La conducción del Partido de los Trabajadores (PT) escogió a Fernando Haddad como compañero de fórmula de Luiz Inácio Lula da Silva para los comicios de octubre, informó la prensa local al cierre de esta edición. El propio Lula envió una carta a su partido dando el aval al ex alcalde de Sao Paulo (2013-2016) […]
Fernando Haddad, de 55 años, fue ministro de Educación durante los gobiernos de Lula y Dilma, y es uno de los dirigentes que visita regularmente al ex mandatario arrestado en la Superintendencia de la Policía Federal de Curitiba para afinar los contenidos del Programa de Gobierno a ser presentado en la campaña que comenzará formalmente dentro de diez días.
En su condición de coordinador de ese plan de gobierno Haddad fue uno de los oradores del acto del sábado en el cual fue anunciado formalmente Lula como aspirante a un tercer mandato, tras los dos que cumplió entre 2003 y 2010. «Quieren inventar una democracia sin pueblo», planteó el ex mandatario en una carta enviada desde su celda y leída ante una «torcida» entusiasmada que el sábado colmó la Casa de Portugal, en el centro paulista.
La definición de quien será el segundo en la fórmula tiene una importancia especial dado que miembros del Poder (partido) Judicial han dado a entender que vetarán al líder del PT. En ese caso el vice ascenderá a candidato presidencial.
Con entre el 29% y el 41% de intenciones de voto en las encuestas el ex tornero mecánico es de lejos el favorito a vencer si los comicios fueran realizados dentro de las normas que exige un sistema democrático. Pero no es el caso: las anomalías jurídicas y políticas abundan en este proceso electoral.
Sólo como botón de muestra se puede citar que por un reglamento prisional ad hoc, las autoridades prohibieron que la prensa pueda entrevistar a Lula, quien tampoco puede grabar spots de campaña.
Mientras la cúpula petista debatía en Sao Paulo, en Belo Horizonte Dilma Rousseff formalizó su candidatura al Senado durante un acto en el popular barrio Venda Nova. Diversos sondeos la ubican en primer lugar en el estado de Minas Gerais, que es el segundo colegio electoral del país con unos 15 millones de empadronados.
«El 7 de octubre vamos a darle una votación histórica a Dilma para el Senado», afirmó Lula da Silva en una carta leída ayer en Belo Horizonte. Si el favoritismo que le atribuyen los sondeos se confirma Rousseff volverá al recinto donde fue depuesta el 31 de agosto de 2016 en el impeachment con el cual se dotó de cobertura institucional al golpe.
Poco después de su caída asumió Michel Temer, del Movimiento Democrático Brasileño (MDB), a quien las últimas encuestas le adjudicaron entre el 3% y el 5% de popularidad y más del 80% de rechazo.
El candidato apadrinado por Temer en las próximas elecciones será el ex titular del Banco de Boston, Henrique Meirelles, que también dirigió el Banco Central, que no logra superar el 1% de intenciones de voto.
El segundo en las encuestas es el capitán del Ejército Jair Bolsonaro, del Partido Social Liberal, que ayer presentó a su vice, el general retirado Antonio Hamilton Mourao. Mourao, igual que Bolsonaro, son apologistas de la dictadura. El año pasado el general, que todavía estaba en actividad, ganó notoriedad cuando, durante una reunión de la Logia Masónica de Brasilia, reivindicó una «intervención militar» para sacar del gobierno a Temer.
«En este momento dejo de ser capitán, el general Mourao deja de ser general, nosotros pasamos a ser ahora soldados de nuestro Brasil», dijo Bolsonaro, marcial, al presentar a su compañero de armas que también lo será en la batalla electoral.
En el tercer lugar aparece la ambientalista Marina Silva, ex afiliada al PT y actual líder de la Red de Sustentación, que el sábado formalizó su candidatura en la que estará acompañada por el médico Eduardo Jorge, del Partido Verde.
También fue presentada la fórmula encabezada por el exgobernador de Sao Paulo, Geraldo Alckmin, del Partido de la Socialdemocracia Brasileña, y la senadora Ana Amelia, del Partido Progresista.
Alckmin está quinto en la mayoría de los sondeos, pero contará con un poderoso aparato de propaganda y las simpatías de buena parte de los banqueros y de las empresas periodísticas. Para esos grupos lo primordial es batir a Lula. Si es posible hacerlo a través del neoliberal Alckmin, mejor. Pero si esa via naufraga no vacilarán en optar por el extremista Bolsonaro.