Marcha en Rio en defensa de los derechos de los pueblos indígenas (créditos: Articulación de los Pueblos Indígenas de Brasil (APIB) El movimiento indígena brasileño realizó durante todo el mes de enero una serie de actividades bajo el lema «enero rojo» integradas en la campaña «Sangre Indígena, ninguna gota más». Todo ello en función de […]
Ya al término de la tarde del primer día el Diario Oficial difundía la nueva estrutura administrativa, pasando al ministerio de Agricultura la responsabilidad del proceso de demarcación de tierras , que hasta entonces había sido responsabilidad del ministerio de Justicia. «[El de Agricultura] es un ministerio comprometido con el agronegocio, y el agro negocio quiere las tierras indígenas. Así pues, es inevitable el conflicto», dice Sônia Guajajara, de la Articulación de los Pueblos Indígenas de Brasil (APIB).
El gobierno también planea reestructurar la Funai, órgano responsable de las cuestiones indígenas, lo que complica aún más la vida de los pueblos originarios, dejando claro cuál es el camino que quiere seguir este gobierno: la destrucción de lo poco que aún está protegido y salvaguardado. El gobierno -elegido gracias al apoyo masivo de los ruralistas- también se comprometió a desalojar a los indígenas de sus tierras, entregándolas a los terratenientes y transformando a los indígenas en trabajadores sin tierra, obligándoles a perder su modo de vida. «Los indios tienen que ser ciudadanos como cualquier brasileño», dice el presidente, pero esa frase oculta la intención de sacarles las tierras y abandonarlos a su suerte en una integración forzada que, como ya se sabe por experiencias pasadas, sólo puede traer sufrimiento.
Los indígenas, sintiendo atacados en los derechos que conquistaron con mucha lucha, ya en los primeros días del año comenzaron a movilizarse. Empezaron a convocarse reuniones y actos públicos. Al mismo tiempo, incentivados por las palabras del nuevo gobierno, «grileiros» (ladrones de tierras) y mercenarios a sueldo de los hacendados, se produjeron actos de invasión de tierras y de violencia a diversas comunidades indígenas: escuelas quemadas, puestos de salud destruidos, amenazas, tiros…, el viejo recurso al terror.
Por eso el mes de enero fue muy movido en varios estados brasileños, con movilizaciones y actos públicos. El último día del mes (31), en numerosas localidades se realizaron actividades de protesta: cortes de carreteras, marchas, debates y actividades callejeras, mostrando que las comunidades indígenas no se quedarán paralizadas ante los ataques. Asimismo, se produjo un intenso movimiento a nivel internacional. Los pueblos indígenas brasileños desde hace mucho tiempo sobrepasaron la fase de la tutela, ya sea por parte del estado o de organizaciones no indias. Con movimientos autónomos bien estructurados ellos se organizan y promueven sus campañas. No serán destruidos sin lucha.
La batalla ahora, con el inicio del año legislativo, será aún más intensa, pues las bancadas del buey (hacendados) y de la bala (empresas de armas), vendrán con fuerza mayor, aliadas con la bancada de la Biblia (neopentecostales). El deseo de los granjeros es ampliar la frontera del agronegocio, apropiándose de las ricas tierras indígenas. Tienen la intención de revisar tierras ya demarcadas y de poner bajo su control (de los diputados y los senadores), el proceso de reconocimiento y demarcación, lo que en la práctica significaría no volver a demarcar tierras. Y por si fuera poco, con el ministerio de Agricultura en manos de representantes del latifundio, es seguro que se logrará ese objetivo.
Las tierras indígenas actualmente demarcadas en Brasil apenas suman el 12% del territorio nacional, estando situadas la abrumadora mayoría en la región amazónica, que históricamente ha sido más protegida por su realidad ambiental. Siendo un espacio de selva tropical, la ocupación por el agronegocio es más difícil; no obstante existen tierras preciosas en Mato Grosso do Sul y en la región del Pantanal. Además, regiones como Bahía y Maranhão también tienen importantes etnias en lucha y prácticamente cada estado brasileño tiene algún grupo batallando para garantizar su espacio de vida.
El movimiento indígena brasileño es fuerte y está preparado para enfrentar las grandes luchas que aún están por venir. Sumando un millón de personas, los indígenas son minoría en el país, pero tienen una larga tradición de resistencia. En estos tiempos oscuros los pueblos originarios necesitarán aún más de la solidaridad y de la comprensión histórica de su importancia por parte de los movimientos sociales del país. No habrá salida independiente, ni para los indígenas, ni para los trabajadores. De ahí la necesidad de unificar las luchas y del entendimiento por parte de los no indios sobre lo que significa el territorio para los pueblos indígenas. La tierra, para las comunidades originarias, no es un espacio cualquiera que se pueda comprar o vender: es la morada de los dioses, de los ancestros, de los animales que sirven a la vida, de las aguas y de las gentes. Está, pues, ligada de manera visceral a la vida de cada etnia.
Este es un momento único en Brasil y debe servir para que indios y no indios comprendan la necesidad de unificar las luchas por un país capaz de presentar salidas para todos, aunque respetando la singularidad de cada fracción. Como ya apuntaba el gran sociólogo colombiano Fals Borda, nuestra América baja, tropical y andina, tiene todas las condiciones de construir un socialismo raizal (capaz de ir a la raíz), democrático, solidario, con vida plena para todos, construido desde los indios, negros y los trabajadores pobres.
Elaine Tavares es periodista.
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