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Fapistas

Fuentes: Jaque Perpetuo

Grilletes y calabozo. A pesar de llevar más de veinte años contemplando la puesta en escena, es un espectáculo al que nunca terminaré de acostumbrarme. El único argumento de la obra, que diría Gil de Biedma, es el poder represivo del Estado; el protocolo policial, las dimensiones del teatro. Aplauden los de siempre, la cla […]

Grilletes y calabozo. A pesar de llevar más de veinte años contemplando la puesta en escena, es un espectáculo al que nunca terminaré de acostumbrarme. El único argumento de la obra, que diría Gil de Biedma, es el poder represivo del Estado; el protocolo policial, las dimensiones del teatro. Aplauden los de siempre, la cla de los fapistas, para la que siempre será más importante su lucro que la libertad de las personas.

¿Quiénes son los fapistas? Muy fácil: los militantes de la FAP, la organización responsable del siniestro redactado que hemos de soportar en todos los vídeos comercializados en España desde el año 1984. Ese texto entrañable, que avisa al espectador sobre las funestas consecuencias de la copia ilegal, que puede llevar a su detención por «las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, siguiendo instrucciones precisas del Ministerio del Interior». Ya saben.

Su actitud recuerda vagamente al franquismo de los últimos días, aquel triste régimen que tuvo que mostrar su mano dura hasta el final, exacerbando la represión cuando ya no tenía futuro. Los jueces van cercando su campo de maniobra, archivando las causas penales contra páginas de enlaces, pero ellos siguen presentando una denuncia tras otra, como si les fuese la vida en ello.

Y quizás sea verdad, quizás les vaya la vida. Su supervivencia depende de la represión, porque su negocio no es la creación artística, ni la venta de copias: su negocio consiste en denunciar y encarcelar.

Decían en El Honor de los Prizzi que cuando alguien valora el dinero más que la vida, la mejor estrategia no es matarle, sino arruinarle. A ese objetivo voy a dedicar el resto de mi vida: la única forma de acabar con los fapistas no es su extinción física, sino conseguir que no puedan volver a encarcelar nunca a nadie por copiar o enlazar videojuegos. Y para eso es necesario despenalizar el derecho de autor.

Estos días se debate en el Senado la reforma del Código Penal, que contiene una tímida rebaja del castigo del Top Manta. El Grupo Parlamentario de Senadores Nacionalistas ha ido más allá, y mediante una valiente enmienda propone su despenalización absoluta. A lo que yo pregunto ¿para qué quedarse en el Top Manta? ¿Webmasters en la cárcel y manteros en libertad?

Mis enemigos esperaban odio, y en lugar de eso les ofrezco la otra mejilla, que tendrán disponible antes de fin de mes en el primer juicio penal contra un webmaster de P2P. Debemos convertir la rabia en semilla para el futuro: la forma de vencer a aquellos que ponen el lucro por encima de la libertad de las personas, es abogar por la despenalización de los delitos contra la propiedad intelectual.

Para que una conducta sea percibida por la colectividad como antijurídica, debe darse en la misma lo que en derecho penal se conoce como desvalor de acción y resultado. El desvalor de robar a punta de navaja, o incluso del hurto de carteras, no existe en las infracciones de propiedad intelectual: por más que insistan autores sumisos y políticos mediocres, copiar unos y ceros no es lo mismo que robar. La protección de los derechos de autor se debe mover exclusivamente en el plano civil.

Hacerse viejo implica asumir objetivos más modestos, y sé perfectamente dónde está mi Sinaí. La tierra prometida, la libertad total de la cultura, es un horizonte de generaciones. Nadie más debe entrar en prisión preventiva por copiar, o por enlazar a simples videojuegos. A esa meta voy a dedicar el resto de mi vida: despenalicemos el derecho de autor.

http://www.elmundo.es/blogs/elmundo/jaqueperpertuo/2010/06/07/fapistas.html