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Teatro-EEUU

Esclavos voluntarios del capital

Fuentes: IPS

«The Adding Machine», escrita en 1923, y «Top Girls», de 1983, están separadas por 60 años. Ambas obras de teatro emplean estilizadas técnicas para presentar a los trabajadores como esclavos voluntarios del capital.

El sistema los ha destruido, pero no tienen la conciencia requerida para saberlo. Y absorben actitudes racistas y sexistas. Versiones de ambas obras se encuentran ahora en cartel.

«Adding Machine», adaptación musical a cargo de Jason Loewith y Joshua Schmidt de la obra escrita por el dramaturgo estadounidense Elmer Rice, seguirá en cartel hasta el 31 de agosto. «Top Girls», de la británica Caryl Churchill, se representará hasta el 29 de este mes.

El señor Zero (encarnado por Joel Hatch), protagonista de «Adding Machine», lleva una vida monótona como tenedor de libros contables. La escenografía presenta tres escritorios, cada uno con un contador hombre y una asistente femenina. El nombre «Zero» (cero) indica el bajo estatus social del personaje. Su esposa (Cyrilla Baer) lo desprecia.

El golpe final llega cuando su jefe (Jeff Still) decide despedirlo, luego de 25 años de trabajo.

El jefe explica: «Mi equipo de eficiencia ha recomendado instalar máquinas de calcular. Hacen el trabajo en la mitad del tiempo y una joven de escuela secundaria puede operarlas. Por supuesto, lamento perder a un viejo y fiel empleado. Pero, por supuesto, en una organización como ésta la eficiencia es lo principal y las ganancias el objetivo máximo».

«Debemos trabajar para nuestros inversionistas o el motor de la economía se detiene. Y no podemos permitirnos eso. Por supuesto usted cobrará el mes completo. Es lo mínimo que se puede hacer por un empleado tan valioso y leal», agrega.

Zero mata a su jefe con el pincho en el que ensarta las facturas.

El arresto y la ejecución lo llevan a los Campos Elíseos, que, según la mitología griega, es el lugar sagrado donde las almas de los virtuosos y los guerreros heroicos llevan una existencia dichosa y feliz, en medio de paisajes verdes y floridos.

Pero Zero no puede disfrutar de la libertad, ni siquiera con la asistente de la oficina a la que amaba secretamente.

Racista, antisemita y mojigato, no quiere verse mezclado con «gente que no es respetable». Se retira a una habitación pequeña y oscura a operar una máquina de calcular.

Le informan, entonces, que llegó el momento para que su alma vuelva a ser utilizada. Ha pasado por esa experiencia miles de veces, pero no lo recuerda.

Su jefe dice: «Esto es en parte porque eres estúpido. Algunos sí recuerdan. Está la clase de personas que se vuelven un poco mejores cada vez que regresan y los que son como tú.»

«Si alguna vez hubo un alma en el mundo con la etiqueta ‘esclavo’ es la tuya», agrega. Zero construyó las pirámides y fue esclavo en una galera romana.

Con todo, quiere volver a la máquina de calcular. «Cobarde idiota, te tengo lástima. ¡Es hora de volver! A la mediocridad, a la rutina en la que serás la víctima de cualquier jefe que se aproveche de tu ignorancia, tu credulidad y tu provincialismo. Siempre eliges la máquina Zero», le dice su jefe.

Se ve una enorme cinta transportadora, sobre la que se mueven vagas figuras. Los cuerpos se vuelven más grandes y, súbitamente, Zero aparece allí.

Mientras, «Top Girls» transcurre en los primeros años del gobierno de la ex primera ministra británica Margaret Thatcher. Feminista y socialista, Churchill indaga cuán «libres» son las «chicas importantes» del pasado y el presente. En este contexto, examina el estatus de las trabajadoras.

Marlene (Elizabeth Marvel), promovida a un puesto ejecutivo en una agencia de empleos, ofrece una cena en un restaurante italiano.

Dos de las invitadas son los «juguetes» de hombres poderosos. La señora Nijo (Jennifer Ikeda) fue amante de un emperador de Japón en el siglo XIII y la Paciente Griselda (Mary Catherine Garrison), la obediente esposa de «Los Cuentos de Canterbury» de Chaucer, una campesina casada a los 15 años con un marqués.

A ambas les han arrebatado hijos, porque no pueden controlar nada, ni sus cuerpos ni a sus bebés.

La papisa Juana (Martha Plimpton), quien se hizo pasar por hombre de 854 a 856, fue ejecutada cuando tuvo un hijo y su ardid quedó al descubierto.

Más admirables y valientes fueron Dull Gret (Ana Reeder), un personaje del folklore flamenco, y motivo de un célebre cuadro de Brueghel, en el que lidera una carga de mujeres en el infierno para combatir a los demonios, e Isabella Bird (Marisa Tomei), que vivió en Edimburgo en el siglo XIX y viajó por el mundo a partir de sus 40 años y hasta los 70.

Para ascender, Marlene dejó a su hija Angie, que tuvo sin estar casada, con su hermana, una trabajadora. Esto convierte su brindis en la cena en algo irónico. «Hemos recorrido un largo camino. Por nuestro coraje, la forma en que cambiamos nuestras vidas y nuestros extraordinarios logros».

¿Cuán lejos llegaron las mujeres en la era de Thatcher? En la agencia de empleos, Marlene aconseja a las postulantes que encubran el hecho de que podrían casarse y tener hijos.

Como Zero, las mujeres trabajadoras carecen de conciencia. Louise (Mary Beth Hurt) quiere dejar su trabajo a los 46 años. «He vivido para esa compañía. No he tenido una gran vida social. Pasé 20 años en una posición gerencial intermedia. He visto a hombres jóvenes a los que yo entrené ascender a puestos más altos. Nadie me tomaba en cuenta. Cuando ya no esté verán lo que estuve haciendo por ellos», señala.

Pero muestra desprecio hacia las otras mujeres. «La única que vez que contraté a una joven asistente siempre tuve dudas. No tengo gran interés en trabajar con mujeres. Pienso que en el trabajo paso por un hombre», afirma.

Marlene no siente afecto por su hijo ni sus parientes. Ataca a su padre porque bebe. Su hermana Joyce le dice: «¿Qué clase de vida ha tenido? Trabajó en el campo como un animal. ¿Por qué no querría un trago? … Sus vidas han sido basura y los trataban como basura».

Pero Marlene, sin embargo, no cree en las diferencias de clase. «Cualquiera puede hacer lo que quiera si tiene lo que hace falta», asegura.

Joyce: «¿Y si no lo tiene?».

Marlene: «Si son estúpidos, o vagos, o temerosos, no voy a ayudarlos a conseguir un trabajo. ¿Por qué debería hacerlo?»

«¿Y qué pasa con Angie? Es estúpida, perezosa y está atemorizada», pregunta Joyce. «Ella estará bien», le responde.

«No lo creo», replica Joyce. «Sus hijos dirán cómo desperdició su vida. Si tiene hijos. Porque nada ha cambiado y no lo hará».(