Inmenso el dolor por la muerte de este gran ser humano que fue François Houtart, la madrugada del 6 de junio. Fue sorpresivo, pues si bien ya había cumplido 92 años, su gran energía, fortaleza física y moral e infatigable laboriosidad, que lo caracterizaron, auguraban que superaría los cien años, recorriendo el mundo al servicio […]
Inmenso el dolor por la muerte de este gran ser humano que fue François Houtart, la madrugada del 6 de junio. Fue sorpresivo, pues si bien ya había cumplido 92 años, su gran energía, fortaleza física y moral e infatigable laboriosidad, que lo caracterizaron, auguraban que superaría los cien años, recorriendo el mundo al servicio de las grandes causas humanitarias, como lo venía haciendo.
La Fundación Pueblo Indio, donde residía, ha informado que la víspera «cenó como de costumbre y se fue a dormir… claro que en su habitación siguió trabajando… no sabemos hasta qué hora… porque hasta las once de la noche aún recibimos sus emails. Al amanecer, se ha levantado para ir a la ducha y las fuerzas le faltaron… Se sentó en su sillón relax y con su mano en el corazón se durmió plácidamente, sin ruido, muy calladito. Y con infarto masivo… a las siete y media de la mañana… se despertó en Dios.»
Deja un gran vacío, que alivia la fe en el Ser Supremo, al que François consagró su vida en el ministerio sacerdotal. Resuenan en mi mente sus propias palabras sobre el sentido cristiano de la muerte, pronunciadas en la misa de difuntos que presidió hace poco en la Fundación Pueblo Indio por la muerte de uno de sus sobrinos.
Más que un amigo, fue para mí un hermano y consejero. Tuve el privilegio de conocerlo en octubre de 1954, cuando, con otro entrañable amigo, Camilo Torres Restrepo, nos inscribimos en la Universidad Católica de Lovaina, donde François preparaba su doctorado en Ciencias Políticas y Sociales. Él guió nuestros primeros pasos por la vida académica, amén de relacionarnos con el contexto social y los principales movimientos sociales: sindicalismo cristiano, Juventud Obrera Católica, el Boerenbond o movimiento campesino. Lo hizo hasta que viajó a Chicago a especializarse en Sociología, pero nos fuimos reencontrando a través de los años hasta su llegada al Ecuador.
Terminado mi doctorado, de regreso en Colombia, François me vinculó a su trabajo en América Latina, cuando se iniciaba como uno de los expertos del Concilio Vaticano II, 1962-1965. Había recibido del obispo progresista brasileño, Dom Hélder Câmara, presidente de la Conferencia Episcopal Latinoamericana, CELAM, el encargo de hacer una amplia investigación sociológica sobre la situación de la iglesia en América Latina, en su calidad de secretario general de la Federación Internacional de Institutos de investigaciones socio-religiosas, FERES. François me vinculó, nombrándome Secretario para América Latina. Se generaron 43 publicaciones, cuya síntesis preparó para distribución a los Padres Conciliares.
Nuestros contactos siguieron intermitentes a partir de 1972, aunque con encuentros frecuentes hasta nuestro reencuentro en Quito en 2003, cuando conformamos un grupo de Pensamiento Alternativo, con reuniones quincenales, siempre que François estaba de regreso de sus frecuentes viajes por el mundo.
Su legado
El fiel ejercicio del sacerdocio a luz de la Teología de la Liberación y su empeño en la Justicia Social y el Bien Común, constituyen el núcleo del legado profético de François Houtart.
Su legado es plurifacético. Destaco unos pocos tópicos, dándole prioridad a sus investigaciones sobre un nuevo paradigma civilizatorio sobre el Bien Común de la Humanidad, que elaboró a petición del Presidente de la Asamblea de las Naciones Unidas, 2009; su pensamiento sobre la Agricultura Campesina; y en general sobre las luchas por la Justicia Social. Además, dejó más de 70 libros y numerosos artículos en periódicos y revistas.
Habría que añadir muchas más reflexiones sobre su coherencia de vida, su proverbial amabilidad, disponibilidad y generosidad, no sólo para ayudar al necesitado, sino con su tiempo, atendiendo consultas de todo el mundo.
Asimismo, su modestia, su paciencia, su firme y constante defensa de los derechos humanos, y toda la sabiduría que aportó por donde fue pasando para la emancipación y desarrollo de los pueblos con una crítica objetiva siempre aportando alternativas, firme en su opción por los pobres, particularmente por los indígenas y campesinos.
Con tres fundaciones internacionales, la del Centro Tricontinental, en 1976 en Lovaina, la del Foro Social Mundial de Porto Alegre 2001 y la de revista Alternatives du Sud.
François ha dejado una riquísima fuente de reflexión alternativa a escala mundial.
Su libro Sociología de la Religión, que escribió para el curso de Sociología que dictó en Lovaina, es otro de sus legados principales. Fue tan exitoso, que pudo darlo aún en Cuba, invitado por el Comité de la Revolución.
Parte de su legado queda en el Instituto de Altos Estudios Nacionales (IAEN), en Quito, donde fue investigador y profesor, particularmente con la Cátedra «Francois Houtart», y en la Universidad Central, donde fue docente de la Maestría de Sociología Política.
Acababa de regresar de su último viaje, a Venezuela, cuyas reflexiones sobre la situación del país dejó consignadas en su artículo «La Venezuela de hoy y mañana», que El Telégrafo le publicó el 28 de mayo pasado. Entiendo que viajó por invitación de la comunidad luterana en Venezuela, para un encuentro ecuménico con motivo de las conmemoraciones este año, del Quinto Centenario de la Reforma Protestante con Martin Lutero.
Y hasta la víspera de su muerte, estuvo sirviendo al prójimo. Había organizado un conversatorio para denunciar el genocidio de los Tamiles en Sri Lanka, como lo venía haciendo desde tiempo atrás, esta vez, para pedir que el gobierno ecuatoriano, como presidente de turno del Grupo de los 77, plantée una investigación internacional sobre el genocidio del siglo XXI.
La memoria de tan ilustre sacerdote sociólogo y politólogo será venerada por miles de sus seguidores en todos los continentes. Me siento muy honrado de haberlo conocido, colaborado con él y haberlo tenido como guía y maestro.
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