Se acerca el día en que Venezuela, gracias a la decisión de los venezolanos, ratifique su vocación de principios bolivarianos revolucionarios. Nadie espera, sino la oposición retrógrada, otro resultado en una consulta que fuera vaticinada por Hugo Chávez el 5 de diciembre de 2012 al informar al pueblo de su próxima y última intervención quirúrgica. […]
Se acerca el día en que Venezuela, gracias a la decisión de los venezolanos, ratifique su vocación de principios bolivarianos revolucionarios. Nadie espera, sino la oposición retrógrada, otro resultado en una consulta que fuera vaticinada por Hugo Chávez el 5 de diciembre de 2012 al informar al pueblo de su próxima y última intervención quirúrgica. Porque el legado y el pedido aun retumban en las conciencias y debe estar claro y pleno, como la luna llena, que el llamado del líder bolivariano entraña, además de su confianza en su pueblo, un compromiso de salvar las conquistas y de construir un futuro delineado por su visión revolucionaria.
Sobre Maduro se pueden afirmar muchas cosas. Señalar, por ejemplo, que su extracción social es de las clases humildes, y proviene, además, de las filas de los trabajadores, y ha formado parte de los seguidores de Hugo Chávez que devino luego uno de los líderes cercanos del presidente, y a quien escogió, finalmente, para liderar la revolución en caso que las circunstancias obligaran a ello. Así que el legado de Chávez al respecto fue claro y definitorio. Y su triunfo estará ligado a la primera victoria de Chávez aún después de muerto. Será como infundirle vida a la obra y a los sueños de Chávez. Y será como troncharle el paso, a la vez, a los «pitiyanquis» y al «gigante de las siete leguas», que esperan conquistar una Venezuela obsequiosa para uncirla al imperio.
En el caso de Maduro se trata de un fiel y consecuente seguidor de Hugo Chávez, y abanderado del legado ideológico de Chávez y Bolívar. ¿Habrá que decir más?
En el lado opositor destaca Capriles, proveniente de una casta plutocrática, y heredero fiel de su ideología antinacional y retrógrada. Por mucho que se pinte en su propaganda de campaña, le sale las «orejas peludas» de su pedigrí de reaccionario tanto en lo nacional como internacional. Se trata del mismo personaje que cuando ocurrió el golpe de Estado del 11 de abril estaba en función de dirigente del equipo de Pedro Carmona, el breve, y apoyó la disolución inconstitucional de todos los poderes del Estado y la usurpación del poder por parte de ese personajillo ridículo. Y estuvo a cargo, por demás, de la persecución de los líderes chavistas, supuestamente asilados en la embajada de Cuba, y del pretendido acoso y asalto de la misma, con su claque troglodita, en franca violación de los principios reconocidos por el derecho nacional e internacional.
Un carácter señalado de este personaje es su representatividad de la plutocracia, de los sectores clericales más reaccionarios, de los estamentos y capas influidos por sectores empresariales y confundidos por miedos y reflejos condicionados ancestrales, así como los desclasados hechizados por la vida inmoral y fácil que propicia la política neoliberal.
Pero una característica personal de Capriles es su antibolivarianismo. Este personaje nunca hubiera estado en las filas del Ejército que comandaba Simón Bolívar, ni incluso en las filas militares contrarias. Sin embargo, formaría parte de las filas civiles españolas o de las filas venezolanas que se enfrentaban en su época al Libertador. Ese hubiera sido su papel histórico en la época independentista, porque su papel en la era de Hugo Chávez permite afirmarlo sin duda alguna.
Un aspecto particular que lo retrata es su odio contra Cuba y con la cooperación solidaria con ella y el resto de los países latinoamericanos y caribeños. Concibe a Venezuela como un país aislado del contexto unitario e integracionista que fue proyecto de Bolívar y creación de Chávez. Pero no se asombren, como todo besalospiés del imperio, estaría dispuesto a todo por complacer a los Estados Unidos y por entregarle a su patria con todas las riquezas, tal como hicieron sus predecesores plutócratas. Su estirpe antinacional y entreguista es de buena cepa.
Bolívar aspiraba a liberar a todo el continente, incluyendo a Cuba, de las garras del imperio español. Y para liberar a la Isla estuvo dispuesto a enviar una expedición liberadora, a costa de vidas y sangre de sus compatriotas. Así eran aquellos patriotas, consecuentes defensores de la libertad a cualquier costo, incluyendo hombres y recursos militares. Sus seguidores cumplieron con aquel legado con la participación de los venezolanos en nuestras guerras de independencia, algo que bien temprano fue reconocido por el Padre de la Patria Cubana, Carlos Manuel de Céspedes, entonces presidente de la República de Cuba en Armas, en carta fechada el 10 de agosto de 1871, dirigida al Señor General José R. Monagas, en Caracas, le expresaba:
«Lleno de gozo y agradecimiento acepto la distinguida felicitación de usted, señor, pláceme de hermano que es a la par aplauso por lo ya alcanzado y estímulo para el porvenir.
Venezuela, que abrió a la América Española el camino de la Independencia y la recorrió gloriosamente hasta cerrar su marcha en Ayacucho, es nuestra ilustre maestra de libertad, el dechado de dignidad, heroísmo y perseverancia que tenemos incesantemente a la vista los cubanos.
Bolívar es aún el astro esplendoroso que refleja sus sobrenaturales resplandores en el horizonte de la libertad americana como iluminándonos la áspera vía de la regeneración. Guiados por su benéfico influjo, estamos seguros de que alcanzaremos felizmente el término.
No es, por lo tanto, sino muy natural que Venezuela considere como continuación de su épica lucha de independencia, la que ensangrienta los campos de Cuba, y que se despierten en las mentes de sus esforzados hijos recuerdos grandiosos de heroísmo, y en sus corazones sentimientos de exaltación generosa evocados por el propio despotismo que sus preclaros padres derrocaron. Movidos por tan preclaro resorte, ¿cómo extrañar que su ardor bélico y genial caballeresco les impulsen a ofrecer sus vidas a la causa de Independencia de esta infortunada colonia?
Por lo demás, la República de Cuba considera como hijos propios a los naturales de Venezuela y demás Repúblicas sudamericanas; y animada de la más profunda gratitud, no omitirá medios para elevar las manifestaciones de ésta a la altura de los esclarecidos merecimientos de los que han acreditado una vez más en los campos de la Isla, con su abnegación y desinterés, valor y demás virtudes militares que los adornan, que los venezolanos de hoy son dignos hijos de los héroes de Carabobo, Junín y Ayacucho y como tales saben abatir la soberbia y arrogancia castellana.
Aunque Cuba no ha sido reconocida beligerante por dicha República (Venezuela), disfruta de más consideración que si tal reconocimiento se hubiera verificado. Cuenta con todos los puntos de una costa de 700 leguas de extensión, con el apoyo de las autoridades, con la adhesión del pueblo. Cuenta, en fin, con un hermano.»
Y es reconocida la alta admiración que José Martí tenía sobre el Padre de la patria venezolana y sobre ese país. Y que en forma resumida quedó inscripta en este simple frase: «Déme Venezuela en que servirla; ella tiene en mí a un hijo.» Y dijo más: «…pero a Venezuela, como a toda nuestra América, a nuestra América desinteresada, la hemos de querer y de admirar sin límites, porque la sangre que dio por conquistar la libertad ha continuado dándola por conservarla!». Recalco a los lectores que esto lo expresó el 27 de julio de 1881.
¿Podrá entender o sentir estos sentimientos de hermandad surgidos entre Venezuela y Cuba y sus verdaderos hijos, rubricados en la historia con sangre y luchas, el candidato Capriles, que tanto desbarra contra Cuba y la hermandad de Venezuela? ¿Qué clase de odio enfermizo se ha posesionado de este alucinado opositor de las causas nobles de nuestros pueblos?
En conclusión, entre Cuba y Venezuela existe una hermosa historia de solidaridad y admiración recíprocas, una manifestación verdadera de hermandad. Y como dijera Martí en 1881, Venezuela tiene en los cubanos a sus hijos y, como expresara Céspedes en 1871, los cubanos tienen en los venezolanos a unos hermanos. No importa que en esta época un renegado como Capriles reniegue del patrimonio histórico de nuestros pueblos.
En Venezuela, ante la cercanía de las próximas elecciones presidenciales del 14 de abril, cabe recordar este mensaje de José Martí: » El voto es un depósito más delicado que otro alguno, pues van con él la vida, honor y porvenir».
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