación para la secesión, denunciada con rapidez como fraudulenta por los medios occidentales (con alguna credibilidad, debería añadirse). Dado su perfil étnico ruso y muy creíbles temores de opresión de Kiev, cuyos matones nacionalistas estaban ya dándose tono hablando de eviscerar los derechos de los ciudadanos rusos, la anexión rusa de Crimea es de algún modo comprensible para mentes que no estén saturadas de la propaganda occidental».

Pero a más de la retórica satanizadora, presenciamos la monda realidad de que la raison d’être (siempre ella: la razón de Estado), que perdió argumentos con la disolución de la URSS y la restructuración del capitalismo a nivel mundial, ha dictado a la OTAN la rauda remodelación de su mandato, «convirtiéndose en una fuerza de reacción rápida lista para lanzarse sobre puntos álgidos del planeta como Serbia, Libia y Afganistán. A pesar de las promesas en sentido contrario, ha trabajado esencialmente para llevar hasta sus brazos, bajo el dominio de EE.UU., a todos los países del antiguo Pacto de Varsovia. El objetivo es evidente: colocar misiles a las puertas de Rusia».

Curándonos en salud frente a cualquier «anatema» de prorruso -hoy muy de moda-, sumémonos a quienes -Hirthle, en destacado lugar- muestran a modo de prueba irrefutable la conducta del secretario general de la Alianza, Anders Fogh Rasmussen, que acaba de orear en público la determinación de una presencia militar amplia y permanente en Polonia y el Báltico. «Con motivos bélicos ya preparados, Rasmussen dijo que el plan era desplegar una punta de lanza dentro de una fuerza de respuesta que pueda funcionar con una rapidez muy, muy alta». Y concedió generosamente que esa unidad precisa de suministros, equipamiento, preparación de infraestructuras, bases, sedes. «Una presencia mucho más visible de la OTAN por el Este».

Por qué precisamente la Federación a guisa de diana, se preguntaría un desavisado. Y si hubiere un quídam tal, habríamos de responderle con Thierry Meyssan (Voltairenet) que esta constituye «actualmente la principal potencia capaz de encabezar la resistencia al imperialismo anglosajón. Para ello dispone de tres herramientas: los Brics, una alianza de rivales económicos que saben que solo pueden crecer si se ayudan entre sí; la Organización de Cooperación de Shanghái, una alianza estratégica con China para estabilizar el Asia Central, y, finalmente, la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva, una alianza militar de Estados exsoviéticos».

La caída del águila

Casi resulta superfluo consignar una fuente específica, dada la multitud de analistas convergentes en que en los últimos años el hegemón capitalista (EE.UU. de Norteamérica) ha sufrido «unos trancazos económicos», conforme al rotundo decir de Rafael Castro (Aporrea). Tal vez obnubilados por el recuerdo de Bretton Woods, «cuando surgía como el dueño del mundo, mandando en jefe con el dólar, y con el Banco Mundial y el FMI», unos cuantos soslayan o aparentan obviar que «importantes sectores industriales norteamericanos migraron, con sus respectivos capitales, a invertir en numerosos lugares del mundo, [como] Asia y América Latina, se impuso la maquila, había que bajar los costos de producción contratando mano de obra barata en los países pobres. La razón, acumulación capitalista; y el pretexto, la competitividad».

Por ende, se fracturó el Estado de Bienestar Social, circunstancia que ha impelido a vigorizar la filosofía del «divide y vencerás» o a «revolver las aguas para la ganancia de los pescadores». Hay experiencias, anota nuestro articulista: Yugoslavia, Afganistán, las primaveras árabes, Irak, Libia, Siria, Palestina y el EI [el fundamentalista Estado Islámico]. «En este marco histórico se inscribe Ucrania», un «plan de vuelo mayor de los norteamericanos», al que se ha arrastrado a los europeos. «Todavía a la reacción internacional le molesta Lenin, y lo que huela a Revolución de Octubre y Unión Soviética. Rusia se presenta hoy día a la comunidad mundial como una potencia militar y económica con una importante población que aprecia su memoria histórica. Las luchas de sus padres, abuelos y bisabuelos contra el zarismo, el nazi-fascismo y el imperialismo».

En este contexto, rememoremos el «pecado capital» de la reciente Cumbre de Fortaleza (Brasil), donde los «abominables» Brics se atrevieron a la creación de un Fondo de Reserva Monetaria y de un banco como alternativas al Fondo Monetario Internacional (FMI) y al Banco Mundial, o sea, al sistema-dólar.

Ahora, tal advierte Meyssan, antes del anuncio los anglosajones ya habían preparado su respuesta: la transformación de la red terrorista al-Qaeda en un califato generador de problemas e incidentes entre todas las poblaciones musulmanas de Rusia y China. «Prosiguieron su ofensiva en Siria y la extendieron además a Irak y el Líbano. Pero fracasaron en su intento de expulsar a los palestinos de Gaza hacia Egipto y acentuar la desestabilización de la región». Y, como punto final, considera, «siguen sin meterse con Irán para dar al presidente Hassan Rohani la posibilidad de debilitar la corriente antimperialista de los khomeinistas».

Danza de las ¿casualidades?

Tan solo dos días después de la «mala» nueva de los Brics, Washington acusó a Moscú de haber destruido el vuelo MH17 de la Malaysia Airlines sobre la región de Donbass, que causó la muerte a 298 personas. «Partiendo de esa suposición, completamente arbitraria, Estados Unidos impuso a los europeos el inicio de una guerra económica contra Rusia. Actuando a la manera de un tribunal, el Consejo de la Unión Europea juzgó y condenó a Rusia, sin la menor prueba y sin darle la posibilidad de defenderse. Y promulgó ‘sanciones’ contra su sistema financiero».

Hurguemos brevemente en los sucesos, con Pepe Escobar (Asia Times Online). «Washington dijo de inmediato que un misil del presidente ruso, Vladimir Putin, derribó el MH17. Moscú, a través del Ministerio de Defensa, presentó [contrarias] pruebas contundentes. Y pidió una investigación internacional imparcial. Washington ignoró el pedido y las pruebas contundentes».

De acuerdo con el periodista, «la Armada de EE.UU., atestada de radares para seguimiento de misiles de última generación, ha estado en el Mar Negro durante meses. Del mismo modo que los rusos, han rastreado cada partícula volando sobre Ucrania. La NSA se concentra en inteligencia de señales; la Agencia Nacional de Inteligencia Geoespacial se ocupa de fenómenos en el campo de la imaginería; la Agencia de Inteligencia de la Defensa agrega Humint (inteligencia humana); existe la CIA; y hay el clarividente, sabelotodo Director de Inteligencia Nacional. ¿Cómo es posible que este aparato de Dominación de Espectro Completo de millones de millones de dólares no pueda presentar una sola pieza de evidencia concluyente?».

En el momento en que pergeñamos estos renglones, sobre la base de una información nadie quita que tergiversada en el futuro, la «mayor probabilidad es que lo que causó la tragedia del MH17 fue un misil aire-aire R-60M lanzado desde un caza Su-25 ucraniano -y no un BUK (también existe la posibilidad de una doble apuesta; primero un R-60M y luego un BUK). El R-60M es muy rápido, con una distancia de combate ideal de hasta cinco kilómetros. Es la distancia a la cual el Su-25 detectado por los rusos (ellos mostraron las imágenes) se encontraba del MH17.

«SBU -el servicio de inteligencia ucraniano- por su parte confiscó las grabaciones de la torre de control de Kiev hablando con el MH17. Ciertamente explicaría por qué el MH17 sobrevolaba una zona de guerra (Malaysian Airlines reveló que fueron obligados a hacerlo). Se puede apostar sumas elevadas a que actualmente las grabaciones están siendo adulteradas.

«Además existen las cajas negras, que no serán decodificadas por los malasios o por los holandeses, sino por los británicos -actuando bajo órdenes de Washington. Como resumió el bloguero The Saker, el punto de vista de los máximos especialistas rusos es que ‘los británicos permitirán ahora que la NSA falsifique los datos y esa falsificación será coordinada con el SBU en Kiev, que finalmente publicará las grabaciones que ‘confirmarán’ plenamente la ‘autenticidad’ de las grabaciones modificadas por la NSA provenientes del Reino Unido. Para que todo sea más agradable al gusto, y eliminar sospechas sobre jugadas sucias anglo-estadounidenses, será anunciado por los holandeses». Así que, al menos, casi toda posible añagaza ha sido vaticinada.

Rusia o el sentido común

Consciente de que los dirigentes europeos no están trabajando a favor de los intereses de sus propios, pueblos sino en función de los de los anglosajones, el Kremlin prefirió contenerse y se ha abstenido -hasta el instante en que redactamos estas líneas- de la violencia castrense. Ante la conflagración económica a que está sometido, Moscú ha optado por responder con medidas similares, en el sector de la agricultura.

«Dos consideraciones le llevaron a preferir esa opción: En primer lugar, a corto plazo, los demás países Brics pueden aliviar las consecuencias de las llamadas ‘sanciones’, mientras que, por otro lado y a largo plazo, Rusia se prepara para la guerra y tiene intenciones de reconstituir completamente su agricultura para vivir en situación de autosuficiencia», avizora Meyssan.

Igualmente, anota la comentarista Vicky Peláez, lo que no esperaron los «iluminados» de Washington en Ucrania era la «osadía» del 98 por ciento de la población de Crimea de reintegrarse al antiguo territorio, y la de la población del sureste, motor industrial y minero mayormente poblado por rusohablantes, de formar su propio Estado independiente.

Decisión: la mejor estrategia

Para más de uno, Putin se graduó de estratega -si es que le restaba alguna asignatura- al replicar a las medidas restrictivas de los EE.UU. y la Unión Europea, cuyo último paquete, en vigor desde el primero de agosto, va dirigido a perjudicar las industrias petroleras y de Defensa, amén de prohibir a los ciudadanos y empresas de la UE comprar o vender nuevos bonos, acciones o instrumentos financieros con vencimiento superior a 90 días emitidos por los bancos estatales rusos. Asimismo, se coarta la exportación de equipos para la exploración de petróleo en aguas profundas y en la plataforma del Ártico, y para la producción de petróleo y proyectos relacionados con hidrocarburos de esquisto.

Qué podría esperarse de un sabichoso estadista sino mover piezas clave como restringir las importaciones de productos alimentarios desde Estados Unidos, Canadá y Europa (que procurará en otros lares), o constreñir la gran cantidad de gas y petróleo que suministra diariamente a varios países del continente, una parte importante de la cual pasa a través de los gasoductos en suelo ucraniano. Como indica Hedelberto López Blanch, si ello cristalizara completa y largamente, un astronómico precio del petróleo daría al traste con la economía planetaria, sin contar con que el invierno devendría insoportable para la gran mayoría de los ciudadanos, con una negativa repercusión sobre los gobiernos.

Seguramente si Estados Unidos continuara presionando para tratar de cerrar el cerco económico y financiero alrededor de Moscú, no lo acompañarían muchas e importantes naciones, entre ellas las integrantes del Brics (China, India, Brasil, Sudáfrica), que tienen firmados millonarios convenios con Rusia. Y convengamos en otras aristas. En América Latina y el Caribe, las relaciones comerciales con el gigante euroasiático se han ido estrechando sin pausa. En Asia, tampoco Singapur, Malasia, Corea del Sur y Japón parecen interesadas en zafar los nexos, pues ello influiría negativamente en sus economías y dispararía las tensiones políticas internas en algunos casos.

O sea, que la imposición de sanciones podría, por un lado, reforzar el mercado interno de Rusia y expandir su comercio exterior fuera de las fronteras europeas. Lo cual, por supuesto, no implica que no se perturbe el desarrollo de la Federación, «al causar momentáneamente la huida de capitales, bajar el volumen de las inversiones e impedir a bancos tener acceso a créditos foráneos». Pero también Occidente saldría malparado.

The Financial Times atestigua que las acciones de Adidas, segundo grupo más grande del orbe en la producción de artículos deportivos, cayeron 15 por ciento luego de que la compañía advirtió de que los riegos relativos al gasto de los consumidores rusos aceleraría el cierre de sus tiendas en esa nación. Volkswagen y Renault ya reportaron un desplome del ocho por ciento de sus ventas a Moscú; la Asociación de Empresas de Maquinaria Alemanas adujo que el comercio bilateral con Rusia y la demanda en los mercados más importantes han disminuido desde la crisis en Ucrania. El tercer mayor prestamista en Europa, el Erste Group, señaló que las asperezas van camino de afectar también los bancos del este del continente. Entretanto, la empresa británica BP, que dispone de 20 por ciento de las acciones de la petrolera Rosneft, enfatizó que sus beneficios se derrumbarán a causa de las medidas aprobadas. Y estos son botones de muestra.

¿Suspicaz?

Afortunadamente alerta -rememoremos su pasado de jefe en una célebre inteligencia-, Putin debe haber tenido muy en cuenta elementos tales los relacionados por el colega Augusto Zamora (Rebelión/Público). Aunque un evento donde se han perdido decenas de vidas humanas requiere solicitud privilegiada -escamoteársela nos abismaría cuando menos en el cinismo, una de las más repulsivas características de la humana condición-, no resulta ocioso recordar que el siniestro del avión malasio no es el primero que ocurre en la zona. En octubre de 2001, un aparato de Siberia Airlines, que volaba de Tel Aviv a Novosibirsk, con 70 personas a bordo, fue alcanzado por un cohete tierra-aire. Y se estrelló en el Mar Negro, sin que hubiera sobrevivientes. «Aunque inicialmente el Gobierno ucraniano negó cualquier implicación en el hecho, luego fue obligado a reconocer que el avión ruso había sido derribado por un misil S-200, durante unos ejercicios antiaéreos del Ejército ucraniano. No pasó nada. Ucrania indemnizó a las víctimas y a Siberia Airlines y cerró el caso.

«Mucho más grave fue el derribo, en julio de 1988, del vuelo 655 de Iran Air, por un misil lanzado desde el buque estadounidense USS Vincennes, en el cual perecieron las 290 personas que iban a bordo. El Gobierno de EE.UU. alegó que habían confundido el avión con uno de guerra iraní, afirmación que investigaciones posteriores desmintieron. El USS Vincennes estaba dotado de sistemas de radar suficientes para distinguir qué tipo de avión era. El capitán del buque fue condecorado por su ‘valor’. Hasta febrero de 1996 EE.UU. aceptó indemnizar a las víctimas, pero no pidió disculpas, ni repuso a Irán la aeronave derribada. No hubo condenas ni sanciones europeas contra Estados Unidos».

En este ámbito, el uso propagandístico del caso actual obliga a evocar otro. «Cuando aeronaves soviéticas derribaron, en agosto de 1983, el vuelo 007 de Korean Air, que, por un error de los pilotos, cambió de ruta e ingresó en territorio restringido de la URSS, EE.UU. aprovechó la coyuntura para lanzar una furibunda y viral campaña contra la URSS, acusándola de derribo intencionado de una aeronave civil. Hoy se sabe que el derribo fue provocado por los propios EE.UU., que el día anterior habían enviado un avión espía RC-135 a sobrevolar ese territorio soviético. El día del derribo del vuelo 007, EE.UU. metió otra vez al RC-135, que voló junto al avión coreano para burlar los radares soviéticos. Los pilotos creyeron que el avión coreano era el avión espía y dispararon sin más. Estos hechos tardaron 30 años en conocerse».

Por todo ello, ¿alguien en sus cabales podría achacar a Putin una sinrazón en el cambio de la Doctrina Militar, la cual, ante la avisada creación por la OTAN de una fuerza de acción inmediata con rumbo al este y la creciente concreción del cacareado escudo antimisil -ofensivo hasta los tuétanos-, se asevera reafirma la posibilidad de usar de forma preventiva las armas nucleares en caso de amenaza a la seguridad nacional? ¿Alguien bienintencionado criticaría el reconocimiento de la necesidad de contar únicamente con los propios recursos para desarrollar el complejo de la industria militar, que ya está introduciendo architemidos artilugios como el sistema antiaéreo S-500, capaz de abatir misiles hipersónicos y satélites en órbitas bajas?

Honrando la objetividad, solo podrían protestar, criticar, bramar y hasta rebuznar aquellos que se niegan a que emblemáticas nociones de la ciencia política occidental sean traducidas a «bárbaras» lenguas, tales la rusa. ¿Acaso será uno el suspicaz?

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.