Tania Derveaux, candidata por Flandes al Senado belga, se ha hecho famosa en casi todo el mundo. No es para menos. Aparte de posar desnuda en su cartel electoral por Internet, ha prometido cuarenta mil felaciones, una para cada uno de los cuarenta mil primeros votantes. La lógica es impecable porque Tania, por supuesto, no […]
Tania Derveaux, candidata por Flandes al Senado belga, se ha hecho famosa en casi todo el mundo. No es para menos. Aparte de posar desnuda en su cartel electoral por Internet, ha prometido cuarenta mil felaciones, una para cada uno de los cuarenta mil primeros votantes. La lógica es impecable porque Tania, por supuesto, no piensa cumplir su promesa electoral; pero, como ella misma afirma, en su incumplimiento no se apartará un ápice del resto de los partidos políticos que durante la campaña política prometen y prometen para después no cumplir nada de lo que habían prometido. Tal como dijo el viejo profesor con el cinismo que le caracterizaba las promesas electorales están para no cumplirse.
La joven candidata al Senado no pretende otra cosa que mostrar su repulsa y, al mismo tiempo, servir de canal de protesta a otros muchos ciudadanos. Tania, y no es la única, repudia un sistema político que considera falaz, trucado, y quiere denunciar además una norma jurídica injusta y un tanto dictatorial que rige en Bélgica y que obliga a los ciudadanos a concurrir a las urnas. Como ella explica, del voto en blanco se terminan apropiando los políticos.
Derveaux reclama el derecho a la abstención. La abstención se ha convertido hoy en la mayoría de los Estados occidentales en la mejor forma de denunciar la falacia de unos sistemas políticos que se llaman democráticos, pero que de democráticos tienen poco. En nuestro país, tal vez porque proveníamos de una dictadura, se ha identificado siempre la abstención con el pasotismo político, con posturas individualistas y poco comprometidas con la realidad social. Es posible que esta fuese la tónica en el pasado, pero la situación es distinta en la actualidad. Hoy son muchos en España y fuera de España los que practican la abstención como un acto militante de repulsa positiva, como una negativa a participar en un juego trucado desde el principio y en el que las reglas están elaboradas de acuerdo con intereses que no son los de los ciudadanos.
La ideología se ha alejado de los partidos políticos o, mejor dicho, todos han asumido la ideología de los intereses económicos dominantes. En lo fundamental, es difícil distinguir a unos de otros. ¿Quién es más de derechas Gallardón o Sebastián? En Alemania, la derecha de Merkel gobierna con la teórica izquierda del SPD, y no parece que las diferencias en el gobierno sean insalvables; y el nuevo y flamante presidente de la República francesa, Nicolas Sarkozy, acaba de cumplir su palabra de incorporar a su gobierno ministros de la teórica izquierda. Y, ciertamente, uno llega a preguntarse si, dada la homogeneidad ideológica actual, no es esta la fórmula más conveniente.
En nuestro país, la situación se agrava con la existencia de partidos nacionalistas. Las reglas actuales de juego, con circunscripciones uniprovinciales y aplicación de la Ley D ´Hont, impiden la consolidación de cualquier partido minoritario que no sea nacionalista. La realidad es que el partido vencedor, a menos que saque mayoría absoluta, termina estando en manos de los nacionalistas, que prestarán su apoyo solo a condición de que se termine discriminando positivamente a su región en perjuicio de las otras, o de que se acelere el proceso de disgregación del Estado.
Las felaciones de Derveaux, quizás ella no pretendiese tanto, se han convertido en un símbolo para los países occidentales, un grito que sus mandatarios y políticos harían bien en escuchar porque ciegos de vanidad y de orgullo, aun cuando se les llena la boca con la palabra democracia, no han reformado ni actualizado sus sistemas políticos adecuándolos a las nuevas circunstancias, con lo que estos se han desvirtuado de tal modo que de democracia permanece únicamente la cáscara. La inmensa abstención que, salvo raras excepciones, se produce en los distintos comicios indica bien a las claras la opinión de la ciudadanía.
La primera violación de la libertad democrática comienza cuando, desde los poderes públicos y con el dinero de todos, se hace propaganda en contra de la abstención, y no digamos en países como Bélgica en los que se la criminaliza. La abstención puede ser un acto político consciente de tanto o más valor que la participación en las elecciones. No es ningún secreto que una inmensa mayoría de los que votan, no lo hacen «a favor de» sino «en contra de»; pues bien, la abstención puede significar que se vota en contra de… no de un partido político sino de todos ellos, es un órdago a todo el sistema.