Frente al embate de las políticas neoliberales, asentadas en la flexibilización laboral y en la sobreexplotación de la madre naturaleza, solo hay una salida: unidad de los pueblos de América Latina.
Leonidas Iza es el flamante presidente de la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE), electo con el 65% de los votos en junio de 2021. Oriundo de Cotopaxi y preside el Movimiento Indígena y Campesino de esa localidad serrana, fue uno de los principales dirigentes durante las protestas de octubre de 2019, consolidando su referencia a partir de aquellas jornadas.
Su elección se da en el contexto inmediatamente posterior al proceso electoral que permitió el triunfo del candidato de derecha, Guillermo Lasso. La centralidad de la CONAIE como principal movimiento social del Ecuador y el renovado prestigio que asumió a partir de las luchas de 2019 convierten a Leonidas en uno de los principales adversarios del gobierno neoliberal. Conscientes de ello, desde las esferas oficiales han empezado una campaña de criminalización contra los líderes y lideresas que protagonizaron el estallido de octubre.
Recientemente, en un programa del canal estatal, TC televisión, dos periodistas llenaron de dardos una foto con el rostro de Iza mientras lo tachaban de «campesino, anarquista, bronquista, obsesivo y narcisista» para completar el acrónimo CABRON. El programa finalmente fue sacado del aire y los presentadores se «disculparon» vía Twitter, aunque en su descargo seguían insistiendo con la idea de criminalizar la protesta social. Con seguridad, dicho episodio se convertirá en una anécdota más frente a las confrontaciones venideras, tanto materiales como simbólicas.
Nuestra América vive una coyuntura conflictiva, con grandes movilizaciones, conflictos y escenarios electorales novedosos bajo el manto de una gran crisis económica y social. Desde Jacobin América Latina tuvimos la oportunidad de entrevistar a Leonidas para conocer su visión sobre esta coyuntura local y regional.
AC / PT: Queríamos empezar preguntándote sobre el contexto social y político en el que te toca asumir como presidente de la CONAIE. Nos interesaba conocer, particularmente, tu caracterización general sobre el gobierno Lasso y las tareas que crees principales para el movimiento indígena en el corto y mediano plazo.
LI: Un saludo cordial a todos nuestros hermanos de Latinoamérica, de los distintos países, en momentos en los que tenemos la necesidad de articularnos a nivel continental y global.
Ciertamente, luego de un proceso electoral muy polarizado que terminó con la llegada al gobierno del presidente Lasso, los ecuatorianos tenemos ante nosotros un escenario muy complejo. Lasso ha definido la apertura al gran capital. Su gobierno viene a fortalecer el neoliberalismo. Dentro de esa gran orientación, existen cuatro elementos que nos preocupan particularmente y que haremos todos los esfuerzos por enfrentar.
El gobierno nacional los ha manifestado de manera pública: 1) los procesos de privatización; 2) los procesos de expansión petrolera-minera, dependientes de una economía extractiva; 3) la apertura al Tratado de Libre Comercio (TLC), sobre todo, con Estados Unidos; y 4) en este caso, la aceptación de la imposición del Fondo Monetario Internacional (FMI), que tiene que ver con todos los ajustes estructurales que corresponden a la institucionalidad del Estado.
La flexibilización laboral, los ajustes estructurales, el incremento del precio de los combustibles por vía de la eliminación de los subsidios son todas políticas dictadas por las «preocupaciones» del FMI. Tales ajustes, además, vienen con nuevas iniciativas, tales como ampliar los tributos, los impuestos, a otros sectores: a sectores de los trabajadores. Si antes el impuesto a la renta se gravaba de 11 mil dólares en adelante, ahora se pretende bajar ese número a los 7 mil dólares aproximadamente. Otra propuesta en danza es el incremento del impuesto al valor agregado (IVA), directamente vinculado a los sectores más populares del Ecuador. Esa es la agenda que está impulsando el gobierno nacional.
Nosotros, en cambio, estamos transitando una política bien distinta: primero, garantizar la unidad del movimiento indígena; segundo, garantizar una plataforma de articulación a nivel nacional con otros sectores populares, otros sectores campesinos y agrarios del Ecuador, y tercero hacer una articulación continental, porque miramos que la aplicación de las políticas de ajuste del FMI no es algo que solo golpee en el Ecuador, sino que tiene carácter regional y seguramente también global. Ese es el escenario que podemos dibujar hoy, y marca un contexto político muy difícil para los sectores populares del Ecuador.
AC / PT: Queríamos preguntarte qué balance realizas de las últimas elecciones, en particular sobre la participación de Pachakutik como brazo político de la CONAIE. También nos interesaría que pudieras explayarte sobre los fundamentos del «voto nulo ideológico» en la segunda vuelta. Como seguramente sabrás, desde las corrientes progresistas de nuestros países se cuestionó duramente esa táctica; hay cierta dificultad para entender cuáles son las diferencias que impidieron un acuerdo con el correísmo.
LI: Durante todo el año en el movimiento Pachakutik se generó un proceso muy tenso, que acabó con una polarización al final que no se logró conducir de manera conjunta. El movimiento indígena, la CONAIE, exigió que la elección de los representantes de los diferentes espacios debe darse mediante las estructuras organizativas, como se hacía anteriormente con las adherencias colectivas. Pero, de pronto, el movimiento Pachakutik privilegió únicamente la decisión con los adherentes individuales. Ahí se dio una polarización y, lógicamente, no primaron las lógicas colectivas. Esto generó un impase muy importante en la vida organizativa y política del movimiento indígena en el Ecuador. Sin embargo (creemos que debido a la referencia en el último levantamiento de octubre, que llevó al movimiento indígena a contar con una imagen positiva del 72%), incluso con todo ese desgaste el movimiento pudo tener un muy buen número de escaños dentro de la Asamblea Nacional.
Hay cuatro razones que explican el gran número de asambleístas y la importante referencia presidencial que logramos. En primer lugar, las luchas históricas: hay una consecución, que en este caso es un voto ideológico, un voto que está sosteniendo ahí las estructuras organizativas, sosteniendo al movimiento Pachakutik. Un segundo elemento viene dado por la referencia de octubre, que realmente permitió anclar, ampliar a otros sectores de la sociedad —y no solo del movimiento indígena— que se sintieron realmente representados por otros espacios organizativos sociales de la sociedad.
Un tercer elemento, nos parece, es el trabajo estructurado del movimiento indígena del Ecuador, incluso sabiendo que el movimiento Pachakutik no respetó una decisión colectiva. Las estructuras organizativas sostuvieron de todas formas sobre sus hombros la decisión de sostener la campaña electoral. Y un cuarto elemento es el accionar de nuestras autoridades de elección popular en el territorio, sobre todo en los gobiernos seccionales, prefecturas y alcaldías, juntas parroquiales… Podríamos citar también un quinto elemento: la referencia individual con que gozaban nuestros candidatos a nivel territorial y a nivel nacional. Esos son los cincos elementos que permitieron tener una referencia importante en las últimas elecciones.
Con respecto al escenario de la segunda vuelta: digamos, primero, que para la primera vuelta realmente todavía era algo que se podía resolver. Sin embargo, en la primera vuelta no se tenía este trabajo organizativo vinculando a los dirigentes nacionales con los candidatos nacionales. Esa polarización se mantuvo hasta el final de la primera vuelta y —sobre todo en las vocerías nacionales— no permitió sostener esta gran unidad que en cambio sostuvimos en el territorio.
Ya para la segunda vuelta, entre estas dos versiones, entre la derecha y el candidato del correísmo… Hubiéramos preferido, por supuesto, que se proyecte de otra manera; no ha habido mucha incidencia del correísmo. Lógicamente, era imposible que las bases del movimiento indígena, golpeadas por diez años del correísmo, decidieran de la noche a la mañana ir por una votación favorable a su candidato. O sea, todos los horrores, los errores y los problemas que cometió el correísmo en su administración, se trasladaron bastante mecánicamente, sin ningún análisis, al candidato del progresismo, Andrés Arauz.
En ese proceso, nosotros habíamos pedido que sobre todo exista autocrítica, no la imposición de la lógica que se había vivido en los últimos años del correísmo. Realmente, creo que lo que no permitió ganar a Andrés Arauz fue la imagen de Rafael Correa, que no le permitió a su candidato crecer en diferentes sectores que fuimos golpeados por el correísmo, por la forma que adoptó en la administración del Estado. ¿Cómo podían esperar que el movimiento indígena, cuyos dirigentes fueron criminalizados, cuyos integrantes fueron afectados por la apertura de la frontera minera en la Amazonía y en la sierra, de repente esté de acuerdo?
No era posible… Nunca hubo un proceso de autocrítica por parte del correísmo, por lo que el peso de esos diez años de historia acabó pesando más que cualquier otra cosa. En la segunda vuelta, por lo tanto, al movimiento indígena no se le presentaron muchas razones por las que intentar estar de acuerdo con el candidato del progresismo. Pero tampoco podía ir a votar por la derecha, claro. Por ello definió un «voto nulo ideológico», que permitía mantener la independencia política, la autonomía y, lógicamente —al menos como yo personalmente he señalado— con un alto nivel de responsabilidad también. Porque fue esa decisión la que no permitió unificar este entendido del «progresismo», este entendido de la «izquierda». Decisión cuyos orígenes, repito, se remontan a estos elementos que no han sido bien tratados, a esas decisiones que se toman desde los espacios de poder cuando están administrando quienes dicen ser de izquierda.
Una izquierda no puede criminalizar a dirigentes populares. Una izquierda no puede tener como objetivo el dividir las organizaciones. No puede pretender instalar la estigmatización de sus opositores que observamos la política pública. Y sobre eso no se ha hecho el más mínimo proceso de autocrítica, y fue esa circunstancia la que no permitió unificar la tendencia. Algo que, por supuesto, ha redundado en un costo político muy importante para el Ecuador y para Latinoamérica.
A este respecto yo tenía, en términos individuales, otra lectura. Pero nosotros estamos obligados a actuar de acuerdo a las decisiones colectivas de los pueblos y nacionalidades. En ese sentido, tuvimos que quedar sosteniendo la tesis política que definió la mayoría de las estructuras organizativas filiales de la CONAIE. Lo que no sucedió con el compañero Jaime Vargas: cuando hubo un rompimiento en la lógica de la decisión colectiva de las organizaciones, lógicamente, se desbalanceó la conducción política de la CONAIE en el cierre de la segunda vuelta.
AC / PT: En una entrevista de febrero de este año decías que durante el debate presidencial ningún candidato había tomado en cuenta el levantamiento de octubre de 2019, sino que más bien había un intento de silenciamiento de aquellas jornadas. En este sentido, ¿qué significado crees que tiene octubre de 2019 para pensar el Ecuador actual? ¿Qué huellas vivas han quedado del estallido?
LI: Creo que el levantamiento de octubre deja como aprendizaje para cualquier gobierno de turno —de izquierda o de derecha— que si no gobiernan con el pueblo, de acuerdo a las decisiones del pueblo, simplemente el pueblo se levanta. Ese es un mensaje poderoso, instalado, no es algo para recordar simplemente, como un ícono inofensivo, sino que realmente que está allí: la capacidad movilizadora de la sociedad ecuatoriana y la capacidad organizativa que tiene la CONAIE en el país. Ese es un dato muy importante.
Además creo que dejó un mensaje poderoso sobre cómo continuar de allí en adelante. Un mensaje sobre la potencia que tiene la articulación de la participación de la juventud. Este creo que fue un mensaje no solo en los levantamientos del Ecuador, sino de toda la región: la participación de la juventud como actor social. Lo que pasó en Ecuador, lo de Bolivia, Chile, lo de Colombia en estas últimas jornadas de lucha… Como símbolo de lucha en las gestas libertarias, la juventud, las mujeres, los diferentes grupos que muchas veces han sido ocultados, opacados por el poder político establecido o el poder económico realmente existente dentro del país, salieron a la luz con una fuerza impresionante.
Finalmente, un tercer elemento que me parece importante respecto del levantamiento de octubre de 2019 hace a lo comunicacional. Tenemos capacidad organizativa, tenemos representación, tenemos figuras que pueden disputar políticamente, pero muchas veces nos falta considerar la comunicación como instrumento también central. En ese caso sí lo logramos; se pudo articular con medios alternativos de comunicación y se lograron desarmar varias mentiras. Es por eso que hay un ataque sistemático por parte de varios medios de comunicación, porque se sienten ofendidos por la fuerza motora de los medios alternativos.
En relación a lo anterior se puede listar un cuarto elemento, que es la instalación del discurso de una supuesta violencia por parte de los manifestantes. Lo que sucedió en realidad es que el Estado incrementó los niveles de violencia y la gente se las ingenió para defenderse. Los primeros días con cartones, de pronto con palos. Y eso realmente ha dejado un aprendizaje. Ahora, por ejemplo, están presentes las Guardias Comunitarias en la ciudad o en el campo. Son los aprendizajes que van a tener una continuidad en adelante para no dejar que octubre de 2019 quede como un ícono inofensivo. No, más bien se trata de un espíritu presente de la lucha del Ecuador y a nivel continental.
AC / PT: Finalmente, queríamos conocer cuál es tu lectura sobre la situación latinoamericana actual. ¿Cómo se piensa Nuestra América desde la CONAIE?
LI: El progresismo que ha tenido Latinoamérica ha cometido algunos excesos contra sus pueblos. Creo que el pueblo está dispuesto a superar esos errores y luchar por un proyecto económico y político independiente de las imposiciones de las transnacionales, de los modelos económicos del imperialismo, que siempre nos han tenido de patio trasero, de expendedores de materias primas.
Los pueblos de Latinoamérica saben bien que el capital extranjero chupa la sangre a la Madre Tierra, y están dispuestos a pensar una política más apegada a la realidad de las nacionalidades, de los trabajadores y de los sindicatos a nivel continental. Es por ello que profundizar en la matriz organizativa, en la matriz política de articulación resulta fundamental. Allí radica la fuerza, allí está presente el corazón de los pueblos y nacionalidades latinoamericanas.
El continente latinoamericano, antes de llamarse así estaba constituido por munchas civilizaciones con procesos de igualdad económica. Los pueblos indígenas, que eran considerados los «atrasa pueblos», los que no permitían el «desarrollo» del continente, ahora están más presentes que nunca en el corazón de la política. Lógicamente, esto trae consigo un alto nivel de responsabilidad por parte de la sociedad, de los gobiernos progresistas, para recoger el aprendizaje de las civilizaciones que estamos aquí presentes y, a partir de aquello, construir una política nacional, una política continental.
Lo que ha pasado en Chile con la hermana Elisa Loncón, lo que está pasando ahorita con el pueblo peruano, después de un proceso muy doloroso… Esas cosas muestran que la sociedad está dispuesta a repensar la política, y repensarla hacia la izquierda. Hay una semilla que está dispuesta a superar todos los errores y horrores que se han cometido por parte de una izquierda institucionalizada. El mensaje de Perú, de Chile, el mensaje del Ecuador (aun reconociendo estos problemas de la dicotomía política, que benefició en este caso a la derecha) es un mensaje de unidad. Es un mensaje de que se puede transitar hacia una nueva Latinoamérica reunida. Una Latinoamérica de los trabajadores, de los pueblos y las nacionalidades, que estamos sufriendo el embate de unas políticas neoliberales asentadas en la flexibilización laboral y en la sobreexplotación de la madre naturaleza.
Desde la CONAIE nos hemos trazado una línea de articulación de una plataforma internacional que reúna todas las identidades de los pueblos, de las nacionalidades. Con todas las identidades de los trabajadores, los sindicatos, las organizaciones que están luchando en defensa de la naturaleza o en defensa de los derechos de los grupos minoritarios. Hay que articular una plataforma internacional. Y nosotros queremos hacer nuestro aporte, sumar nuestro granito de arena a esta articulación, porque creemos que entrelazarnos a nivel continental es la única forma para enfrentar el modelo que desde los países centrales nos vienen imponiendo hace tanto tiempo.
Sobre los entrevistadores:
Andrés Carminati es Doctor en Historia y docente de la Universidad Nacional de Rosario (Argentina).
Pablo Toro es periodista y Magíster en Comunicación por la Universidad de Santiago de Chile.