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¿Es cool consumir drogas?

Fuentes: Rebelión

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La narcoactividad aumenta ininterrumpidamente en el mundo. Al decir “narcoactividad” se hace alusión a un ámbito que crece en diversos aspectos: crece el consumo de distintas sustancias psicotrópicas, por tanto, crece su producción. De la mano, también crece la actividad ligada a la comercialización de las mismas, consistente en llevar el producto desde el punto de producción hasta las manos del consumidor final. Junto a esto, crecen también actividades ligadas al manejo de los enormes volúmenes de dinero que el negocio genera. En otros términos: estamos ante nuevas dinámicas económico-sociales, y por tanto políticas, desconocidas décadas atrás. Según datos disponibles a nivel global, ningún negocio ha crecido tanto como el de las drogas ilegales en estos últimos años. Todo ello abre interrogantes acerca del modelo de sociedad global en curso. Es difícil precisar –ello está por fuera de los alcances del presente opúsculo– cómo se mueve en su intimidad este modelo: si es el consumo el que genera la oferta o, al revés, hay una oferta mercadológica que hace aumentar continuamente la demanda. Todo indica esto último. Lo importante a rescatar ahora es que la narcoactividad tiene un lugar de preponderancia creciente en el mundo actual, con perspectivas al alza y no a la baja.

Plantearse un “mundo libre de drogas”, tal como bienintencionadamente muchos lo hacen, es encomiable. De todos modos, siendo realistas y teniendo en la mano los conocimientos que las ciencias sociales modernas con criterio crítico proporcionan, como mínimo habría que abrir algún cuestionamiento a esa propuesta. Si la narcoactividad se amplía continuamente, ello quiere decir algo: o bien que la sociedad está cada vez más necesitada de este tipo de “placeres” dañinos (vías de escape ilusorias a la crueldad de la realidad), o que hay agresivas políticas que fomentan ese consumo. O, complejizando el asunto, estamos ante una combinación de ambos factores, lo cual hace infinitamente más complicado su estudio, y más aún, su solución en tanto problema.

Lo cierto es que lo que años atrás –quizá siete u ocho décadas, un par de generaciones en términos socio-demográficos– era una “extravagancia”, un toque distintivo de grupos muy delimitados (la bohemia, algunas subculturas marginales) en la sociedad global de hoy pasó a ser una mercadería más. Ilegal, por cierto; pero mercadería consumida en cantidades fabulosas, y siempre en aumento. Esta narcoactividad, que marca buena parte de la dinámica planetaria actual, parece llegada para quedarse. La producción, el tráfico, el consumo y el lavado de activos que todo el circuito establece, no son meras circunstancias marginales. Por el contrario, constituyen piezas de gran importancia en la dinámica del sistema-mundo contemporáneo

¿Por qué hoy es “cool” consumir drogas entre la juventud? ¿Por qué hoy las y los jóvenes de todo estamento social, en países ricos y pobres, casi que “obligadamente” tienen que consumir drogas? De pronto, para la década de los 60 del siglo pasado, hacen su aparición estelar. Básicamente, en principio, ligadas al movimiento hippie (en sus orígenes movimiento de profunda protesta antisistémica surgido en Estados Unidos). ¿Una forma de adormecerlo? Surge entonces la Operación CHAOS, mecanismo encubierto de la CIA para neutralizar toda protesta juvenil. Y la aparición masiva de drogas es un hecho.

Hasta The Beatles hacen su encomio de las sustancias psicoactivas con su canción “Lucy en el cielo con diamantes” (Lucy in the Sky with Diamonds), mensaje apologético del ácido lisérgico, LSD-25. La orientación es: “hay que consumir drogas. Eso sirve para desconectar”. Como dice Charles Bergquist –citado por Noam Chomsky– en su obra “Violence in Colombia 1990-2000”: “la política antidrogas de Estados Unidos contribuye de manera efectiva al control de un sustrato social étnicamente definido y económicamente desposeído dentro de la nación [población negra, y luego la juventud en su conjunto], a la par que sirve a sus intereses económicos y de seguridad en el exterior”.

En esa sintonía agrega Isaac Enríquez Pérez: “Es conveniente para las mismas estructuras de poder y riqueza que los jóvenes vivan presa de las adicciones y permanentemente drogados a que se despojen de su social-conformismo y muestren su inconformidad ciudadana por los cauces de la praxis política y la organización comunitaria.”

El principal proveedor de cocaína para Estados Unidos (principal consumidor global) pasa a ser Colombia en los años 70. Pero… curiosamente en Colombia no existía la planta de coca, oriunda del Altiplano andino (Bolivia y Perú). Se la introdujo en el país caribeño. Curioso, ¿verdad? A buen entendedor pocas palabras. Hoy día el consumo de drogas ilegales es uno de los grandes negocios planetarios (alimentando el narcolavado y los capitales financieros), y un poderoso argumento para que Washington pueda militarizar el planeta. La supuesta “lucha contra las drogas” no es tal.

“Si el narcotráfico fuese declarado legal por los Estados, en un plazo extremadamente corto la economía capitalista sería dinamitada en sus cimientos y perdería razón de ser. Las mismas élites políticas que recurren a las campañas electorales financiadas con fondos de procedencia ilícita, tampoco serían posibles sin la contribución financiera de estas actividades criminales.” (Isaac Enríquez Pérez). 1,500 personas mueren diariamente en el mundo por el uso de narcóticos. Ya es moda impuesta en forma creciente el uso de sustancias más y más mortíferas, con efectos catastróficos para la salud biológica y psicológica; por ejemplo, las llamadas “drogas de diseño”: krokodil (la droga caníbal), flakka, sales de baño, AH-7921, fentanilo.

El consumo no es “cool”; ¡es un gran problema de salud pública y un negocio para algunos! Hay poderes que se benefician de todo esto. UNOCD (Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito) afirma que “Las drogas constituyen actualmente el mercado de productos ilegales más grande del mundo, un mercado fuertemente ligado a actividades criminales de lavado de dinero y corrupción. (…) Los principales beneficiarios de la guerra contra las drogas son los presupuestos de las fuerzas armadas, la policía y las cárceles, así como de otros sectores relacionados al área de tecnología e infraestructura”. ¿Dónde está lo “cool”?

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.