Si, como asevera el banco Credit Suisse, la riqueza mundial se ha incrementado 68 por ciento en los últimos diez años, un promedio de 51 mil 600 dólares por adulto; si, al decir y requetedecir de la FAO, la producción de alimentos de hoy podría nutrir a 12 mil millones de seres en un planeta […]
Si, como asevera el banco Credit Suisse, la riqueza mundial se ha incrementado 68 por ciento en los últimos diez años, un promedio de 51 mil 600 dólares por adulto; si, al decir y requetedecir de la FAO, la producción de alimentos de hoy podría nutrir a 12 mil millones de seres en un planeta habitado por siete mil millones… ¿por qué diablos cerca de 3,1 millones de niños mueren de hambre cada año y una de cada ocho personas no recibe suficiente comida? ¿Por qué?
Ah, porque más de mil 300 millones viven con menos de un dólar al día -en países en los cuales la inexistencia de servicios gratuitos hace más onerosa esta cantidad-, y casi tres mil millones con menos de dos, en tanto los 100 mayores multimillonarios poseen una fortuna de 2,1 billones de dólares -200 mil millones más que en 2012-, equivalente al 2,9 por ciento del PIB universal. En fin, porque el estadio declarado culmen, non plus ultra de la historia por el pensamiento posmoderno, que abomina del marxismo por totalizador, por buscador de esencias donde dizque no las hay -cada sujeto tendría su verdad, pragmática y relativa-, el capitalismo, solo funciona para «satisfacer la voracidad de una minoría», verdad no por repetida menos digna de orearse en público.
No en balde, al referirse tácitamente a la imposición de aranceles, el control de los cultivos ajenos, la especulación, Jean Ziegler, exrelator de Naciones Unidas para la Alimentación y posteriormente integrante del Comité Consultivo de Derechos Humanos de la ONU, sostiene que en la actualidad opera una red de crimen organizado responsable de provocar la inanición explayada y asesinatos masivos.
«Vivimos un orden caníbal del mundo. El mercado alimentario está controlado por una decena de sociedades multinacionales inmensamente poderosas, que controlan el 85 por del maíz, arroz, aceite. Estos amos del mundo deciden quién va a morir y a vivir, fijan precios», acusa nuestro hombre. Y comulgamos también con el aserto de la analista que lo cita en eldiario.es, Olga Rodríguez: A través de mecanismos neocoloniales, de la imposición del pago de deuda externa, las grandes potencias y organismos internacionales como el FMI imponen a terceros países políticas y medidas económicas desfavorables para las poblaciones locales y favorables para las multinacionales que persiguen nuevos mercados en los que introducir e imponer sus productos, a costa de acorralar cultivos autóctonos e industrias locales.
Multinacionales que integran una esmirriada élite, adjetivo la mar de justo pues, en ilustrativas palabras aparecidas en el sitio RT.com, «podría caber en un vagón de tren». Nada menos que 85 hombres acumulan tanto caudal como la mitad de la población del planeta. Ello, merced a la manipulación de las reglas políticas en detrimento del resto de los vivientes -muchos de ellos, malvivientes o subvivientes, más bien cuasi muertos-, de acuerdo con un informe de la Oxfam, organización internacional para la cual el grado de desigualdad amenaza el «progreso humano» y dispara las tensiones. Algo tan evidente, que una entidad nada sospechosa de radical se esfuerza por cincelarlo en las conciencias de las propias élites, a ver si se constriñen un poco, caramba, para que este el mejor de los universos posibles no se vaya al garete.
Según Silvana Melo, en APE, la Oxfam teme el «estigma» de estar intentando un orbe igualitario. Por eso se rocía agua bendita, proclamando -el parche previo al desgarrón- que «un cierto grado de desigualdad económica es fundamental para estimular el progreso y el crecimiento, y así recompensar a las personas con talento, que se han esforzado por desarrollar sus habilidades y que tienen la ambición necesaria para innovar y asumir riesgos empresariales».
Pero por mucho que se abismen en un piélago de ambigüedad, los mandamases, heraldos y críticos light del sistema -los últimos, con tufillo a socialdemócrtas que fueron- tendrán que convenir con la aludida ONG, a manera de imprescindible terapia lenitiva, en que casi la mitad del patrimonio está en manos de sólo el uno por ciento de la humanidad; siete de cada diez terrícolas moran en países donde la inequidad económica ha aumentado en los últimos 30 años; 842 millones sufren hambre crónica, no obstante el que en 2013 la cosecha de cereales alcanzó los dos mil 550 millones de toneladas ( 8,4 por ciento más que en 2012 y seis por ciento más que en 2011); uno de cada ocho anda con el estómago in albis; el 30 por ciento consume el 60 por ciento de la producción, y cada año se convierten en festín de roedores y alimañas unos mil 300 millones de toneladas de comida en buen estado…
¿Qué y quiénes son los culpables? Sobran las razones para distinguir a los caníbales.
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