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Fin del aquelarre financiero (y del imperio) de Estados Unidos

Fuentes: La Jornada

STEPHEN ROACH LE pone fecha a la punta que marca el inicio del fin del dominio financiero estadunidense: 16 de marzo, justamente el día que la calificadora Standard & Poor’s degradó los bonos de la otrora omnipotente automotriz General Motors, al borde de la quiebra por sus extravíos financieros. NO VAMOS A disecar ahora las […]

STEPHEN ROACH LE pone fecha a la punta que marca el inicio del fin del dominio financiero estadunidense: 16 de marzo, justamente el día que la calificadora Standard & Poor’s degradó los bonos de la otrora omnipotente automotriz General Motors, al borde de la quiebra por sus extravíos financieros.

NO VAMOS A disecar ahora las atribuciones virtuosas de la calificadora (sic) Standard & Poor’s, perteneciente al grupo McGraw Hill (como la revista Business Week), del que fue vicepresidente ejecutivo John Dimitri Negroponte de 1997 a 2001, antes de su incursión como embajador en Irak y de su reciente nombramiento como máximo espía local y global de Estados Unidos (bibliografía para quienes todavía «creen» en el «libre mercado»: The Washington Post, 17 de febrero, y ArriveNet, 4 de marzo). El supercrimen financiero organizado de Wall Street no se entiende sin sus «calificadoras» hilarantes, que forman parte del «círculo virtuoso» de la globalización financiera, como dejó expuesto al aire libre la putrefacción de Enron y el circuito de encubridoras empresas contables anglosajonas. ¡Y todavía los ingenuos compramos sus libros intoxicantes al grupo McGraw Hill, vinculado a las teorías depredadoras de la familia Bush!

ROACH, MUY SOLVENTE jefe de economistas de la correduría Morgan Stanley (por cierto, en serios problemas financieros), escribe desde Pekín (Foro Económico Global, 18 de marzo) que «súbitamente Estados Unidos exhibe una aura diferente en un cada vez mayor mundo desequilibrado: la confluencia de un récord del déficit de cuenta corriente, el desastre (sic) de General Motors, y el alza del precio del petróleo, todo señala un creciente papel precario (sic) para el hegemonista global. Los mercados financieros apenas empiezan a olfatear la situación». Pues sí: los financieros en general son muy limitados en asuntos geopolíticos, ya no se diga en historia y cultura universal, tan imprescindibles en tiempos de crisis.

LAS ADVERTENCIAS DE Roach sobre el déficit de cuenta corriente (DCC) no son nuevas. Pero al mago malhadado Alan Greenspan, gobernador (sic) de la Reserva Federal, no lo perturba nada, salvo el déficit fiscal, como expresó en su conferencia corporativa muy desangelada ante el influyente Consejo de Relaciones Exteriores (CFR, por sus siglas en inglés), con sede en Nueva York (CFR, 10 de marzo). Roach se inquieta de que en un solo año el DCC haya alcanzado el récord de 6.3 por ciento del PIB de Estados Unidos: «un asombroso deterioro de 1.8 por ciento» en un año que representa también el «récord del lastre financiero para el resto del mundo». Estados Unidos «requiere ahora 2 mil 900 millones de dólares de flujos externos de capital cada día para que la magia persista».

EN LA ETAPA de oro industrial y manufacturera de Estados Unidos lo que «era bueno para General Motors (GM) era bueno para Estados Unidos». ¿Será cierto el corolario inverso: si GM está al borde de la quiebra, lo estará también Estados Unidos? Roach se detiene en la triste situación de GM, a punto de ser arrojada a los infiernos por las «calificadoras», que han alertado que sus bonos se encuentran al límite del ostracismo de los «bonos chatarra». Para que Standard & Poor’s, vinculada a los intereses del clan Bush, haya admitido el estatuto casi de «chatarra» de los bonos depreciados de GM, ¿de qué tamaño será el boquetazo real?

LAS AUTOMOTRICES DE Estados Unidos «emplean a solamente 0.8 por ciento de todos los trabajadores» de ese país, lo cual es «emblemático del destino del sector manufacturero», prosigue Roach, quien agrega que el «16 de marzo fue también el día del récord del precio del petróleo», que un dólar en picada le quita amortiguadores a su impacto en la economía estadunidense. Roach lanza dardos merecidos a la «prensa, por supuesto, repleta de comentarios de que el petróleo ya no afecta», y fustiga que «es justamente la retórica que siempre escuchamos en medio de un choque petrolero» y desmonta impecablemente las piruetas contables de la Secretaría del Tesoro: «las inversiones netas de portafolio de 91 mil 500 millones de dólares de enero pasado, que cubrieron el déficit comercial del mismo mes por 58 mil millones de dólares», se debieron al financiamiento de los bancos centrales asiáticos, en particular de China y Japón. En un solo año, los bancos centrales tuvieron un excedente de 500 mil millones de reservas del «billete verde» que financiaron 75 por ciento del DCC el año pasado. Esta anomalía está llegando a su fin y los bancos centrales asiáticos, grandes y pequeños, han mostrado sus veleidades para diversificar sus reservas en otros instrumentos financieros (euro y oro).

PERO «AL FINAL hay más que economía», aduce Roach, quien en forma notable penetra en las enseñanzas de la geoestrategia del historiador británico Paul Kennedy y su célebre teoría de la sobrextensión: «las grandes potencias se derrumban en forma típica cuando su alcance militar supera su poderío económico». Es justamente lo que vive Estados Unidos desde el 11 de septiembre de 2001: «las guerras de Afganistán e Irak fueron los disparos de salva del inicio. Las recientes nominaciones de la administración Bush de dos neoconservadores de primera fila a posiciones globales importantes -John Bolton como embajador ante la ONU y Paul Wolfowitz a la cabeza del Banco Mundial, también anunciada el 16 de marzo- son ejemplos de que la Casa Blanca ha elevado la apuesta de su proyección transformativa de poder global. En el marco histórico de Paul Kennedy, Estados Unidos extiende su alcance en el momento preciso que su base económica se ha debilitado, una clásica señal de advertencia de la caída de una gran potencia». Amén.

EN FORMA COINCIDENTE, Niall Ferguson, historiador británico y biógrafo de la célebre dinastía bancaria de los Rothschild, rememora el entorno que acabó con la globalización del siglo XIX y desembocó en la Primera Guerra Mundial («Hundimiento de la globalización», Foreign Affairs, marzo-abril de 2005), tesis similar, dicho sea con humildad de rigor, a la que enarbolamos hace cinco años en nuestro libro agotado El lado oscuro de la globalización (Editorial Cadmo & Europa, 2000).

EL MISMO ROACH advierte que la paridad fija del renminbi (la divisa china) al dólar puede provocar «serios problemas a la desequilibrada economía china», conforme la Reserva Federal incrementa en forma abrupta sus tasas de interés -su cálculo es de 5.75 por ciento («La Reserva Federal y China», 28 de marzo). Roach, quien tiene magníficas relaciones con las autoridades chinas, juzga que «China se prepara precisamente para esta posibilidad». El apretón de tuercas en las tasas de interés en Estados Unidos -reflejo del deterioro en cuatro frentes: inflación creciente, DCC desbocado, burbuja de los bienes raíces y frenesí especulativo- derivará en costos domésticos y globales que «revertirán casi una década de excesivo crecimiento del consumo» (71 por ciento de su PIB) y en la que la codependencia de China sufrirá los impactos. La economía china es la imagen en espejo de la de Estados Unidos; las exportaciones de China constituyen 35 por ciento de su PIB y sus ahorros son ya un «asombroso 50 por ciento del PIB», mientras que la tercera parte de su destino exportador es a Estados Unidos. Una reversión del consumismo hacia el ahorro en Estados Unidos afectará considerablemente a la economía china, que manifiesta enormes vulnerabilidades en sus finanzas y en su sector bancario, en caso de adoptar medidas de requilibrio y una mayor flexibilización de su moneda. El grave riesgo político se centra en la desestatización, que lleva a un despido de entre 8 y 10 millones de chinos al año, que pueden desestabilizar al más poderoso régimen.

ROACH ES MAS lapidario en privado y no elimina la probabilidad de una guerra comercial entre Pekín y Washington en caso de que China no revalúe el renminbi, lo que acarrearía severas medidas proteccionistas del Congreso de Estados Unidos (The Standard, 23 de marzo). «El día del brusco requilibrio se aproxima y ninguna economía mayor podrá evitar su impacto» (Estados Unidos, Europa, Japón y China), según Roach, quien, por lo visto, no está enterado de que el único en el mundo que se salvará será el «México neoliberal», gracias al superblindaje de Fox y su gabinetazo financiero. Roach aconseja el deslinde de la divisa china con el dólar (cuya fijación inamovible merma el valor real de sus reservas en vías de pulverizarse) y aboga por su nueva fijación paritaria con una canasta de monedas duras.

A DIFERENCIA DE Roach, quien realiza un lúcido análisis amigable de corte sinófilo, en fechas recientes la prensa anglosajona en su conjunto exulta la próxima caída financiera de China: desde Stratfor («La larga marcha de China a la quiebra», 23 de marzo) hasta The Financial Times, que bombardea sin cesar las finanzas chinas («Acciones bursátiles inequitativas: estructura de mercado mal manejada por China», 28 de marzo). Menos sesgado que la prensa anglosajona consagrada a abultar la paja de los ojos ajenos, Sonai Oberois agarra parejo y fustiga que «Estados Unidos y China se encaminan ambos a un mayor derretimiento financiero y a posibles depresiones» (India Daily, 24 de marzo). A juicio de Oberois, el detonador no vendrá de donde todos los centros de pensamiento esperan suceda (la debacle del dólar), sino de la «disminución del crecimiento» de ambos gigantes económicos: «la quiebra financiera de Estados Unidos causará una depresión peor que la de la década de los 30».

SI LOS DOS motores predominantes de la globalización, Estados Unidos y China, con economías complementarias hasta ahora, comienzan una dolorosa fase de ajuste y requilibrio, ya no se diga de desaceleración, ¿cómo sufrirá las consecuencias el resto del planeta, con la notable excepción, desde luego, del inmune «México salinista-zedillista-foxiano»? ¿Qué quedará de la decrépita globalización al final del trayecto? ¿Qué sucederá con el imperio hipermilitarizado del unilateralismo bushiano, justamente cuando los liliputienses del mundo han empezado a someter al Gulliver financiero global?