Larry Summers, anterior secretario clintoniano del Tesoro, anunció la inminente recesión en Estados Unidos; da igual si se trata de una severa desaceleración, el efecto adverso será similar para el «México neoliberal». El fantasioso Felipe El Breve pretende sortear la «tormenta perfecta» que se avecina mediante su férreo control multimediático de corte totalitario, la militarización […]
Larry Summers, anterior secretario clintoniano del Tesoro, anunció la inminente recesión en Estados Unidos; da igual si se trata de una severa desaceleración, el efecto adverso será similar para el «México neoliberal».
El fantasioso Felipe El Breve pretende sortear la «tormenta perfecta» que se avecina mediante su férreo control multimediático de corte totalitario, la militarización fascistoide y sus campañas mercadotécnicas fastidiosas que solamente creen los cándidos, los desinformados y a quienes conviene a sus intereses.
El inmaduro Felipe Calderón, quien todavía no es apto para gobernar un país como México, menos en la presente coyuntura, no exhibió resultados tangibles en sus nueve meses de incierta cuan lúgubre gestión. En una evaluación rigurosa, todos los rubros son notoriamente negativos, desde la seguridad y la migración, pasando por las finanzas y el empleo, hasta la ingobernabilidad y la reforma apremiante del Estado (que incluye la abolición del fraudulento y fétido Instituto Federal Electoral), sin contar la deliberada debacle petrolera.
El único punto a su favor es la reconstrucción de las relaciones con Latinoamérica, después del desastre en que las dejaron Jorge Castañeda Gutman, el peor canciller de la historia moderna mexicana, y Vicente Fox, el destructor de la incipiente democracia y la riqueza petrolera. Pero la reconstrucción de las relaciones, que buscan su legitimación en Latinoamérica (ausente en su caótica toma de posesión militarizada), es insuficiente para salvar a Felipe Calderón de su arrinconamiento multidimensional, del que no se sale con arranques furibundos a los que suele ser proclive.
Al contrario, el brujo-aprendiz y mendaz Felipe Calderón, en su clásico estilo rijoso y locuaz como Vicente Fox (ambos, a final de cuentas, panistas medievales), se refocila en poder sortear los «vendavales del norte».
Pronto será una vez más desmentido (por desgracia, con un alto costo para el país), cuando los factores exógenos del estallido de la «burbuja Greenspan» lo reduzcan en su verdadera dimensión exigua y, quizá, hasta lo eyecten de Los Pinos, donde está haciendo sus pininos.
No solamente están quebrados los apostadores de «instrumentos financieros exóticos», es decir, la parasitaria plutocracia bancaria de Wall Street, sino también su casino: la Reserva Federal, y el gobierno bushiano.
Ahora Moneynews.com (28/08/2007) nos informa a destiempo que el «principal problema de la deuda hipotecaria es que está oculta (¡súper-sic!)».
El problema no consiste en si la Reserva Federal puede rescatar a la banca insolvente que prohijó, sino más bien en quién salvará de las hogueras del infierno al casino centralbanquista-alquimista y a su gobierno bushiano totalmente quebrado, como habían señalado pulcramente hace un año la Reserva Federal de San Luis y Laurence J. Kotlikoff (ver Bajo la Lupa, 19/07/2006) y que ya habíamos prevenido desde el 15/11/2004.
El imprescindible Ambrose Evans-Pritchard (The Daily Telegraph, 28/08/2007) apunta que Larry Summers «advirtió sobre el riesgo de algo mayor a lo visto después del 11/9» y que Estados Unidos se encaminaba hacia una recesión. El ex secretario clintoniano del Tesoro, además de misógino en su etapa ejecutiva en la Universidad de Harvard, alertó que sería «muy (sic) prematuro juzgar que la crisis haya concluido (…) Diría que los riesgos de recesión son ahora mayores que cualquier periodo desde el 11/9».
Alrededor de 2.2 billones de dólares de papel comercial de Estados Unidos se encuentran prácticamente en quiebra, mientras John Bogle, fundador de Vanguard y ultrafanático del «mercado», admite a regañadientes en CNBC (29/08/2007) que existía ahora 75 por ciento de probabilidad de una recesión en Estados Unidos.
El jefe de la sección económica de The Financial Times (28/08/2007), Martin Wolf, uno de los mayores fanáticos de la desregulada globalización financiera de la parasitaria plutocracia neofeudal, reclama que los «bancos centrales no deben rescatar a los locos (¡súper-sic!)». Es cierto: a los «locos» se les trata, no se les rescata. Se nota que nunca aconsejó a los todavía más vesánicos cordobistas Ernesto Zedillo y Guillermo Ortiz Martínez sobre el demencial Fobaproa/IPAB que hundió a México.
Aduce que «esta vez los genios (sic) parecen haber creado la ‘crisis de los limones’, según el ensayo aplaudido de George Akerlof, laureado Nobel de Economía», publicado en Quarterly Journal of Economics (1970), que puede desembocar en la «desaparición entera (¡súper-sic!) del mercado», debido a la «asimetría de la información».
Wolf, uno de los mayores apologistas de la desregulada globalización financiera, tardíamente se percata de que el mercado de los derivados constituye «armas financieras de destrucción masiva», como los había calificado Warren Buffett. Considera que el rescate de la Reserva Federal puede «casi (sic) nacionalizar el sistema financiero». ¿Cuál «casi», si los entes dizque privados y subsidiados, es decir, parasitarios, quebraron y han sido rescatados con fondos públicos de los ciudadanos, quienes siempre resultan los grandes perdedores de esta nueva tiranía financiera posmoderna?
La calamidad de los bancos centrales del G-7 es que se convirtieron en pepenadores de la inmundicia financiera global que crearon. En pleno pánico, los inversionistas han corrido en estampida a refugiarse en los Bonos del Tesoro de Estados Unidos. La molestia de los pánicos es que pueden provocar infartos masivos al miocardio cuando ya ninguna inversión será redituable. ¿Vale la pena poner en riesgo su propia vida? Pues sí: para los «locos» del «mercado», la codicia puede más, porque se creen inmortales.
Para Wolf la «dificultad no radica en la ausencia de liquidez generalizada» ni en una «crisis generalizada de los empréstitos», sino en una «crisis en el mercado por los limones financieros», en alusión a la tesis de Akerlof.
Todas las tesis académicas, muy sesgadas y parciales, que hasta ahora han sido escritas sobre la «burbuja Greenspan», ocultan la realidad geopolítica detrás de la creación de los derivados durante el unilateralismo unipolar estadunidense, mediante los cuales se apoderó durante casi dos décadas de las joyas estratégicas de los países valetudinarios: el «caso México» y el «efecto tequila» desencadenado por Goldman Sachs, que desembocó en la captura de la banca nacional. Y esto nadie lo está diciendo.
Porque los «locos del mercado» de Wolf tampoco son tan suicidas y esperaban capturar la riqueza petrolera de Irak con el óptimo método de los derivados financieros. Pero 20 mil guerrilleros sunitas de la antigua Mesopotamia les echaron a perder su «juego» al propinarle una severa derrota militar a la dupla anglosajona. Allí, a nuestro humilde entender, se escribió uno de los principales capítulos sobre el destino de los derivados y el «mercado de los locos».
El mayor problema no es fiscalista ni monetario, sino filosófico: versa sobre la naturaleza del sistema capitalista que se convirtió en una invisible dictadura financierista de la parasitaria plutocracia bancaria del G-7 y que ya no puede ser sostenida por su otrora poderosa maquinaria bélica. Lo demás es literatura barata.