En pleno golpe de Estado y en medio de una confrontación de calle, un joven de barrio me preguntaba con urgencia: «¿nosotros somos izquierda o derecha?» Yo le respondía: «izquierda» y él contestaba: «Ah bueno, entonces la derecha viene marchando hacia acá, vamos a frentiarles «. Ociel López, Dale más gasolina , 2015. Dos textos […]
En pleno golpe de Estado y en medio de una confrontación de calle, un joven de barrio me preguntaba con urgencia: «¿nosotros somos izquierda o derecha?» Yo le respondía: «izquierda» y él contestaba: «Ah bueno, entonces la derecha viene marchando hacia acá, vamos a frentiarles «.
Ociel López, Dale más gasolina , 2015.
Dos textos pueden resultar de significativa importancia para tratar de orientarnos en el laberinto venezolano actual: una entrevista a Edgardo Lander, académico venezolano vinculado a los sectores de la izquiderda altermundista y ambientalista, crítica e incluso ya, refractaria al gobierno de Maduro, y un texto de José Roberto Duque, cronista, escritor popular y chavista convencido 1 . Si cito a estos dos textos es que los leí casi simultáneamente, y me parecieron que permitían dialogar con toda una ola de escritos relacionados con la situación actual de la izquierda en Latinoamérica.
En semanas pasadas han aparecido opiniones que abordan a la ola «progresista» latinoamericana desde su declive: el fin de los relatos progresistas (Schavelzon), del ciclo progresista (Zibecchi), de la «era de las promesas» (Svampa) y la distinción entre una izquierda mala que se estaría moviendo a la derecha, y una buena, cuya benevolencia radicaría en escuchar los murmullos de los indígenas y sus esenciales condiciones para desarrollar el Buen Vivir (Wallerstein) 2 . Sirva este paréntesis, antes de regresar a mi propósito centrado en Lander y Duque, para someter este juicio a una reflexión necesaria que puede ayudar a reorientar los debates actuales.
Una segunda consideración antes de seguir: estoy viviendo ahora en Ecuador, país de la Revolución Ciudadana. Al contrario de lo que pasaba en Venezuela, una gran mayoría de mis conocidos adoptan una postura muy crítica o abiertamente opuesta al gobierno, madre de esta revolución. Y por más que sean adversos a Correa tienen una opinión muy diferente de Venezuela. En efecto, pese a las condiciones extremadamente adversas que estamos viviendo en Venezuela, queda sedimentada una historia excepcional y singularmente rica en el campo popular. Algunos dirán, indecentemente, estalinista, media hermana de la corrupción y el clientelismo, pero todos los que hemos dado de nuestro tiempo y nuestra dedicación sabemos que no es así, o no totalmente. Y es esa metonimia que me motiva a escribir estas líneas. Mi punto de partida en este artículo es que Venezuela resulta una interrogante, una luz que permanece viva, muestra de la ya no «excepcionalidad» venezolana sino «extrañeza», en el naufragio supuesto de la izquierda latinoamericana. Esta interrogante no solo se encuentra del lado externo, sino también desde nuestras posiciones internas. ¿Quién no se ha preguntado como acabaría todo esto? Qué quedaría después de que desaparezca la última gota de esperanza y de dedicación al desarrollo de otro futuro que no sea el que nos preparó la línea editorial del periódico de ayer: la desatada ética del uno por uno, del aquí no cabe otro imaginario que el de la historia ensordecedora del vencedor y exterminador de sueños y materia.
La historia empezó en 1989, diríamos que fue una fecha mundial, global, pero retumba ahora con mayor fuerza constatando que la carga prometeica de las dos décadas de vuelta de siglo en Venezuela, se han devenido en polvo, un polvo, ácido y poco abonador para las generaciones futuras. Todo parece avanzar hacia el derrumbe del sueño de la izquierda y la posibilidad de que el Estado sea una caja de resonancia y un aliado de las reivindicaciones populares. El Caracazo se esfumó y estamos, nosotros sus «hijos», entrando en un túnel que pareciera no tener final y pocas salidas de emergencia.
Pero, disculpen, y volvamos un momento a los dos textos musas de estas líneas.
Lander se centra en Venezuela, pero al leerlo me parece un eco de los textos que mencioné y del aire du temps que nos llama a tirar a la basura de la historia, lo vivido, lo enfrentado y lo adelantado. ¿Qué nos dice básicamente Edgardo Lander? Que la revolución bolivariana redundó en un cuento mal hecho, donde prevalece las visiones leninistas (sean esas militaristas o burocráticas), que en Venezuela hemos desechado la posibilidad de edificar a la Universidad como espacio regido por el «libre pensamiento», que se ha venido al piso todo intento ético u ontológico que había podido surgir en su momento, al observar el fenómeno bachaquero 3 . Finalmente, introduce la idea de la «dimensión epistemológica de la polarización» que deviene en el «bloqueo de conocimiento» y una «ceguera colectiva».
Puede que haya desde este entramado fantasmagórico que es la izquierda (venezolana o internacional) posturas irreconciliables, unas volcadas hacia una estética pura de los antagonismos, perfecto reflejo geométrico de la caverna platónica, y otras fieles representantes de la desmesura de lo vivido en carne propia, un chinazo que se le lanza a la cara de lo establecido. Esta última versión la personifica José Roberto. En medio de la «descomposición ética» que representa el bachaqueo, en esto convergen los dos autores, Duque nos cuenta las realidades de espacios comunales en los cuales se aplican medidas de contención y de represión de corte comunal y comunitaria (esto es, no judicial y no policial). En resumen, uno considera la parte como los avances más importantes, la declinación de las ambigüedades que conlleva la disposición de la política y lo político en un solo eje, el otro ve la totalidad demostrando fallas, miasmas y escorias que informan el nivel de degradación de todo el cuerpo.
Aprovecharé en medio de esta reflexión un pequeño detour hacia una anécdota extraída de mi ámbito laboral inmediato: en estos días en el IAEN 4 se dio un evento especial del centro de investigación dirigido por uno de los mayores expositores actuales del marxismo, David Harvey. En la presentación de la rectora de esta misma institución, ésta declaró que para estudiar a los territorios no se podía solamente acoger la acepción «libertaria-anarquista», o a la inversa caer en una visión neoliberal, sino que desde el gobierno se necesitaba posturas tecnificadoras y aptas para la gestión pública (aunque éstas vayan contradiciendo los principios sobre los cuales su legitimidad descansa 5 ). Me limitaré en apuntalar la idea de que las izquierdas latinoamericanas están atravesadas por múltiples formas de posicionarse frente a las ideas de autonomía, local y política, de racionalidad y pragmatismo, y que este aspecto es crucial para entender en qué estamos en Venezuela.
Como en los otros contextos de la ola progresista, pero a un nivel (des)comunal en Venezuela, lo político y la política se confrontan y se establecen a la par en un juego de dar y recibir. En el caso venezolano sigue habiendo cierta homología entre la una y la otra, de tal forma que todas las veleidades críticas quedan sacrificadas a una comunidad moral y política imaginada. Tomemos dos ejemplos para ilustrar esta idea: las colas y el bachaqueo (frutos de un deterioro económico que incluye desabastecimiento, incuria, desaparición de la autoridad estatal, disolución del poder adquisitivo), y la mal llamadas Operación de Liberación del Pueblo (OLP). Los chavistas convencidos ofrecen demostración de malabarismo argumentativo para justificar, por un lado, que se ataque a las escorias que representan los pequeños revendedores, que se habrían convertido en la peor plaga del país y lo estarían despedazando 6 , y por el otro aplauden la lógica aplastadora (materialmente incluso) de la OLP que, justificadamente o no, se llevan delincuentes minoristas (sea de productos regulados, sea de sustancias prohibidas, o hasta de apartamentos usurpados). Nada se ha hecho o vagamente declarado en contra de las mafias (militar, o civil) que monitorean todo el flujo de mercancías que salen o entran del país, sean armamento, harina de maíz precocida, pasta dental o drogas.
Lo que podrá aterrorizar en esta situación es la ausencia o la desaparición progresiva de cualquier tipo de señalamiento al gobierno de parte de los chavistas convencidos. Se esfumó la crítica y solo queda arrinconada a los espacios donde no se superpone la lógica política y lo político, donde la autonomía no solamente es un sueño sino una realidad y una necesidad, porque el Estado está ausente o presente de manera muy errática. Quisiera que el mismo empeño de los compas que apoyan a estas realidades y sus actores sirva a discutir sin tapujos la gestión del gobierno. Que podamos ver en Caracas marchas espontáneas que pidan que se haga justicia con los responsables de la sangría del país (militares en primer lugar).
Finalmente, deberíamos reconocer la táctica del gran estratego griego Alejandro Magno: el martillo del Estado para espantar medianamente las incursiones salvajes del Mercado y reestablecer algo parecido a una autoridad, y el yunque de la astucia de las fuerzas creadoras del pueblo para » territorializar la posibilidad emancipatoria» como lo recuerda el compañero Emiliano Terán 7 .
Lo popular es fundamentalmente heteróclito y versátil, pero con una potencia que muchos han resaltado. Lo sublime en el caso venezolano, con otros matices en Ecuador, Bolivia, Brasil o Argentina, es haber masificado las ideas de izquierda en el campo popular. Por tanto la fuerza de este proceso radica en que las promesas, aunque cada vez más incumplibles, quedan como hojas de ruta de una estrategia común entre fuerzas populares y gobierno. Lo que no podemos permitirnos es mandar a los gobiernos de la ola progresista, aunque sean sólo un mal menor, al basurero de la historia. Tenemos que crear las condiciones de una reiterada batalla de ideas, críticas fundamentales, pero no podemos abrirle camino a otros mucho peores por fundamentalismo crítico, rechazo a la represión, idea de un gobierno que nunca existió sino en sueños de imposible alcance. Sin embargo, las crisis de representatividad son inevitables cuando se institucionaliza una agrupación política, cuando los recursos nacionales son disputados por diversas fuerzas, pero no podemos olvidar que entramos en un ciclo cuya salida tendría consecuencias nefastas. La ironía de nuestra época en Latinoamérica es que los gobiernos que son atacados ahora, son los que están sacrificando los principios que ellos mismos participaron en erigir. En algunos casos, se sacrifica el bien común en nombre del bien común.
A pesar de todo, tenemos que avanzar con estos lastres, y no considerar precipitadamente que la batalla está perdida pese a que las fuerzas enemigas parecieran brotar de todos lados.
La resistencia no se institucionaliza, pero el Estado progresista se puede «concientizar» y presionar, es lo único que nos queda para seguir pensando más allá de las arremetidas populares.
1 http://contrapunto.com/noticia/edgardo-lander-el-tejido-solidario-devino-en-un-bachaqueo-individualista-y-competitivo/ ,
http://misionverdad.com/la-guerra-en-venezuela/los-niveles-comunales-de-la-guerra
2 http://www.la-razon.com/index.php?_url=/suplementos/animal_politico/fin-relato-progresista-America-Latina_0_2292970735.html ,
http://www.revistaenie.clarin.com/ideas/Termina-promesas-andinas_0_1417058291.html , http://www.jornada.unam.mx/2015/07/10/opinion/023a1pol .
3 El bachaqueo es el término despectivo dado al contrabando, a pequeña o gran escala, de productos a precio regulado, desde Venezuela hacia Colombia. Este fenómeno conlleva a una sangría de los productos de primera necesidad que participa del desabastecimiento crónico en Venezuela.
4 Instituto de Altos Estudios Nacionales, definida como la Universidad de postgrado del Estado ecuatoriano.
5 Que vemos plasmado en la actualidad en la polémica abierta en Ecuador sobre derechos a la resistencia y subordinación de los derechos de la naturaleza a los derechos sociales.
6 Desde finales de los noventa, existen los buhoneros, vendedores informales y en gran medida de productos regulados, suerte de bachaqueros internos. Pero para la fecha nadie se preocupaba mucho dado que representaba un medio para generar ingresos para muchísimas familias. Sucede lo mismo hoy en día en el caso de los bachaqueros, e incluso podríamos afirmar sin equivocarnos que son una de las razones por la cual no ha implosionado el país gracias a la generación de ingresos informales.
7 http://www.rebelion.org/noticia.php?id=203070 .
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.