Los últimos teatros simultáneos de «acciones ciudadanas» en Centro América neoliberal y en la Suramérica posneoliberal tienden a confundir a «actores» y espectadores, incluso a los/as de «pensamiento progresista». Sin desparpajo, en Tegucigalpa (Honduras), como en la ciudad de Guatemala, los embajadores norteamericanos estuvieron protestando, en medio de las multitudes que ocupaban plazas y calles, […]
Los últimos teatros simultáneos de «acciones ciudadanas» en Centro América neoliberal y en la Suramérica posneoliberal tienden a confundir a «actores» y espectadores, incluso a los/as de «pensamiento progresista».
Sin desparpajo, en Tegucigalpa (Honduras), como en la ciudad de Guatemala, los embajadores norteamericanos estuvieron protestando, en medio de las multitudes que ocupaban plazas y calles, en contra de los gobiernos neoliberales corruptos. Ambos embajadores arengaron (desde los medios corporativos) y cofinanciaron (mediante USAID) las multitudinarias protestas citadinas con la finalidad de re estabilizar social y políticamente la región para la continuidad del régimen neoliberal, y desactivar/desinflar cualquier posibilidad de articulación de las resistencias comunitarias frente al despojo neoliberal. Aunque en dichas acciones colectivas hubo actores conscientes que, ahora, no saben cómo explicar lo ocurrido.
En la contienda geopolítica (Norte versus Sur), Centro América se constituye en la frontera viva geoestratégica cuyo destino presagiaría el resultado de esta contienda. El Gobierno de los EE.UU. sabe que éste «su territorio de enclave» está en juego. Además, sabe que el enemigo interno regional a sus intereses ya no es el comunismo de antaño, sino los movimientos indígena-campesinos en defensa de sus territorios que, inspirados en los idearios emancipatorios de UNASUR-CELAC, podrían disputarle el poder político a sus predilectas oligarquías nacionales en Centro América neoliberal.
Por eso, esta vez, alternó por la «vía pacífica» apaciguar los ánimos caldeados de la indignación creciente.
En Guatemala se re estabilizó el régimen neoliberal mediante las urnas
En el caso de Guatemala, la aplicación del libreto norteamericano de la citadina «revolución de colores» fue espectacular: Instaló en el imaginario citadino que Otto Pérez-Roxana Baldetti (gobernantes neoliberales tan corruptos como el CACIF y la oligarquía nacional) son los «demonios» en persona.
Luego, convocó-movilizó multitudes para «destituir/encarcelar» a estos demonios. Y, una vez que la bronca colectiva activada llegó a su cúspide, sublimó esta energía popular de indignados/as en la catarsis de las urnas para «elegir» a otra pesadilla corrupta y neoliberal igual o peor que la anterior.
Ahora, en las plazas, recientemente ocupadas por las multitudes de indignados, flamean sosegados gigantescos estandartes del bicolor nacional como signo de que todo volvió a la calma y la normalidad. Aunque los secuestros y asesinatos selectivos contra defensores/as comunitarios de derechos y de territorios continúan sin pausa en el país.
En Honduras se busca la re-estabilidad del régimen mediante la OEA
Si en Guatemala, se «logró» la re-estabilidad-gobernabilidad neoliberal mediante un proceso electoral cofinanciada por la USAID, en Honduras el epílogo de la «revolución de colores» parece ser un tanto diferente.
Para la mala suerte de los gringos, el golpe de Estado político-militar del 29 de junio del 2009 (permitido por el gobierno norteamericano) produjo el bumerán de una inédita resistencia popular (articulados en el Frente Nacional de Resistencia Popular) que para el 2013 este actor social se convirtió en la segunda fuerza política del país (partido político Libertad y Refundación Libre). Y amenaza, en las siguientes elecciones nacionales (2017), «anexar» a Honduras al proyecto de los insubordinados del ALBA-gobiernos progresistas del Sur.
Por ello, en Honduras, el epílogo de la citadina «revolución de colores» no fue vía proceso electoral (porque saben que el partido Libre derrotaría a la oligarquía y a la Embajada en elecciones anticipadas) sino mediante la estratégica mediación de la Organización de los Estado Americanos (OEA, a pedido de la élite política nacional corrupta) para volver a la tranquilidad y calma neoliberal.
En ambos casos, en Guatemala y Honduras, el Gobierno norteamericano financia y financiará la «lucha contra la corrupción» para volver a la tranquilidad neoliberal, fortalecerá al sector de la sociedad civil servil, y tratará de aniquilar a los movimientos sociales que luchan por las transformaciones estructurales.
Desestabilizar a los gobiernos progresistas del Sur para recuperar la hegemonía euronorteamericana
Mientras se exorciza a Guatemala y a Honduras del inevitable surgimiento de indeseados sujetos sociopolíticos insumisos, y reinstaura en la región la gobernabilidad neoliberal, en Venezuela, Ecuador, Bolivia, Argentina, Brasil, Nicaragua, etc., los mismos sectores y actores (mediante sus ONG, iglesias, partidos políticos, relacionistas públicas, analistas, periodistas, centros académicos, etc.) emprenden una guerra sin cuartel para desestabilizar a los gobiernos progresistas.
Desde los medios masivos de información se intenta desprestigiar a estos gobiernos acusándolos de «autoritarios», «dictadores», «antidemocráticos», etc., Aunque en estos países hay más mecanismos de participación democrática que en toda Centroamérica y los EEUU. juntos. La economía se democratiza hacia las capas populares mediante la redistribución de las ganancias. La educación superior y la ciencia se universalizan como nunca en la historia latinoamericana. Incluso países como Ecuador le apuestan no únicamente al cambio de la matriz del desarrollo, sino también al cambio de la matriz cognitiva.
Pero, con estos y otros históricos impactos positivos en beneficio de los «parias» de las repúblicas bicentenarias, las minorías acostumbradas a los privilegios y/o al servilismo euronorteamericano no dan tregua en sus acciones desestabilizadoras. Incluso actores y agentes de la clase media progresista («intelectuales») frecuentan hacia Centroamérica neoliberal para difamar y desinformar sobre los gobiernos progresistas del Sur, como si en estos lares ignorásemos lo que está ocurriendo en otras partes del mundo.