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El País Vasco constituye hoy un terreno experimental en la demolición social del tejido asociativo

Experimentando

Fuentes: Gara

Cuentan que para realizar un experimento, se introdujo una rana en una olla con agua muy caliente. La rana, instintivamente saltó fuera. Cuentan que para realizar un segundo experimento, se colocó a la rana en agua templada en la que, a pesar de no encontrarse cómoda, no se movió. Y aumentaron la temperatura de forma […]

Cuentan que para realizar un experimento, se introdujo una rana en una olla con agua muy caliente. La rana, instintivamente saltó fuera. Cuentan que para realizar un segundo experimento, se colocó a la rana en agua templada en la que, a pesar de no encontrarse cómoda, no se movió. Y aumentaron la temperatura de forma lenta pero constante. Poco después se vio a la rana hacer un movimiento… y flotar inerte.

Hace un tiempo el Fiscal General Jiménez Villarejo -cesado por Aznar en el 2003- decía que el Estado español, alentado por los EEUU, caminaba a un cierto estado de excepción. Hacía referencias a la inconstitucionalidad de la anulación de las listas de ANV, denunciaba las torturas, la Ley de Partidos que «elimina ataduras democráticas» y la dispersión de los presos políticos. A la vez manifestaba la falta de independencia de los poderes del Estado, y el torpedeo del proceso de paz por parte de jueces. Poco después leía a Raúl Zibechi, escritor uruguayo, que bajo la excusa del terrorismo vivíamos «una guerra civil legal» a nivel mundial o un estado de excepción permanente, y que las izquierdas abandonaban su identificación con los pobres y represaliados, mientras potenciaban planes sociales… asistenciales. En términos parecidos se han expresado Alba Rico, Ripalda, Fernández Liria, por citar algunos pensadores españoles que alertaban sobre el riesgo de aceptar que el estado de derecho tenga burbujas y zonas de excepción en el País Vasco, sin calibrar sus consecuencias en Madrid, Cádiz, Sevilla…

Opino que el País Vasco constituye hoy un terreno experimental en la demolición social del tejido asociativo, y que ello, ampliamente orquestado supone un aviso a navegantes… que quisieran experimentar su libertad en un nuevo modelo de vida o marco de convivencia.

Los administradores del poder, elegidos por nosotros, que no podrían imponérsenos a botepronto como ellos quisieran, lo hacen de forma selectiva, gradual y sin pausa. Así, como en el segundo experimento nos hallamos en un momento crítico, debatiéndonos entre la pasividad, el miedo y la muerte social. Quedaron olvidados el nuevo Código Penal, las reformas de pensiones, los pactos sociales, los torturadores condecorados, las jóvenes de Segi, Jarrai y Haika condenados, los no tan jóvenes del 18/98… ¿Y mañana?

Ya se aprestan a levantar macrocárceles con capacidad para 18.000 seres humanos, mientras ponen nuevos cercos a la inmigración. ¿Seguirán los derechos sociales y colectivos sometidos a la arbitrariedad de los jueces? ¿Los hombres de negro, cara tapada y armados, seguirán acusando de violentos a quienes exijan sus derechos? Las Fuerzas Armadas del «muera la inteligencia», ¿cuánto tardarán en ser aupados en la democracia a impartir títulos de grado y postgrado? Llegados a este punto, uno no puede menos de recordar aquella pancarta: «con estas democracias, para qué dictaduras». Temo que como la presión y el acoso se están volviendo insoportables, y lo deseable imposible, habremos de prepararnos para situaciones más indeseables.

Creo que se impone de forma urgente una reflexión colectiva en torno al miedo, que constituye el mensaje del sistema y del que Galeano hace la siguiente descripción: «El Miedo anda suelto/ el Miedo seca la boca, moja las manos, mutila/ el Miedo al saber nos vuelve crédulos, nos condena a la ignorancia de cuanto sucede aquí y allí/ el Miedo a hacer, nos condena a la impotencia y a los abusos del poder». Los políticos, jueces, dictadores, militares, nos convierten en sordomudos.

Para terminar, algunas sugerencias surgidas de la lectura de Patricia Rey. Más o menos decía que cuando la llamada a lo colectivo no tiene quien le escuche, cuando la distancia es tal que ni a gritos no oímos, entonces estamos solos entre barullo de voces, constituyendo los solitarios, muchedumbre. Hoy que el sistema poco o nada ofrece, el miedo es su mensaje. Tememos la exclusión y la criminalización desde la soledad que produce el individualismo. Es preciso resistir a la utilización de nuestros miedos. Nuestro miedo, nacido de y contemplado desde la soledad, pierde todo su potencial en palabras, gestos, negociaciones, divanes… al no ser contemplado en su variante sociopolítica y dimensión colectiva.

Hoy, quizás, los tiranos no temen tanto a quienes hablan sino a cuantos callan. Y son principalmente la palabra, la participación, la delegación, el voto… los pivotes sobre los que se monta su farsa. Quizás… el silencio, la zancadilla, la nocturnidad, la indiferencia, el cortocircuito, el desprecio al poder, el mirar abajo y a la izquierda, el estrechar lazos, tejer redes entre nativos e inmigrantes, volverse quinta columna, el ser uno mismo, el mandar obedeciendo pueda contribuir a vislumbrar nuevos horizontes y herramientas que rompan nuestra debilidad y soledad.