Durante el año de 2022 se duplicó el número de muertes violentas en el Ecuador, cifra más que alarmante, sin embargo, lo que acontece en este primer trimestre del 2023 es escalofriante; son más de 1 300 muertes violentas (cifra que supera a todo el año 2022), con un promedio diario de 17,4 casos. Sin contar con las muertes ocurridas en otros contextos y los feminicidios; que continúan aumentando. Estamos atravesando una ola de violencia producida por la estructuración de un Estado narco criminal y mafioso que se lleva por delante la vida de lxs abajo y de la tierra; una masacre no declarada.
Con la violencia haciendo mella en el tejido social, la grave crisis socio-política y económica —en medio de un momento convulso por causa del juicio político a Guillermo Lasso 1— el discurso de la inseguridad ha sido la piedra basal sobre la que se ha asentado la justificación de la imposición de estrategias de terror, control, exterminio y despojo para sostener a un gobierno y un Estado de muerte, toda vez que se permite la acumulación del capital trasnacional de forma “legal” (desmontando servicios públicos y negando derechos adquiridos a través de la lucha, creando seguridad jurídica para el extractivismo) e “ilegal” (negociados, corrupción, narcotráfico).
Estas estrategias desplegadas en el campo y la ciudad han generado procesos de desplazamiento masivo (interno y externo), que provoca crisis sociales como las grandes olas migratorias, similar a lo ocurrido durante el Feriado Bancario en Ecuador, y la creación de cordones marginales en las urbes que se convierten en, como mencionan Rozental y Almendra (2015), zonas de guerra2. Ya que la necesidad de las personas por sobrevivir ante la violencia estructural determinada por la falta de condiciones de vida digna, genera “violencia social” manifestada, por ejemplo, en el incremento de la inseguridad, lo que legitima la represión contra lxs empobrecidos, mientras que se impulsa una propaganda fascista para la eliminación de quienes encarnan este “problema social” mediada a través de una política de masacre y militarización en los barrios, los sectores rurales, los pasos fronterizos, las cárceles, las calles, etc.
Son dos hechos concretos que nos permiten evidenciar esto. En los primeros días del mes de abril, el gobierno asesino del banquero Lasso lanzó la “Cruzada por la seguridad” mediante la emisión de un decreto ejecutivo que flexibilizaba y viabilizaba el libre porte de armas por parte de la sociedad civil, medida populista que fue aplaudida por aquellos sectores desvelados que sueñan con la implementación de un plan paramilitar de extrema derecha fascista en el país, con objeto de proteger la propiedad privada de lxs “ciudadanxs de bien”. Desde su cuenta de Twitter, para informar sobre este decreto, Lasso coloca un mensaje que luego borraría, pero que devela lo que lxs de arriba piensan: “esta es una guerra entre ustedes y los delincuentes”, bajo esta narrativa bélica, ¿quiénes son esos “ustedes”?, ¿quiénes son lxs delincuentes?, ¿acaso los pueblos en lucha y movimientos sociales no estamos más cerca de la categoría de delincuentes?
Recientemente, el Consejo de Seguridad Pública y del Estado (COSEPE), declaró a la figura del terrorismo como amenaza que atenta contra los elementos estructurales del Estado y por consiguiente pide la implementación inmediata de medidas coercitivas que incluyan el uso de armas letales (por parte de las FFAA y la polícia), según el COSEPE esta medida fue tomada para “combatir” al crimen organizado; es decir, se reconoce al narcotráfico bajo la figura de terrorismo. Sin embargo, esta medida también es peligrosa para el movimiento social, en el sentido de que justamente las alternativas que se puedan buscar crear para enfrentar a ese proyecto de muerte —bajo la lógica que plantea el mal gobierno— puede ahora leerse como terrorismo “porque atenta a las estructuras del Estado”; la estrategia de militarizar la vida afecta a todxs lxs que somos parte del despojo. El discurso del miedo al otrx se refuerza, se ha convertido en una sensación cotidiana y la respuesta que el mal gobierno ha creado —a través del miedo— es promover la violencia individual para el exterminio de “lxs otrxs”.
En Ecuador así como en muchos lugares del mundo, con diversos contextos, pretextos y actores, se han puesto en marcha estos mismos proyectos que combinan tanto el terror, así como las políticas de despojo dentro de la receta del gran capital; la “Guerra contra las drogas” y la “Lucha contra el terrorismo”, un negocio redondo, basta ver el ejemplo del caso colombiano. La pobreza se criminaliza, al igual que la protesta social.
En este panorama desolador es bastante necesario señalar las contradicciones que nos habitan como movimiento social, frente a la grave crisis que vivimos, algunas posiciones, terminan cayendo en dinámicas de auténticxs “Bukele lovers”. Desde la izquierda no podemos caer en narrativas que solo llegan a reforzar a los sectores más recalcitrantes de la derecha. El proceso de fascistización borra las líneas que demarcan al verdadero enemigx: “lxs de arriba”, quienes se enriquecen a costa de la guerra y la sangre.
Como hemos mencionado en otros momentos, pocas veces desde el movimiento social se ha llegado a interpelar el discurso securitista y punitivista que se acostumbra a manejar en la diferenciación entre el “pueblo empobrecido bueno” y el “pueblo empobrecido malo”; este último que es a veces invisibilizado por el movimiento social, marginalizado y empobrecido por el Estado patriarcal, colonial y racista para que pueda ser reclutado por las mafias, hacer el trabajo sucio, convertirse en carne de cañón dentro de las cárceles y engrosar las estadísticas de muertes en el “combate a la delincuencia”.
A diario nos masacran en las calles y nuestras casas; a diario el mal gobierno nos hace morir sin medicina, sin educación, sin comida, sin vivienda digna, en medio de la selva del Darién, frente al gran muro construido por EE.UU o en el mar. A diario las grandes empresas nos roban la vida en trabajos precarizados y esclavistas; a diario las transnacionales nos matan la tierra, el agua y el aire.
A ese abismo de muerte es al que nos orillan y nos quieren arrojar, pero frente a ese abismo, nosotrxs —lxs de abajo— no abandonamos nuestra lucha que es por la vida. No tenemos otro camino que juntarnos y cuidar la vida en común. Insistir en la organización y que esa sea nuestra trinchera segura y digna para caminar hacia la liberación de la vida, por fuera de la estructura patriarcal que sostiene al capitalismo, colonialismo y todas las otras formas de opresión; desde la autonomía.
Para la fecha de la publicación de esta columna, se estará conmemorando el día del movimiento obrero mundial, recordando a lxs mártires y la lucha por la que dieron la vida cientxs de obrerxs, misma que sigue en pie puesto que las condiciones no han cambiado. Quedan aún muchos pendientes y caminos por andar. En este primero de mayo recordamos que primero es la vida, primero es la dignidad. Desde la tierra del sol recto, saludamos a todxs lxs compañerxs que luchan y resisten. ¡Venceremos!
Notas:
1 En este juicio político la Asamblea debate la posibilidad de deponer a Lasso como presidente del Ecuador por responsabilidad política en un caso de peculado; por lo tanto, la posibilidad de que se dé un escenario de “Muerte Cruzada”, es decir, que el presidente decrete la absolución de la Asamblea Nacional y sea el poder ejecutivo quien tome todas las decisiones por un periodo de 6 meses, hasta que se convoquen a nuevas elecciones. Donde el presidente puede volver a postularse.
2 Pensar desde la resistencia y la autonomía anticapitalista (2015). http://www.rniu.buap.mx/edit/otros/pdf/lib_pensar-resistencia-anticapitalista-autonomia.pdf
El Colectivo Desde el Margen trabaja desde una política antipatrialcal, anticapitalista y anticolonial, que ve en las construcciones de territorios autónomos una posibilidad de liberación, revolución y vida digna.
Fuente: https://desinformemonos.org/frente-al-abismo-no-abandonamos-la-organizacion/