I PARTE Marxist.com publicó recientemente un artículo procedente de La Habana escrito por Celia Hart y titulado: «El socialismo en un solo país» y la revolución cubana: Una contribución desde Cuba. Este artículo tiene una gran significado porque su autora, hija de dos dirigentes muy conocidos de la Revolución Cubana, pide una discusión sobre el […]
I PARTE
Marxist.com publicó recientemente un artículo procedente de La Habana escrito por Celia Hart y titulado: «El socialismo en un solo país» y la revolución cubana: Una contribución desde Cuba. Este artículo tiene una gran significado porque su autora, hija de dos dirigentes muy conocidos de la Revolución Cubana, pide una discusión sobre el papel de Trotsky y sus ideas. Este artículo provocó inmediatamente una controversia internacional. Este era precisamente el objetivo de la autora y, por lo tanto, se puede decir que en su intención ha tenido éxito.
Un debate serio dentro de los partidos comunistas sobre las ideas de León Trotsky, el hombre que, junto con Vladimir Ilyich Lenin, dirigió la Revolución de Octubre en Rusia, es algo que debía haberse producido hace mucho tiempo y no sólo en Cuba. No se tiene porque estar de acuerdo con cada punto y coma del artículo de Celia para estar de acuerdo en esto. Pero un debate serio exige un grado de honestidad. No importa lo que uno piense sobre el artículo de Celia si éste fue escrito con honestidad. Pero no se puede decir lo mismo de algunos de los artículos que se han escrito para responder al suyo.
La popular página web española de izquierdas Rebelión publicó un artículo firmado por Israel Shamir: Sobre «El socialismo en un solo país» y la Revolución Cubana – Aportación desde Cuba de Celia Hart, que es un ataque venenoso contra Celia Hart y una defensa totalmente acrítica de Stalin y el estalinismo. Shamir nos asegura que el estalinismo es sinónimo de comunismo. Francamente, se trata de una afirmación escandalosa y una calumnia contra el comunismo.
Stalin asesinó a más comunistas que Hitler, Mussolini y Franco juntos. Destruyó el Partido Bolchevique de Lenin y asesinó a sus dirigentes. Trotsky fue el último superviviente. Continuó luchando por las verdaderas ideas y tradiciones de Lenin y la Revolución de Octubre. Por eso Stalin tuvo que asesinarle, lo mismo hizo con la mayor parte de su familia y con muchos de sus colaboradores y compañeros.
Es fácil, por supuesto, escribir mentiras y calumnias. Esta «hazaña» se puede conseguir en pocas líneas. Pero no es tan fácil dar una respuesta política a tales calumnias. Para rebatir una mentira es necesario aportar una prueba documental. Esto requiere tiempo y espacio. El calumniador, por otro lado, no tiene escrúpulos. No le hace falta presentar evidencias para sus mentiras. Sólo las afirma como si fueran una verdad incuestionable. Este fue el mismo método que envió a millones de personas a las prisiones y campos de trabajo de Stalin. La palabra de un delator era más que suficiente.
Los delatores nunca serán buenos revolucionarios y el marxismo (como también cualquier abogado competente) exige siempre una prueba para cualquier acusación. Pero esta prueba no se podrá encontrar en ninguno de los artículos que pretenden «responder» a la compañera Celia. Se buscará en vano a través de toda esta masa de letras, citas, datos, hechos o estadísticas. No se aprenderá absolutamente nada sobre la Revolución Rusa o la historia del bolchevismo, sobre la vida y las ideas de Lenin y Trotsky. Y llegados a este punto, tampoco se aprenderá nada sobre Stalin.
Hay un refrán español que me viene a la mente al leer este tipo de cosas: la ignorancia es atrevida. Shamir y otros como él ignoran totalmente la historia del bolchevismo y la Revolución Rusa. Divulgan mitos y cuentos de hadas inventados hace mucho tiempo y que hace ya quedaron en evidencia gracias a la investigación histórica seria. Pero este hecho no preocupa en lo más mínimo a los calumniadores. Escriben con el espíritu de Goebbels quien decía que si deseas engañar a las personas, debes pensar una gran mentira y repetirla muchas veces, finalmente comenzarán a creérsela.
Uno de los mitos repetido incansablemente es la historia de Stalin como un «gran líder bélico». Stalin se supone que salvó a la URSS en la guerra contra Hitler. Pero ocurrió exactamente lo contrario. Con su política criminal durante los años previos a la guerra, Stalin situó a la URSS ante un terrible peligro y casi provocó su destrucción. Su flirteo con Hitler dejó a la URSS totalmente desprevenida ante la guerra y cuando Hitler finalmente invadió en el verano de 1941, millones de tropas soviéticas fueron rodeadas y tomadas prisioneras o asesinadas. Los planes de la fuerza aérea roja quedaron destruidos sobre el terreno.
En este momento, el «gran líder bélico» aterrorizado y desesperado estaba en su dacha a las afueras de Moscú, y allí dijo a los que le rodeaban: «Todo lo que construyó Lenin ha sido destruido». La razón de su pánico es que él sabía (y también Hitler) que sus monstruosas purgas antes de la guerra habían destruido los mejores cuadros del Ejército Rojo y por eso, en el momento de mayor peligro se encontró totalmente descabezado. La URSS ganó la guerra contra Hitler no gracias a Stalin, sino a pesar de él, gracias a las ventajas de una economía planificada nacionalizada y al heroísmo de los trabajadores de la Unión Soviética.
Afortunadamente, los verdaderos comunistas no son niños pequeños o personas imbéciles que creen en cuentos de hadas. Ellos quieren saber la verdad porque, como dijo en una ocasión Trotsky, la verdad y no la mentira es la locomotora de la historia.
Shamir inventa la historia
Hay tal acumulación de mentiras que francamente es difícil saber por donde empezar. Por ejemplo, el compañero Shamir nos dice que Stalin «también era un internacionalista (…) pero que era un internacionalista ruso y su primer deber era con la población de la URSS». Entonces nos dice lo siguiente:
«León Trotsky no comprendió la continuidad de la historia rusa. Estuvo implicado en una terrible persecución de la Iglesia, en robos y la destrucción de iglesias. Estuvo implicado en ejecuciones masivas de campesinos y trabajadores, de oficiales e intelectuales. Perdió la guerra con Polonia y no pudo hacer la paz con Alemania. Alienó a los intelectuales y a los trabajadores rusos. En su impulso hacia la revolución permanente no prestó suficiente atención a Rusia; fue su perdición».
Es difícil imaginar tal cantidad de tonterías concentradas en unas pocas frases. Es difícil saber cuál es el principal elemento aquí: la malicia o la ignorancia. Sin embargo una cosa es cierta. El compañero Shamir es un hombre que tiene una imaginación viva y fértil. También intenta ser original. Otros espíritus, menos audaces, se contentan simplemente con repetir las mentiras y las calumnias que durante décadas inventó la maquinaria propagandística de Stalin. ¡Dios sabe que hay suficientes de ellas!
¡Pero no! Israel Shamir tenía que ser original e inventar las suyas, calumnias totalmente nuevas y originales en las que nadie ¾absolutamente nadie¾ había pensado antes. Esto al menos tiene el mérito de la originalidad y el más increíble de los descaros. Acusa a Trotsky de ¡robar iglesias! ¿De dónde saca esto el compañero Shamir? Uno se echa las manos a la cabeza asombrado. Se busca en las obras estalinistas conocidas contra Trotsky: el infame Curso Breve de la Historia del PCUS (b), los textos al pie de la letra del Juicio de Moscú y otras incontables joyas. Pero en ninguna se menciona que Trotsky «robara y destruyera iglesias».
Intrigado por la versión imaginativa de la historia de Shamir, se busca alguna referencia y fuente. Pero se busca en vano. Ni una referencia, ni una cita, ni un intento de demostrar alguna de estas afirmaciones. Este es el método de Israel Shamir, lanzar una gran cantidad de lodo maloliente con la esperanza de que algo, al menos, se pegará. Como en cierta ocasión comentó Marx irónicamente: «Cada línea un orinal y no vacío». Este método es totalmente indigno de un verdadero comunista, pero sí es completamente consecuente con la escuela de falsificación estalinista que el compañero Shamir tan entusiastamente abraza.
Aún peor es la escandalosa acusación de que Trotsky «estuvo implicado en ejecuciones masivas de campesinos y trabajadores, de oficiales e intelectuales«. ¿Cuándo? ¿Dónde? Shamir guarda silencio. Escribe siguiendo la mejor tradición de Goebbels: sólo es necesario pensar en una gran mentira y repetirla. La completa ausencia de información concreta habla por sí sola. Esta es una mentira escandalosa y Shamir lo sabe. El hombre que realmente estuvo implicado en ejecuciones masivas de campesinos y trabajadores, oficiales e intelectuales fue José Stalin, y esto es bien conocido y está documentado hasta el mínimo detalle. Sobre esto, sin embargo, nuestro amigo guarda silencio. Como ya sabemos: «en boca cerrada no entran moscas».
En realidad el método de Shamir es muy inferior al utilizado por los viejos estalinistas. Estos últimos al menos intentan dar la apariencia de demostrar sus afirmaciones utilizando argumentos distorsionados y citas sacadas de contexto. En la diatriba de Shamir no encontramos nada de este tipo. Desde la primera línea hasta la última, es simplemente un insulto a la inteligencia del lector.
Sin dar ningún detalle, Shamir hace referencia al viejo mito estalinista sobre Trotsky y Brest Litovsk, algo a lo que Ted Grant y yo respondimos en detalle en Lenin y Trotsky, lo que realmente defendieron. Pero más increíble aún es su referencia a la guerra polaca de 1920. La argumentación de que Trotsky perdió la guerra política no tiene nada que ver con la verdad histórica, Trotsky no participó personalmente en la campaña polaca a la que, a propósito, él se opuso.
El ejército que marchó contra la Polonia blanca y que llegó a las puertas de Varsovia estaba dirigido por el brillante comandante del Ejército Rojo, Tujachevsky. Es posible que pudiera haber conseguido tomar la ciudad, excepto por el hecho de que su avance fue saboteado por el segundo ejército soviético que deliberadamente retrasó su llegada. Ese ejército estaba dirigido por Stalin y sus compinches. Ellos provocaron la derrota del Ejército Rojo en Polonia a la que hace referencia Shamir. ¿Y qué le ocurrió al gran genio militar y revolucionario Tujachevsky? Fue asesinado por Stalin junto con los otros grandes líderes del Ejército Rojo, preparando así el camino para la invasión de Hitler de la URSS.
El internacionalismo de Lenin
Lo peor de este tipo de polémicas es que nadie aprende de ellas. Este nunca fue el método utilizado por Lenin y el Partido Bolchevique. A Lenin nunca se le habría ocurrido (como tampoco se le habría ocurrido a Marx y Engels) distorsionar y falsificar las ideas de sus oponentes. Él estaba interesado en exponer claramente las diferencias y responderlas honestamente, porque para Lenin el objetivo de una polémica sobre todo era formar a los cuadros.
Lenin sabía y amaba las tradiciones nacionales, la historia, la literatura y la cultura de Rusia. Era un internacionalista de corazón y sin embargo estaba arraigado firmemente a la cultura y vida rusas. Lenin nunca hizo la más mínima concesión al chovinismo gran ruso contra el que libró una lucha implacable durante toda su vida. En contraste, la diatriba del compañero Shamir está impregnada de principio a fin con el espíritu del chovinismo gran ruso. Esto es algo absolutamente ajeno al verdadero leninismo.
No es Trotsky quién ha fracasado en comprender el internacionalismo proletario, es el compañero Shamir, que confunde el chovinismo estalinista con el internacionalismo leninista. Las dos posiciones no sólo son diferentes, sino que son incompatibles entre sí. El odio de Lenin hacia el nacionalismo ruso era tan grande que después de la Revolución de Octubre la palabra «Rusia» desapareció de todos los documentos oficiales soviéticos. A la tierra de Octubre se la llamaba simplemente El Estado Obrero.
Lenin luchó implacablemente durante toda su vida contra el chovinismo ruso. En vísperas de la Primera Guerra Mundial Lenin escribía lo siguiente:
«La democracia proletaria debe tener en cuenta el nacionalismo de los campesinos rusos (no en el sentido de concesiones, sino en el sentido de lucha) ya ahora, y lo tendrá en cuenta, probablemente, durante un período bastante prolongado». (Lenin. El derecho de las naciones a la autodeterminación. Moscú. Editorial Progreso. 1980. p. 61. El subrayado es mío).
Y continúa:
«Semejante estado de cosas plantea al proletariado de Rusia una tarea doble, o mejor dicho, bilateral: luchar contra todo nacionalismo y, en primer término, contra el nacionalismo ruso; reconocer no sólo la completa igualdad de derechos de todas las naciones en general, sino también la igualdad de derechos respecto a la edificación estatal, es decir, el derecho de las naciones a la autodeterminación, a la separación; y, al mismo tiempo y precisamente en interés del éxito en la lucha contra toda clase de nacionalismos de todas las naciones, propugnar la unidad de la lucha proletaria y de las organizaciones proletarias, su más íntima fusión en una comunidad internacional, a despecho de las tendencias burguesas al aislamiento nacional.
Completa igualdad de derechos de las naciones; derecho de autodeterminación de las naciones; fusión de los obreros de todas las naciones; tal es el programa nacional que enseña a los obreros el marxismo, que enseña la experiencia del mundo entero y la experiencia de Rusia». (Ibíd., p. 62. El subrayado es mío).
Intentar atribuir al gran Lenin el veneno corrupto del nacionalismo ruso, cuando Lenin luchó toda su vida contra él, no es otra cosa que un escándalo y un insulto a la memoria de Vladimir Ilych. Para Lenin la propia Revolución Rusa no fue un acto independiente en o por sí mismo, sino sólo el primer eslabón de una cadena de revoluciones que llevarían al socialismo mundial. En realidad, en muchos ocasiones dijo que estaría dispuesto a sacrificar la revolución rusa si eso significaba la victoria de la revolución socialista en Alemania.
Lenin sabía muy bien que a menos que triunfase la revolución proletaria en Europa Occidental, especialmente en Alemania, la Revolución de Octubre al final estaría condenada. Expresó esta idea después de 1917 cien veces en artículos y discursos. Nunca suscribió la idea antimarxista del «socialismo en un solo país». La historia ha demostrado ahora que él tenía razón.
Lenin y la cuestión nacional
Lenin demostró siempre una gran sensibilidad en su comportamiento con las nacionalidades del estado soviético. Los bolcheviques cumplieron con todas sus obligaciones hacia las naciones oprimidas del antiguo imperio zarista. Cuando se inició el movimiento para la creación de una Unión de Repúblicas Soviéticas, Lenin siempre fue muy cauto. Mientras, obviamente, estaba a favor de una federación voluntaria, que se formó inmediatamente después de la Revolución de Octubre, Lenin intentaba evitar dar la impresión a las nacionalidades no rusas de que los bolcheviques simplemente querían reconstituir el viejo imperio zarista con un nombre nuevo.
Por esa razón Lenin pedía cautela y paciencia. Sin embargo, Stalin, que fue nombrado Comisario para las Nacionalidades porque era de Georgia, tenía otras ideas. Es habitual que miembros de pequeñas nacionales que se oponen a las posiciones adoptadas por el gobierno de una nación opresora mayoritaria, tiendan a convertirse en los peores chovinistas de las grandes potencias. Napoleón Bonaparte, aunque era corso, se convirtió en el defensor más fanático del centralismo francés.
En 1921, a pesar de las objeciones de Lenin, Stalin organizó una invasión de Georgia que (teóricamente) era un estado independiente. Presentada como un hecho consumado, Lenin tuvo que aceptar la situación. Pero pidió enérgicamente cautela y sensibilidad hacia los georgianos para evitar así cualquier insinuación de bravuconería rusa. En ese momento Georgia, un país predominantemente campesino y pequeño burgués, estaba gobernado por los mencheviques.
Lenin estaba a favor de una política conciliadora, con la idea de ganar la confianza de los georgianos. Daba una enorme importancia al mantenimiento de relaciones fraternales entre las nacionalidades e insistía en el carácter voluntario de cualquier unión o federación. Stalin, por el contrario, quería conseguir a toda costa la unión de la Federación Socialista Rusa (RSFSR) con la Federación Transcaucásica, la RSS Ucraniana y la RSS Bielorrusa.
Cuando fue presentado en el Comité Central el borrador propuesto por Stalin, Lenin hizo una crítica seria y propuso una solución alternativa que en principio era diferente al borrador de Stalin. Lenin, como era habitual, hizo énfasis en el elemento de igualdad y la naturaleza voluntaria de la federación: «Nos reconocemos iguales a los de la SSR Ucraniana y todos los demás y junto a ellos, en los mismos términos entraremos en una nueva unión, una nueva federación…». (Lenin. Questions of National Policy and Proletarian Internationalism, p. 223).
A espaldas de la dirección del partido Stalin, ayudado por su secuaz Ordzhonikidze (un georgiano rusificado como él) y Dzerzhinski (un polaco), llevaron a cabo lo que en la práctica suponía un golpe en Georgia. Purgaron a los mencheviques georgianos, en contra del consejo específico de Lenin, y cuando los dirigentes bolcheviques georgianos protestaron fueron apartados sin piedad. A Stalin y Ordzhonikidze les importaban muy poco las críticas. En otras palabras, llevaron a cabo una política que era precisamente la contraria a la que Lenin defendía para Georgia. Intimidaron a los bolcheviques georgianos e incluso llegaron a utilizar la violencia física, como cuando Ordzhonikidze golpeó a un bolchevique georgiano, una acción sin precedentes. Cuando Lenin, que estaba incapacitado por su enfermedad, se enteró de todo quedó horrorizado y dictó una serie de cartas a sus secretarias, en ellas denunciaba el comportamiento de Stalin utilizando los términos más duros posibles y exigía el castigo más severo para Ordzhonikidze.
En un texto dictado el 24-5 de diciembre de 1922, Lenin calificaba a Stalin como «un verdadero y real socialista nacional» y un vulgar «rufián gran ruso». (Ver Buranov. Lenin’s Will, p. 46). Lenin escribió lo siguiente: «Temo igualmente que el camarada Dzerzhinski, que viajó al Cáucaso para investigar los ‘crímenes’ de esos ‘social-chovinistas’, se haya distinguido en eso, sólo por un sentimiento auténtico ruso (se sabe que la gente rusificada de otras nacionalidades exagera siempre la nota del sentimiento auténticamente ruso), y que la imparcialidad de toda su comisión se caracterice en alto grado por las ‘vías de hecho’ de Ordzhonikidze. Pienso que ninguna provocación, ni siquiera un ultraje, justifican estas vías de hecho rusas, y que el camarada Dzerzhinski cometió una falta irreparable al considerarlas con demasiada ligereza». (Lenin. El problema de las nacionalidades o de la «autonomía». Incluido en: Alan Woods y Ted Grant. Lenin y Trotsky, qué defendieron realmente. Madrid. Fundación Federico Engels. 2000. p. 245).
Lenin culpó de este incidente a Stalin: «Pienso», escribía Lenin, «que aquí desempeñó un papel fatal el apresuramiento de Stalin y su pasión administrativa, así como su encono contra el famoso ‘social-nacionalismo’. Por lo general, el encono desempeña en política un papel de lo más desastroso». (Ibíd.., p. 245).
Lenin contra la burocracia
Lenin vinculó directamente el comportamiento de Stalin en Georgia con el problema de la degeneración burocrática del aparato estatal soviético en unas condiciones de atraso espantosas. Condenó particularmente la prisa que tenía Stalin en conseguir una Unión de Repúblicas Soviéticas, independientemente de las opiniones de los pueblos implicados, con el pretexto de la necesidad de un «aparato estatal unido». Lenin rechazó firmemente este argumento y explicó que esto era la expresión del corrupto chovinismo gran ruso que emanaba de la burocracia que, en un grado importante, la revolución había heredado del zarismo:
«Se afirma que era necesaria la unidad del aparato. ¿De dónde emanaban esas afirmaciones? ¿No provenían acaso del mismo aparato de Rusia que, como ya lo dije en un número anterior de mi diario, tomamos del zarismo, limitándonos a recubrirlo ligeramente con un barniz soviético?
Sin duda alguna, habríamos debido esperar con esa medida hasta el día en que pudiéramos decir que respondemos de nuestro aparato porque es nuestro. Pero ahora, en conciencia, debemos decir lo contrario: que denominamos nuestro a un aparato que, en los hechos, nos es fundamentalmente extraño y que representa una mezcolanza de supervivencias burguesas y zaristas; que nos fue en absoluto imposible transformarlo en cinco años, ya que no contábamos con la ayuda de otros países y predominaban las ‘ocupaciones’ militares y la lucha contra el hambre.
En tales condiciones es muy natural que la ‘libertad de salir de la unión’, que nos sirve de justificación, aparezca como una fórmula burocrática incapaz de defender a los miembros de otras nacionalidades de Rusia contra la invasión del hombres auténticamente ruso, del chovinista gran ruso, de ese canalla y ese opresor que es en el fondo el burócrata ruso. No es dudoso que los obreros soviéticos y sovietizados, que se encuentran en proporción ínfima, lleguen a ahogarse en ese océano de la morralla gran rusa chovinista, como una mosca en la leche«. (Ibíd.., p. 244. El subrayado es mío).
Después del asunto georgiano, Lenin lanzó todo el peso de su autoridad en la lucha para echar a Stalin del puesto de Secretario General del partido, cargo que ocupó en 1922 después de la muerte de Sverdlov. Sin embargo, el principal temor de Lenin en ese momento era evitar una escisión abierta en la dirección, en las condiciones existentes podría haber conducido a la ruptura del partido en líneas de clase. Por lo tanto, intentó mantener la lucha dentro de la dirección, por eso las notas y otro material no se hicieron públicos. Lenin escribió en secreto a los bolcheviques-leninistas georgianos (enviando copias a Trotsky y Kámenev) para que aceptaran su causa contra Stalin «con todo mi corazón». Como era incapaz de llevar esta cuestión en persona, escribió a Trotsky para pedirle que se hiciera cargo de la defensa de los georgianos en el Comités Central.
«El socialismo en un solo país»
El nacionalismo y el marxismo son incompatibles. Pero el nacionalismo es el hermano gemelo inseparable del estalinismo en todas sus variedades. En el fondo de la ideología estalinista está la llamada teoría del socialismo en un solo país. La teoría antimarxista del socialismo en un solo país fue expuesta por primera vez por Stalin en el otoño de 1924, iba en contra de todo lo que habían defendido los bolcheviques y la Internacional Comunista. Esta idea nunca habría sido aprobada por Marx o Lenin.
¿Cómo era posible construir el socialismo nacional en un solo país y sobre todo en un país extremadamente atrasado como Rusia? Este pensamiento nunca habría cabido en la cabeza de ningún bolchevique, incluida la de Stalin hasta 1924. Mientras Lenin vivía habría sido imposible plantear esta idea. Todavía en 1924 Stalin continuaban apoyando la posición internacionalista de Lenin. En abril de ese año, en un discurso dirigido a los estudiantes de la Universidad Sverdlov, publicado más tarde con el título de: Fundamentos de leninismo, Stalin decía lo siguiente:
«El derrocamiento del poder de la burguesía y el establecimiento de un gobierno proletario en un país no garantiza todavía la victoria completa del socialismo. La tarea principal del socialismo ¾la organización de la producción socialista¾ sigue adelante. ¿Puede esta tarea cumplirse, puede conseguirse la victoria final del socialismo en un solo país, sin unir los esfuerzos conjuntos del proletariado de varios países desarrollados? No, esto es imposible. Para derrocar a la burguesía son suficientes los esfuerzos de un país, la historia de nuestra revolución lo corrobora. Para la victoria final del socialismo, para la organización de la producción socialista, los esfuerzos de un país, particularmente de un país campesino como Rusia, son insuficientes. Para esto son necesarios los esfuerzos de los proletariados de varios países desarrollados.
Estas, en conjunto, son los rasgos característicos de la teoría leninista de la revolución proletaria». (Stalin. Lenin and Leninism, p. 40).
Aquí sin duda la posición general del Partido Bolchevique se expresa correctamente. Sin embargo, en la segunda edición, publicada unos cuantos meses después, estas líneas fueron retiradas y en su lugar apareció exactamente lo contrario:
«El derrocamiento del poder de la burguesía y el establecimiento del poder del proletariado en un solo país no significa que esté todavía garantizada la victoria del socialismo. Después de la consolidación de su poder y la dirección del campesinado en su despertar, ¡el proletariado del país victorioso puede y debe construir una sociedad socialista!» (Stalin. Collected Works, Vol. 6, p. 110, el subrayado es mío).
Que estos eran precisamente los «rasgos característicos de la teoría leninista de la revolución proletaria» no se cuestionó hasta la primera parte de 1924. Se repitieron una y otra vez en cientos de discursos, artículos y documentos escritos por Lenin desde 1905. Antes de que terminara 1924 se revisó el libro de Stalin y en su lugar se puso exactamente lo contrario: «El partido siempre tomó como su punto de partida la idea de que la victoria del socialismo en ese país, y que la tarea se puede cumplir con las fuerzas de un solo país».
Estas líneas marcan una ruptura total con la política de Lenin del internacionalismo proletario. Stalin nunca se podría haber expresado de esta forma en vida de Lenin. Al principio, la «teoría» del socialismo en un solo país reflejaba el ambiente de la casta ascendente de burócratas que prosperaron con la Revolución de Octubre y que ahora deseaban poner un freno al período de tormenta y tensión revolucionarias. Era la expresión teórica de una reacción pequeño burguesa contra Octubre. Bajo la bandera del socialismo en un país, la burocracia estalinista llevó a cabo una guerra civil desigual contra el bolchevismo que terminó con la aniquilación física del partido de Lenin y la creación de un régimen totalitario monstruoso.
La Comintern pasó de ser un vehículo para la revolución proletaria mundial a un instrumento pasivo de la política exterior de Stalin. Cuando ya no le hizo falta Stalin desdeñosamente la disolvió en 1943, sin ni siquiera convocar un congreso.
Sólo un hombre explicó por adelantado adonde llevaría inevitablemente la teoría del socialismo en un solo país. Ya en 1928 León Trotsky advirtió que si la Comintern adoptaba esta teoría, inevitablemente sería el principio de un proceso que desembocaría en la degeneración reformista-nacional de cada partido comunista en el mundo, estuviera o no en el poder. Tres generaciones después, la URSS y la Internacional Comunista están en ruinas y los partidos comunistas hace ya mucho que abandonaron en todas partes cualquier pretensión de defender una verdadera política leninista.
Con Stalin se cometieron los actos más monstruosas contra las minorías nacionales de la URSS. Las purgas terminaron el trabajo que comenzó Stalin en 1922, la liquidación de lo que quedaba del Partido Bolchevique. A mediados de 1937 lanzó un ataque frontal contra los partidos comunistas de cada república nacional. Varios dirigentes de los partidos nacionales fueron incluidos en las infames listas del juicio a Bujarin de marzo de 1938. Los dirigentes en general eran acusados de «nacionalismo burgués» y eran ejecutados. Después de esto, quedó abierto el camino para los arrestos y deportaciones de masas. El número exacto de las víctimas de las purgas de Stalin probablemente nunca se conocerá, pero lo que sí es seguro es que se contaron por millones. A los ucranianos, armenios y georgianos no les reconfortaba saber que el pueblo ruso sufría los mismos agravios.
El chovinismo gran ruso de Stalin
Shamir cita con aprobación el brindis de Stalin al pueblo ruso en 1945. Esto es bastante increíble. El brindis de Stalin después de la derrota de la Alemania de Hitler era simplemente: «Al pueblo ruso«. No «al pueblo de la Unión Soviética«, sino específica y exclusivamente al pueblo ruso. Otros millones ¾ucranianos, bielorrusos, tártaros y chechenos¾ también dieron su vida en esta lucha titánica por la defensa de la URSS frente a la barbarie nazi. Pero no fueron considerados dignos de mención.
Este discurso, reimpreso por Pravda el 25 de mayo de 1945, fue una desviación escandalosa del leninismo. Fue un ejemplo extremo de las tendencias nacionalistas rusas de Stalin. Afirma que el pueblo ruso era «la nación más excepcional de todas las naciones de la Unión Soviética» y la «fuerza guiadora» de la URSS. Consecuentemente, todas las demás nacionalidades eran pueblos de segunda clase que no eran excepcionales y por lo tanto deben aceptar la «guía» de Moscú. Esta concepción viola la letra y el espíritu de la política de Lenin sobre la cuestión nacional.
Cualquiera que tenga el más mínimo conocimiento de la historia de la cuestión nacional en Rusia, inmediatamente verá por qué este «gesto» era una traición monstruosa del internacionalismo leninista y una concesión descarada al chovinismo gran ruso. ¡Pero para Israel Shamir es absolutamente perfecto!
Igual que Napoleón Bonaparte era un corso que se convirtió en un imperialista francés y un amante del centralismo, Stalin era un georgiano que se convirtió en un feroz defensor del chovinismo gran ruso. Esto le llevó directamente a romper con Lenin que exigió enfurecidamente que Stalin fuera destituido del puesto de secretario general del partido.
El chovinismo gran ruso no tiene nada que ver con el leninismo. Lenin luchó contra él durante toda su vida. Ahora Shamir quiere recuperar los jirones hediondos del chovinismo del cubo de basura de la historia, desempolvarlos y presentarlos como si fueran ¡leninismo! ¿Podría haber algo más monstruoso? El 6 de octubre de 1922 Lenin escribió un memorando al politburó llamado, Nota al buró político sobre la lucha contra el chovinismo de potencia dominante:
«Declaro la guerra a muerte al chovinismo gran ruso. En cuando me vea libre de este maldito diente le hincaré todos mis dientes sanos». (Incluido en Sobre el internacionalismo proletario. Madrid. Editorial Akal. 1975. p. 319). Cuando escribió estas líneas estaba pensando precisamente en Stalin. Pero incluso Lenin nunca sospechó los resultados tan espantosos que producirían las tendencias chovinistas de Stalin y la burocracia. El crimen más monstruoso cometido por Stalin fue la deportación masiva de nacionalidades durante la Segunda Guerra Mundial. En el curso de la guerra no menos de siete pueblos enteros fueron deportados a Siberia y Asia Central en unas condiciones infrahumanas.
Este fue el destino de los tártaros de Crimea, los germanos del Volga, los Kalmyks, los karachai, balcares, los ingushes y los chechenos. La NKVD ¾policía secreta de Stalin¾ acorraló a todos ¾hombres, mujeres, niños, ancianos, enfermos, comunistas y sindicalistas¾ y los ordenó montarse a punto de pistola en vagones de ganado sin ninguna otra posesión que lo que llevaban encima. Un gran número murió en el viaje o cuando llegaron, de frío, hambre y agotamiento. Los soldados luchaban en el frente, incluso aquellos que fueron condecorados por su valentía fueron arrestados y deportados. El legado de amargura provocado por este acto cruel y arbitrario de opresión nacional y barbarie ha perdurado hasta el día de hoy. Se expresó en el desmembramiento de la Unión Soviética y en la pesadilla de Chechenia hoy.
La rusificación de los pueblos no rusos se podía ver en la composición de los órganos de dirección de los partidos «comunistas» de las diferentes repúblicas. En 1952 sólo la mitad de los dirigentes de las repúblicas de Asia Central y el Báltico pertenecían a la nacionalidad local. En el resto la proporción era aún menor. Por ejemplo, el partido moldavo sólo tenía un 24,7 por ciento de moldavos, mientras que sólo 38 por ciento de los reclutas del Partido Tayiko en 1948 eran tayikos.
Con estos métodos antileninistas Stalin consiguió socavar la solidaridad proletaria que había unido a los diferentes pueblos de la Unión Soviética. Esto fue lo que llevó a la ruptura criminal de la Unión Soviética, con unos resultados catastróficos para todos los pueblos.
El antisemitismo de Stalin
Uno de los rasgos más repulsivos del estalinismo fue su antisemitismo. El Partido Bolchevique siempre luchó contra el antisemitismo. Consecuentemente, los judíos miraron a la Revolución de Octubre como su salvación. Los bolcheviques dieron a los judíos plena libertad y los mismos derechos. Se impulsó su idioma y cultura. Incluso se creó una república autónoma para aquellos judíos que desearan vivir en una patria separada. Pero con Stalin reapareció toda la vieja suciedad racista. Los judíos de nuevo se convirtieron en chivos expiatorios. Ya en los años veinte Stalin estuvo dispuesto a utilizar el antisemitismo contra Trotsky.
Como los judíos eran una parte importante de los viejos bolcheviques, en las purgas sufrieron desproporcionadamente. Después de la Segunda Guerra Mundial hubo una campaña antisemita disfrazada parcialmente con la hoja de parra del «sionismo» o «cosmopolitas desarraigados», palabras que simplemente en clave significaban «judíos». El famoso «complot de los doctores», donde varios médicos del Kremlin fueron acusados de intentar envenenar a Stalin, fue la señal para una espantosa campaña antisemita ya que los doctores acusados eran judíos. Después de la creación del estado de Israel en 1948 (inicialmente apoyada por Moscú), la cultura judía, hasta ese momento tolerada, fue duramente reprimida. Todas las publicaciones en yidish fueron clausuradas y también los teatros.
En 1952, el año antes de la muerte de Stalin, prácticamente todos los líderes de la cultura judía habían sido ejecutados y un gran número de judíos arrestados. Sólo la muerte de Stalin evitó una nueva purga. Incluso hoy, hay presentes elementos de antisemitismo en los llamados partidos «comunistas» en Rusia. En las manifestaciones del 1º de Mayo se pueden ver consignas antisemitas en las pancartas y se vende literatura antisemita. Estas abominaciones habrían sido impensables en vida de Lenin. Ahora parece que está bastante aceptado. Esta es otra herencia del estalinismo que asimiló muchas de las características más reaccionarias y repulsivas del viejo nacionalismo zarista. Esto, en sí mismo, es suficiente para demostrar el abismo que separa al estalinismo (y neoestalinismo) del verdadero leninismo.
Ahora, finalmente, vemos los resultados. La teoría del socialismo en un solo país ha terminado con la destrucción de la URSS y la transformación de la burocracia estalinista en una nueva clase de explotadores capitalistas. La solidaridad que Lenin y Trotsky establecieron entre los pueblos de la URSS ha desaparecido, creando unas condiciones favorables para renacimiento de todos los viejos conflictos étnicos y nacionales. Si deseas encontrar las raíces de las guerras y los conflictos que han estallado entre las antiguas repúblicas soviéticas habrá que buscarlas en la forma utilizada por Stalin para tratar la cuestión nacional.
La lucha de Lenin contra la burocracia y Stalin
Las pruebas documentales de la primera lucha de Lenin contra Stalin fueron ocultadas durante décadas por Moscú. Los últimos escritos de Lenin fueron ocultados a la base del Partido Comunista, tanto en Rusia como internacionalmente. La última carta de Lenin al congreso del partido, a pesar de las protestas de su viuda, no se leyó en el congreso y permaneció cerrada bajo llave hasta 1956, cuando Kruschev y compañía la publicaron, junto con otro material, incluidas las cartas sobre Georgia y la cuestión nacional. De este modo, la lucha de Lenin por la defensa de la verdadera política del bolchevismo y el internacionalismo proletario quedó consignada al olvido.
La creciente amenaza burocrática preocupó y centró la atención de Lenin durante ese año. En el XI Congreso del partido en marzo-abril de 1922, el último congreso en el que pudo participar, su principal preocupación era el burocratismo. Lenin, como siempre, abordó el problema honestamente: «Pues bien, ha pasado un año, el Estado se encuentra en nuestras manos, pero ¿ha hecho en la Nueva Política Económica durante este año nuestra voluntad? No. Y no lo queremos reconocer: el Estado no ha hecho nuestra voluntad. ¿Que voluntad ha hecho? El automóvil se desmanda; al parecer, va en él una persona que lo guía, pero el automóvil no marcha hacia donde lo guía el conductor, sino hacia donde lo lleva alguien, algo clandestino, o algo que está fuera de la ley, o que Dios sabe de dónde habrá salido, o tal vez unos especuladores, quizás unos capitalistas privados, o puede que unos y otros; el automóvil no va hacia donde debe, y muy a menudo en dirección completamente distinta de la que imagina el que va sentado al volante» (Lenin. Obras Escogidas, Volumen. XII, pp. 291-92. Ed. Progreso. Moscú, 1977).
«¿Entonces qué falta?», preguntaba Lenin. «Si nos fijamos en Moscú, con sus 4.700 comunistas en puestos de responsabilidad, y si nos fijamos en la inmensa máquina burocrática, esa multitud, debemos preguntarnos: ¿quién está dirigiendo a quién? Yo dudo mucho que se pueda decir sinceramente que los comunistas están dirigiendo a esa multitud. A decir verdad, no están dirigiendo, están siendo dirigidos». (Lenin. Works, vol. 33, p. 288.).
En el mismo congreso Lenin explicaba, con un lenguaje muy claro y sin ambigüedades, la posibilidad de degeneración de la revolución como resultado de las presiones de clases ajenas. Lenin comparó la relación de los trabajadores soviéticos con la burocracia y los elementos pro-capitalistas a los de una nación conquistada y otra conquistadora:
«Algunas veces una nación conquista a otra, la nación que conquista es el conquistador y la nación que es vencida es la nación conquistada. Esto es simple e inteligible para todos. Pero ¿qué ocurre a la cultura de estas naciones? Aquí las cosas no son tan simples», decía Lenin. «Si la nación conquistadora es más culta que la nación vencida, la primera impone su cultura sobre la segunda; pero si es el caso contrario, la nación vencida impone su cultura sobre la conquistadora. ¿No ha ocurrido algo parecido a esto en la capital de la RSFSR? [República Socialista Federal Socialista Rusa, así es como se llamaba la federación antes de la creación de la URSS] ¿Han caído los 4.700 comunistas (casi una división del ejército y todos ellos los mejores) bajo la influencia de una cultura ajena?» Lenin pregunta intencionadamente: ¿Los comunistas responsables de la RSFSR y del Partido Comunista ruso serán conscientes de que no pueden administrar; que sólo imaginan que están dirigiendo pero que en realidad están siendo dirigidos?»
«La máquina ya no obedecía al conductor», el estado ya no estaba bajo el control de los comunistas y los trabajadores, cada se elevaba más por encima de la sociedad. La correspondencia y escritos de Lenin de este período, cuando la enfermedad le impedía cada vez más intervenir en la lucha, indican claramente su alarma ante la usurpación de poder por parte de la burocracia soviética, por el insolente advenedizo situado en cada rincón del aparato estatal. Lenin era consciente de los peligros de degeneración de un estado obrero rodeado por el capitalismo.
Después del XI congreso del partido en 1922, la salud de Lenin se deterioró y en mayo de ese año sufrió su primer ataque. Se recuperó y se pudo volver a poner en pie en julio, en octubre oficialmente regresó al trabajo. A su regreso quedó profundamente conmocionado por el creciente tumor burocrático que carcomía el estado y el partido. «Me quedé aterrado cuando regresé al trabajo». Fue en ese momento cuando ofreció a Trotsky la formación de un bloque contra la burocracia, en general, y contra el Buró Organizativo en particular. Lenin también concentró su atención en el problema de la dirección del partido. Los enfrentamientos con Stalin sobre la cuestión georgiana y otros temas demostraban cada vez más el papel de Stalin. Entonces Lenin comenzó a trabajar en su Testamento.
Lenin contra Stalin
Lenin sólo fue plenamente consciente de la reacción burocrática dentro del partido a finales de 1922, cuando descubrió la verdad sobre la manipulación de Stalin de las relaciones con los dirigentes bolcheviques georgianos. El papel central de Stalin en esta red burocrática quedó claro. Sin el conocimiento de Lenin o el Politburó (el máximo órgano del partido), Stalin, junto con sus secuaces Dzerzhinsky y Ordzhonikidza, llevó a cabo un golpe de estado en el partido georgiano. Los mejores cuadros del bolchevismo georgiano fueron purgados y a los dirigentes del partido se les negó el acceso a Lenin, al que alimentaban con la sarta de mentiras fabricada por Stalin.
Cuando finalmente supo lo que estaba ocurriendo Lenin se puso absolutamente furioso. Desde el lecho de su enfermedad a finales de 1922 dictó una serie de notas a su estenógrafa sobre la «célebre cuestión de la autonomización que parece es oficialmente llamada la cuestión de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas». Las notas de Lenin son una acusación contundente de la arrogancia burocrática y chovinista de Stalin y la camarilla que le rodeaba. Pero Lenin no trató este incidente como un fenómeno accidental, sino como un «error lamentable».
Después de la cuestión georgiana, Lenin arrojó todo el peso de su autoridad en la lucha para destituir a Stalin del puesto de secretario general del partido, cargo que ocupó poco después de la muerte de Sverdlov. Sin embargo, ahora más que nunca el principal temor de Lenin era que no se produjese una escisión abierta en la dirección, en esas condiciones, podría haber llevado a la ruptura del partido en líneas de clase. Por lo tanto, intentó mantener la lucha dentro de los límites de la dirección, y sus notas y otro material no se hicieron públicos.
Lenin escribió en secreto a los bolcheviques georgianos (enviando copias a Trotsky y Kámenev) para que adoptaran su causa contra Stalin «con todo su corazón». Como él era incapaz de realizar personalmente la lucha, escribió a Trotsky para que se hiciera cargo de la defensa de los georgianos en el Comité Central. En los últimos meses de su vida política, debilitado por la enfermedad, Lenin recurrió repetidamente a Trotsky para que apoyara su lucha contra la burocracia y su criatura, Stalin. En la cuestión del monopolio del comercio exterior, en la cuestión de Georgia y, finalmente, en lucha para echar a Stalin de la dirección. Lenin formó un bloque con Trotsky, el único hombre de la dirección en el que podía confiar.
El testamento suprimido de Lenin
Lenin comenzó a escribir su testamento el 25 de diciembre de 1922, en él valoraba críticamente las cualidades de la dirección bolchevique. En él se incluyen unas recomendaciones finales: «El camarada Stalin, convertido en secretario general, ha concentrado en sus manos un poder ilimitado, y no estoy seguro de que siempre sepa utilizarlo con la suficiente prudencia». Después se ocupa de las cualidades de Trotsky: Por otra parte, el camarada Trotsky, como ya lo demostró su lucha contra el Comité Central en el problema del Comisariado del Pueblo para las vías de Comunicación, no sólo se destaca por sus eminentes capacidades. Personalmente tal vez sea el hombre más capaz del actual CC, pero también es presuntuoso en exceso y se apasiona demasiado por los aspectos puramente administrativos del trabajo». Con relación a los demás: «Me conformaré con recordar que el episodio de octubre, de Zinoviev y Kámenev, no fue por cierto un hecho accidental, pero que puede serle (s) imputado como un delito personal, lo mismo que el no bolchevimos de Trotsky». (Incluido en Alan Woods y Ted Grant. Lenin y Trotsky, qué defendieron realmente. Madrid. Fundación Federico Engels. 2000. p. 237)
Sin embargo, las nuevas y alarmantes manifestaciones del abuso de poder de Stalin llevaron a Lenin a dictar diez días después una posdata, el 4 de enero de 1923, dedicada completamente a Stalin:
«Stalin es demasiado grosero, y este defecto, perfectamente tolerable en nuestro medio y en las relaciones entre nosotros los comunistas, se torna intolerable en las funciones de secretario general. Por lo tanto, propongo a los camaradas que reflexionen sobre el modo de desplazar a Stalin de ese cargo y de nombrar a otra persona que tenga sobre el camarada Stalin una sola ventaja: la de ser más tolerante, más leal, más cortés y más atento para con los camaradas, de un humor menos caprichoso, etc.,» (Ibíd.., p. 238).
Dos meses mas tarde Lenin rompió relaciones personales y políticas con Stalin, después de que éste atacara verbalmente a su esposa, Krupskaya. Dos días antes de su ataque final escribió a Stalin, enviando una copia a Zinoviev y Kámenev: «No tengo intención de olvidar tan fácilmente lo que se ha hecho contra mí y sobra decir que también lo hecho contra mi esposa, que es como si me lo hubieran hecho a mí». (Citado por Liebman. op. cit. p. 423)
El 6 de marzo Krupskaya le dijo a Kámenev que Lenin había decidido «aplastar políticamente a Stalin» (Ibíd, p. 424). Lenin le dijo a Krupskaya que el testamento tenía que ser mantenido en secreto hasta después de su muerte y después debería ser hecho público entre las filas del partido. Sin embargo, el tercer ataque del 9 de marzo de 1923 había dejado a Lenin prácticamente paralizado. El poder cayó en las manos del triunvirato formado por Zinoviev, Kámenev y Stalin.
Nueve meses después, el 21 de enero de 1924, Lenin murió. Esto era muy conveniente para Stalin. El triunvirato estaba decidido a mantener a Trotsky alejado de la dirección y por esa razón mantuvieron cerrado bajo siete llaves el Testamento de Lenin. Sobra decir que la evidencia documental de la última lucha de Lenin contra Stalin y la burocracia fue ocultada durante décadas, e internacionalmente los dirigentes de los partidos comunistas la denunciaron calificándola de falsificaciones.
Los últimos escritos de Lenin se ocultaron a la base del Partido Comunista. El Testamento de Lenin, que exigía la destitución de Stalin de la secretaría general, a pesar de las protestas de su viuda, no fue leído al congreso y permaneció oculto hasta 1956, cuando Kruschev y compañía lo publicaron, junto con algunas cosas más, como parte de su campaña para culpabilizar a Stalin de todo lo ocurrido durante los últimos treinta años. Con la muerte de Lenin la lucha contra la creciente reacción burocrática recayó sobre Trotsky la Oposición de Izquierdas.
La seria enfermedad y la posterior muerte de Lenin puso el poder en manos de la «troika» formada por Stalin, Zinoviev y Kámenev. En realidad, la palanca central del poder ya estaba en manos de Stalin gracias a su total dominio organizativo del aparato del partido. Se inició una campaña de calumnias y falsificaciones contra Trotsky. Todas las viejas difamaciones sobre el pasado no bolchevique de Trotsky (que Lenin había desechado en su Testamento), sobre la «revolución permanente», Brest-Litovsk y el resto, fueron utilizadas por la fracción dominante para desacreditar a Trotsky y apartarle de la dirección.
Métodos estalinistas
En su última carta al partido, Lenin acusó a Stalin de ser rudo y desleal. Lo mismo se puede decir de Shamir:
«José Stalin convirtió a la Unión Soviética en un poderoso estado moderno, aseguró el pleno empleo, los derechos de los trabajadores, la educación y la atención sanitaria gratuitas. Creó la base industrial y una ciencia adelantada. Libró y ganó la más dura de las guerras jamás vividas por Rusia. Bajo su régimen, Rusia socialista sobrevivió interminables ataques del imperialismo de EE.UU. No dejó levantar la cabeza a las fuerzas pro-occidentales y pro-capitalistas del país». Y así sucesivamente…
«Los trotskistas en Rusia constituyen una fuerza pro-occidental y pro-estadounidense«, escribe Shamir. ¿En qué se base? En nada en absoluto, excepto en lo que dice Shamir. Ni una sola cita, dato o prueba. Esto es algo absolutamente típico del método del estalinismo. Dicen calumnias y las repiten, con las esperanza de que finalmente la gente se las crea.
¿Por qué el compañero Shamir no reproduce una sola cita que respalde estas afirmaciones verdaderamente monstruosas? No lo hace porque no puede hacerlo, porque esas citas no existen. Se lo ha inventado, de la misma forma que se ha inventado todo lo demás en su artículo. Está motivado no por el deseo de llegar a la verdad sino simplemente por la ciega malevolencia y el despecho. Y el despecho, como dijo Lenin (precisamente con relación a Stalin) juega un papel fatal en la política.
Este método nos remonta al pasado, a los métodos utilizados para desacreditar y ennegrecer el nombre del comunismo. Shamir pretende hablar en nombre de los comunistas rusos, pero sólo habla por sí mismo y por un pequeño número, cada vez menor, de viejos estalinistas intransigentes que han perdido todo el contacto con la realidad. Estas personas son incapaces de pensar. Afortunadamente, los militantes serios del Partido Comunista quieren saber la verdad sobre el pasado. No son niños pequeños dispuestos a creer en cuentos de hadas. Saben que durante décadas la dirección estalinista les mintió y están cansados de mentiras. Nosotros nos dirigimos a estos comunistas honestos, no a los falsificadores, a los vivos y no a los muertos.
II PARTE
En la primera parte nos ocupamos del delirante ataque de Israel Shamir sobre Celia Hart después de que escribiera su artículo: «El socialismo en un solo país» y la revolución cubana – Una contribución desde Cuba. Respondimos a los puntos planteados por Shamir porque eran algunas de las distorsiones y mentiras estalinistas clásicas que hemos escuchado durante décadas.
Sin embargo, en la segunda parte de este artículo tenemos más interés en las afirmaciones de G. Ziuganov publicadas en Rebelión como parte de este debate y con el siguiente título: Stalin y el Partido Comunista Ruso hoy. Y no es porque sean más serias, sino porque al menos Ziuganov es el líder de un partido que cuenta con el apoyo de millones de personas.
Gennady Ziuganov, secretario general del CC del PCFR, escribió este artículo con ocasión del cincuenta aniversario de la muerte de Stalin, pero fue publicado en Rebelión el 27 de junio de este año, presumiblemente para «poner las cosas en su sitio» después de la polémica desatada por el artículo de Celia Hart.
Ziuganov defiende a Stalin
En este artículo Ziuganov escribe lo siguiente: «Hay fundamentos para asegurar, que la personalidad de Stalin es equiparable a las más grandes figuras del Renacimiento, una época que al igual que el siglo pasado, supuso la irrupción de la humanidad en una nueva espiral del desarrollo histórico».
Este curioso paralelismo histórico se abre a diferentes interpretaciones. Conocemos todo tipo de figuras del Renacimiento que cumplieron toda clase de papeles: no sólo Miguel Angel y Leonardo, sino también César y Lucrecia Borgia. Si la comparación es con estos últimos, entonces hay cosas que se pueden decir de ellos. Stalin tenía todas las características que hicieron famosos a los Borgia, excepto sus excéntricas personalidades y su bien conocido amor por el arte.
Stalin, se nos dice, «fue un hombre de su tiempo. Stalin reunía todos sus rasgos diferenciadores: Una irrefrenable aspiración de avanzar y el lastre del pasado. Un alto humanismo y la capacidad de no apreciar a las personas (…)Un sincero desinterés por lo material y un impetuoso encantamiento por el poder, que a veces le anulaba los demás sentidos. La prudencia y el cuidado en muchos temas y las decisiones repentinas, irreflexivas, que afectaban al destino de millones de personas, y que luego tocaba corregir larga y dolorosamente. Todo esto es Stalin».
Uno lee estas líneas y se le abren los ojos con incredulidad. A Stalin se puede acusar de cualquier cosa, ¡pero a nadie se le ocurriría acusarle de «elevado humanismo«! Pero dejemos eso a un lado. Uno busca en vano en estas líneas el más mínimo elemento de análisis marxista. Aquí todo se reduce al nivel más trivial de rasgos psicológicos personales, rasgos que son puramente subjetivos y por lo tanto no se pueden explicar. Pero precisamente lo que requiere es una explicación.
En otras palabras, regresamos a la vieja explicación de Nikita Kruschev ¾la teoría del «culto a la personalidad»¾. Pero en realidad esta «explicación» no sirve de nada. Los marxistas no explican la historia en términos de los rasgos personales o la psicología individual de los «grandes hombres y mujeres», sino a través de las relaciones entre las diferentes clases y grupos sociales. La pregunta que debemos hacer es la siguiente: ¿A qué grupo social representaba Stalin? Lenin respondió a esta pregunta en sus últimos escritos, que el compañero Ziuganov, como Israel Shamir, ignoran convenientemente. Stalin representaba a la casta de funcionarios y burócratas que había usurpado el poder en la Unión Soviética como resultado de unas condiciones de atraso terribles.
El papel de Stalin en la Revolución de Octubre fue insignificante (esto se puede ver inmediatamente en la lectura del clásico de John Reed: Los diez días que estremecieron el mundo, y que Lenin dijo que era la narración más fiel). Ascendió al poder después de la victoria de octubre sobre la base de una reacción burocrática pequeño burguesa. Se basó en la burocracia, primero en el partido, el aparato, que él dominaba, y más tarde se convirtió en el campeón de los millones de antiguos funcionarios zaristas que continuaban en sus funciones bajo la apariencia protectora del estado soviético.
Este proceso de degeneración burocrática de la revolución rusa finalmente terminó en la matanza de los viejos bolcheviques, que no soportaban la destrucción que estaba realizando Stalin de la revolución y el partido de Lenin. Stalin pisoteó las limpias tradiciones de Lenin y el Partido Bolchevique. Destruyó totalmente el régimen de democracia obrera establecido por la revolución.
De este modo, jugó el papel de ejecutor del Partido Bolchevique y el sepulturero de la revolución. Ziuganov sabe esto, pero guarda silencio. Para él Stalin es su Lenin y el continuador de la tradición bolchevique. En realidad, Stalin traicionó los principios del leninismo y asesinó a los leninistas bolcheviques, arrastrando por el lodo la nítida bandera de la Revolución de Octubre.
Lenin y Stalin
Según Ziuganov: «Stalin infundía el entusiasmo en los que le rodeaban, el deseo ardiente de avanzar, de superar todas las dificultades, de vencer. Se distinguía por su sentido de la disciplina, y la clara comprensión de su responsabilidad personal.
No es casualidad que Lenin lo tuviese en tan alta estima. A menudo para ocupar puestos de responsabilidad no veía capaz a ningún otro candidato ‘aparte del camarada Stalin’. Un ejemplo lo encontramos cuando se discutía sobre el Comisariado Popular de las Nacionalidades, y cuando se creó el ‘RABKRIN’ (Inspección obrera y campesina): ‘Es una tarea gigantesca ¾señalaba Lenin¾ para saber como afrontarla, al frente debe haber una persona con autoridad, de otro modo fracasaremos, enfangados en pequeñas intrigas’«.
Francamente resulta increíble que el compañero Ziuganov cite estos ejemplos. La trayectoria de Stalin al frente del Comisariado del Pueblo para las Nacionalidades fue desastrosa. Hizo un enorme daño a las relaciones entre los trabajadores rusos y los pueblos de las naciones oprimidas del Cáucaso, llevó directamente a un enfrentamiento furioso con Lenin quien, como resultado de ésto, rompió todas sus relaciones personales y de camaradería con Stalin.
El ejemplo del Rabkrin no es mejor. Con Stalin el Rabkrin se convirtió en el centro de la intriga burocrática. Stalin utilizó el control de este organismo para promover a sus compinches y llenar las oficinas soviéticas con personas leales a su persona. En otras palabras, convirtió el Rabkrin precisamente en aquello contra lo que había advertido Lenin en el extracto citado por el compañero Ziuganov.
Cuando Ziuganov dice: «Stalin infundía el entusiasmo en los que le rodeaban, el deseo ardiente de avanzar, de superar todas las dificultades, de vencer», en parte tiene razón. Stalin se rodeó de compinches y arribistas leales que eran muy entusiastas en la obtención de posiciones para sí mismos en el estado soviético y ciertamente estaban motivados por un ardiente deseo de ascender. Es verdad, se enfrentaron a dificultades considerables cuando el Partido Bolchevique estaba dirigido por Lenin y Trotsky, que tuvo que librar una terca lucha contra los demonios de la burocracia y los privilegios. Pero la nueva casta de burócratas y advenedizos soviéticos estaba decidida a conquistar posiciones y debido a las condiciones de atraso existentes en Rusia finalmente consiguieron lo que querían.
Ya en 1920 Trotsky criticó el funcionamiento del Rabkrin, que de ser una herramienta de la lucha contra la burocracia se convirtió en un semillero de burocracia. Al principio Lenin defendió el Rabkrin frente a las críticas de Trotsky. Pero más tarde compartió la opinión de Trotsky: «Esta idea fue sugerida por el compañero Trotsky hace mucho tiempo, pero entonces yo estaba en contra. Pero después de examinar más de cerca esta cuestión, creo que se trata de una idea correcta». Al principio la enfermedad de Lenin le impidió apreciar lo que estaba ocurriendo a sus espaldas en el estado y en el partido. En 1922 la situación para él quedó clara: «la burocracia nos estrangula» se quejaba. Veía que el problema surgía del atraso cultural y económico del país.
¿Cómo se podía combatir esto? Lenin insistió en la importancia de la organización de los trabajadores para mantener bajo control la amenaza burocrática: «Nuestro programa del partido ¾un documento que conoce muy bien el autor del ABC del comunismo [Bujarin]¾ demuestra que lo nuestro es un estado obrero con tintes burocráticos. Ahora tenemos un estado utilizado por el proletariado organizado para protegerse, mientras nosotros, por nuestra parte, debemos utilizar estas organizaciones obreras para proteger a los trabajadores de su estado y utilizarles para proteger nuestro estado». (Lenin. Obras Completas. Vol. 32, pp. 24-5).
La lucha de Lenin contra Stalin estaba directamente unida a su decidida batalla contra la burocracia dentro del mismo Partido Bolchevique. Resulta bastante asombroso que Ziuganov cite el control de Stalin del Rabkrin como una prueba de sus credenciales leninistas. Evidentemente, no es consciente de que Lenin, en su lucha contra Stalin y su fracción burocrática, señaló específicamente al Rabkrin como objetivo de sus ataques. O no lo sabe o simplemente distorsiona la posición de Lenin.
En Más vale poco pero bueno, escrito poco antes de su Testamento, Lenin hacía referencia al Rabkrin con términos muy negativos. Aquí está lo que escribió Lenin: «Dicho sea entre paréntesis, en nuestro país suele haber burocracia no sólo en las instituciones de los soviets, sino también en las del partido». En la misma obra lanzó un profundo ataque contra el Rabkrin, que claramente iba por Stalin: «Hablemos con franqueza. El Comisariado del Pueblo de la Inspección Obrera y Campesina no goza actualmente ni de la más ligera sombra de prestigio. Todos saben que no hay una institución peor organizada que nuestra Inspección Obrera y Campesina y que en las condiciones actuales no pedir nada a este Comisariado«. (Lenin. Obras Escogidas. Moscú. Editorial Progreso. pp. 732-5).
Aquí tenemos la opinión de Lenin sobre el Rabkrin que tanto admira el compañero Ziuganov, «no goza actualmente ni de la más ligera sombra de prestigio… no hay una institución peor organizada que nuestra Inspección Obrera y Campesina y que en las condiciones actuales no pedir nada a este Comisariado».
¿Puede estar más claro? ¿Puede estar más claro que Ziuganov ha presentado la actitud de Lenin hacia el Rabkrin y Stalin de una forma totalmente distorsionada y falsa? Lenin eran muy consciente de que Stalin había convertido el Rabkrin en un semillero de burocracia, arribismo e intriga. Por eso advierte que «en nuestro país suele haber burocracia no sólo en las instituciones de los soviets, sino también en las del partido». Esta advertencia hace referencia a Stalin. Era el principio de la lucha que terminó con la ruptura total entre Lenin y Stalin.
Stalin como secretario general
«Fue precisamente a propuesta de Lenin», nos dice Ziuganov, «que Stalin asumiese la secretaría general del CC del partido bolchevique en 1922». Lo que no nos dice el compañero Ziuganov es que Lenin poco después exigió enojado la destitución de Stalin como secretario general y formó un bloque con Trotsky contra él.
En su autobiografía, Mi vida, Trotsky recuerda la conversación que mantuvo con Lenin sobre esta cuestión:
«‘Vladimir Ilyich, según mi convicción, en la lucha actual contra el burocratismo en el aparato soviético, no debemos olvidar lo que está ocurriendo, tanto en las provincias como en el centro, una selección especial de funcionarios y especialistas, del partido, no partido y semi-partido, alrededor de determinadas personalidades y grupos dirigentes del partido, en las provincias, en los distritos, en los partidos locales y en el centro, es decir, el Comité Central, etc., Al atacar a los funcionarios soviéticos se enfrenta al líder del partido. El especialista es un miembro de esta suite. En tales circunstancias yo no podría emprender esta tarea’.
Entonces Vladimir Ilyich reflexionó durante un momento, aquí le citó prácticamente al pie de la letra: ‘Es decir, propongo una lucha contra el burocratismo soviético y usted quiere añadir el burocratismo del Buró Organizativo del partido’. Me reí ante lo inesperado de estas palabras, como no había terminado de formular la idea en mi cabeza respondí: ‘Supongo que sí’.
Entonces Vladimir Ilyich dijo: «Bien, es correcto, propongo un bloque’, y dijo, ‘Siempre estoy dispuesto a formar un bloque con un hombre bueno'». (León Trotsky. Mi Vida. En la edición inglesa).
Como ya hemos mencionado, las últimas palabras de Lenin sobre Stalin y Trotsky se encuentran en su Carta el congreso, conocida por la historia como el Testamento suprimido de Lenin. Recordamos a nuestros lectores lo que Lenin dijo sobre Trotsky: «tal vez sea el hombre más capaz del actual CC» y «no debe utilizarse contra él su pasado no bolchevique». Sobre Stalin dijo que era demasiado rudo (en otra parte dijo «rudo y desleal») y que había concentrado demasiado poder en sus manos («y no estoy seguro de que lo utilice adecuadamente») y exigía su destitución de la secretaría general. Pero sobre todo esto Gennady Ziuganov no dice ni una sola palabra.
«Los grandes logros» de Stalin
Refiriéndose a los supuestos logros de Stalin, Ziuganov escribe lo siguiente:
«Los resultados de la obra de Stalin son de todos conocidos. En los primeros años del primer plan quinquenal, por ejemplo, fue duplicado el potencial industrial de nuestro país. La industria pesada pasó a ocupar el primer lugar. A la órbita del proceso productivo fueron atraídas las regiones más lejanas y atrasadas. Crecieron una multitud de nuevas ciudades y cetros industriales. Los viejos centros sufrieron transformaciones radicales. A finales ya de los años treinta, se estaban construyendo en el país más de 6.000 nuevas empresas. En 1937, los nuevos centros industriales suponían más del 80% de toda la producción industrial. A comienzos del tercer plan quinquenal, la industria comenzó a ser rentable».
Todo esto es verdad y es necesario subrayar los colosales avances conseguidos por la Unión Soviética gracias a la economía nacionalizada y planificada. Pero ¿todo esto fue el resultado del genio previsor de Stalin? No lo fue. Todo lo contrario, Stalin al principio fracasó completamente en comprender la necesidad de los planes quinquenales y desdeñosamente descartó la idea cuando fue planteada por primera vez en los años veinte por Trotsky la Oposición de Izquierdas. Stalin ridiculizó la propuesta de Trotsky de construir un proyecto hidroeléctrico en el Dnieper diciendo que era el equivalente a «ofrecer un gramófono a un campesino en lugar de una vaca».
Más tarde, cuando la Unión Soviética estaba amenazada por los kulaks contrarrevolucionarios, Stalin dio un giro de ciento ochenta grados y emprendió la política aventurera de la colectivización forzosa. ¡En este sentido su plan de colectivización ciertamente «fue mucho más allá» que las propuestas hechas por la Oposición! Trotsky lo denunció como una aventura debido al atraso material de la agricultura rusa. «Las perspectivas amplias» de Stalin provocaron un desastre en la agricultura rusa. Según el propio Stalin al menos murieron diez millones de personas en esta terrible catástrofe de la que nunca se recuperó la agricultura rusa.
Ziuganov escribe lo siguiente: «a pesar de todas las dificultades que acarreó la colectivización agraria, resurgió y se alzó el campesinado ruso. Solo durante los años del segundo quinquenio, los Koljoses recibieron más de 500.000 tractores, alrededor de 124.000 cosechadoras y más de 140.000 camiones. Solo en el periodo de 1928 a 1932, cinco millones de campesinos dominaron el uso de la maquinaria agrícola. La gente del campo descubrió por primera vez lo que era el tiempo libre. Lo que significaba la posibilidad de estudiar, aumentar su nivel cultural, dedicarse a temas sociales».
Con esta breve frase: «a pesar de todas las dificultades que acarreó la colectivización agraria», el compañero Ziuganov encubre uno de los episodios más negros de la historia de la URSS, un período en el cual, como admitió el propio Stalin, murieron aproximadamente diez millones de personas, en la que el campo soviético se hundió en una terrible hambruna y la agricultura soviética sufrió un golpe mortal del que nunca se recuperó realmente.
En 1930 la producción total de grano era de 835 millones de quintales. En los dos años siguientes cayó hasta los 200 millones; en este momento el nivel de producción de grano apenas era suficiente para alimentar a la población. El resultado para millones de trabajadores y campesinos fue el hambre. La producción de azúcar en el mismo período cayó desde 109 millones a 48 millones de libras.
Pero más terrible fueron las pérdidas de ganado. El demente ritmo de la colectivización y los métodos violentos utilizados, provocaron en el campesinado una resistencia desesperada que hundió al campo en una nueva y sangrienta guerra civil. Los enfurecidos campesinos en señal de protesta mataron a sus caballos y al ganado. El número de caballos pasó de 34,9 millones en 1929 a 15,6 millones en 1934, es decir, una pérdida del 55 por ciento. El número de ganado con cuernos pasó de 30,7 millones a 19,5 millones, una pérdida del 40 por ciento, el número de cerdos cayó un 55 por ciento y el de ovejas un 66 por ciento. La agricultura soviética en el momento actual todavía no se ha recuperado del golpe que supuso la colectivización forzosa. Pero la estadística más espantosa de todas son los millones de campesinos que murieron en este período ¾de hambre, frío, enfermedades, en las luchas contra el Ejército Rojo o en los campos de trabajo forzados después¾. Stalin no negó la cifra de diez millones de exterminados; cuatro millones es la estimación más baja.
Esta es la realidad de la colectivización a la que hace referencia Ziuganov sin decirnos nada sobre ella. En realidad, si el Partido Comunista hubiera hecho caso de Trotsky y la Oposición de Izquierdas, los horrores de la colectivización forzosa podrían haberse evitado. Pero después de la muerte de Lenin, Stalin y sus seguidores adoptaron una política oportunista de derechas, basada en los nepistas burgueses y los campesinos ricos (kulaks). Estos no eran en absoluto previsores sino que eran extremadamente miopes. No previeron nada y los acontecimientos les cogieron totalmente por sorpresa.
Como explicó Trotsky: «Sin las críticas de la Oposición y sin el temor de la burocracia a la Oposición, el rumbo de Stalin-Bujarin hacia el kulak habría terminado en la restauración del capitalismo. Bajo el azote de la Oposición, la burocracia se vio obligada a coger importantes préstamos de nuestra plataforma. Los leninistas no podrían salvar el régimen soviético del proceso de degeneración y las dificultades del régimen personal. Pero lo salvaron de su completa disolución y del camino de la restauración capitalista. Las reformas progresivas de la burocracia fueron subproductos de la lucha revolucionaria de la Oposición. Para nosotros esto es demasiado insuficiente. Pero por lo menos es algo». (Trotsky. Escritos. 1935-36).
Lenin siempre defendió la colectivización de la agricultura, pero de una forma voluntaria y gradual. Pero lo que nunca defendió fue la alocada idea de dividir las propiedades campesinas por la fuerza y de la noche a la mañana colectivizarlas a mano armada. La colectivización tenía que realizarse a través del ejemplo. Había que convencer a los campesinos con argumentos pacientes y con la creación de un modelo de granjas colectivas y la introducción de la última tecnología moderna, tractores, fertilizantes, electricidad, escuelas, etc.,
Estas perspectiva estaba obviamente unida al desarrollo de la industria soviética a través de planes quinquenales. La idea de la colectivización basada en arados de madera evidentemente no tenía sentido. Como explicó Trotsky: «Esta consideración histórica general no resolvía, sin embargo, el problema. Las posibilidades reales de la colectivización no estaban determinadas ni por la situación sin salida de los cultivadores, ni por la energía administrativa del Gobierno; lo estaban, ante todo, por los recursos productivos dados, es decir, por la medida en que la industria podría proporcionar herramientas a la gran explotación agrícola. Estos datos materiales hacían falta; los koljoses fueron organizados frecuentemente con unos útiles que sólo convenían a las parcelas. En estas condiciones, la colectivización exageradamente apresurada se transformaba en una aventura». (León Trotsky. La revolución traicionada. Madrid. Fundación Federico Engels. 1991. p. 67)
Después de dar una sacudida a la derecha, para salvaguardar y atrincherarse como una casta privilegiada, la burocracia estalinista tuvo que basarse en los trabajadores para aplastar la incipiente contrarrevolución burguesa, para conseguirlo adoptó una posición ultraizquierdista. Enviaron destacamentos armados al campo para liberar los depósitos de grado y alimentar a las ciudades. Los estalinistas viraron desde el oportunismo a una posición ultraizquierdista. Esto llevó a la política demente de «liquidación de los kulaks como clase» y la total colectivización de la agricultura «tan pronto como fuera posible». Como consecuencia, la proporción de granjas colectivas en 1929 pasó del 1,7 por ciento al 3,9 por ciento. En 1930 aumentó dramáticamente hasta el 23,6 por ciento, en 1931 al 52,7 por ciento, en 1932 al 61,5 por ciento, en 1933 al 64,4 por ciento, en 1934 al 71,4 por ciento, en 1935 el 83,2 por ciento y en 1936 al 89,6 por ciento. El porcentaje de área cultivada colectivizada pasó del 33,6 por ciento en 1930 al 94,1 por ciento en 1935.
Los métodos utilizados por Stalin para colectivizar al campesinado no tenía nada en común con las ideas de Lenin. «No solamente se socializaban los caballos, las vacas, los corderos, los cerdos, sino hasta los polluelos. «Se expropiaba a los kulaks -un testigo ocular lo ha escrito en el extranjero- hasta botas de fieltro que arrebataban a los niños». El resultado de todo esto fue que los campesinos vendieran en masa su ganado a bajo precio, o que lo sacrificaran para obtener carne y cuero». (Ibíd., p. 67).
Sholojov escribe lo siguiente en Virgin Soil Upturned: «El ganado era sacrificado cada noche en Gremyachy Log. Apenas anochecía cuando en medio del silencio se podían oír los cortos balidos de las ovejas, los chillidos mortales de los cerdos o los mugidos de las vacas». «Tanto aquellos que se habían unido a los koljoses como los granjeros individuales acababan con su ganado. Toros, ovejas, cerdos e incluso vacas eran sacrificados, así como el ganado de cría. El ganado con cuernos de Gremyachy en dos noches quedó reducido a la mitad». (Citado en Nove. An Economic History of the USSR, p. 174). Todas las fuerzas iban dirigidas a las requisaciones. Las consecuencias humanas y económicas fueron terribles y como hemos visto, millones murieron debido a la hambruna.
Trotsky la industrialización de la URSS
¿Y lo que respecta a la industria? ¿Los éxitos de los planes de Stalin no fueron «mucho más» que las perspectivas de la Oposición de Izquierdas que demostraban lo pesimista que era Trotsky? Cuando después de los tristemente célebres Juicios de Moscú, Trotsky apareció voluntariamente ante la Comisión Dewey que estaba investigaba las acusaciones contra él y la Oposición, respondió, entre otras cosas, a varias preguntas relacionadas con las diferentes con los estalinistas sobre la cuestión de la industrialización en 1923-9. Citamos al pie de la letra el texto que lo demuestra
«Goldman: Sr. Trotsky, ¿cuál era su postura respecto a la industrialización de la Unión Soviética antes de ser expulsado del país?
Trotsky: Durante el período de 1922 a 1929 luché por la necesidad de una industrialización acelerada. A principios de 1925 escribí un libro en el que intenté probar que mediante la planificación y el control de la industria era posible alcanzar un coeficiente anual de industrialización de veinte. En esa época se me acusaba de ser un hombre fantástico, un superindustrializador. Así llamaban a los trotskistas: ‘superindustrializadores’.
Goldman: ¿Cuál es el título de ese libro?
Trotsky: ¿Adónde va la URSS?
Goldman: Se publicó en inglés, estoy casi seguro, con el título de Wither Russia, Toward Capitalism or Socialism?
Trotsky: La marcha de los acontecimientos demostró que fui muy prudente con mi apreciación de la posibilidad de la economía planificada, no demasiado atrevido. Fue mi lucha entre 1922 y 1925 y también la lucha de los planes quinquenales. Comenzó en 1923, cuando la Oposición de Izquierdas empezó a luchar por la necesidad de llevar a cabo el Plan Quinquenal.
Goldman: ¿En aquella época Stalin le llamaba ‘superindustrializador’?
Trotsky: Sí.
Goldman: Se oponía a la rápida industrialización del país.
Trotsky: Permítame decir que en 1927, cuando yo era presidente de la Comisión para la central hidroeléctrica en Dnieprostroy, una central energética, insistí en la reunión del Comité Central en la necesidad de construir dicha central. Stalin respondió, y está publicado: ‘Para nosotros, construir la central de Dnieprostroy es lo mismo que para un campesino comprar un gramófono en vez de una vaca». (The case of Leon Trotsky, p. 245).
¡Este era el alcance de las «perspectivas amplias» de Stalin en 1927! En ese momento la acusación contra la Oposición por parte de los estalinistas no era porque fueran «pesimistas» sino porque eran ¡»super-industrializadores»! ¿Entonces de donde procede la acusación de que los planes implantados posteriormente por Stalin fueron «mucho más allá» de lo que defendía Trotsky? Los años 1925-27 en realidad ocuparon la lucha de la Oposición contra la cobardía económica de la dirección Stalin-Bujarin.
¡Los estalinistas en 1926 sugirieron primero un «plan» que comenzaría con un coeficiente de nueve para el primer año, ocho para el segundo, reduciendo poco a poco hasta bajar a una tasa de crecimiento de cuatro! Trotsky, a quien la camarilla dominante tildaba de «super-industrializador», describió esta excusa miserable como un plan de «sabotaje de la industria» (no, por supuesto, en el sentido literal). Más tarde, el plan fue revisado para dar un coeficiente de nueve a los primeros cinco años. Trotsky pensaba en un coeficiente de 18-20. ¡Señaló que la tasa de crecimiento, incluso bajo el capitalismo, había sido de seis!
La camarilla dominante no prestó atención a la Oposición y siguió adelante con sus planes pusilánimes. En lugar del miserable nueve por ciento previsto en las «perspectivas amplias» de Stalin-Bujarin, los resultados del primer año del plan quinquenal confirmaron totalmente la perspectiva de la Oposición y demostraron la total insuficiencia de los coeficientes propuestos por Stalin y compañía. Como resultado, al año siguiente emprendieron la desastrosa aventura de un «plan quinquenal en cuatro años». En vano Trotsky avisó contra esta idea demente que desequilibró totalmente todo. ¡Por medio del ukaze burocrático la dirección decretó ahora un coeficiente de 30-35 por ciento!
El naufragio de la industria en este período, de esto se culpó a víctimas desgraciadas de los «juicios de sabotaje», fue en realidad el resultado de la política aventurera de los estalinistas, que emprendieron la quimera del «socialismo en un solo país» y el «plan quinquenal en cuatro años» que llevaron al agarrotamiento de la economía y a incontables apuros para la clase obrera soviética.
Esto es lo que Trotsky dijo en la Comisión Dewey:
«Trotsky: Mi actitud hacia el desarrollo económico de la URSS se puede caracterizar de la siguiente manera: Defiendo la economía soviética de los críticos capitalistas y reformistas socialdemócratas y critico los métodos burocráticos de la dirección. Las deducciones eran muy simples. Se basaban en la propia prensa soviética. Tenemos cierta libertad respecto a la hipnosis burocrática. Era absolutamente posible en la propia prensa soviética ver todos los peligros.
Goldman: ¿Puede darnos una idea, en líneas muy generales, de los logros de la industrialización en la Unión Soviética?
Trotsky: Los logros son muy importantes, y así lo afirmé constantemente. Se deben a la supresión de la propiedad privada y a las posibilidades inherentes a la economía planificada. Pero son, no puedo decirlo exactamente pero lo diré, dos o tres veces inferiores a lo que podrían ser bajo un régimen de democracia soviética.
Goldman: ¿A eso se deben los avances, a pesar del control y los métodos burocráticos?
Trotsky: Se deben a las posibilidades inherentes a la socialización de las fuerzas productivas» (The case of Leon Trotsky, p. 249).
La superioridad de la economía planificada
El compañero Ziuganov no sabe nada de todo esto. ¡Repite el viejo mito de que Stalin fue el responsable de la industrialización de la URSS! En realidad, como en el caso de la colectivización, Stalin sólo aceptó tardíamente el programa de industrialización y los planes quinquenales (que originalmente fueron propuestos por Trotsky y la Oposición de Izquierdas). La implantación burocrática de una planificación centralizada provocó un despilfarro, chapuzas, corrupción y mala gestión colosales, que finalmente socavaron y destruyeron la economía planificada, llevando a la restauración capitalistas y al colapso de la URSS.
Sin embargo, a pesar de Stalin y la burocracia, no se puede cuestionar que la introducción de una economía planificada y nacionalizada representó un paso de gigante. La superioridad de la economía nacionalizada y planificada se pudo ver en la Segunda Guerra Mundial, que en Europa fue realmente una batalla titánica entre la URSS y la Alemania de Hitler con todos los recursos combinados de Europa tras él. La economía nacionalizada y planificada consiguió resultados asombrosos en el terreno de la cultura, educación y ciencia.
El compañero Ziuganov escribe correctamente: «A comienzos de los años 40 el 80 por ciento de la población estaba alfabetizada. Cientos de miles de jóvenes, salidas de la clase obrera y campesina, pasaron por los institutos y centros de formación profesional. Apareció una nueva intelectualidad».
Esto también es verdad. Las ventajas de la economía nacionalizada planificada permitió a la URSS superar su antiguo atrasado a una velocidad asombrosa, eliminar el analfabetismo y conseguir los éxitos más brillantes, sobre todo en el terreno de la ciencia y la tecnología, como demostró en todo el mundo su programa espacial. En los años ochenta la URSS tenía más científicos que EEUU, Japón y Alemania Occidental juntos, y eran excelentes científicos.
El problema es que con todos estos científicos la URSS fue incapaz de conseguir los mismos resultados que occidente. El relativo atraso de la URSS se podía ver en el terreno de la productividad, con la Unión Soviética iba por detrás de occidente. ¿Por qué? La razón principal era la colosal carga que representaba la burocracia en la economía soviética, millones de funcionarios corruptos y avariciosos que gobernaban la Unión Soviética sin ningún control por parte de la clase obrera. El compañero Ziuganov guarda silencio sobre este punto. Pero entonces, ¿cómo explica el hecho de que, a pesar de las indudables ventajas de la economía planificada y los colosales avances de la Unión Soviética, todo terminara minado y destruido?
Si como dicen ahora los estalinistas todo estaba bien, si la población soviética vivía en un paraíso socialista, ¿entonces porque todo colapsó y fue restaurado el capitalismo? A esta pregunta ¾la más importante de todas¾ los apologistas tardíos del estalinismo no tienen respuesta. Dan vueltas en todas direcciones para justificar el régimen de la Unión Soviética, fulminan y echan espuma por la boca ante la denuncia de Trotsky de la burocracia estalinista, pero no tienen nada que responder a la pregunta que todos los trabajadores comunistas se hacen.
En realidad, si se aceptan los argumentos de los estalinistas, no hay respuesta posible. En un minuto había socialismo y al siguiente capitalismo. Eso es todo. ¡Pero esperad un minuto! Hay que responder a algunas preguntas. El compañero Ziuganov era un militante del Partido que solía llamarse Partido Comunista de la Unión Soviética. Era un partido con aproximadamente 19 millones de militantes. Se decían la «vanguardia de la clase obrera». Se supone que era la fuente de toda la sabiduría y el depósito central de los principios correctos del marxismo leninismo.
Pero en pocos meses este imponente edifico colapsó. Cuando el compañero Ziuganov y otros reorganizaron el PCFR, no tenía más de medio millón de militantes. ¿Qué ocurrió con todos los demás? Se demostró que no eran en absoluto comunistas, sino vulgares arrivistas que van allí donde sople el viento. La mayoría de ellos ahora son entusiastas seguidores del mercado. Peor aún, muchos de los dirigentes (o sus hijos, no importa) se han convertido en ricos empresarios y son parte de la oligarquía que domina Rusia. Comparado con esta traición, el papel de los dirigentes socialdemócratas en 1914 fue sólo un juego de niños.
¿Puede alguien creer que, si los trabajadores soviéticos hubieran podido decir lo que querían, que si los principios de Lenin de la democracia soviética mantuvieran su fuerza en la URSS, habría sido posible concebir tal monstruosidad? Trotsky dijo hace mucho tiempo que una economía nacionalizada planificada necesita de la democracia como el cuerpo humano el oxígeno. ¡Eso no es sólo una frase literal! Sin una democracia soviética genuina (el tipo de democracia que existía en el estado soviético con Lenin y Trotsky), la economía nacionalizada planificada inevitablemente habría terminado en el pantano de la burocracia, la corrupción, el despilfarro y el caos. Eso es lo que en última instancia destruyó la URSS. La burocracia estalinista, que durante décadas hizo loas al «socialismo» mientras pisoteaba los principios más elementales del leninismo, ahora ha pasado del «socialismo» al capitalismo con la misma facilidad que un hombre se pasa del vagón de fumadores al de no fumadores en un tren.
III PARTE
En la segunda parte concluíamos con lo fácilmente que la vieja burocracia soviética aceptó el paso al capitalismo. El compañero Ziuganov pronuncia alabanzas de la vieja burocracia estalinista en el terreno económico. Pero contrariamente a lo que el compañero Ziuganov le gustaría hacernos creer, la burocracia estalinista y el propio Stalin, no fueron los defensores de la economía planificada. En realidad estaban preparando las condiciones que finalmente llevarían al colapso de la economía planificada propiedad del estado.
La casta burocrática
Increíblemente, Ziuganov también pronuncia alabanzas a la Constitución de Stalin, que fue aprobada en un momento en el que Stalin estaba imponiendo un feroz régimen totalitario y pisoteando los derechos del pueblo soviético, una época en la que millones de personas eran enviadas al Gulag, del que muchos nunca regresarían, cuando se torturaba a los dirigentes del partido de Lenin para conseguir de ellos falsas confesiones y ejecutarles como a perros, cuando la pena de muerte existía para los niños de catorce años.
Ziuganov escribe lo siguiente: «La Constitución de la URSS poniendo broche de oro a este proceso creador, por primera vez en la historia, proclamó un completo sistema de nuevos derechos socialistas: derecho al trabajo, al descanso, a la educación superior, a la jubilación. Nunca en ningún lugar un documento había proclamado derechos parecidos».
La Constitución de 1936 de Stalin fue un fraude. Sólo había un partido, el Partido Comunista, y sus candidatos siempre salían elegidos por aproximadamente un 99 por ciento, algo que es imposible estadísticamente. Todo el mundo en la URSS sabía que las «elecciones» eran un fraude. El país estaba dirigido por una camarilla inamovible de burócratas que no rendían cuentas a nadie, excepto ante el Jefe. En contraste, con Lenin y Trotsky la república soviética disfrutó de los derechos democráticos que no han existido en ningún otro país en la historia. No debemos olvidar que esto fue en un momento donde el estado obrero era pobre y débil, cuando estaba rodeado por enemigos poderosos que intentaban destruirlo con todos los medios a su disposición.
Ziuganov presenta una imagen entusiasta de las condiciones de las masas soviéticas con Stalin. Escribe que en los años treinta los niveles de vida y los salarios aumentaron. En realidad, los niveles de vida de las masas soviéticas en aquellos momentos eran muy malos. El campo sufría una hambruna devastadora, provocada artificialmente por Stalin y monstruosa política de la colectivización forzosa. Pero Ziuganov no dice nada de esto. No explica que en el mismo período hubo un enorme aumento de los diferenciales entre los niveles de vida de los trabajadores soviéticos normales y los de la burocracia privilegiada.
Ziuganov escribe que: «El sistema de racionamiento pasó a ser un recuerdo del pasado». Y resulta que ciertas capas de la población tenían acceso a productos que las masas nunca veían. Esto no se llamaba racionamiento, todo el mundo sabe lo que es. Durante décadas aumentó continuamente la brecha entre los niveles de vida de los trabajadores soviéticos normales y el de los altos funcionarios. Aquellos que realmente disfrutaban del aumento de los niveles de vida fueron los millones de apparatchiksy burócratas soviéticos que tenían todo tipo de privilegios si se mantenían leales a Stalin.
En 1930 Stalin abolió el Partimaximum ¾el principio leninista que limitaba los salarios de los burócratas al salario de un trabajador cualificado¾. Como resultado de esta medida los salarios y prebendas de la burocracia se incrementaron y continuaron subiendo, creando unas condiciones para la existencia de una enorme desigualdad que finalmente socavó toda la Unión Soviética.
Los privilegios de los que disfrutaba la burocracia soviética en los años treinta, cuando Stalin hablaba de una «vida feliz» en la URSS, no eran nada comparados con estilo de vida extravagante de los círculos dominantes de la burocracia en el período previo al colapso de la Unión Soviética. Breznev y la camarilla dominante vivían como millonarios. Estaban aún más alejados de la clase obrera que sus homólogos en occidente. Mientras pronunciaban discursos demagógicos sobre la «construcción del comunismo», estos diferenciales aumentaban constantemente.
Lenin explicó que los diferenciales que existían en los primeros años del estado soviético eran diferenciales capitalistas que disminuirían gradualmente cuando la Unión Soviética se aproximara al socialismo. En realidad, ocurrió exactamente lo contrario. Incluso cuando la Unión Soviética registró un enorme avance económico, la desigualdad en lugar de disminuir aumentó, en lugar de aproximarse al socialismo la Unión Soviética se fue alejando de él. Vimos el resultado final en 1990. Pero todavía estamos esperando una explicación de Gennady Ziuganov o de cualquier otro líder estalinista.
La herencia que rechazamos y la que defendemos
En la parte titulada: La herencia de Stalin, Ziuganov intenta «nadar entre dos aguas». Dice que Stalin no puede ser imitado porque pertenecía a otra época y ésta es irrepetible. Esta es una buena forma de evitar toda la cuestión. Es la misma lógica que utilizan los revisionistas para deshacerse de Lenin quien, como sabemos, vivió hace mucho tiempo…
No debemos seguir ciegamente todo lo que Stalin escribió, nos dice Ziuganov, en su lugar deberíamos seguir su método. ¿En qué consiste este método? Ziuganov cita a Stalin:
«No podemos exigir de los clásicos del marxismo, separados de nuestro tiempo en 45-55 años, que previesen todos y cada uno de los devaneos de la historia en cada país concreto y en un futuro lejano. Sería ridículo exigirles que desarrollasen para nosotros soluciones prefabricadas para hacer frente a cualquier problema teórico que pudiese aparecer en un país determinado dentro de 50-100 años, para poder permitirnos a los seguidores de esos mismos clásicos del marxismo, poder descansar tranquilos y masticar soluciones mágicas. Pero lo que si podemos y debemos exigir de los marxistas-leninistas de nuestro tiempo, es que aprendan a interpretar la experiencia de los clásicos, a concretar sus fundamentos básicos, desarrollarlos y mejorarlos».
A pesar de la ostentosidad del escritor, estas perlas de sabiduría están tan trilladas que parecen haber sido tomadas de un libro escolar de ejercicios para niños de seis años no muy inteligentes. En realidad no es muy aconsejable «pedir» al marxismo cosas que no puede hacer, aún menos aconsejable es pedir peras al olmo o una frase coherente a George W. Bush.
Pero el hecho es que en todos sus fundamentos, las ideas del marxismo no han cambiado desde los días de El Manifiesto Comunista. Las ideas de Marx, Engels, Lenin y Trotsky hoy mantienen totalmente su validez. Por eso continuamos defendiéndolas implacablemente contra los intentos de los revisionistas ¾incluidos los estalinistas¾ que las abandonan o las cambian hasta no poder reconocerlas. Lo que aquí tenemos es un verdadero himno de alabanza a Stalin. Cualquier error o defecto es considerado como algo secundario, «manchas en el sol», como alguien dijo en una ocasión.
«La prueba del poder»
«Seguir el ejemplo de Stalin», continúa Ziuganov, «significa ante todo comprender su época, la esencia de las fuerzas sociales y políticas que interactuaban, la naturaleza del poder». Todo esto es muy hermoso. El problema es que el compañero Ziuganov no hace esto. Se busca en vano en este artículo cualquier atisbo de un análisis marxista serio sobre las razones que llevaron a Stalin al poder. En su lugar, Ziuganov da unas cuantas citas de Stalin de 1912 sobre la Duma zarista, a la que compara con la Duma actual de Putin.
Las citas sobre la democracia burguesa y el parlamento podrían ser correctas, pero no responder a las preguntas hechas por el propio Ziuganov. Sería muy bueno que el PCFR adoptar una verdadera política comunista, una auténtica política de oposición al corrupto régimen bonapartista burgués de Putin. En lugar de limitarse a las intrigas parlamentarias, el PCFR debería organizar una campaña de agitación de masas contra el gobierno. Es decir, debería adoptar una postura leninista.
Si el PCFR fuera un verdadero Partido Comunista no habría problema. Pero desgraciadamente hay personas en la dirección de ese partido que se oponen al leninismo. Hay personas que intentan constantemente defender esa aberración monstruosa, esa caricatura burocrática y totalitaria del marxismo-leninismo que fue el estalinismo. Afortunadamente, no tienen oportunidad de triunfar.
«Haremos todo lo posible», escribe Ziuganov, «para no permitir en nuestras filas el espíritu del trotskismo». ¿En qué consiste el «espíritu del trotskismo»? Según Ziuganov son «los intentos de determinados activistas engreídos, que se sienten superiores, ‘superhombres, por encima del CC, de sus leyes, de sus decisiones, dando de este modo la excusa a determinada parte del partido de hacer un trabajo de desgaste que haga perder la confianza en ese mismo CC’. Este es el trabajo que están haciendo, con la bendición de las altas esferas del Kremlin, y cada vez más activamente».
¡El lenguaje bizantino que utiliza el líder del PCFR haría justicia al mismo Stalin! ¿Quiénes son estos «determinados activistas», estos «superhombres», que han provocado la ira del compañero Ziuganov? No lo dice, lo deja a nuestra imaginación. ¿Por qué no llamar a las cosas por su nombres? ¿Por qué no dar nombres? Está suficientemente claro que el compañero Ziuganov aquí está polemizando no contra el trotskismo, sino con una u otra de las numerosas fracciones y camarillas que existen dentro del PCFR y que están luchando por tomar el control de la dirección como si se tratara de gatos dentro de un saco.
Como la dirección ha abandonado la política, los métodos y los principios del leninismo ¾porque en su perspectiva sigue siendo esencialmente estalinista y no leninista¾ por esa razón el partido está afectado por las crisis y las divisiones, pero no son divisiones como las que se daban en el Partido Bolchevique en los tiempos de Lenin. No tienen una base política o ideológica, son simplemente divisiones entre grupos rivales de burócratas, empresarios y arribistas.
Una cosa está clara, Ziuganov no está haciendo referencia a trotskistas o personas que en cierto sentido, modo o forma estén defendiendo las ideas de Trotsky. Por eso el compañero Ziuganov, que aparentemente todavía le queda algo de vergüenza, no hace referencia al trotskismo, sino al «espíritu del trotskismo», su fantasma liberado. Pero como somos materialistas dialécticos no creemos en fantasmas.
En un verdadero partido leninista esta situación sería algo impensable. En el partido de Lenin había un régimen interno democrático y sano, donde los militantes no tenía miedo de decir lo que pensaban, criticar a la dirección, discutir de políticas e ideas. El régimen leninista fue destruido por Stalin y fue sustituido por un régimen totalitario y burocrático, donde el único deber del partido era pronunciar alabanzas al Líder, y en el cual, la oposición y la disidencia estaban recompensadas con la expulsión, el arresto y la cárcel. La tradición leninista de la democracia soviética fue pisoteada para consolidar el dominio de la burocracia estalinista.
Por supuesto que el régimen interno del PCFR no es ese tipo de régimen. El partido ya no es parte del estado ¾como lo fue antes¾ y sin duda esto es una mejoría. Pero todavía tiene que hacer una autocrítica seria de su propio pasado, debe romper decisivamente con el estalinismo y regresar a los principios leninistas de la democracia obrera, al marxismo revolucionario y al internacionalismo proletario.
¡Restablecer las tradiciones de Lenin!
Sin duda hay muchos comunistas honestos en y alrededor del PCFR que desean ardientemente esto. Pero muchos en la dirección se oponen firmemente a un rumbo leninista. Son los remanentes del antiguo régimen que no han roto todavía con el pasado estalinista y se resisten a cambiar. Con su dirección el PCFR ha ido de una derrota a otra. La suerte del partido no mejorará hasta que rompan decisivamente con su pasado estalinista y emprendan decididamente el camino leninista.
No es casualidad que Ziuganov condene el trotskismo (sobre el que evidentemente no sabe nada) y escriba tan cariñosamente sobre Yosif Vissarionovich. Desea levantar una muralla de acero contra la posibilidad de que los jóvenes y trabajadores revolucionarios de Rusia tomen el control del Partido Comunista, expulsen a los reformistas, estalinistas, arribistas parlamentarios y burócratas, a que exijan el regreso a la política y tradiciones revolucionarias de Lenin y Trotsky. No lo conseguirá. La marea de la historia está en su contra.
Lenin dijo en cierta ocasión que el marxismo es todopoderoso porque es verdad. A pesar de todos los reveses y derrotas, a pesar de todas las mentiras y falsificaciones, el proceso de la historia condenará tanto al capitalismo como al estalinismo, arrojándoles al cubo de basura de la historia, al que pertenecen. A través de su experiencia de la lucha de clases, los jóvenes y trabajadores de Rusia redescubrirán las ideas, el programa y las tradiciones del bolchevismo. No hay otro camino.
El compañero Ziuganov dice que el PCFR está preparándose para la lucha por el poder. Realmente nos gustaría creerlo. Con una militancia considerable, con presencia en todas las regiones de Rusia y un aparato poderoso, el PCFR es el único partido de izquierdas en Rusia que estaría en posición de desafiar al gángster de Putin. Cuenta con el nombre del Partido Comunista ¾el activo más importante¾. Muchos trabajadores y jóvenes buscarán en él una alternativa. La fuerza de Putin es realmente sólo una ilusión. Los acontecimientos implacablemente la pondrán en evidencia.
Armado con un verdadero programa leninista estaría en una posición poderosa. Y es precisamente esto lo que le falta. Aunque jure por Lenin en cada una de las frases, este artículo demuestra que Ziuganov está muy alejado de tener una posición leninista. Para empezar, dice que la tarea principal de los comunistas rusos es «dirigir la lucha por la democracia». No hay duda de que los comunistas deben luchar por todos los derechos democráticos, oponiéndose al régimen bonapartista de Putin. Pero para los leninistas la lucha por la democracia no es un fin en sí mismo, es sólo un medio para conseguir el objetivo.
Peor aún, Ziuganov sitúa en el centro la llamada lucha por el «estado y los intereses nacionales de Rusia. Aquí es más que evidente su alejamiento del leninismo. La posición de Ziuganov lleva directamente a un bloque con la burguesía nacional rusia y el abandono de una posición de clase. Pero esta misma política ha llevado al PCFR a una derrota tras otra. El hecho de que en las últimas elecciones incluyera en sus listas electorales a muchos empresarios rusos fue una gran razón para alejar a las personas que normalmente le votaban.
Ziuganov intenta justificar su capitulación a la burguesía rusa diciendo que Rusia se ha convertido en una colonia de los capitalistas extranjeros. Y escribe lo siguiente: «Rusia se ha convertido hoy en una colonia de la que extraer materias primas, para la que la perspectiva socialista, representa la única estrella guía hacia la salvación». (El subrayado es mío).
La referencia a una «perspectiva socialista» no se debe tomar en serio. ¡Una perspectiva es algo que puede representar un período de tiempo muy largo! Los mencheviques rusos también decían en 1917 que tenían una «perspectiva socialista» para Rusia ¾lo que significaba aproximadamente doscientos años¾. Mientras tanto, era necesario que la clase obrera se subordinase a la «burguesía nacional progresista» y que luchara por la democracia (burguesa).
Lo más relevante es la caracterización de la Rusia actual como una colonia, oprimida por los capitalistas extranjeros. Este análisis deja la puerta abierta a una política de colaboración con la «burguesía (rusa) nacional progresista» contra los malos capitalistas extranjeros.
Esto es exactamente lo contrario a la posición de Lenin. Lenin defendía una política de clase, una política revolucionaria, no el nacionalismo ni la colaboración de clases. ¡En Rusia hoy es necesaria una política leninista! La clase obrera debe ponerse al frente de la nación y luchar tanto contra los imperialistas extranjeros como contra sus representantes locales (rusos).
Cuando un trabajador ruso maldice a los capitalistas extranjeros sabemos que es sincero. Quiere liberarse del yugo de los capitalistas estadounidenses y alemanes. Pero no pensamos que el gobierno de los capitalistas rusos (esa banda de canallas mafiosos, ladrones y parásitos) sea algo mejor. El trabajador quiere liberarse del yugo del CAPITAL, no le importa su nacionalidad. Y eso es correcto.
Cómo reconstruir la URSS
La ruptura de la URSS fue un acto criminal y reaccionario que no tenía un solo átomo de contenido progresista. Iba en contra de los intereses de los trabajadores de todas las repúblicas. La reconstrucción de la URSS sería por tanto algo bueno, pero no sobre las viejas bases, porque fue precisamente el viejo sistema el que llevó a la ruptura.
Resulta irónico que Ziuganov defienda la consigna de la reconstitución de la URSS, mientras al mismo tiempo alaba a Stalin y levanta la bandera del nacionalismo gran ruso. Resulta irónico porque precisamente esta política socavó la solidaridad socialista entre los pueblos de la URSS e hizo posible la ruptura. La idea antileninista del socialismo en un solo país jugó aquí un papel fatal. En cada república nacional había una burocracia local empapada de nacionalismo. Tan pronto como se les presentó la oportunidad rompieron con Moscú y proclamaron su «independencia nacional», naturalmente sobre bases capitalistas.
En realidad esta «independencia nacional» no tenía valor. Todas terminaron como satélites del imperialismo ruso o de la UE. La ruptura de la URSS fue un crimen contra los pueblos de todas las repúblicas. La clase obrera no ganó nada en ello. Perdió mucho. En ella no había un átomo de contenido progresista, como tampoco lo hubo en la ruptura de Yugoslavia o Checoslovaquia.
Sin embargo, las preguntas a responder son las siguientes: ¿Cómo pudo ocurrir esto? ¿Por qué la Unión Soviético se desintegró tan rápidamente? ¿Por qué no hubo una resistencia de masas al desmembramiento de la URSS? ¿Por qué las masas lo aceptaron? Es imposible responder a estas preguntas a penos que existiera algo fundamentalmente equivocado, y esto había sido preparado mucho tiempo antes y hundía sus raíces en el pasado.
La política de Stalin en la cuestión nacional ¾el polo opuesto a la política internacionalista de Lenin¾ provocó un daño irreparable en las relaciones entre los pueblos de la Unión Soviética y, finalmente, fue responsable de la ruptura de la URSS, como había advertido Lenin mucho tiempo antes. Los comunistas apoyarán la reconstitución de la Unión Soviética, pero eso no será posible sobre la base del estalinismo. Ziuganov cita triunfalmente a Stalin para decir: «En cierta ocasión dije a Lenin que el pueblo ruso era el mejor, el más soviético». Desgraciadamente, la respuesta de Lenin a esta joya estalinista no quedó registrada. Pero afortunadamente sus ideas sobre el tema del chovinismo gran ruso son bien conocida y están documentadas, como ya hemos visto.
«El estado unificado, creado por Stalin, resurgirá. Y renacerá entorno a la nación rusa», exclama Ziuganov. «Ese momento ha llegado. Y nosotros comunistas de Rusia, decimos abiertamente: no será feliz, igual en derechos, el pueblo ruso. No habrá justicia ni igualdad ni felicidad para ninguno de los pueblos de Rusia. El renacimiento del espíritu ruso en la política estatal, es mérito histórico de Stalin». (el subrayado en el original).
La Biblia en alguna parte dice: «como perro que vuelve a su vómito, el necio repite su necedad». Estas líneas demuestran que Gennady Ziuganov no ha aprendido absolutamente nada de la historia. Sobre la base del estalinismo, es decir, el chovinismo gran ruso, nunca será posible volver a reconstruir la Unión Soviética. La condición previa para la reconstrucción de la URSS es el derrocamiento del capitalismo en Rusia y la instauración de un verdadero régimen soviético de democracia obrera, en las mismas líneas que 1917. Pero la política defendida por Ziuganov y los dirigentes del PCFR no ponen esto en el orden del día. Siguen fielmente la política de las etapas de Stalin, donde el socialismo es pospuesto hasta un futuro más o menos lejano.
La política de las etapas, que fue rechazada por Lenin, originalmente fue el invento de los mencheviques. A pesar de la terminología «marxista» utilizada por los mencheviques, es una postura puramente reformista. No concebía una revolución socialista en Rusia. En realidad, hasta 1917 el único marxista ruso que sostenía que Rusia podría experimentar una revolución socialista antes que Europa occidental era… Trotsky.
Ahora Ziuganov y compañía quieren regresar a la vieja y desacreditada teoría estalinista-menchevique de las dos etapas, pero lo que intentan es encubrir su capitulación ante la burguesía rusa. Para encubrir su trayectoria lanzan ataques furiosos contra el «trotskismo». En realidad, están repitiendo los mismos errores de Stalin, Kámenev y Zinoviev en 1917, ¡cuando se oponían al plan de Lenin para una revolución proletaria acusándole de trotskismo! Hoy, exactamente de la misma forma, Ziuganov y los dirigentes del PCFR intentan disfrazar su oposición al leninismo con los mismos argumentos.
Ziuganov invoca a Stalin como una autoridad histórica para justificar lo que está haciendo hoy, para conseguirlo ha falsificado totalmente la historia y presenta una imagen de Stalin que no se corresponde en nada con la realidad.
Ziuganov acaba su trabajo con un panegírico a su héroe: «Yosif Visarionovich Stalin entregó sin reservas a nuestro estado todo su enorme talento, su energía inagotable, su gigantesca fuerza de voluntad. Bajo su mando el país de los soviets se convirtió en una potencia mundial. Logró una gran victoria. Stalin creía en nuestro pueblo. Y el pueblo creía en él. Estuvo dispuesto a realizar un trabajo creador y sacrificado en aras de un futuro feliz. Con Stalin nuestra gente sintió su fuerza, creyeron en sus posibilidades, demostraron una capacidad única de alcanzar los más altos objetivos, con un paso victorioso. Nosotros podemos y debemos servirnos de su herencia, aplicarla a nuestros días y a nuestras tareas actuales».
En realidad Ziuganov no está proponiendo un regreso a la situación que existía con Stalin. Por que al menos con Stalin los medios de producción estaban en manos del estado y estaban planificados, aunque bajo el control de una elige burocrática y privilegiada. Ziuganov ha aceptado la transformación capitalista de la antigua Unión Soviética.
¡Hacia Lenin!
El compañero Ziuganov y el PCFR han hecho las paces con el capitalismo y la economía de mercado, hasta el punto que el PCFR cuenta con más empresarios en sus listas electorales que cualquier otro partido. Por lo tanto, su aparente deseo de regresar a Stalin tiene sólo una naturaleza cosmética. Pero nosotros decimos que la consigna a defender no es el regreso a Stalin sino hacia Lenin.
Contrariamente a las mentiras de los estalinistas, no hay diferencia fundamental entre las ideas de Trotsky y las de Lenin. Para subrayar este punto, el autor de estas líneas está dispuesto a lanzar un desafío, estaría preparado para abandonar toda mención de Trotsky con una condición, que estemos de acuerdo en regresar total y entusiastamente al programa, métodos, ideas y tradiciones de Vladimir Ilyich Lenin, y luchar por el mismo tipo de democracia obrera que existía en Rusia en 1917. Apoyaría con entusiasmo las cuatro condiciones que Vladimir Ilyich consideró requisitos previos para un estado obrero e incluidas en el programa del Partido Comunista Ruso en 1919.
Defendería el mismo tipo de Partido Bolchevique, basado en un verdadero centralismo democrático, no en la caricatura estalinista que tiene más que ver con la dictadura del aparato burocrático sobre la base. Apoyaría la ceración de una verdadera Internacional Comunista, en las líneas de los primeros cinco años de la Tercera Internacional y basada en los manifiestos de sus primeros cuatro congresos.
Apoyaría las ideas, la teoría y la ideología marxista revolucionaria, el rico tesoro que contienen los cincuenta y cinco volúmenes de las obras completas de Lenin, uno de los pináculos del pensamiento marxista que mantienen hoy toda su validez y relevancia.
El más mínimo conocimiento de este maravilloso material inmediatamente demostrará la basura fraudulenta de Stalin y sus seguidores, demostrando que sólo son una caricatura maliciosa que no tiene nada en común con las ideas originales del leninismo.
¿Aceptan esta oferta? Lo dudo, porque a pesar de todas las referencias demagógicas al «marxismo-leninismo», nuestros críticos estalinistas, en el fondo, son conscientes de que el estalinismo y el bolchevismo-leninismo son mutuamente contradictorios e incompatibles.