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Historia del lavado de cerebro

Filosofía sobre detergentes mentales actualizados

Fuentes: Rebelión/Universidad de la Filosofía

Uno de los «clásicos» en la Historia del «Lavado de Cerebro» es hacernos creer que no existe. Hay artífices de ese «clásico» que ofician como predicadores dispuestos a proclamar a los cuatro vientos que a ellos nadie les lava el cerebro. Uno de los detergentes principales de ese sistema de «lavado» es el miedo que, […]

Uno de los «clásicos» en la Historia del «Lavado de Cerebro» es hacernos creer que no existe. Hay artífices de ese «clásico» que ofician como predicadores dispuestos a proclamar a los cuatro vientos que a ellos nadie les lava el cerebro. Uno de los detergentes principales de ese sistema de «lavado» es el miedo que, ya con génesis bíblica o con ojivas nucleares, presiona nuestras vidas, minuto a minuto, para hacernos obedientes alegres de todo aquello que nos explote, nos humille y nos neutralice. Se trata de borrarnos de la cabeza todo pensamiento y método crítico, organizativo y movilizador dispuesto a transformar la realidad monstruosa perpetrada por el capitalismo. Lo pasan por la tele.

Hoy parecen juegos de niños todas las operaciones de amedrentamiento (inventadas desde siempre) al lado de las imágenes perpetradas por los bombardeos a Gaza, las parafernalias de ISIS y el despliegue macabro amplificado por la alianza entre el «crimen organizado» y los mass media burgueses. Los 7 pecados capitales y Orson Wells parecen cuentos de hadas. Al final del discurso reina -impune- la moraleja que muestra el poder del daño para someternos al engaño. ¿No es para eso que se exhibe a mansalva al cristo crucificado?

La fase «aguda» es cuando la víctima se convierte en voluntariosa y adquiere iniciativa para lavarse, sola, el cerebro y lavárselo puntualmente a sus «seres queridos». Cuando aprende a lavarse el cerebro meticulosamente, con empeño y buen humor, haciendo de eso exhibición moralizante entre propios y ajenos. Actitud colaborativa y sustentable que ahorra muchos gastos a la burguesía. La fase aguda se expresa a sus anchas cuando las víctimas agradecen (íntimamente y en la plaza pública) ser victimadas y reconocen que el victimario siempre tuvo la razón y sigue teniéndola. Misión cumplida.

El «Lavado de Cerebro» ha cobrado formas modernas y se ha institucionalizado según las especialidades que demanda el mercado del imperialismo. Verbigracia las lavanderías de cerebros concentradas en saqueo de recursos naturales y particularmente saqueo del petróleo. «Es por tu bien» dicen ellos, «es porque no sabes cómo aprovecharlo», «no tienes la tecnología ni la entiendes», «es progreso», «es moderno», «es transparente»… «es inevitable». Hay joyas del cinismo y del desparpajo consagradas en contratos, acuerdos, alianzas y decretos que cuentan con no pocos aplaudidores con sueldo o sin él.

En la cima de los lavaderos de cerebros destacan los, recientemente visibilizados, «fondos buitre» que han hecho del verbo «pagar» un dogma con fanatismos inéditos encadenados a tradiciones ancestrales. Ya no importa el calibre de las aberraciones que implique, hay que pagar porque lo dicen los «jueces». No sólo los «jueces» serviles al capitalismo sino los «jueces» jerarcas de la moral burguesa que norman la calidad de la honradez con el monto de lo que se paga y nos lavan el cerebro para «honrar la deuda». No importa si caminamos al abismo de la peor crisis de miseria y despojo que hubiésemos imaginado… ellos quieren que paguemos con el cerebro bien lavado y dispuestos a cumplir con los pagos próximos fijados hasta la eternidad.

No diremos que no nos lo avisaron. Llevamos siglos de inventos y estragos en el arte de lavarnos el cerebro. Hay escuelas, debates y tendencias diversas que, a cual más, se disputan la paternidad de una u otra «técnica» mejor parar un lavado eficiente y a fondo. Hay universidades especializadas y hay premios con prestigio planetario para aquellos que, todo o en partes, perfeccionen el lavado de cerebros en sus versiones individuales o de masas. Tienen en ese círculo de notables sus «sitiales de número» las iglesias y las sectas aunque cueste cada día más trabajo distinguirlas de los canales de televisión burgueses, de algunos partidos políticos y de algunos centros de investigación y enseñanza científicos.

La Batalla de las Ideas es la lucha de clases expresada en pensamiento para la acción revolucionaria. Es deber de nuestra lucha anticapitalista y mundial entender que la transformación del mundo radica en la modificación de las relaciones de producción y también en las ideas sobre la realidad para la vida igualitaria y justa en colectivo. Para eso es preciso identificar y desactivar todas las armas de guerra ideológica que la burguesía ha inventado y disponernos a desarrollar antídotos como estrategias con métodos revolucionarios del pensamiento y de la acción en simultáneo.

De nada va a servirnos vivir como plañideras por más efectivos que sean nuestros análisis y reclamos. Es hora de avanzar y no quedarnos en la queja, en la observación o en el diagnóstico porque urge integrar todas nuestras mejores fortalezas en un programa de unidad y lucha creadoras que dé a la producción de ideas su lugar obligado e indisoluble en la producción de acciones transformadoras. Es urgente y es posible por más que quieran lavarnos el cerebro con el cuento del «fin de la historia». Ya basta.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.