James Agee y Walker Evans, el primero era periodista, poeta, novelista, guionista, y el segundo fotógrafo. Su trabajo sobre la vida de las familias de agricultores arrendatarios en EEUU en los años 30 del siglo XX fue retirada para que no llegase a la imprenta; se ha publicado, pero han transcurrido 50 años desde que […]
James Agee y Walker Evans, el primero era periodista, poeta, novelista, guionista, y el segundo fotógrafo. Su trabajo sobre la vida de las familias de agricultores arrendatarios en EEUU en los años 30 del siglo XX fue retirada para que no llegase a la imprenta; se ha publicado, pero han transcurrido 50 años desde que lo entregaron, su título: «Algodoneros».
Con «Algodoneros» James Agee expuso la realidad miserable de las familias que vivían en el campo en EEUU, y las fotografías de Evans nos lo subrayan de forma tan maestra que han quedado para la historia de la fotografía y la historia social de ese imperio de la explotación.
El libro repasa la vida de tres familias, tomadas con rigurosidad para representar al conjunto de las arrendatarias, son de raza blanca, pero se nos advierte que ningún libro que quiera presentar la vida en el campo en EEUU podría dejar al margen ni a los terratenientes, ni a los trabajadores de raza negra: «uno de cada tres arrendatarios es negro.»
El autor afina su mirada para que la realidad no se nos oculte, y ante la pobreza tan extrema, éste hombre, consciente, dolido por la vida miserable que llevan sus compatriotas a causa de la explotación a que les somete esa minoría de estadounidenses que viven a su costa, va a declarar: «Y un ser humano cuya vida se nutre de una posición aventajada adquirida de la desventaja de otros seres humanos, y que prefiere que esto permanezca de este modo, es un ser humano sólo por definición, y tiene mucho más en común con el chinche, la tenia, el cáncer y los carroñeros del hondo mar.»
Y es que la mentira de EEUU, del gobierno de EEUU, del imperialismo estadounidense, es de esas dimensiones inhumanas, los dueños de esa mentira, de ese gobierno, del imperialismo, del capitalismo, tienen más en común con el chinche, la tenia, el cáncer y los carroñeros del hondo mar, en este caso los parásitos con los que trata son los terratenientes. Por encima de ellos queda el chinche de dimensiones planetarias, el cáncer de dimensiones planetarias, los parásitos planetarios que articulan ese orden y apoyan a los terratenientes. Agee nos relata como controlan las cuentas de los arrendatarios y las manejan, y hay una advertencia a la que han dado aire: que tenga cuidado el que no mantenga el silencio, puede verse expulsado y no encontrar ni tierra que cultivar, ni trabajo en ningún sitio.
James Agee nos da horarios de la jornada de trabajo, condiciones en que se desarrolla, salarios, todo ello terrible y asegurador de miseria económica y humana. Hay una trampa más del terrateniente, exige al campesino arrendatario estar casado, y ese es el motivo por el que los jóvenes contraen matrimonio muy pronto, y tienen hijos para que, cuanto antes, les ayude en las labores agrícolas, extendiendo más allá de ellos su propia esclavitud. Si a los arrendatarios les falta el trabajo o muere el marido del matrimonio, igual que sí se llega a la ancianidad, no recibirán ninguna ayuda; de eso ya se encargan los terratenientes: en el hipotético caso de que alguien llegase a tener la posibilidad de percibir algún auxilio o prestación, los terratenientes van al juzgado a declarar en contra, porque sostienen que si el trabajador percibe alguna ayuda luego trabaja menos, y ahí se terminó todo.
¿Y si hay elecciones que hará el trabajador?: no irá a votar, porque o no esta enterado de lo que ocurre, o ni se inscribe ni paga las tasas para poderlo hacer, y si alguno expresa algo sobre el gobierno es refiriéndose a éste como un inútil, o lo tacha de un enemigo declarado.
Viviendo los arrendatarios como viven en la miseria pesa sobre ellosos la ignorancia y la indefensión, y, como nos dice el autor, tan solo les queda adaptarse a la supervivencia, por eso abandonan toda » capacidad de pensar, de sentir emociones o de distinguir cualquier posibilidad de felicidad o de valor en la vida».
La comida a lo largo de toda su vida viene siendo a base de grasas de cerdo, torreznos, maíz y poco más, siempre contada y escasa, pues el terrateniente no deja margen ninguno sobre la producción de algodón, maíz, patatas, … eso en caso de que por alguna causa mayor los arrendatarios hayan adquirido deudas con el terrateniente, con lo que sus condiciones alimenticias han empeorado, y se ven arrojados a buscar por los caminos cualquier cosa con la que alimentarse.
El libro contiene capítulos sobre la ropa que visten, el ocio, la vida familiar, los trabajos a realizar, que contribuyen al conocimiento exacto del estado en que se desarrolla la vida.
James Agee expone la situación educativa de las niñas y niños, aportando datos de los pequeños libros de la escuela, las condiciones de las casas para que puedan realizar las tareas, la luz de que disponen, cómo se protegen del frío, los kilómetros que deben andar entre barrizales para llegar a la escuela y volver, … ; la exposición es ilustrativa, por último dedica un apartado a los mucho más desfavorecidos de los más desfavorecidos : «La población escolar del condado de Hale es de cinco negros por un blanco; no se ha destinado ni un céntimo a las escuelas para negros, por eso es posible tener edificios tan pulcros como éste: para niños blancos. Los negros todavía se hacinan como sardinas, entre cien y ciento veinte, en chabolas de una única estancia calentadas con estufa que podrían acomodar con comodidad a una quinta parte de esos niños si las paredes, el tejado y las ventanas estuvieran decentemente apuntalados. Pero como dijo un terrateniente y corroborarían muchos más: «No estoy en contra de educar a los negros, pues como hasta cuarto o quinto grado, pero ná más: creo demasiado en la supremacía blanca».
Como nos había advertido al principio que para conocer la realidad en el campo de EEUU debemos tener en cuenta la vida de los terratenientes y los negros, encontramos dos apéndices que se refieren a ellos, el primero se titula «Sobre los negros», donde se muestra el por qué se ven obligados a coger cualquier trabajo, bajo cualquier condición, o de lo contrario, quiere decirse, negarse a trabajar en las condiciones que les ponen, les puede suponer la muerte.
El odio que los terratenientes siembran entre los blancos consigue que hasta el blanco más miserable, y como vemos viven muy miserablemente, hasta el peor maltratado por el mismo terrateniente, descargue sobre las gentes de raza negra toda su frustración y negación de vida. El autor nos anima al comentar la única esperanza: «los arrendatarios blancos que le desprecian, (al jornalero negro) no obstante empiezan a concluir aquí y allá que su verdadero enemigo no es el hombre que acepta ofertas más bajas que ellos sino el hombre que las hace y le obliga a aceptarlas; e incluso se dan cuenta de que si intentasen hacer valer sus derechos a través de alguna organización, entonces será absolutamente necesario que los negros figuren en la misma organización».
Se describe la `falta de comida, las malísimas condiciones de la vivienda, la burla y el abuso constante de los terratenientes sobre las familias negras, y por otro lado cómo ese trato acaba en el servilismo de éstas, lo que las destruye finalmente como personas: «Siga añadiendo detalle tras detalle, y obtendrá una criatura tan abonada para la enfermedad, tan falto de cualquier posibilidad de respetarse a sí mismo, tan hambriento, y tan profundamente ignorante, que resulta asombroso que unos pocos blancos sureños puedan creer que el negro es un ser humano».
El segundo apéndice se titula «Terratenientes», en este apartado se exponen algunos rasgos de la clase dominante: nunca ven en los arrendatarios, sean de la raza que sean, a seres humanos, y por tanto alardean de ser sus benefactores. Afirman, y de qué manera, que «se les da todo lo que necesitan, y están conformes, todos ellos menos unos pocos amargados que se creen que tienen derecho a vivir sin trabajar, y no quieren nada mejor y no sabrían qué hacer si lo tuvieran. Son todos unos ignorantes, la mayoría son unos holgazanes, y casi todos ellos son imprevisores. » Y se recoge las conversaciones mantenidas con los terratenientes: «Uno oye toda esa basura sobre que se les trata mal. Pero es lo que yo digo, ¿maltrataría un buen granjero a sus mulos?».
James Agee y Walter Evans nos dicen en palabras y fotografías que hay una tranquilidad social falsa, una tranquilidad de ocultación, suplantadora, que mantienen los terratenientes, y que éstos alientan una especie de terrorismo larvado que estarían dispuestos a incentivarlo y hasta participar en su ejecución.
Porque no hay duda sobre lo leído por más dolor que cause, finalizan diciendo que si la verdad vale más que la mentira, debemos hacer que se conozca la verdad.
EEUU en los años 30 del siglo pasado, ¿James Agee y Walter Evans, nos dicen algo sobre los últimos acontecimientos en Ferguson?.
Título: Algodoneros. Tres familias de arrendatarios.
Autores: James Agee, y Walker Evans.
Traducción: Alicia Frieyro.
Editorial: Capitán Swing.
Ramón Pedregal Casanova es autor de «Dietario de crisis», lo encuentras en Libros libres, de rebelion.org; y es autor de «Siete Novelas de la Memoria Histórica. Posfacios», edita Fundación Domingo Malagón.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.