Cada cuatro años durante los meses de junio y julio toda actividad se impregna de la «Copa Mundial de Fútbol». La saturación futbolística obnubila las mentes, las transporta de la realidad cotidiana a un mundo intrascendente. Las necedades de los comentaristas deportivos, con sus cábalas, pronósticos, filosóficas disquisiciones futboleras y publicidad insidiosa, elevan el fanatismo […]
Cada cuatro años durante los meses de junio y julio toda actividad se impregna de la «Copa Mundial de Fútbol». La saturación futbolística obnubila las mentes, las transporta de la realidad cotidiana a un mundo intrascendente. Las necedades de los comentaristas deportivos, con sus cábalas, pronósticos, filosóficas disquisiciones futboleras y publicidad insidiosa, elevan el fanatismo al clímax. La alienación del fútbol coloca, en segundo plano, los despidos laborales, rebaja del salario, pérdida de la seguridad social, que los gobiernos de Europa aplican para salvar sus maltrechas economías. De igual manera, la futbol manía pretende hacer olvidar que en La Franja de Gaza hay millón y medio de palestinos sometidos al bloqueo genocida que les impone el sionismo. O el acto de guerra contra la «Flotilla de la Libertad» en aguas internacionales. O las provocaciones que ponen al borde de la guerra a Corea del Norte, Irán, Kirguistán. O la tragedia ecológica en el Golfo de México por el derrame petrolero. O la realidad social de Sudáfrica que, para cumplir el papel de anfitrión, construyó estadios monumentales, avenidas, trenes, hoteles cinco estrellas para deleite de turistas enardecidos de patrioterismo futbolero, en un país con el 70% de la población en situación de pobreza, sin trabajo, sin agua, sin vivienda y con cinco millones de enfermos de SIDA. Para solventar la crisis social nunca hay dinero.
La FIFA, transnacional del deporte, cumple dentro de la división del trabajo, la adecuación del espectáculo futbolístico a los intereses del capital y para ello blande, en lugar del látigo de cuero – como en el anfiteatro romano contra los gladiadores – el látigo de los euro/dólares. Todo jugador llega al mundial con la chequera llena, pero, con una historia médica bajo el brazo que detalla fracturas, intervenciones, reposos, tratamientos de rodilla, de tobillo, de ligamentos y distenciones musculares. En el rostro reflejan su condición física de cansancio, agotamiento mental y sicológico. Durante los meses y años anteriores a la «Copa Mundial» han sido exprimidos hasta la extenuación en campeonato de «liga», «de campeones», «Libertadores/», «copa del rey», «de Europa», de la «UEFA», de «América», de encuentros amistosos, del trajinar constante por los aeropuertos para cumplir compromisos deportivos con el club o la selección del país de origen. ¿Dónde queda el lema «mente sana en cuerpo sano»? El resultado de todo este empeño se condensa en los 2.3 mil millones de euros que la FIFA percibirá por este Mundial.
Se dice que en este Mundial el ruido estridente de las «vuvuzelas» dificulta a los jugadores oír el pito del árbitro, las ordenes del Director Técnico y el diálogo entre sí para coordinar las jugadas. ¿Será la extenuación de los jugadores o el ruido de las «vuvuzelas» la causa de la escasa producción de goles y el bajo rendimiento de la mayoría de los equipos? Ante la crisis económica mundial, el fútbol deja ¡Cero pan y mucho circo!
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