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Entrevista a Fernando G. Jaén sobre las guerras financieras (y II)

«Estamos en una sociedad de tipo estadounidense que desmonta el control a los políticos y permite que por la UE entren intereses de las grandes multinacionales»

Fuentes: Rebelión

Fernando G. Jaén, doctor en Ciencias Económicas y Empresariales por la Universidad de Barcelona (UB), es profesor titular del departamento de Economía y Empresa en la UVIC-UCC. Fue subdirector general de la Fira de Barcelona y becado como «satagiaire officiel» en la Comisión europea, además de haber trabajado en el Servicio de estudios del Banco […]

Fernando G. Jaén, doctor en Ciencias Económicas y Empresariales por la Universidad de Barcelona (UB), es profesor titular del departamento de Economía y Empresa en la UVIC-UCC. Fue subdirector general de la Fira de Barcelona y becado como «satagiaire officiel» en la Comisión europea, además de haber trabajado en el Servicio de estudios del Banco de la Pequeña y Mediana Empresa al tiempo que fue Profesor colaborador del Departamento de Política Económica de la Facultad de Económicas de la UB.

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Nos habíamos quedado aquí. Una curiosidad mía: señala en el texto suyo que estamos comentando (reseña del libro el libro de Jean-François Gayraud L’art de la guerre financière publicada en rebelión (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=251812) que, a excepción del capítulo 5 y de las conclusiones, al texto de cada capítulo antecede una cita apropiada de algún pasaje de Bertolt Brecht. ¿Por qué? ¿Cómo es que la obra de Brecht le es útil a un economista y criminólogo que es comisario jefe de la policía francesa?

El por qué debería preguntárselo a él. No puedo saberlo, ni siquiera imaginarlo. Es una muestra de cultura y tal vez de cultura emancipatoria inteligente.

Apunta también que el análisis de Gayraud empieza a inicios de los 70, con Estados Unidos librando una guerra financiera al resto del mundo en nombre de sus intereses vitales. ¿Nos puede describir esa primera guerra financiera? ¿Qué intereses vitales son esos?

Se refiere a la imposición de la no convertibilidad del dólar usamericano en oro. Al situar la moneda de los EE. UU. como la moneda para liberar la mayoría de pagos internacionales, sin otro respaldo que la marcha de su economía, puede crear moneda que los demás no pueden crear y tienen que aceptar; así los países exportadores del petróleo reciclaban sus «petrodólares» adquiriendo bienes y deuda americana. Fuente de financiación que podríamos decir gratuita para los EE. UU. Podía hacer la guerra en Vietnam y costearla mediante la emisión de deuda. Los intereses vitales de EE. UU. son aquellos que refuerzan su posición en o frente al mundo y que varían según la tecnología, la evolución de los mercados, poder de quienes disputan su influencia, etc. Las multinacionales, en su mayoría usamericanas, se han beneficiado del camino que se emprendió en China con apoyo de los EE. UU., pero tras varios decenios, China se ha hecho mucho más fuerte y se convierte en peligrosa; es momento de recortarle el apoyo a su economía. Si la moneda china (el yuan) expande su área de influencia y se convierte progresivamente en moneda liberadora de pagos internacionales, EE. UU. perdería parte de su poder. En el ámbito tecnológico y armamentístico vinculado, se juegan las principales bazas, pero todo acaba abocando a las finanzas: China posee una gran acumulación de deuda americana en dólares y puede devaluar su valor ella misma, así que hay un equilibrio implícito entre la conveniencia y el castigo al adversario.

Los datos de balance de los grandes bancos del oligopolio bancario mundial, vuelvo a citarle, superiores a la deuda pública mundial en 2012, los enormes importes de los derivados, 720 billones de dólares en 2015, equivalentes a 10 veces el PIB mundial y otros datos son manifestaciones de esa potencia. ¿Y cómo han conseguido esa enorme potencia las grandes empresas financieras? ¿No son, por otra parte, gigantes con pies de barro? Pienso al señalar esto último en la crisis desatada, el mal social causado y la aparente falta de posibilidades de una regulación eficaz de sus actuaciones.

La han conseguido mediante una reducción importante del ámbito público de las economías, para empezar. La han conseguido vehiculando las transacciones cada vez más por medio del sistema bancario, pero sobre todo mediante la transformación de la responsabilidad sobre el riesgo a través de los fondos de inversión, de los fondos de pensiones, la titulización de créditos de todo tipo; así el peso del sistema financiero en relación a la economía real ha aumentado enormemente. Son gigantes, lo de pies de barro es ensoñación, pues, como dice el autor ya se han encargado de crear las expresiones «demasiado grande para quebrar», «demasiado grande para ser sancionado».

En realidad, la regulación es enorme y la han multiplicado, pero perjudicando al cliente de las entidades financieras y bancarias, sin lograr nada a cambio, pues todo depende de la supervisión de quienes aspiran a trabajar algún día en la entidad que supervisan. Ya había regulación, pero los supervisores, especialmente los competentes para ello, los Bancos Centrales, no se quisieron enterar. Además, qué podía esperarse de un Miguel Ángel Fernández Ordóñez, colocado por el PSOE al frente del Banco de España, pues que no se enterara, y eso ha confesado ahora públicamente, que no se enteró. Y lo mismo vale para algunos que ahora se dedican a aleccionar publicando libros con lo que había que hacer y no se hizo, cuando él mismo era presidente del Consejo de una institución luego quebrada por las deudas. Es de un cinismo exasperante. No necesitamos más regulación, necesitamos una exigencia moral que sólo la sociedad puede generar, pero no veo que esté por la labor en el comportamiento de los individuos; mucho menos entre los que ostentan poder concreto en instituciones y empresas.

Una nueva forma de capitalismo, se comenta en su escrito, aparece en los años 80, que se caracteriza por la desregulación, la financialización y la mundialización. Sin el contrapeso de la URSS, se añade, la doctrina liberal se convertía en dogma sectario (el propio autor la califica de «versión estaliniana del liberalismo»). Más allá de cualquier otra consideración, sin entrar en otros nudos político-ideológicos, ¿la desaparición de la URSS ha significado, y sigue significando, un mayor poder para las grandes instituciones financieras mundiales? ¿Por la falta de contrapesos? ¿No hay otros? Pienso, por ejemplo, en el papel económico de la República Popular china.

A mí me convenció la lectura de un libro de John K. Galbraith (El capitalismo americano) de la importancia del poder compensador en la sociedad, visto lo que somos los individuos y lo que se puede esperar de ellos (no olvidemos nuestra procedencia simiesca y cómo actúan, por ejemplo, los chimpancés en sus grupos en relación con el poder). La URSS ejercía de contrapeso, en la práctica y, sobre todo, a través de la creencia de importantes masas de población que desconocían lo que allí sucedía. Efectivamente las instituciones financieras se han visto con mucha menor presión, e incluso favorecidas por la inversión de la creencia en la URSS, se les ha abierto la puerta a una nueva creencia: todo pasado por el mercado es mejor. Ahora no hay contrapesos apenas, hemos entrado en una sociedad de estilo usamericano, hemos desmontado instituciones y convenios que favorecían nuestra idiosincrasia y el control de nuestros políticos, dejando que a través de la UE se inocularan los intereses de las grandes multinacionales, que son sobre todo, de EE. UU.

China no ejerce de contrapeso, defiende sus intereses ascendentes, primero en el Pacífico, después, si consigue desbancar a EE. UU., en el mundo, con gran poder de sus «mafias» y de sus emigrantes. No se olvide de la necesidad de China de expandir sus negocios y control en el mundo. No debe caerse en una nueva ensoñación. El tándem Rusia-China, en lo que dure (por el momento tienen zonas muy amplias de mutua conveniencia), es un contrapeso a los EE. UU., cuya presión sobre su vehículo, que es la UE, nos conduce, una vez más, a la renuncia de nuestros propios intereses específicos en favor del amparo de los EE. UU. Después, ya veremos, pero las elites de los países europeos se han decantado por esa vía sin que las poblaciones digan nada, ni siquiera se han enterado, especialmente en España, que en materia de geopolítica y geoestrategia ya pude comprobar en una conferencia el pésimo nivel del que fuera ministro de Exteriores del PP Sr. Piqué, por no decir del CNI, que me trae al recuerdo el caso del Coronel Perote, no muy distinto de lo que sucede hoy con el caso Villarejo y el director del CNI, Félix Sanz, o el nivel de análisis que se puede ver en el Real Instituto Elcano.

«Dejando que a través de la UE se inocularan los intereses de las grandes multinacionales, que son sobre todo, de EE. UU.» acaba de afirmar. ¿Y cómo lo consiguen? ¿Nos puede dar algún ejemplo? En los diarios y en los medios en ocasiones, aparecen noticias sobre las multas impuestas a multinacionales usamericanas como Google, Facebook o Apple por ejemplo.

Lo consiguen por diferentes canales, básicamente mediante influencia en la legislación o en la consideración discrecional en la interpretación que en un momento dado se puede hacer de una norma o presionando para firmar acuerdos que permiten introducir sus productos en los países de la UE, con independencia de que convengan a los países.

Claro que se imponen multas, tardías relativamente, poco importantes en comparación con el beneficio obtenido, pero, sobre todo, se ponen esporádicamente o en circunstancias de necesidad de las arcas públicas. También se ha multado a grandes bancos tras la crisis, pero ¿de dónde salen los recursos para pagar esas multas?, ¿de las cuentas depositadas en los bancos centrales con dinero facilitado por los bancos centrales? El ayer por ti, hoy por mí de las cuentas públicas relacionadas con los grandes bancos.

Me voy de tema. He mirado su curriculum y he visto que cursó con Manuel Sacristán un curso de doctorado sobre la Lógica en Stuart Mill. ¿Qué recuerda de aquel profesor de Metodología de las Ciencias Sociales? ¿Por qué eligió ese curso?

En primer lugar, déjeme decirle que Manuel Sacristán es para mí la cabeza pensante más profunda y brillante tras nuestro filósofo Ortega y Gasset; Sacristán era, en los años 70, el más elevado exponente de la exigencia intelectual, con epicentro en la verdad y el rigor científico, pero con una carrera académica truncada por su militancia comunista. Yo cursé con él la asignatura que usted menciona y luego elegí su asignatura de doctorado por lo que disfruté de ese rigor intelectual que yo mismo practicaba hasta donde podía y quería elevarlo hasta el mayor nivel que me fuera posible. Era buscar al maestro del pensar, no sus ideas políticas. El curso de doctorado era una oportunidad de profundizar en ese aprendizaje y lo aproveché sentándome, siempre que pude a su lado, por ver lo que podía del manejo que hacía de los materiales, cómo tenía anotados los comentarios y cómo organizaba su tarea intelectual. A petición mía, previa al inicio del curso, me recomendó leer la magnífica autobiografía de John Stuart Mill, de la que me dijo contenía una descripción muy acertada de la depresión. Luego supe que lo decía con conocimiento de causa.

Gracias por su comentario. Lo dejamos aquí si le parece. Mil gracias por todo .

En el tintero nos queda siempre tinta, pero conviene no abusar de la paciencia lectora y esperar una nueva ocasión para no cansar al lector o desplazarlo del asunto que le atrajo inicialmente. Muchas gracias por sus preguntas, que me han permitido desarrollar más las ideas del libro comentado.

Primera parte de esta entrevista. Entrevista a Fernando G. Jaén (I). «Las guerras financieras son más devastadoras que las guerras militares» http://www.rebelion.org/noticia.php?id=251986 

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.