En septiembre de 2000, Pablo Cingolani publicó en El Juguete Rabioso (1) un breve ensayo que se tituló «Viaje al mundo perdido», donde anunciaba el inicio de la primera Expedición al Madidi. Tres años más tarde, apareció una novela titulada El origen perdido de la española Matilde Asensi, un éxito de ventas que es presentada […]
En septiembre de 2000, Pablo Cingolani publicó en El Juguete Rabioso (1) un breve ensayo que se tituló «Viaje al mundo perdido», donde anunciaba el inicio de la primera Expedición al Madidi. Tres años más tarde, apareció una novela titulada El origen perdido de la española Matilde Asensi, un éxito de ventas que es presentada por la Editorial Planeta como «una obra que revoluciona el género de aventuras».
Lo que no dice la casa editorial -obviamente- es que Asensi tomó gran parte de los elementos y argumentos que construyen la trama y desenlace de su novela de los materiales (memorias, relatos, crónicas y entrevistas) y archivos de las expediciones al Madidi que realizó el periodista e historiador Pablo Cingolani y su equipo de expedicionarios.
Después de una lectura y cotejamiento entre el contenido de la novela El origen perdido y los archivos de la Expedición Madidi se puede hablar de uso indebido de propiedad intelectual, hecho sancionado por la ética y por las leyes. Según el Código Penal español, «Será castigado con la pena de prisión de seis meses a dos años o de multa de seis a veinticuatro meses quien con ánimo de lucro y en perjuicio de tercero, reproduzca, plagie, distribuya o comunique públicamente, en todo o en parte, una obra literaria, artística o científica, o su transformación, interpretación o ejecución artística fijada en cualquier tipo de soporte o comunicada a través de cualquier medio, sin la autorización de los titulares de los correspondientes derechos de propiedad intelectual o de sus cesionarios» (2).
El argumento de la novela
La novela de Matilde Asensi, que es una de las escritoras que más libros vende en España, cuenta cómo un grupo de piratas informáticos llega a Bolivia para encontrar la cura a una maldición que sufre el hermano de uno de ellos, a causa de entrometerse en el estudio del idioma aymara. Buscando el remedio al mal se introducen primero en una hipotética cámara secreta en Tiwanacu y luego organizan una expedición -junto con una arqueóloga española, un colega boliviano y una médica estadounidense- que se interna en las selvas del Madidi. Lo hacen para localizar a los «capacas», los últimos sabios aymaras que se habían refugiado en el bosque tras la invasión española. En plena selva, encuentran a los toromonas y éstos los contactan con los sabios, quienes, finalmente, les revelan unas palabras mágicas para sanar al enfermo.
En su primera parte, la novela discurre entre citas eruditas de autores que van desde Umberto Eco hasta el recién fallecido Carlos Ponce Sanjinés. También incluye fuentes tomadas de Internet, desde la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes al periódico La
Razón.
Es decir, citando esas fuentes, la autora parece que pretendiera darle verosimilitud a su narración para llevarla luego a los terrenos de la fabulación. Pero cuando la novela ingresa a su segunda parte -es decir la aventura en la selva-, Asensi toma párrafos, ideas y personajes de las memorias de la Expedición Madidi y las presenta como hallazgos o creaciones propias.
Si en la primera parte la escritora se extendió en citas colocadas a pie de página -un recurso poco usual en la narrativa de ficción-, ¿por qué no citó también los documentos y trabajos de la Expedición Madidi?
Pablo Cingolani tiene una explicación razonable: «pienso que ella pretendió venderle a su público la idea de que las aventuras que sus personajes viven en la selva boliviana son fruto de su invención. Quizás si les hubiese dicho que eran hechos puntuales tomados de una expedición verdadera entonces quizás habrían leído su novela con otros ojos. A lo mejor se habrían interesado en las fuentes originales y la novela no habría vendido la cantidad de libros que vendió».
Las expediciones al Madidi dirigidas por Pablo Cingolani recibieron amplia cobertura en la prensa nacional e internacional, ese material está publicado en Internet (3), que es el lugar desde donde la escritora española «potenció» su inspiración.
En una entrevista periodística, Matilde Asensi explicaba que no necesitó viajar a Bolivia ni al Madidi para escribir su novela aunque afirmó, sin embargo, que todo lo que dice su libro es real (4). Quizás debió agregar «es real porque lo tomé de los archivos de la Expedición Madidi».
La agencia EFE dio la alerta
La alerta de que las «investigaciones [de Cingolani] coinciden con una parte esencial de la trama» de la novela El origen perdido la hizo el periodista de la agencia española EFE, Raúl Cortés, en una crónica que se ha publicado en varios países, incluyendo España y Estados Unidos.
Pero hasta hoy, ni Asensi ni la editorial -que en anteriores oportunidades ya se ha visto envuelta en escándalos de este tipo- se han pronunciado sobre el caso.
Para Pablo Cingolani, periodista de El Juguete Rabioso desde su fundación, no hay dudas de que la escritora española «utilizó materiales de un trabajo que venimos realizando desde hace cinco años. Es una historia que nos costó mucho esfuerzo empezarla y hacerla creíble. Cuando anunciamos que íbamos a la selva a tratar de probar que los toromonas existían, hasta un ministro nos dijo que estábamos perdiendo el tiempo».
Cingolani y su equipo realizaron dos expediciones al Madidi, documentaron en texto y video sus viajes y hasta hoy siguen trabajando en este proyecto. Lograron muchos avances y recolectaron nueva información tanto sobre los toromonas como sobre el destino de un agrónomo noruego llamado Lars Hafskjold que desapareció en 1997, también buscando a esta tribu.
«Hay indicios de que los toromonas (como los llaman las crónicas históricas) u otra etnia no contactada habitan en el valle y las cabeceras del río Colorado, si es así habría que preservar su aislamiento», dice Cingolani.
Las expediciones al Madidi fueron organizadas con rigor científico y Pablo Cingolani tenía preparado, incluso, el guión de una película, «nuestro interés siempre ha estado orientado a llegar al público europeo y sensibilizarlo con el tema y lograr apoyo para cerrar el caso de Lars y de los toromonas, pero nunca nos imaginamos que sería de esta manera. De verdad que es un asunto incómodo, que ojalá sirva para reivindicar lo hecho y poder proyectarlo hacia delante. No sé si a la señora Asensi le importe, pero a nosotros sí: queremos saber que pasó con Lars y si existe un grupo aislado, preservarlo en su identidad».
A pesar de existir datos que hablan de un plagio -el diccionario de la Real Academia define este hecho como: tomar en lo sustancial una obra ajena y darla como propia-, Pablo Cingolani manifestó que por ahora no piensa iniciar acciones legales para exigir un resarcimiento material, como se suele hacer en estos casos, «cuando iniciamos las expediciones al Madidi nunca pensamos encontrarnos algún día con situaciones como ésta. Es desagradable darse cuenta de que el trabajo de uno termina siendo utilizado indebidamente. El objetivo de las expediciones y de todos los materiales, textos y videos, que hemos producido han sido siempre serios. Vamos a hacer las consultas pertinentes para decidir cómo encarar esta situación», dijo Pablo Cingolani a tiempo de recordar que las expediciones que encabezó trataron de incorporar el conocimiento de esos territorios y sus etnias a la historia del país, por eso el Congreso de Bolivia declaró a la Expedición Madidi XXI, como «de interés nacional».
NOTAS
(1) El Juguete Rabioso, número 16, 3-16 de septiembre, 2000.
(2) Ley Orgánica 10/1995, del 23 de noviembre, del Código Penal. Este documento se puede consultar en el Portal Internacional de la Universidad de Alicante sobre Propiedad Industrial e Intelectual y Sociedad de la Información.
(3) Ver, por ejemplo, www.phfawcettsweb.org/withinmadidi.htm
(4) Ver www.elcolombiano.com