Alemania acude a los estímulos fiscales, al veto que instauró a los socios periféricos del euro, ante la debilidad de su industria y su merma exportadora. El mercado aplaude una medida que contrarrestaría el escaso margen de maniobra del Banco Central Europeo (BCE) para aplicar más madera monetaria. Un debate -ajuste o austericidio- que ha […]
Alemania acude a los estímulos fiscales, al veto que instauró a los socios periféricos del euro, ante la debilidad de su industria y su merma exportadora. El mercado aplaude una medida que contrarrestaría el escaso margen de maniobra del Banco Central Europeo (BCE) para aplicar más madera monetaria. Un debate -ajuste o austericidio- que ha arraigado en España a colación de los viernes sociales -o electorales- del Consejo de Ministros.
El reflejo de una ventana del Banco Central Europeo. / REUTERS
La tesis keynesiana del gasto público acude otra vez al rescate. El peor de los temores doctrinales de los acólitos del neoliberalismo parece haberse instalado … ¡en la capital de la austeridad! Con el objetivo , de nuevo, de devolver el pulso a economías deprimidas . En este caso, a Alemania, la locomotora europea. Aunque, por inercia, podría propagarse por el resto de la unión monetaria, que se enfrenta, después de un lustro de sobre-endeudamiento. Escenario al que condujo a la zona del euro el credit-crunch de 2008, primero, y su crisis de deuda, con posterioridad, y sobre el que Berlín consagró el sacrosanto principio de la austeridad.
El bloque monetario europeo se asoma ahora a otro horizonte. Una pérdida de actividad clásica, aunque de un ciclo de negocios que ha ido siempre al ralentí y al calor de la estimulación fiscal y monetaria, pero a la que se han incorporado notables riesgos geoestratégicos. Desde el proteccionismo comercial hasta el difícil divorcio del brexit. Con escaso arsenal financiero por parte del Banco Central Europeo (BCE). Razón por la que el mercado defiende la aplicación de medidas de gasto público.
Morgan Stanley, por ejemplo, apoya recetas iniciales de impulso equivalentes a seis décimas del PIB alemán. No en vano, la eurozona dispone del mayor acopio presupuestario de la última década , aseguran sus expertos, que aconsejan a Berlín que inyecte este ahorro en la economía en 2019. El servicio de estudios de Barclays se une a esta petición y destaca la reactivación que podría producirse en Francia con las rebajas tributarias logradas por los chalecos amarillos para reactivar a la industria manufacturera y a los transportistas autónomos en una coyuntura que igualmente se precipita al estancamiento.
«Por primera vez en mucho tiempo, los socios del euro tienen un colchón presupuestario de la suficiente dimensión como para incentivar el crecimiento», dice Daniele Antonucci, economista jefe de Morgan Stanley. «Cuando se logren filtrar los estímulos en las economías del área, se verán de inmediato sus efectos sobre el PIB». Esta vuelta al recetario keynesiano ha encontrado el respaldo del BCE , que ha recomendado en las últimas fechas a los gobiernos «una reacción inmediata» ante el «desánimo» mostrado por todas las economías del euro en el último tramo de 2018 y el primer trimestre de este ejercicio; su forma de trasladar la piedra al tejado de los políticos. Pero también el de la OCDE y el FMI. Todos ellos, al igual que la Comisión Europea, han recortado la actividad de la zona del euro al entorno del 1% este año .
Mario Draghi, presidente del Banco Central Europeo. / REUTERS
Tiempos de esfuerzos expansionistas
Quizás una de las voces más contundentes en favor de otra oleada de estímulos económicos haya sido Benoit Coeure, miembro del Comité Ejecutivo del FMI, para quien la política fiscal del euro «tiene un balón de oxígeno idóneo para emprender un esfuerzo expansionista » del mismo modo que, en paralelo, los socios monetarios están en disposición de iniciar esfuerzos inversores en áreas dirigidas a impulsar la productividad; en referencia a los avances en la digitalización de las empresas.
Christine Lagarde , la directora gerente del organismo, incidió esta semana en que era necesaria la adopción en Europa de políticas «equilibradas» que refuercen sus economías. No lo decía al azar. Los últimos datos de actividad en Francia constatan que la caída continúa y en Alemania su industria manufacturera descendía a su nivel más bajo en seis años. Para Lagarde la reanimación económica devolvería la confianza empresarial a Alemania y, por ende, al resto de la unión monetaria. « Lo ideal sería hacer los esfuerzos económicos y monetarios de forma coordinada» , recomienda Gilles Moec, de Merrill Lynch. Y, por supuesto, sin la falta de armonía presupuestaria de la que está haciendo gala la Administración Trump, cuyos esfuerzos fiscales se dirigen mayoritariamente al gasto militar mientras retroceden los ingresos impositivos, explica. Pero Europa «debe mejorar también su trabajo de homogeneización y sincronización». Entre otras cuestiones, porque países como Italia o Bélgica mantienen deudas del 130% del PIB y España roza un volumen similar al de su economía. Natascha Gewaltig, de Action Economics, anticipa que, en todo caso, cualquier plan de estímulo, colectivo o individual, en la zona del euro no será considerable. «Los márgenes de maniobra son modestos, pero deben aprovecharse porque la debilidad es manifiesta».
El Gobierno alemán ha priorizado el gasto público en infraestructuras , educación, vivienda y en la carrera hacia la digitalización. Serán los destinos esenciales de los 150.000 millones de euros que Olaf Scholz, el primer político socialdemócrata al frente de Finanzas desde la era del canciller Gerhard Schröder, ya ha destinado en los próximos cuatro años al impulso de una economía que se contrajo en los meses de verano por el deterioro de su industria y su sector exportador, y que ha dado sus primeros frutos. Porque la construcción ha vuelto a crecer por encima del 3% en el último tramo de 2018. También ha contribuido a que la locomotora europea sorteara la recesión con un mínimo crecimiento de una décima, las rebajas en las cotizaciones sociales, medida que Schröder implantó en el ecuador de su mandato y que, en 2003, facilitó el despegue del actual ciclo de negocios alemán, surgido tras sus números rojos por la crisis de las punto.com .
Los márgenes presupuestarios «son más modestos de los que había en la crisis de 2008, pero hay que emplearlos porque la debilidad es manifiesta» dice el mercado
Se trata de una medida anticíclica, resume el execonomista del FMI Stephen Jen, quien además resalta que la deuda germana está por debajo del 60%, el límite fijado por la unión monetaria, por vez primera desde 2002. En declaraciones a Bloomberg , Jen, analista de Eurizon SLJCapital, considera que «la tendencia al estancamiento de Alemania es bastante probable, si persiste el enfriamiento de la industria, aunque sin entrar en recesión». A no ser que la parálisis del sector manufacturero y, en especial, el de la rama del automóvil, se torne estructural, lo que obligaría a que el desembolso adicional del gasto deba superar el 0,4% que Scholz tiene reservado para este ejercicio. En sintonía con el 0,6% que proponen los expertos de Morgan Stanley. Además de forjar un sólido consenso entre las tres administraciones. «Para resolver el parón, se deben establecer mejores cauces de actuación entre autoridades federales, estatales y locales , dentro de un programa de estímulo cíclico que preste soluciones a frenos sistémicos de la economía», como los avances en digitalización industrial, alerta Claus Michelsen, del Instituto Alemán de Investigación Económica. Sobre todo, si es una demanda de la propia industria. Porque Daimler, BMW y Volkswagen, han comprometido 45.000 millones de euros a las inversiones tecnológicas para la fabricación de vehículos eléctricos en los próximos tres años, según un informe de VDA, la patronal del sector.
Debilidad alemana más extrema
El segmento manufacturero alemán está en recesión. Con las fábricas reduciendo empleos. «Es claramente una caída drástica de actividad», coinciden en reconocer sindicatos y empresarios, que se ha trasladado al resto de las grandes economías del euro . Salvo, de momento, España, el PMI, el índice de capacidad de compra de la industria en Europa, que revela Eurostat, constata que la contracción de pedidos es peor de la estimación inicial y que, en países como Italia, ya ha elevado, en seis décimas, la tasa de paro. Andrew Kenningham lo resume gráficamente. El sector manufacturero, en Alemania, «está en una profunda depresión, que ya está contagiando el resto de socios monetarios; anticipamos un crecimiento de apenas ocho décimas en la zona del euro este año», augura este analista de Capital Economics. Entre otras razones, por el descenso de la demanda desde China, en ralentización, y de mercados como Turquía, Rusia o, incluso, Suecia, prioritarios para el sector industrial de Italia o Francia, que también emiten señales de pérdida de vigor por las tensiones comerciales.
La depresión en Alemania es más profunda de lo previsto y está contagiando a la zona del euro, en especial, a Italia
Ante este panorama, ni siquiera Alemania puede negar la realidad de Europa. Su nueva fragilidad económica. Con la salvedad de que ahora es ella la que propaga su mal endémico: parálisis del PIB con riesgo de deflación. Término maldito desde la crisis de 2008 en la zona monetaria y que el BCE ha vuelto a escribir en su último editorial de situación y que propició que el valor de la divisa y la rentabilidad de los bonos soberanos cayeran de inmediato. En especial, los de Italia, donde apuntan ahora el riesgo bancario sistémico. « Estamos ante un cambio justificado de la política económica , dado el escaso arsenal monetario del que dispone el BCE tras más de tres largos años de implantación del plan de estímulo de Mario Draghi», se coincide en el mercado.
El llamado Quantitative Easing (QE) compra masiva de deuda soberana y corporativa por parte de la autoridad emisora y que se ha valorado en más de 2,5 billones de euros -el doble de la economía española- ha sido clave para devolver la estabilidad a la eurozona y, en particular, a los países rescatados, los que más sacrificios de austeridad tuvieron que realizar por designación europea. En especial, por las contrapartidas dictadas por el ex titular de Finanzas germano, el socialcristiano, Wolfgang Schäuble. Detractor, además, de la decisión de Draghi e inspirador del relato de que el intervencionismo del presidente del BCE retrasaría las reformas estructurales que el euro precisaba y que, a sus ojos, exigían más reglas de ortodoxia presupuestaria. Casi en exclusiva. Porque se opuso a cualquier mutualización de los riesgos entre los socios monetarios y, por supuesto, a que haya un Tesoro, un presupuesto o un bono genuinamente europeos. Pese a las evidentes señales de la pérdida de fuelle de Alemania como el retroceso de la rentabilidad del bund a diez años por debajo de la del bono japonés, el otro gran enfermo económico mundial, inmerso en varias décadas de bajo crecimiento con nula -o negativa- inflación.
Debate intervencionista en España
En España el debate también está servido. El presidente del PP, Pablo Casado, acaba de anunciar que recurrirá ante el Constitucional los seis decretos del Ejecutivo socialista, convalidados por la Diputación Permanente del Congreso. Medidas que su partido y C’s tildan de electoralistas. Aunque Casado achaque su decisión esencial al apoyo abertzale de Bildu, también ha criticado sus facturas de gasto, que repercutirán en el próximo Ejecutivo.
La Ministra de Economía y Empresa, Nadia Calviño, y el ministro de finanzas alemán, Olaf Scholz. / REUTERS
Entre otras normas, esta batería de decretos ley incluyen avances en igualdad en los permisos de paternidad, apoyo a los parados mayores de 52 años, un plan de contingencia ante el brexit o reformas para impulsar el alquiler. El combate dialéctico entre intervencionismo y ortodoxia presupuestaria también se juega en el seno del BCE, donde su vicepresidente, Luis de Guindos, que se benefició en su etapa de jerarca económico del Gabinete de Mariano Rajoy del QE de la institución que ahora le retribuye con uno de los sueldos más altos entre los cargos comunitarios, deberá decidir sobre dos asuntos de especial relevancia. Por un lado, la prolongación de la política de tipos próximos a cero para dar impulso a la economía del euro -receta que, hasta ahora, cuando el PIB alemán crecía, ha sido demonizada desde el Bundesbank- y, por otro, la posible reactivación de algún nuevo programa de estímulo monetario. Guindos, neoliberal convencido, tendrá que hacer examen de conciencia después de haber comprobado que la herramienta del QE provocó un efecto balsámico a sus duros recortes en el Estado de Bienestar español y evitó, a buen seguro, mayores ajustes bajo el multimillonario rescate a la banca que, por cierto, nunca devolvió los recursos. O seguir sus impulsos ortodoxos y, de paso, facilitar la crítica de Casado al intervencionismo keynesiano de Pedro Sánchez… que es al mismo tiempo el antídoto que prepara diez años después de la crisis, la propia Alemania.