Esto es un artículo de opinión. Como todo lo que usted lee y escucha en los medios de comunicación. Sólo que aquí no lo disimulo. No le propongo que hagamos, usted y yo, como si no nos diéramos cuenta. Como si no nos diéramos cuenta de que en realidad yo simplemente digo lo que pienso. […]
Esto es un artículo de opinión. Como todo lo que usted lee y escucha en los medios de comunicación. Sólo que aquí no lo disimulo. No le propongo que hagamos, usted y yo, como si no nos diéramos cuenta. Como si no nos diéramos cuenta de que en realidad yo simplemente digo lo que pienso. Aquí no hay frac ni maquillaje de estilo, ni comillas, ni rosario de datos puros para trufar de verismo, ni estilo verbal en tercera persona. Aquí uso el pronombre yo, porque soy yo quien le está hablando y usted merece que yo me responsabilice de lo que digo.
No hay más objetividad que la subjetividad confesa. Y Telefónica no es España. Lo fue, cuando era pública y sus beneficios eran públicos, o sea, para repartir -se repartiesen o no-. Ahora es privada y sus beneficios también lo son. Por eso sus problemas sólo son suyos. Igual que los de Repsol. Igual que Endesa. Pero a veces, los gestores de España les alquilan su respaldo, el respaldo de España.
El lunes día 19 de noviembre ha estado la Casa de América de Madrid Ignacio Ramonet, director de Le Monde Diplomatique, invitado a un coloquio con Emilio Menéndez de Valle, eurodiputado socialista, en el ciclo Hacia el Bicentenario: América Latina, a debate.
El asunto se titulaba ¿Revoluciones en democracia? Las claves de la actualidad política latinoamericana. Y claro, se habló de Venezuela. Y de Chávez. Y del rey. Pero no sólo, y no fundamentalmente. Lo cual denota un saludable índice de independencia intelectual en lo contertulios.
Los dos ponentes coincidieron en algo: la democracia como sistema político de organización del poder está desarrollada, consolidada y funcionando en la región latinoamericana.
Ramonet destacó, junto a la democracia, otros dos rasgos de estabilidad generalizada: uno, la paz, porque no hay alzamientos violentos contra los poderes ejecutivos democráticamente constituidos, ni conflictos bélicos entre países -exceptuando la lacra que sufre Colombia- y el otro, el desarrollo económico, dado que se registra un crecimiento económico sostenido en el último quinquenio en torno al 5% como media según la CEPAL, con países como Venezuela que superan a veces el 10%, el 11%, o el 14% anual.
Frente a ello, el eurodiputado y ex embajador español marcó como rasgos remanentes y generales la miseria y la exclusión. Habló de ellas, pero en ningún momento abordó sus orígenes, ni trató de explicarlas, ni se preguntó ni nos hizo preguntarnos por sus responsables.
El señor Menéndez del Valle -quien viaja en avión como usted y yo lo hacemos en autobús urbano o en metro- se quejó de tardar más en llegar de la T4 (habló así, dando por supuesto que el término tecuatro formaba parte del vocabulario cotidiano de todos los presentes) al centro de Madrid que de Bruselas a la T4.
Aclaro con humildad que la T4 es la terminal del aeropuerto de Madrid-Barajas, y que aunque el mundo se haya convertido en una manzana de barrio para un gran número de pasajeros que viajan a diario con dinero público supuestamente destinado a servir al interés general, sigue habiendo muchos contribuyentes que no la han utilizado aún y quién sabe cuándo la usarán. Aunque se olvide, esta nueva clase internacional que igual presume de haber hablado ayer con Bush o la Bachelet y dos semanas antes con un ministro italiano en una cena en Roma, es minoritaria, muy minoritaria.
Pues, bien, Telefónica no es España. Y si precisa un rey para que defienda sus intereses privados, que se compre uno y le pague ella sus servicios de representación ¿no?
Telefónica no es España, pero mi madre sí lo es. Ella es España y su pensión de menos de 500 euros, también. España está llena de viudas como ella con pensiones raquíticas como la de ella. Y cargas sociales que las convierten en una especie de subdelegaciones ministeriales de asuntos sociales sin asignación presupuestaria. Ellas son España, pero el rey no viaja para defender sus intereses. Supongamos que sí los conoce.
La miseria y exclusión que sufren aún los países latinoamericanos y que tanto le duele al eurodiputado que viaja en avión como yo en metro no es fruto de las políticas que están aplicando presidentes jóvenes como Evo Morales o Rafael Correa o Hugo Chávez. Llevan más años interfiriendo en el mapa económico latinoamericano Repsol o Telefónica que Morales o Chávez.
Sin embargo, el nombre de las empresas no sonó en ningún momento en el discurso de Menéndez del Valle.
Reconoció el ex embajador español que saben practicar la democracia los latinoamericanos. Que él mismo ha participado como observador en numerosas citas electorales en Latinoamérica recientemente y que sólo puede decir que han sido procesos transparentes sin duda.
Sí, las democracias latinoamericanas son democracias vigiladas. Desde Europa, desde la América del norte, desde España tenemos que asistir a supervisar que ahí fuera, en ese otro mundo que está acatando la democracia-a-nuestra-manera, tenemos que asistir a comprobar que lo hacen bien. Y que igual de democrático es Alan García que lo fue Aznar, que lo son Rodríguez Zapatero o Chávez.
A Chávez, además, hubo que ir a vigilarle en 2004 para ver si realizaba bien el referéndum revocatorio. En Europa no se celebran referendums revocatorios, el derecho constitucional europeo no lo contempla. No han tenido a bien los europeos incluir en sus normas fundamentales la posibilidad de consultar al pueblo después de probar a un gobernante si efectivamente le sigue apoyando o, al tomar cargo de su poder, le ha defraudado y quiere revocarlo, sacarlo, del poder. En Europa no practicamos la democracia con posibilidad revocatoria, no tenemos expertos en la práctica de ese asunto, pero aún así también enviamos a nuestros observadores internacionales a vigilar si la revocación se realizaba correctamente o no en Venezuela en agosto de 2004.
Como esto es un artículo de opinión, puedo decir que esa práctica resulta ignominiosa desde mi punto de vista. La de la observación internacional que tanto practica el eurodiputado Menéndez del Valle, no la revocatoria, que no he podido practicar nunca hasta el momento y que me encantaría experimentar, sin duda, por ejemplo con la constitución que redactaron para mí ocho padres, o nueve, en secreto, siguiendo consejos telefónicos del otro lado del Atlántico, y que respeto y cumplo, pero no valoro positivamente, porque no puedo y que quisiera revocar, ya que representa una norma de convivencia, una regla del juego, que se dieron en su día un conjunto de personas que en parte ya están muertas y que se irán muriendo para dejarnos en herencia sus valores convertidos en ley superviviente. Porque, ¿acaso no es una arrogancia que una generación piense que ha dado con la norma que ha de ser válida para todos los que vienen luego? Pero ese espino nos daría para otro artículo otro día.
¿Quién necesita a los observadores internacionales en las elecciones de Venezuela -14 procesos electorales democráticos desde 1998-? ¿Los que no se fían? ¿Quiénes no se fían? ¿El rey de España, Telefónica, mi madre? Yo sí me fío. Quien no lo haga, que se compre también un aparato de vigilancia internacional de la democracia. Yo no puedo consentirme ese gasto en seguridad.
Por eso vivo en una democracia no observada por observación internacional. Acá, en España, votamos como podemos, dulcemente seducidos -no como en Venezuela, donde «ese loco les tiene comido el coco a todos porque tiene dominada la televisión». En España votamos informados por medios independientes que publican la verdad al margen de que perjudique al rey, a Telefónica, a Repsol o a Carlos Slim. Nuestra información no está manipulada y disfrutamos de garantías que nos protegen frente a promesas incumplidas de los candidatos políticos que ganan elecciones. ¿Es así o no?
Hay quien ha ido al notario a firmar en público algunas de sus promesas electorales, de no pactar con el PP si ganan, por ejemplo, para que veamos que lo que pone en su programa electoral se compromete a cumplirlo. Compromiso con una frase del programa electoral, no con todo. ¿Y el resto? El resto, que no se firma ante notario, ¿tenemos que creer que se va a cumplir? No, simplemente se espera de nosotros que hagamos «como si», como si nos creyéramos el juego. Somos los vigilantes de otras democracias, sería inadmisible sospechar defectos de forma en la nuestra.
Usted por ejemplo no quiere refrendar gobiernos que autoricen violentando la legalidad que España venda armas indebidas a países africanos. Usted lo tendrá difícil para informarse sobre quién lo ha hecho y para asegurarse sobre quién no lo va a hacer.
Los defectos de forma se solventan ignorándolos.
Poder elegir con conocimiento de causa y efecto significa calidad para la democracia. Pero no nos hagamos preguntas. Eso es retórica y nos manipula. Leamos información, lo publicado como información, con estilo objetivo de información, en medios consolidados y de referencia, que saludan con reverencia democrática los golpes de estado que se alzan contra gobiernos no convenientes en Latinoamérica.
¿Se acuerdan de El País en abril de 2002 y su trato respetuoso con el golpista Carmona en Venezuela? Nunca Chávez ha recibido un trato respetuoso semejante en ese diario. Por eso dijo Ramonet en la Casa de América: en un país que cultiva públicamente el insulto hacia personas que merecen respeto resulta natural que un rey lo haga también en una cumbre internacional.
Los medios de comunicación dominantes tienen el poder de fijar las franjas de lo admisible, construir y cultivar climas de respaldo o repudio.
* Esta noche, miércoles 21 de noviembre, en la Casa de América de nuevo, en el mismo ciclo arriba comentado, se hablará de los medios.
Miradas recíprocas: realidad de los medios de comunicación en España y América Latina, a las 19:00 horas.