En una situación Revolucionaria, en un mundo que no estuviera «patas arriba», un «Ministro», bajo una verdadera democracia participativa, que «mande obedeciendo» a la clase trabajadora, fiel a «carta cabal» con lo que su pueblo ordena… debiera ser un gran motor de crítica, autocrítica y gestión inmediata. Debiera ser un adalid del santiamén, un rayo […]
En una situación Revolucionaria, en un mundo que no estuviera «patas arriba», un «Ministro», bajo una verdadera democracia participativa, que «mande obedeciendo» a la clase trabajadora, fiel a «carta cabal» con lo que su pueblo ordena… debiera ser un gran motor de crítica, autocrítica y gestión inmediata. Debiera ser un adalid del santiamén, un rayo preciso, sensible y vitalizador, en fin, una expresión nítida, transparente y refrescante de la lucha de clases, de la moral triunfadora y de la creatividad alegre. ¿Estamos muy lejos de eso?
Prima la idea peregrina, con lógica burguesa, de que un «buen Ministro» debe ser un buen cómplice, un agente servil con obediencia ciega al «jefe» y, por supuesto, a los negociados en los que siempre andan enredados. Prima la imagen del Ministro como un prepotente ostentoso que se pasea por los salones cortesanos con el gesto siempre «enigmático», para hacer creer a todos que es él, y sólo él, el poseedor de las preferencias de «arriba», el que más secretos atesora, el que mejor trafica con la información y el poder. Y eso es un gran negocio y un placer orgásmico del burocratismo camaleónico. Hay Ministros modelo USA y también los hay modelo Europeo. Clonados a granel. Mario Benedetti pregunta: ¿De qué se ríe señor Ministro?
Reina la «idea» de que un Ministro no es otra cosa que la expresión ambulatoria de una repartija de «poder» mafioso cuya misión es velar por los intereses de su «sector» y por los sueldos de todos sus compadres enquistados en la nómina visible (y también, en la invisible). Campea la idea de que no hay remedio, de que la cosa es así, inamovible y fatal, que el cargo lo pone el «supremo» y que contra esa voluntad nada se puede… «el poder detrás del trono». Pero las necesidades objetivas de los pueblos exigen otra cosa. Veamos.
Con salvedades obligatorias. Todos los Ministros (o Secretarios según se trate) son una carga burguesa extenuante. Cuesta mucho a los presupuestos de cada país, es decir al dinero aportado por los pueblos, dar mantenimiento a sus Ministros y a sus Ministerios. Las sumas son obscenas y más lo son cuando se comparan con los resultados miserables. Los mejores favores se reservan a los oligarcas, siempre. Los Ministros y sus Ministerios suelen ser nidos de parásitos burocratizados que al tiempo que consumen dinero, energía y recursos mil… cumplen la tarea de frenar, entretener, diluir, desmoralizar y reprimir las necesidades, las demandas y las luchas de los pueblos. Cultura de la inoperancia. El aparato burgués de gobierno ha ganado records mundiales de ineficiencia porque para eso se los mantiene. O dicho de otro modo, su eficiencia radica en traicionar a los pueblos. ¿Es esto una generalización injusta?
En las entrañas del aparato burocrático burgués se reproduce también la lucha de clases. Habita ahí un número importante de trabajadores no siempre cómplices de las tropelías de los «altos mandos» y en no pocos casos trabajadores que han dado batallas ejemplares y orientadoras. Pero no están «vacunados» todos contra los vicios del burocratismo corrupto. Muchos Ministros cuentan con el «plan maestro» de agudizar toda pelea posible entre los trabajadores para garantizarse espionaje, represión, inmovilidad y mansedumbre en el corazón de los sindicatos, de las organizaciones de empleados y, en fin, en todos aquellos espacios que, bien manipulados, puedan ser de utilidad para el «futuro político» del Ministro que, claro está, siempre anhela ascender al «paraíso» con apoyo firme de sus «bases». Tenemos casos hasta la náusea.
Uno de los clamores más sonoros y hondos en el corazón de los Pueblos Revolucionarios es el repudio a los Ministros burgueses y sus cohortes. En el repudio radica la propuesta. El anhelo es contar con cuadros cuya formación ética y su moral de lucha, se prueben en el fuego de la praxis cotidiana con fidelidad irrenunciable a las luchas populares, campesinas y obreras… con honestidad a toda prueba, con el ejemplo del Ché, si hubiese dudas. Cuadros salidos de sus bases, con la mirada en el horizonte de la eficacia y la eficiencia socialistas. Cuadros con fuerza de acción directa en lo inmediato y de sustento confiable en el relevo. Cuadros obedientes al sólo mando de la revolución, sin patologías caudillistas burguesas, sin miramientos para abrazar la verdad, ni excusas para cumplir el deber, es decir cumplir la Ética suprema del Ministro socialista que es hacer avanzar a la Revolución permanentemente. Imposible aceptar menos.
Blog del autor: http://universidaddelafilosofia.blogspot.com/
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