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Europa y la idiocia global

Fuentes: Sin Permiso

  En un reciente artículo de Balibar publicado el pasado 28 de marzo en Il Manifesto se ofrece un proteico abanico de problemas a los que Europa debería prestar atención para encontrar soluciones en las próximas décadas. Falta un solo punto: qué estrato político debería abrir o allanar el camino hacia una política mundial europea […]

 

En un reciente artículo de Balibar publicado el pasado 28 de marzo en Il Manifesto se ofrece un proteico abanico de problemas a los que Europa debería prestar atención para encontrar soluciones en las próximas décadas. Falta un solo punto: qué estrato político debería abrir o allanar el camino hacia una política mundial europea que no sea la repetición, con otras formas, de su feroz e inveterado colonialismo o de su actual e incierto expansionismo.

Miremos atrás: llevamos por lo menos 30 años en toda Europa sin que nadie se preocupe de la formación y la selección del estrato político fuera de los ambientes político-mediático-empresariales, o fuera de restringidos círculos religiosos o intelectuales.

Fijémonos en los miembros del Parlamento europeo: de dónde vienen, quién los sostiene, qué hacen realmente durante su mandato. Excepciones prácticamente extintas son los cargos electos que poseen una verdadera formación política, independencia de juicio fundada en conocimientos profesionales específicos y en conocimientos políticos, económicos y sociales de altura, si no mundial, al menos de alcance relativo a grandes áreas, o geográficas o temáticas. El resto es vacío, miopía obnubilante, prácticas de poder dignas del Bajo Imperio, corrupción circense, ignorancia jactanciosamente reivindicada, mentiras que tapan mentiras, o peor aún, nulidades con rostro mediático.

Si luego volvemos la vista a los vehículos contemporáneos de formación cívica de la opinión pública -la escuela y los medios de comunicación-, el espectáculo que se ofrece es, por un lado, el de un estrato docente abandonado a su suerte por doquier, dotado de recursos ridículos, no seleccionado y bueno o malo al albur de las circunstancias; y por el otro, el de un estrato de entretenedores, reducidos ya al lenguaje de lupanar, y de miserables falsarios a sueldo, con quienes un relativamente pequeño grupo de profesionales serios, de periodistas de investigación y de intelectuales serios no tiene la menor posibilidad de concurrir a la hora de conquistar la atención de grandes partes de la opinión pública. En su abrumadora mayoría, las escuelas europeas se están convirtiendo en uno de los arietes con que se destruye la voluntad de conocimiento crítico en las nuevas generaciones, y buena parte de los medios de comunicación europeos hace tiempo que se han convertido en los máximos productores y vehiculadores de todo lo estúpido, superficial y vulgar que existe en el mundo. Los europeos van a aquellas escuelas, y ven o leen esos medios. El estrato político actual es cabal reflejo de ello. E Italia va en cabeza de la clasificación.

No se está mejor en otras partes del mundo. La mundialización del idiota titulado es uno de los procesos globales que ha tenido éxito cumplido, mientras masas cada vez más grandes de seres humanos ven desaparecer ante sus ojos el sentido de haber luchado durante todo el siglo XX por el acceso a la educación y a la libertad política.

Ni uno solo de los puntos de la lista de Balibar tiene la menor oportunidad de éxito, si esos elementos siguen como hasta ahora, suponiendo que esa lista sea correcta, cosa de la que podría dudarse: «pensar» una política europea mundial, es cosa que no puede hacerse fuera del conflicto, igualmente mundial, entre Capital y Trabajo. La China, la India y el Sureste Asiático constituyen ya hoy más del 50% de la capacidad productiva manufacturera mundial, y allí vive ya el grueso del trabajo asalariado del planeta. Cuando el ciclo asiático del conflicto de clase -que es amplio ya, aun si por ahora largamente ignorado- invierta los presupuestos del crecimiento y de la hegemonía europea (y estadounidense), ¿quién será la «Altereuropa» esperada por Balibar? El Trabajo europeo (y no digamos el estadounidense) ya ha andado en ocasiones parecidas de los últimos cien años detrás de banderas adornadas con cañones. Por ignorancia; y por traición de sus dirigentes. Quizá la próxima vez -pero quizá esa próxima vez ya ha sido- no habrá siquiera necesidad de traicionarlo.

Sergio Finardi es un analista político italiano, autor de numerosas investigaciones sobre fabricación, transporte y tráfico de armas, así como sobrezonas y pertos francos en la economía mundial. Colabora con el cotidiano comunista italiano Il Manifesto.

Traducción para www.sinpermiso.info: Leonor Març