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Entrevista con Albert Recio Andreu (I), economista crítico

«Esta crisis está intrísecamente asociada a las enormes fosas tectónicas que ha creado el neoliberalismo y a la insensatez de sus políticas bendecidas durante años por reconocidos expertos«

Fuentes: Rebelión

Albert Recio Andreu es economista, profesor de la Facultad de Económicas en la Universidad Autónoma de Barcelona, conferenciante documentado, maestro de varias generaciones, autor de numerosos ensayos y artículos en revistas especializadas, colaborador de mientras tanto y, por si fuera poco, un admirable activista social que lleva tras de sí 30 años de tenaz militancia en la Asociación de Vecinos de Nou Barris, un barrio obrero de Barcelona. Además de ello, Albert Recio es un curtido y experto montañista.

Empecemos si te parece por la crisis y su causa o sus causas

Creo que no hay una sola causa de la crisis actual, aunque algunos factores pueden tener una mayor incidencia coyuntural o actuar como mecanismos de transmisión de la crisis. Hace ya bastantes años Lester Thurow caracterizó en «El futuro del capitalismo» a la economía dominante como una sociedad asentada sobre importantes fosas tectónicas. Como saben todos los habitantes del planeta se pueden vivir muchos años sobre una fosa sin que pase nada, pero cuando esta se pone en movimiento el resultado puede ser terrible. Si se advierte en perspectiva el período neoliberal ha estado lleno de movimientos sísmicos y ha generado millones de víctimas en forma de desempleo masivo, pobreza, inseguridad económica y desastres ambientales. En algunos casos estos afectaron especialmente a regiones periféricas o semiperiféricas y se achacaron a la impericia y la corrupción de sus gobernantes (fuera en Latinoamérica, el Sudeste Asiático o Rusia) pero en años recientes ya se habían sucedido avisos del tipo burbuja de los punto.com, crisis de las empresas de contabilidad creativa   (Enron,   World Com…) y, ahora el de las hipotecas subprime.

Detrás de estos sucesos subyacen características estructurales del modelo neoliberal que tienen dimensiones diversas. De una parte la financiarización de la economía, puesta de manifiesto por numerosos autores, que ha supuesto en parte una mayor presión sobre la economía real y ha favorecido una mayor orientación de los inversores hacia las actividades especulativas (la pseudo utopía del enriquecimiento súbito).

Perdona Albert. ¿Y qué ha supuesto esa liberalización financiera?

La liberalización financiera ha supuesto varias cosas a la vez: libertad total de movimientos de capitales, posibilidad de crear empresas financieras fuera del control público, posibilidad de creación de activos financieros «derivados» (creados a partir de activos financieros «reales» como las hipotecas o los créditos bancarios), normas contables más laxas, sustitución parcial de la regulación pública por regulaciones mercantiles (como es el caso de las agencias de evaluación de riesgos). También ha supuesto cambios importantes en la financiación privada de las grandes empresas, con un recurso menor a la autofinanciación basada en los beneficios no repartidos y una mayor dependencia de la bolsa y el crédito obtenido en estos nuevos intermediarios financieros. Esto, por un lado, les ha permitido desarrollar políticas agresivas de crecimiento mediante la compra de empresas que se pagaban con endeudamiento (apalancamiento) y ampliaciones de capital, pero por otra les obligaba a dedicar una parte mayor de sus excedentes al pago de dividendos (y por tanto a la descapitalización). Uno de los efectos más perversos de todo este proceso ha sido la fijación de incentivos a los grandes directivos en función de la cotización en bolsa (stock options y otras modalidades parecidas): podían enriquecerse fácilmente si conseguían aumentar la cotización de la empresa en bolsa a corto plazo, aunque a menudo ello se conseguía con trucos contables o con la descapitalización a largo plazo. Todo este entramado financiero ha generado una enorme inestabilidad, como indican las diferentes crisis financieras, locales o globales, que han tenido lugar en los últimos años. Se ha ido sembrando un campo de minas que podía acabar estallando en forma de «traca» como ha ocurrido en los últimos meses.

Pero tú mismo has señalado también que esta crisis podría concebirse también como una crisis de subconsumo.

Sí, en parte puede verse como una expresión particular de una crisis de subconsumo. El crecimiento de los últimos años se ha basado en una contradicción flagrante: una clara tendencia a la moderación salarial por una parte y una necesidad de consumo compulsivo por la otra. Esta contradicción en otras épocas hubiera frenado el crecimiento en plazos más cortos, pero la existencia de un desarrollado sistema financiero ha permitido retrasar el problema mediante el recurso al endeudamiento masivo de la población. Aquellos países que han actuado como locomotoras del crecimiento son los que tienen poblaciones más endeudadas. Al final el endeudamiento tiene un límite y bastan una serie de sucesos para generar una crisis del consumo.

La otra cara del subconsumo ha sido la sobreacumulación sectorial, especialmente en el sector inmobiliario. Este es un sector que, como recordó recientemente David Harvey, siempre suele estar en el meollo de las crisis. La vivienda es una necesidad, pero también un activo de inversión. Y, dadas las características de su mercado, un sector donde la especulación florece con facilidad. En la fase actual sin duda el sistema crediticio ha jugado un papel central en esta expansión, no sólo dando créditos a gente con escasos recursos monetarios (la demanda) sino especialmente a los promotores inmobiliarios (la oferta). Esta facilidad crediticia ha favorecido la especulación y el crecimiento desaforado de los precios de la vivienda. Al final este crecimiento de precios ha sido insostenible no sólo para la gente más pobre, sino también para los que simplemente querían cambiar de vivienda (la tradicional «cadena» que alimenta muchas transacciones) al ampliarse el diferencial de precios entre diferentes tipos de vivienda. La euforia constructora es fácilmente explicable si uno se atiene a las enseñanzas de los mejores maestros. Desde Marx sabemos que las decisiones descoordinadas de los empresarios a menudo se traducen en sobreproducción en algunos sectores («las crisis de «desproporción»). Con Keynes aprendimos el carácter ciclotímico de los procesos de inversión capitalista y como en los momentos de euforia todo el mundo invierte y el éxito de las inversiones iniciales refuerza la euforia (el mecanismo del «acelerador»). Al final cuando la desproporción es evidente y la euforia se apaga el proceso se revierte y se entra en una recesión generalizada. Lo que ahora algunos están descubriendo con pavor, la onda recesiva que experimentan diferentes sectores y países, lo que algunos periodistas ya califican de recesión «mutante», no es más que el funcionamiento esperable de los mecanismos del multiplicador y acelerador que todo aprendiz de economista debería conocer.

Pero otros aspectos también han irrumpido en esta crisis: fuerte incremento del precio del petróleo, igualmente de los alimentos básicos…

En el desenlace de la crisis, a principios del 2008, hizo aparición otro elemento contradictorio: el alza de las materias primas (agrícolas, petróleo, minerales). Un retorno a la crisis de los 1970s con características especiales. Cuando la economía aún no había llegado al desplome y la demanda mundial era alta el crecimiento de los precios posiblemente reflejaba un exceso de demanda ante una oferta relativamente «rígida». Creo que en parte ello refleja de algún modo la relación entre crisis ecológica y crisis económica. La economía capitalista (y no sólo ella, como por desgracia nos recuerda la pasada historia soviética) funciona con desconocimiento de las bases naturales que la sustentan. En gran medida consigue traspasar sus efectos a la sociedad (contaminación, etc.) o a las generaciones futuras. Pero en algunos casos no puede eludir la factura. El agotamiento creciente de recursos naturales no reproducibles es el caso más evidente. Por esto en cualquier previsión de futuro hay que considerar un alza progresiva del precio del petróleo. Ya hace años que sabemos que el modelo de vida occidental era imposible de expandir a escala mundial. Han bastado unos años de crecimiento en China y la India y la generación de un volumen suficiente de capas medias con modelos de consumo a lo europeo (o a lo japonés para generar tensiones en los precios. La opción norteamericana de sustituir el petróleo por los biocarburantes (una opción altamente rentable para el agro business que ha encontrado ahí una vía para obtener suculentas subvenciones) ha servido para trasvasar estas tensiones a los mercados alimentarios. Seguramente en las alzas desmesuradas de precios que se vivieron a principios de año jugó también el desvío de las inversiones especulativas desde los mercados financieros tradicionales a los mercados de materias primas. Una respuesta «excesiva» en la que una vez más se pone en evidencia la forma desmedida con la que suelen actuar los inversores financieros.

¿Y no se ha producido un incremento del impacto de estas situaciones que describes por la actuación de otros factores complementarios tradicionales?

Quizás la subida de los precios de estos productos no habría tenido un efecto tan dañino si no se hubiera combinado con otro factor: la política monetaria. En el esquema neoliberal la lucha contra la inflación pasó a ser el objetivo principal y casi único de la política monetaria. La prueba es el modelo de Banco Central Europeo al que se le encomendó un objetivo único: luchar por la estabilidad de precios. Y para lo que cuenta con un solo mecanismo: aumentar los tipos de interés de los préstamos que realiza a las entidades financieras. Se sabía, cualquiera que analice las series lo puede observar, que el aumento de los precios en los dos últimos años era el crecimiento sostenido de los productos primarios. Lo más lógico para frenar esta subida debiera ser algún tipo de reforma «estructural» que redujera su demanda (lo que hace años lleva propugnando el movimiento ecologista). Pero la única respuesta pensable en el actual diseño de la política económica, especialmente en el caso de la Unión Europea, es aumentar los tipos de interés. Un alza que afecto al coste del endeudamiento de empresas y personas, que durante un tiempo sobrevaloró el euro (con la consiguiente pérdida de mercado exterior) y   que sin duda contribuyó al desenlace de la crisis, amplificando sus efectos.

Pero, en todo caso, ¿cuál sería el núcleo esencial de esta crisis económica?

Como en otras muchas ocasiones, han intervenido elementos diversos- de «economía real», de «economía financiera» y de crisis ecológica en la formación de lo que parece ser una crisis de tamaño descomunal y que está generando costes sociales brutales. Pero es indudable que el núcleo de esta crisis, sus aspectos cruciales, están intrínsecamente asociados a las enormes «fosas tectónicas» que ha generado el neoliberalismo y a la insensatez de sus políticas bendecidas durante años por «reconocidos teóricos y expertos». Por esto la respuesta necesaria a esta crisis exige tanto movilizaciones sociales como buenas dosis de pensamiento analítico.

Dejemos estos temas, si te parece, para la siguiente entrega.