La segunda Conferencia Internacional sobre Reforma Agraria y Desarrollo Rural (CIRADR), que tendrá lugar la próxima semana en la meridional ciudad brasileña de Porto Alegre, empieza por destacar el largo destierro de estos asuntos. La primera edición tuvo lugar hace 27 años en Roma
Se trata ahora de «recuperar una agenda congelada» en décadas pasadas por la «hegemonía neoliberal, de los ajustes estructurales que excluían las políticas públicas», dijo a IPS el asesor especial del Ministerio de Desarrollo Agrario brasileño, Caio França.
Esta es una conferencia de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), pero tiene el sello brasileño no solo por ser éste el país anfitrión, sino por su papel en el rescate de la problemática.
Además de un proceso de reforma agraria singular en el mundo actual, Brasil dio nuevo impulso a la lucha contra el hambre y la miseria, con programas nacionales e iniciativas internacionales del presidente Luiz Inácio Lula da Silva.
Brasil impulsa desde los años 80 una redistribución de tierras, habiendo asentado en predios rurales a más de 600.000 familias en los últimos diez años. Además, amplió el acceso al crédito para pequeños agricultores familiares, la asistencia técnica y las condiciones para la permanencia, producción y educación de los campesinos.
Sin embargo, los movimientos campesinos consideran insuficiente y demasiado lento el proceso, ante la existencia de más de cuatro millones de familias rurales sin tierra en este país de más de 184 millones de habitantes.
Una «combinación de hechos» resultaron en esa segunda CIRADR como paso importante para restablecer la urgencia de «democratizar el acceso a la tierra» y promover el desarrollo rural, evaluó França. Las cumbres mundiales de alimentación, de desarrollo sustentable, la fijación de los Objetivos del Milenio para 2015 y las experiencias brasileñas pusieron el hambre y cuestiones relacionadas en el centro de la agenda internacional, sostuvo.
Muchos países asumieron esa preocupación pero «pocos respondieron al desafío con políticas públicas» efectivas, señaló.
Aún hay 852 millones de personas padeciendo hambre en el mundo, tres cuartos de ellas en zonas rurales y dependiendo del acceso a la tierra y otros recursos naturales para sobrevivir, destacó la FAO para explicar las razones de esta conferencia, que tendrá una ceremonia inaugural el lunes 6 con la participación del vicepresidente brasileño José Alencar, y ministros de varios países.
Las discusiones se llevarán a cabo desde el martes hasta el viernes.
Pasados tantos años, la reforma agraria adquirió nuevas características, adecuándose a distintas situaciones nacionales. Se trata más genéricamente de asegurar acceso a la tierra a los campesinos, un problema que afecta incluso a países europeos y que cobró fuerza en América Latina, con movilizaciones sociales y desiguales respuestas gubernamentales, observó França.
La cuestión está también íntimamente vinculada a las reglas internacionales del comercio, como demostraron «dramáticamente» experiencias africanas, con desastrosas caídas de precios agrícolas, como los del algodón, acotó.
Su expectativa, y la del gobierno brasileño, es que esta segunda CIRADR apruebe una Declaración y un Plan de Acción que «incorporen lo mejor de las conferencias mundiales de alimentación y ambientales», definiendo conceptos, principios, prioridades y directrices para un efectivo desarrollo rural.
Más importantes serán el seguimiento, los programas nacionales e internacionales que se puedan impulsar, opinó.
Cinco ejes centrarán los debates durante los cuatro días: políticas y experiencias que mejoraron el acceso de los más pobres a los recursos, construcción de capacidades locales, nuevas oportunidades de desarrollo de las comunidades rurales, cómo combinar reforma agraria, justicia social y desarrollo sustentable, y soberanía alimentaria.
La Vía Campesina, organización mundial con varias entidades afiliadas en Brasil, participará intensamente en la conferencia, junto con otros movimientos similares, como la Confederación Brasileña de Trabajadores en la Agricultura y la Federación de Trabajadores en la Agricultura Familiar, ambos vinculados a una central sindical.
Un campamento en un parque central de Porto Alegre reunirá cerca de 5.000 campesinos que discutirán sus problemas y reclamos, en un ámbito paralelo de organizaciones de la sociedad civil. Allí se adoptará una declaración a presentar ante la CIRADR el jueves.
El miércoles 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, se desplegará una manifestación campesina en marcha hacia el local de la conferencia, el campus de la Universidad Católica, anunció a IPS Paulo Facioni, uno de los coordinadores de Vía Campesina en el sureño estado de Rio Grande do Sul, del cual Porto Alegre es capital.
El «símbolo del agronegocio» en esta marcha será la industria de la celulosa, que ocupa vastas extensiones en los estados de Espíritu Santo y Bahia, en el centroeste de Brasil, y busca implantar grandes proyectos en Rio Grande do Sul, informó.
La producción de celulosa, materia prima del papel, se contrapone a la soberanía alimentaria defendida por los campesinos. Las empresas adquieren inmensas áreas «sacando tierra de la agricultura» para sembrar árboles exóticos como el eucalipto, describió.
«El pueblo no come eucaliptos ni madera», arguyó Facioni, también dirigente del Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra que encabeza las grandes movilizaciones por reforma agraria en Brasil.
Es «elogiable» la iniciativa de la FAO de promover esta conferencia 27 años después de la primera, pero no es satisfactoria la forma como conduce los temas agrícolas, agrarios y de seguridad alimentaria, opinó Facioni.
Tampoco el gobierno brasileño cumple sus promesas de una reforma agraria que cambie la realidad rural y la concentración de la tierra en el país, sentenció. Pero los debates en Porto Alegre serán importantes y podrán abrir paso a avances en ese proceso, reconoció.