El descaro del poder político global ha llegado al extremo de que lo que antes negociaban a puertas cerradas, ahora lo hacen ante los ojos de todos y a plena luz del día (en vivo y en directo por todos los medios de la alianza de las corporaciones). O perdieron la perspectiva (el hambre insaciable […]
El descaro del poder político global ha llegado al extremo de que lo que antes negociaban a puertas cerradas, ahora lo hacen ante los ojos de todos y a plena luz del día (en vivo y en directo por todos los medios de la alianza de las corporaciones). O perdieron la perspectiva (el hambre insaciable de la bestia) o piensan que somos más tontos que antes. En todo caso, desde los subterráneos, debemos aprovechar la oportunidad para enfocar los niveles de la comunicación popular hacia la comprensión del actual momento histórico (de significativa importancia). No olvidemos que aún son más los creyentes (que duermen convencidos de que el capitalismo es el destino) que los intérpretes críticos del guión establecido.
Sea en foros (como el de Davos), en cumbres (cualquiera) o directamente en los espacios mediáticos, los políticos conservadores muestran sus colmillos sin el menor reparo. La lógica de su doctrina les hace creer que es normal «rendir cuentas a los mercados». Y nos presentan el show segundo a segundo (y en voz alta y con rostro muy serio): Bruselas y su ranking de países confiables (que hace temblar a la política local de Portugal, Grecia y España cada vez que les bajan la nota); Tony Blair y su reafirmación invasora; Berlusconi y su bufonada; las agencias de riesgo y sus «bonos basuras». El aplauso del público sería tan miserable como la indiferencia.
El observador ya no necesita leer entre líneas (este artículo incluso es una oda a lo obvio). Es la mala historia de unos dirigentes que entregaron la política y aceptaron el papel de asistentes de un poder que, como el económico, no se elige con votos de las mayorías. Los títeres de la mala comedia expresan sin reservas la verdadera razón de su función «pública»: cuidar la paciencia (y el colesterol) del sector financiero. En Europa, por ejemplo, el asunto resulta dantesco: los jefes de estado en lugar de dirigirse a la sociedad se dirigen a los mercados.
Las constantes crisis que se inventa el capitalismo para mutar a estados superiores de dominio pueden estar llegando a un escenario distinto. Quizá, en ese vuelo ambicioso, el sistema termine estrellado en un callejón sin salida (no será hoy, pero será en este siglo). El relato del chantaje (democracia es igual a libertad) se desinfló en la carrera. Muchos factores importantes se están moviendo en los subterráneos del planeta. El monstruo (que secuestró la calle) ya no realiza negocios de espalda a los pueblos. Las puertas del casino público están abiertas. Dependerá de nosotros determinar los niveles de observación y de movilización que nos permitan la entrada.
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