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Estupefacción y furia

Fuentes: Rebelión

Estupor, un sucedáneo de estupefacción, es posiblemente también el estado en el que se encuentran quienes no alcanzan a explicarse las razones de la bronca entre Rafael Correa y los dueños y excolumnista del diario El universo. En realidad este gobierno se plantea una bronca simultánea en dos direcciones; hacia arriba, para disciplinar a los […]

Estupor, un sucedáneo de estupefacción, es posiblemente también el estado en el que se encuentran quienes no alcanzan a explicarse las razones de la bronca entre Rafael Correa y los dueños y excolumnista del diario El universo.

En realidad este gobierno se plantea una bronca simultánea en dos direcciones; hacia arriba, para disciplinar a los grupos económicos con visiones de una economía de libre mercado sin regulación (neoliberalismo a ultranza) reacios a entrar en las nuevas reglas de juego del neoinstitucionalismo económico; y, hacia abajo, para hacer caer todo el peso de la ley a las acciones de resistencia de los sectores sociales, populares e indígenas organizados y sectores de izquierda con visiones emancipadoras, que pongan en peligro el proceso de regulación institucional que lleva adelante Rafael Correa, orientado a optimizar al mercado. O visto de otro modo, subordinar a la sociedad al nuevo modo eficientista de ver el mercado, desde la perspectiva reguladora del neoinstitucionalismo correista.

Para los de arriba, los «pelucones» (como llama Correa a los tradicionales grupos económicos) son los marcos regulatorios jurídicos para la inversión, la tributación, los topes de salarios mínimos y la presencia de un Estado casi omnipresente que les asusta y no comprenden y para los de abajo, subsidios clientelares calculados como necesarios «costos de transacción» hacia el cambio neoinstitucional «profundo, rápido e irreversible» y la criminalización de la resistencia, protesta y lucha popular.

El gobierno de Correa ocupa así una posición que a cualquiera confunde. Dolosamente se reivindica como «una nueva izquierda»; el retorno de la presencia del Estado confunde a tantos que incluso lo identifican indistintamente como neokeynesiano o neodesarrollista. Nada más alejado de la verdad. Correa encarna el más ambicioso, pulcro y epistemológicamente fundamentado proyecto de reconstitución del capitalismo en América Latina, disfrazado de un progresismo que no existió nunca en su cabeza.

El asedio y ofensiva del gobierno a la antigua institucionalidad, entre ellas la mediática es condición fundamental para lograr el cambio cultural (nuevos valores pro mercado) que allanen las resistencias calculadas a la propuesta neoinstitucional. Mientras esto sucedía, el gobierno creó una nueva institucionalidad mediática. Los medios públicos. Y se sirvió también de los medios incautados para generar todo un arsenal de combate en contra del «estado de opinión» que los medios informativos tradicionales representaban, en detrimento de otro objetivo a alcanzar, el Estado de Derecho. Esto explica la audaz jugada de la «metida de mano a la justicia» , una justicia aún en manos de jueces que responden al antiguo entramado institucional de la «partidocracia» .

Los jueces que vendrán serán jóvenes con masterados, PhD, en suma tecnócratas, tan adecuados a la pulcra visión neoinstitucional, capaces inclusive de, en tiempo record y en coordinación con el gobierno, dar golpes tan certeros como la condena descomunal al excolumnista y dueños del diario El Universo de Guayaquil.

«Comúnmente se considera capital institucional al conjunto de reglas formales con las que se organiza y coordina una sociedad (…) Un ejemplo claro de aquello son las leyes y el sistema de justicia, y, en general, lo que podemos entender como el Estado de Derecho , esto es, la supremacía de la ley. Un adecuado capital institucional obviamente tiene implicaciones en todos los aspectos de la vida social y de los derechos individuales.» (Correa 2009, 193-194)

Cuando las condiciones de movilización política no pasan de calenturientas arengas de fin de semana (cadenas mediáticas sabatina) y los tecnócratas e intelectuales que trabajan por un salario en los principales ministerios y puestos de dirección del Estado, no están dispuestos a liderar una real movilización y participación de la gente (ciudadanos como ellos los llaman) Correa hecha mano de su cada vez más menguado liderazgo; «Buenos líderes pueden ser fundamentales para suplir la ausencia de capital social, institucional y cultural (…)» asevera Correa, de ahí deviene su autoritarismo. Por eso -de ese liderazgo autoritario-, nos podemos explicar los chantajes a sus propios asambleístas de plantarles una revocatoria del mandato aunque él mismo tenga que ir a las provincias de origen de esos asambleístas para recoger las firmas para mandarlos a sus casas.

He ahí las trascendentes cosas de las que hasta se puede ocupar el «buen líder» en ausencia de «capital social, institucional y cultural». Mientras observa impertérrito el desgranamiento de su bloque parlamentario.

Por el momento, la bronca entre el gobierno y diario El Universo es la reedición del conflicto de un líder (menguante) con fuentes -como lo fue en su momento Teleamazonas o el libro El Gran Hermano-, que provocan en la concepción neoinstitucional de ese líder, asimetrías indeseables de información, culturales y de poder y eso, para el proyecto que encarna Correa, es naturalmente intolerable. Dicho de otro modo, es una bronca allá, entre pelucones, que sin lugar a dudas busca generar un estado de autocensura e incertidumbre general. No le corresponde al pueblo ecuatoriano solidarizarse con ningún bando, sino organizarse para defenderse y reclamar por sus propios derechos.

La libertad de expresión que los sectores populares e indígenas deben ejercer, siempre estará por fuera de las instituciones que aparentan garantizarla. La libertad de expresión para los explotados se la ejerce en las calles, en los medios informativos populares, comunales y alternativos a los grandes medios.

Estamos ante una lección viva del carácter que tiene la libertad y los derechos en general y la libertad de expresión en particular en el marco de la institucionalidad capitalista. Solo se le será reconocida en tanto el sujeto posea los suficientes recursos para defenderla ante los tribunales. Estamos así, ante la brutal asimetría de derechos que caracteriza a esta sociedad. Todas la libertades y derechos para los que se ubican a la sombra del poder coyuntural de gobierno y de las clases dominantes y la ausencia casi total para los que critican esta situación inaceptable y los que luchan por una sociedad libre de explotación.

El nuevo periodismo, los medios comunales, alternativos y populares, tienen que seguir denunciando con valentía las irregularidades y corrupción, tienen que seguir esforzándose por aclarar y educar al pueblo sobre los más delicados temas, nunca deberán flaquear en la búsqueda incesante de la verdad emancipadora.

Pero si me preguntan por mi estado de ánimo, frente al desmesurado y abusivo comportamiento de Rafael Correa en su demanda millonaria y con relación a la sentencia del juez, de verdad que mi estado de ánimo no es de estupefacción.

Bibliografía

Correa, Rafael, Ecuador: de Banana Republic a la No República, Editorial Ramdom House Mondadori, Bogotá, 2009.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.