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Escenas de la Pasión

Fuentes: Rebelión

Dimitris Christoulas no tenía 33 años sino 77. Tampoco tenía apóstoles, ni profeta alguno anunció su nacimiento. Sin embargo, tenía un mensaje que propagar. Tras meditarlo mucho lo escribió en un papel que luego dobló delicadamente para guardar en el bolsillo de su chaqueta. Después este jubilado, acosado por las deudas, con el dolor insoportable […]

Dimitris Christoulas no tenía 33 años sino 77. Tampoco tenía apóstoles, ni profeta alguno anunció su nacimiento. Sin embargo, tenía un mensaje que propagar. Tras meditarlo mucho lo escribió en un papel que luego dobló delicadamente para guardar en el bolsillo de su chaqueta. Después este jubilado, acosado por las deudas, con el dolor insoportable de haber sido expulsado a latigazos por los mercaderes que ocupan el templo de la vida, se dirigió al cobijo de un árbol en la plaza Sintagma. Allí comprobó por última vez que su bolsillo guardaba su preciado mensaje mientras con su otra mano palpaba la culata de una pistola. Luego dirigió el frío cañón hacia su sien y con una leve sonrisa de melancolía acarició el gatillo.

Christoulas no murió en la cruz. Tal vez por eso el obispo Juan Antonio Reig Pla no lo incluyó en la homilía que dirigiría a los fieles durante la misa de Viernes Santo. Había reflexionado mucho cada una de las palabras que iba a incluir en su sermón. Aquel no iba a ser un oficio cualquiera. Nos tenía que recordar el generoso sacrificio de Jesús crucificado, debía dejar patente el extremo amor que nos brindaba, describir incluso la humana debilidad de un Hijo de Dios que en mitad del sufrimiento final no podía evitar preguntarse por qué el Padre le había abandonado. Pero además aquel oficio tenía una especial transcendencia porque las cámaras de televisión iban a ser testigos de cada una de sus palabras. Por eso el Obispo de Alcalá de Henares pensó y repensó cada palabra hasta que el discurso fue tomando cuerpo para arremeter contra los maricones y contra las putas que incapaces del arrepentimiento de María de Magdala retorcían en pecado sus entrañas para abortar los hijos de la lujuria.

De entre todos los episodios del Antiguo Testamento, Luis de Guindos parece sentir una especial obsesión por la dolorosa prueba que le impuso Dios a Abraham cuando le ordenó que sacrificara a su primogénito. Esa determinación con que el patriarca caldeo tomó de la mano al pequeño Isaac para vagar durante tres días por la región de Moriah en busca del punto exacto donde la divinidad le había marcado que tendría que consumarse el holocausto. También él está dispuesto a afrontar con la misma determinación los sacrificios que le ordenen las nuevas divinidades del Mercado. Porque el ministro de Economía del Reino de España es un hombre de fe, de fe ciega. Tan inquebrantable que ni siquiera está dispuesto a que en el último momento ningún ángel celestial pueda impedirle la consumación del antojo de su Dios. Por eso, no descarta proponer que entre los cambios previstos en el Código Penal no solo se incluya el castigo de cárcel para quienes se resistan a la autoridad, sino el arresto preventivo para ángeles, arcángeles y querubines que traten de impedir nuestros gozosos sacrificios.

Domingo de Gloria. Una comisión especial integrada por responsables del equipo médico forense, autoridades civiles y militares y miembros de la Curia de Roma han emitido un escueto comunicado para informar con alivio de que tres días después de su muerte, el jubilado griego Dimitris Christoulas no ha resucitado.


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