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Época épica

Fuentes: Mondialisation

Traducido del francés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos

El fin de año se acerca a pasos agigantados. En las grandes ciudades los escaparates se engalana con sus bazas más hermosas para seducirnos, llenos de tentadoras ideas y de regalos que se han vuelto indispensables para que «las fiestas» sean un éxito. Las luces centellean por todas partes. Como cada año, el alcalde de París inauguró oficialmente la iluminación mágica de «la avenida más bella del mundo» (según los parisinos) pero con unas bombillas de bajo consumo, según nos señala. ¡Ah, uf, que tranquilos nos quedamos! Porque, al fin y al cabo, hay crisis, ¿no?

No es como en Iraq, un país que, devastado por veinte años de embargo y de guerras fomentadas por Occidente y por la intervención ilegal británica-estadounidense, se encuentra en un estado de deterioro tal que unas horas de electricidad al día son un auténtico lujo …

De la fiesta de San Nicolás a la de Papá Noel, sin olvidar la de San Silvestre, se va a sacar partido de las próximas semanas para tentarnos y, sobre todo, para vaciarnos los bolsillos en nombre de la «fiesta», esta ideología dominante que querría hacernos creer que la vida se articula así: una fiesta permanente, a la menor ocasión, desde la cuna a la tumba, hasta el punto de vaciarla de sentido. Y, sin embargo, ¡hay crisis!

No es como en Haití, este trozo de tierra en el extremo del mar donde la mayoría de la población ni siquiera tiene un techo bajo el que cobijarse, sin contar con el cólera que causa estragos en medio de una indiferencia casi general …

Estación obliga, los centros de deportes de invierno no son menos. Los medios de comunicación dedican a ellos una parte cada vez mayor de sus anuncios, tanto en la prensa escrita y audiovisual como en Internet. Algunos anuncios aquí y allá preguntan además si, ¡pobre distraído!, no se habrá olvidado usted de reservar fechas y lugares para esquiar. Entre foie gras y champán, pino de Navidad rebosante de los últimos artilugios para divertir a los niños que tanto nos gustaría seguir siendo, no tenemos sino la dificultad de elegir. ¡Aunque, a pesar de todo, haya crisis!

No es como en Gaza, donde desde hace años una población de un millón y mediode personas trata de sobrevivir a su estrangulamiento escrupulosamente orquestado por la ocupación sionista, con la abyecta pasividad de una clase política europea cobardemente cómplice …

En otro dominio el Estado francés, al que obsesionan sus indicadores económicos peores que los de Alemania, acaba de anunciar que se prolonga durante varias semanas la prima para la sustitución de los coches viejos por los nuevos modelos que contaminan menos. ¡Ah, uf, otra vez! Las personas reticentes y dubitativas van a poder, como las demás, pensar en hacer un acto de ciudadanía y calmar sus conciencias comprando in extremis un vehículo bautizado «limpio». Y como señalaba un sagaz internauta, o apenado según se mire, contaminemos menos… para poder contaminar durante más tiempo. Pero, sin embargo, ¡hay crisis!

No es como para las personas sin techo de nuestras iluminadas ciudades que desde hace muchos días padecen frío hasta el punto de morir a causa de él, sin ruido, como los copos blancos que cubren los países del norte y que son portada de los telediarios. Fíjense en las prioridades…

En otro dominio completamente diferente (si bien…), las últimas revelaciones de Wikileaks siguen levantado oleadas por todas las cancillerías del planeta. Y desde la publicación de 250.000 cables litigiosos, el personal diplomático de la mayoría de los países concernidos no ha dejado de fustigar a quien presentan unas veces como un anarquista, otras como el Robin Hood de los tiempos modernos, pero siempre como un inconsciente que no se da cuenta de hasta qué punto estas revelaciones pueden poner en peligro la vida de ciertas personas. La secretaria de Estado estadounidense Hillary Clinton, en una situación más bien mala, lleva la mentira (aunque eso parece ser un rasgo de familia, como el otro enredado en su momento en su caso Lewinsky) hasta pretender que Julian Assange ponía en peligro a todos los responsables cuya sola y única preocupación (¿para cuando la canonización?) es el bienestar de los ciudadanos de todo el mundo. ¡Uno creería estar soñando al oír estas revelaciones en la misma boca de una responsable política de país más belicoso que pueda existir y al que le importan un bledo los daños irreversibles que ocasionan sus múltiples intervenciones militares! De dónde se puede concluir que, efectivamente, crisis, la hay… Queda por determinar bien cuál.

No es como en Afganistán, donde los drones [aviones teledirigidos] de la coalición prosiguen con sus asesinatos llamados «selectivos», flanqueados de sus múltiples daños colaterales que pasan rápidamente bajo el silencio cómplice de nuestros medios de comunicación vendidos a quienes detentan el poder, y donde más vale permanecer agazapado en casa de cada uno…

Todavía en otro dominio, las últimas semanas han estado llenas de gritos de alarma de nuestros diversos gobiernos a propósito del endeudamiento insoportable de los Estados. Hasta el punto de que los planes de austeridad centrados principalmente contra los ciudadanos florecen por todas partes y ya no saben qué nuevo recorte inventar. Es como si jugaran a ver quién se atreve a golpear más duramente a su población. Porque, de todos modos, los gerifaltes del FMI que querrían ser guardianes del rigor presupuestario (como si ya se tratara del valor más noble que hay que defender), estos nuevos amos de una ortodoxia planetaria (los mismos a los que se paga exageradamente más que a cualquiera) no han dejado de decirnos y de repetirnos que nosotros, el pueblo llano, vivimos por encima de nuestras posibilidades y que esta deuda que corremos el riesgo de legar a nuestros hijos es una herencia vergonzosa, envenenada y rotundamente irresponsable. Porque, al fin y al cabo, tenemos que rendirnos a la evidencia de que, de todos modos, ¡hay crisis!

No es como en la mayoría de los países de África dónde la búsqueda de un poco de comida y agua potable sigue siendo una prioridad diaria, por no hablar de una higiene muy relativa, y que ve así alejarse cada vez más los pomposos Objetivos del Milenio, enésima promesa de los países ricos…

¡Y me quedo corto, me quedo corto… en este mundo profundamente enfermo!

Así, el capitalismo del que nos han repetido una y otra vez que era un «modelo insuperable» y que funcionaba principalmente en nuestras sociedades de consumo en las que se animaba a los ciudadanos a comprar a crédito, parece de pronto volver sobre el mismo principio que le ha hecho prosperar durante años. Aunque aquéllos nos repetían la cantinela según la cual «quien paga sus deudas se enriquece»… esto parece haberse convertido de golpe en la peor de las catástrofes anunciadas. Sin embargo, como señalaba otro internauta, si nuestros Estados están endeudados, también poseen valores. Lo mismo que el ciudadano que se endeuda para comprar su causa la reembolsa a lo largo del tiempo y en contrapartida se convierte en propietario de un bien. La deuda se transforma así en un contravalor del bien que permite adquirir, conservar y mantener. Pero, sin duda es porque hoy ¡hay que persuadirnos de que hay crisis!

A decir verdad, si todo esto contuviera un mínimo de seriedad en términos de «herencia envenenada para nuestras generaciones futuras», es extraño que estas deudas (que no son más que juegos de escritura negociables en cualquier momento) adquieran de pronto una importancia fundamental cuando al mismo tiempo la herencia de nuestros residuos nucleares, auténtico suicidio planetario, no parece asustar en absoluto a las mismas personas que gritan que viene el lobo ante un euro o un dólar que se tambalea o una deuda completamente teórica. Y en el mismo orden de ideas, como señalaba pertinentemente Hugo Chávez, «si el clima fuera un banco ya lo habrían salvado»… Pero, qué quieren ustedes, ¡es la crisis!

Tratemos, pues, de ser serios por un momento. Aquí se rasgan las vestiduras por un problema para el que existen varias soluciones cuando ahí reina un silencio de oro. Por un lado nos culpabilizan repitiéndonos machaconamente que nuestros hijos tendrán un tributo imposible de soportar cuando en el caso de lo nuclear hipotecamos el futuro no ya de nuestros hijos ¡sino de todo el planeta durante más de 100.000 años! Para hacernos una idea de lo que esto representa, recordemos las dificultades que supone siquiera imaginar cómo vivían nuestros ancestros hace 5.000 años… No, pero, ¡menuda broma! ¿Cómo pretenden que les tomemos siquiera un poco en serio? Por una parte, se agitan como marionetas por una preocupación temporal y fluctuante en función de unas paridades monetarias completamente teóricas (hacer que suba o baje el dólar, el yuan, el euro o el yen por medio de un juego financiero especulativo a beneficio de unos pocos) y, por otra parte, el propio reto de la supervivencia de nuestro planeta les deja indiferentes mientras puedan llenar los bolsillos por medio de una red nuclear que tiene un beneficio inmediato y colosal. ¡Busquen el error o, más exactamente, el perjurio!…

Conclusión: seamos lúcidos, la crisis existe, ¡sin lugar a dudas! Pero es mucho peor que aquélla en la que querrían hacernos creer: se esconde en lo más profundo de algunos cerebros enfermos que nos gobiernan. ¿Acaso no es urgente impedir que nos hagan aún más daño?

Daniel Vanhove es observador civil, autor de La Démocratie Mensonge, 2008, Ed. Marco Pietteur, colección Oser Dire.

Fuente: http://www.mondialisation.ca/index.php?context=va&aid=22251

rCR