Jon E. Illescas Martínez es Licenciado en Bellas Artes por la Universidad Miguel Hernández y Doctor en Sociología y Comunicación por la Universidad de Alicante. Es, además, artista plástico bajo el seudónimo de Jon Juanma e inventor del «Sociorreproduccionismo». Colabora con frecuencia en las páginas de Rebelión y de El Viejo Topo en temas sobre […]
Jon E. Illescas Martínez es Licenciado en Bellas Artes por la Universidad Miguel Hernández y Doctor en Sociología y Comunicación por la Universidad de Alicante. Es, además, artista plástico bajo el seudónimo de Jon Juanma e inventor del «Sociorreproduccionismo». Colabora con frecuencia en las páginas de Rebelión y de El Viejo Topo en temas sobre cultura, geopolítica, arte, comunicación y economía. Autor del libro La dictadura del videoclip. Industria musical y sueños prefabricados (El Viejo Topo, 2015), donde presenta esclarecedoras tesis y descubrimientos sobre la industria cultural hegemónica, los videoclips, y las llamadas «celebrities»; con lo que el capitalismo consigue el consenso cultural e ideológico, la perpetuación de su sistema de dominación y la dilución de la rebeldía.
-Estábamos en plena arenga por una pedagogía revolucionaria. Pero hay que convencer de que «sí se puede». En tal sentido, te pregunto si en tus estudios sobre esta «dictadura», hallaste algunas «fisuras» o «grietas» sobre la que pudiésemos incidir, profundizar, «arañar», para adelantar el desplome de este Imperio Multimediático y antes de que acaben con el humanismo y con la humanidad misma.
-No existe ninguna grieta en ellas. Las grietas hay que crearlas en otras partes con otras herramientas (y en el libro esbozo la posibilidad de la construcción de una industria cultural contrahegemónica). Pensar que existen grietas en las industrias culturales hegemónicas (es decir, las más poderosas de la burguesía internacional) sería tan quimérico como afirmar que se puede realizar la revolución socialista realizando entrismo en el Partido Republicano de Donald Trump.
-Te confieso, Jon, que ese «no existe ninguna grieta» me resulta, demasiado absoluto. ¿No crees que es más dialéctico encontrar esas fisuras, si no en ellas mismas, entre ellas, en su competencia o en la batalla por el mercado tal vez, en los espacios a los que no llegan…, más objetivo o alcanzable que construir una «industria» cultural contrahegemónica?
-Te responderé de otro modo refiriéndome a otra industria cultural con semejantes problemas a la musical. ¿Crees posible que en la actualidad las multinacionales del libro creen una producción mayoritariamente socialista, comunista, marxista o anticapitalista? En cambio, si por grietas entiendes que estas multinacionales tengan una ínfima parte de su producción que sea socialista, comunista, marxista o anticapitalista, aceptaré que las grietas están en todas partes. El problema es que son grietas que sólo resquebrajan la escayola del edificio en ciertas habitaciones, no afectan a su estructura y están controladas por muy pocas manos debido a la estructura oligopólica de la industria que controla el flujo de consumo que rocía a las mayorías. No en vano, sólo 3 empresas multinacionales controlan más del 92% de los 500 videoclips más consumidos. La batalla por el mercado tiene sus límites y el signo ideológico de la mayoría de su producción no es un factor que afecte la cuenta de resultados. En el libro lo ilustro con numerosos ejemplos de productos que eran potencialmente rentables y fueron censurados o infrarrepresentados desde la cúpula por su signo ideológico contestatario. Una de mis tesis principales es que la industria cultural no es una industria capitalista más que se rija primordialmente por la cuenta de resultados, sino que también tiene su peso en factores ideológicos.
-¿Cuáles serían los artistas paradigmáticamente rebeldes, que se enfrentaron a los dictados de los dueños de estas corporaciones de la industria musical, rompiendo sus reglas y librándose la «serialización» y/o que muestran en su haber obras de indiscutible calidad a la vez que consiguen ser populares?
Pues son algunos artistas quienes todavía colocan la música por encima del dinero. Pero son pocos y dentro del pop actual no hay absolutamente nadie, al menos, en la liga de los grandes (es decir, en el Top 30 de Twitter, por ponerte un ejemplo). De hecho, cuando un artista tan popular como Michael Jackson comenzó a implicarse políticamente y a realizar videoclips con contenido humanista, precipitó el final de su carrera. Por supuesto, hay artistas dentro de grandes sellos que tienen un mensaje de izquierda, pero es porque previamente han obtenido la luz verde del Presidente de la misma compañía, porque entiende que su público no será mayoritario sino un nicho de mercado de donde podrán obtener réditos económicos. Pero esta oligarquía burguesa jamás permitirá que los artistas que trabajan para ellos y tienen mensajes de izquierda, lleguen a las mayorías. Sería algo así como clamar por la revolución contra sus propios intereses.
-Pero en tu muro de facebook encontré un elogio al artista estadounidense Prince, ¿no será este un ejemplo?
-Prince fue un genio de la música popular y un espíritu libre que una vez alcanzada la riqueza entendió que ésta nunca estaría por encima de su integridad como artista lo cual precipitó la censura que enfrentó cuando se rebeló contra la explotación que sufrían/sufren los músicos de mano de las multinacionales, cuando abandonó Warner incumpliendo su contrato, inventándose la estratagema del símbolo. Prince fue un genio que no podría existir en la actualidad con la estructura vigente de la industria musical. Del mismo modo que no podrían existir los Pink Floyd. Y cuando digo que no podrían existir no quiero decir que no haya músicos de su talento en la actualidad, sino que por diversos motivos no serían tan promocionados como lo fueron Prince en los ochenta y principios de los noventa y Pink Floyd en los setenta. Si existieran hoy, serían conocidos por nichos de mercado, pero nunca competirían con Justin Bieber o Katy Perry, porque los gerentes de las compañías simplemente barrerían esta opción.
Sin embargo, Prince (a diferencia de algunos componentes de Pink Floyd) no fue nunca socialista ni anticapitalista y la mayoría de las veces que mostró un mensaje contrahegemónico (como cuando se posicionó contra la Guerra de Irak) fue censurado. O los temas que incluía en sus álbumes con un contenido social más explícito y siempre humanista, fueron ignorados en las estrategias promocionales de su gran discográfica que siempre prefirió apostar por los temas de contenido más sexual y, por ende, inocuo para el sistema. Como perfectamente ejemplificó la antítesis coetánea de Prince, es decir, Madonna. Alguien que siempre gozó del favor de la gran industria por su versatilidad como títere del pop.
-Pasando ya a la Isla, ¿qué referencias tienes de Cuba, Martí, Fidel y del proyecto social que construimos desde 1959?
-Pues tengo una información insuficiente, pese que a que conozco personas que han vivido y trabajado allí. Nunca he estado en Cuba, aunque es algo que me gustaría solucionar lo antes posible. Por supuesto conozco todas las atrocidades de la Dictadura de Batista y los primeros años de la Revolución, después el acercamiento más o menos dependiente/independiente a la URSS, parejo a la enemistad con EUA y los duros años noventa donde se acabaron los precios subsidiados del bloque soviético. Conozco algunos avances propios de las economías socialistas en cuanto economías planificadas (en educación, arte y sistema de salud), pero también sé de las contradicciones que genera el intento de construcción del socialismo en un solo país en un mar internacional de capitalismo neoliberal. Por ejemplo, sé de las dolorosas contradicciones que éticamente genera un turismo inevitable en la Isla. Luego está el embargo genocida de los Estados Unidos y todo el daño que ha generado a la población cubana.
Actualmente me preocupa que en la economía cubana se amplíe el espacio para la economía privada y se cree una clase de pequeños capitalistas que puedan ser decisivos a la hora de enterrar en un futuro más o menos próximo los aspectos más positivos de la construcción socialista cubana. Me preocupa que Cuba tome de ejemplo a China y se reproduzcan en las islas las desigualdades sociales que estamos viendo en el gigante asiático. También sé de los ideales de Martí y la importancia histórica de Fidel al que conozco por sus obras, artículos y entrevistas. Pero debería tener más información para poder pronunciarme sobre su saldo histórico.
-De lo leído sobre tu libro, las tesis que maneja y los resultados que recoge de tus investigaciones sobre el videoclip y las industrias culturales hegemónicas, se deduce la importancia de su «reproducción» en toda la «aldea global»; sin embargo infiero un «valor agregado» en nuestro contexto, en un país como el nuestro empeñado y necesitado de construir «otra» cultura hegemónica, anticapitalista, humanista y liberadora. ¿Lo ves de ese modo?
-Totalmente. Creo que se deberían de realizar estudios sobre el a veces diálogo y otras veces lucha que se produce entre la producción del videoclip cubano y el videoclip mainstream de manufactura estadounidense. He visto algunos videoclips cubanos maravillosos, donde el aspecto y la validez artística era un valor fundamental por encima de su validez como mercancía cultural o como reclamo para la venta de otras mercancías. Si el espacio para la reproducción del capital sigue avanzando en Cuba, por los errores o las imposibilidades de la construcción socialista en una isla circundada por un océano de capitalismo, estos videoclips tenderán a desaparecer y otros más zafios totalmente alejados de los valores humanistas y socialistas (llenos de nihilismo y cosificación de la vida humana) seguirán avanzando como ocurre en el mundo capitalista en general. Y esto será terriblemente peligroso para las futuras generaciones.
-¿Cuáles de tus tesis destacarías, o crees más necesarias para «afinar», o hacer efectiva -a nuestros intereses políticos- la producción, la recepción crítica y el consumo de audiovisuales en Cuba Socialista, «subdesarrollada» y a 90 millas del mayor Imperio de las industrias culturales en el planeta?
-Sin duda alguna destacaría la necesidad y las posibilidades de crear una Industria Cultural Contrahegemónica, es decir, una Industria Cultural Socialista. Es lo que hago en el último capítulo del libro. Sería una industria cultural lo suficientemente amplia para que cupiesen cuantas más voces y melodías mejor, pero lo suficientemente coherente y consciente como para enfrentar la afrenta antihumanista y degradante propia de la producción del videoclip mainstream, la punta de lanza de la conquista cultural de los jóvenes por el capitalismo internacional.
-¿Y cuáles pudiesen ser las estrategias? ¿Producir audiovisuales contrahegemónicos? ¿Tendríamos la capacidad de «competir»? ¿Prohibir, bajo regulaciones refrendadas o preceptos éticos consensuados? ¿Seleccionar del todo lo menos dañino y/o promover solo lo mejor o que más se aviene con nuestros valores? ¿Preparar o capacitar a los «consumidores» de estos productos?
-Desde luego financiar decididamente, como prioridad política en la lucha de clases cultural, producciones contrahegemónicas que entroncaran con los valores humanistas y socialistas, es decir, con lo mejor del ser humano ilustrado en el siglo XXI. Además, debería de realizarse sin perder de vista su vocación mayoritaria y para ello se debería hacer un análisis para ver dónde está el nivel medio después de años de degradación cultural y musical capitalista. Además, habría que empoderar en el alfabetismo audiovisual a los jóvenes y no tan jóvenes para enseñarlos a «leer» y «escribir» con imágenes, para hacerlo más fuertes a las embestidas alienantes del videoclip mainstream controlado por el gran capital. La prohibición no sería el camino a mi modo de ver, bastaría con no financiar con dinero público estas producciones. Por supuesto, desde el mundo capitalista todavía se realizan producciones de valor estético y/o humanístico resaltables, pero cada vez son más minoritarias desde el mainstream y encuentran su hábitat en los llamados nichos de mercado (donde habitan géneros rentables para minorías culturales distintas a las mayorías que consumen el mainstream musical, es decir, el pop sintetizado actual).
-Como fiel heredero del pensamiento martiano, el recientemente desaparecido líder de la Revolución Cubana, Fidel Castro, defendió e integró en su accionar revolucionario la tesis de que «Una Revolución solo puede ser hija de la cultura y de las ideas»; denunció en varias ocasiones la agresión cultural a la que estaban sometidos los países del tercer mundo con el propósito imperial de destruir sus identidades nacionales; fue promotor aquí del libro de Ignacio Ramonet «Un delicioso despotismo» que comparte algunas tesis de tu libro y, además, ante el derrumbe del «campo socialista» y sus consecuentes secuelas para Cuba, planteó que la cultura era lo primero que había que salvar. ¿De qué modo podríamos integrar estas ideas en la estratégica batalla en el campo cultural a la que nos hemos referido durante toda la entrevista?
-Pues primero que todo, tomándonos muy en serio la cultura, no sólo como el más alto y digno producto del trabajo humano -como bien defendía un socialista muy conocido en Cuba, el español-mexicano Adolfo Sánchez Vázquez-; sino también como el terreno donde se crea la conciencia política y por tanto el núcleo de la (posible) lucha de clases (consciente). O lo que es lo mismo, el terreno donde se comenzará a dirimir si la esperanza socialista es factible o no frente la barbarie civilizatoria que engendra el capital y que todavía nos tiene reservada.
Fidel era un hombre muy inteligente y en este sentido, por lo que cuentas, estaba al tanto de la importancia de la cultura en la batalla política. Sin embargo, no soy un defensor a ultranza de las «identidades nacionales» (y es algo que critico mucho en la izquierda actual), porque las mismas son el resultado de un determinado estadio del desarrollo histórico de la cultura homínida. Glorificarlas sería antidialéctico y querer petrificarlas ir contra el desarrollo histórico, contra el (muy denostado por los posmodernistas) progreso. A medida que el mundo se hace más pequeño, el mercado mundial alcanza todas las dimensiones de nuestra vida diaria (pues nos nutrimos de productos y servicios -también culturales- realizados en todo el orbe). No hay que tener miedo a la mundialización de las ideas que el capitalismo permite hasta cierto punto, si no llevarla a un nuevo nivel donde la democracia de los pueblos de la sociedad-mundo (en construcción) decida qué servicios y productos desean consumir. Algo que actualmente dictan los oligarcas que controlan la Dictadura cultural del capital que es la Dictadura del Videoclip, pero no solo se reduce a ella, sino que abarca toda la producción de las industrias culturales trasnacionales regidas por los intereses económicos e ideológicos de la burguesía dirigente.
-Bueno esto sería un buen inicio para otro debate más largo… Por último, ¿Qué textos o autores les recomendarías a un joven revolucionario cubano que decida acompañarnos en esta guerra contra la dominación cultural a través de los videoclips, los videos juegos, por solo mencionar dos de sus más poderosas armas?
-Sinceramente hay muy pocos que traten estos temas con la seriedad requerida, menos desde una perspectiva contrahegemónica (ya no te digo socialista o marxista). A estos jóvenes revolucionarios les recomendaría que empezaran por mi libro y si quisieran profundizar en los aspectos teóricos leyeran los capítulos dedicados a este tema en mi tesis doctoral Industrias culturales y juventud en el sistema-mundo. El videoclip mainstream como mercancía y como reproductor de ideología (la cual se puede descargar gratis en la red). En ella realizo un compendio de autores materialistas de diversas disciplinas (Antropología, Psicología, Comunicación, Economía Política, etc.) para dar los primeros pasos hacia la construcción de una perspectiva de análisis audiovisual marxista. Algo inexistente hasta la fecha. Autores importantes para el inicio de esta síntesis fueron además de Marx, Engels y Gramsci, Vigotsky, Rossi-Landi, Dallas Smythe, David Harvey o Terry Eagleton. Pero hay muchos más. Algunos son autores clásicos de la Comunicación como Walter Lippmann, Armand Mattelart o Manuel Castells. Clave fue también la importancia de los diferentes tiempos históricos de Braudel en conjunción con los últimos avances de la psicología evolutiva y la antropología sexual modificada con los cambios de nuestra sociedad-mundo conectada gracias a Internet por la tecnología satelital y los superordenadores.
-Gracias, Jon, en nombre de los que luchamos en Cuba por un mundo mejor. Ah, y ¡Hasta la victoria siempre!
Gracias a ti y un fuerte abrazo para todos los socialistas de corazón que luchan desde la Isla por un futuro mejor: para su país y para este maltrecho mundo que está condenado, afortunadamente, a ser de todos.