Entrevista realizada por Silvia Cattori, 12 de mayo de 2005 – Traducción del francés para rebelión : Maria Poumier
Este año se cumple el centenario de la ley francesa que decretó la separación del Estado y las instituciones religiosas, empezando por la Iglesia católica. De ahí el título del espectáculo «1905», el nuevo one man show de Dieudonné [en el teatro de «La mano de oro», en París].
S. C. – En este nuevo espectáculo, haces reír a la gente con una sátira que abarca desde la guerra y la muerte, el racismo, los chinos, hasta la gente del show-business que «se baja los pantalones». Vas haciendo la caricatura de una serie de personajes en los cuales el público se reconoce, y éste termina descubriendo que, frente a las carencias de los políticos, sólo su común humanidad les puede salvar, pues hay una comunidad de destino que nos une. ¿Sería éste el mensaje último de tu espectáculo?
D. -Se trata de una reflexión sobre la laicidad. ¡Aquel año se votó una ley asombrosa en la historia de nuestra república! Un proyecto increíble, y me encanta pensar que hace cien años había hombres de buena voluntad que imaginaron separar Iglesias y Estado, asuntos públicos y asuntos espirituales, aún si en la práctica esta ley no se cumple.
S. C. – ¿Extrañas el ideal perdido de esa ley, eso de la laicidad como remedio contra las guerras y los conflictos?
D. – Esta ley nunca ha sido aplicada, pero amo su utopía. Amo este proyecto que convida a los religiosos a volverse a casa. Nuestro ministro Sarkosy [candidato a las próximas elecciones presidenciales en 2007] le ha dado marcha atrás a esta ley. Nunca hubo tantas referencias religiosas como ahora, en el discurso político.
S. C. – ¿El hecho de haber sido objeto de ataques, por parte de ciudadanos que utilizan la religión para ejercer presiones sobre el Estado, es lo que te llevó a interrogaciones sobre el significado de esta ley?
D. – Es que el centenario de esta ley formidable me permite situarme en una época remota en que había ciertas aperturas, y de paso hacerme preguntas sobre los graves deslices que amenazan hoy la libertad de expresión.
S. C. – De modo que «1905» es una respuesta a los que pisotean el espíritu de esta ley, una oportunidad para volver a poner las cosas al derecho?
D. – ¿Quiénes son hoy los que pisotean y gangrenan los valores de la República? ¿Quién se atribuye el derecho de reñirle al jefe del Estado y al primer ministro, aparte del CRIF [Consejo Representativo de las Instituciones Judías de Francia]? Cuando te acuerdas que, tras lo del 11 de septiembre, Chirac y todo el gobierno formado por Jospin se dieron cita en una iglesia para rezarle a Dios que les preservase del terrorismo, hay motivos para estar preocupados; y todo esto sucede un siglo después de la separación de Iglesia y Estado!
S. C. – Y eso, ¿qué demuestra?
D. – Demuestra que la ley de 1905 reflejaba un proyecto casi místico, una pesquisa mesiánica; demuestra que existía en aquel entonces un estado de ánimo, una voluntad de devolverles a los ciudadanos su humanidad. ¿Y a dónde han ido a parar ahora los que defendían todo aquello?
S. C. – Parecería que lejos de las luces ratifícales del show-business, has ganado madurez, sutileza, densidad. Será que el alud de juicios que te forman te despierta nuevas inspiraciones? Estás echando a reír y a reflexionar a tu público con temas que generalmente tiene a la gente sin cuidado. ¿Es éste tu objetivo?
D. – Yo no pretendo aleccionar a nadie, mover a la risa lo que me interesa. Es mi modo de expresión personal, y es toda mi vida. Por mi lengua suelta es que me quieren condenar. Ayer en el Palacio de justicia, el fiscal pidió por esto dos meses de prisión y 20 000 euros de multa: ¡por haber caricaturizado a un colono israelí extremista, el ministro de Justicia y sus amigos sionistas me quieren condenar!
S. C. – ¿Quiénes son esos «amigos sionistas»?
D. – Son tantas las asociaciones judías que me piden la cabeza, que pierdo la cuenta… Ayer, entre los acusadores, estaba G. W. Goldnadel, vicepresidente de la Asociación Francia Israel, Alain Jakubovich, responsable del CRIF en Lyon, la Unión de Estudiantes Judíos de Francia…
S. C. – ¿Qué sientes cuando te encuentras frente a personajes como G W Goldanel, que procuran destruirte?
D. – Siento como un frío. Goldnadel es de una frialdad impresionante.
S. C. – Y su hostilidad terminará por arrinconarte?
D. Yo sé que en la mirada de estos sionistas que me quieren deshumanizar no soy más que un negro «de mierda». Siento incomprensión ante todo esto. Termino pensando que no hay nada más racista que la ideología sionista que esta pandilla de arrogantes y sectarios nos quieren imponer. El sionismo es una estafa, pues va en contra del concepto de lo universal. En Africa del Sur hubo apartheid, y ahora sigue en pie el sionismo que es una ideología racista basada en la mentira y la intimidación.
S. C. – ¿No te parece que te pusiste en peligro al rozar este tabú que es el Estado de Israel con sus colonos racistas?
D. – Yo no lo busqué; creía que, dentro de lo que permite la ley, uno podía reírse de todo. Y me encuentro atrapado en una maquinaria sin saber dónde y cuándo esto va a terminar. He hecho caricaturas de todo tipo de gente, sin problema de ningún tipo. El día en que hice la caricatura de un colono israelí, puse el dedo sin darme cuenta en una cosa enorme. Desde entonces soy testigo de algo increíble. ¡Hay motivos para preguntarse por qué los dirigentes de estas organizaciones judías que me persiguen tienen mayor influencia política en Francia que los dirigentes de organizaciones musulmanas o budistas!
S. C. – Y todo esto se vuelve tan sencillo en tu espectáculo! El público goza a la vez que aprende.
D. – Lo difícil para mí era la puesta en escena de varios temas a la vez : la guerra, la muerte y el más allá, las dudas, sin dejar de ser entretenido para un público amplio.
S. C. – ¿Has ganado la apuesta?
D. – Creo que he logrado llegar a la sensibilidad de cada uno, un uno que otro momento del espectáculo, de modo que todos encuentran lo que vinieron a buscar; la gente me sigue la corriente, se mata de risa.
S. C. – Y se ríen a pesar de que el fondo es trágico.
D. – Lo propio del ser humano es poder reírse de sus desdichas. El tema de la laicidad visto por uno de mis retratados, Makluf el africano, se convierte en un tema cómico, y es saludable reírse con eso, reír para superar el dolor y el sufrimiento.
S. C. – Es lo que se me ocurrió al ver el público. Pensé : todos estos espectadores están ahí felices, con su dolor y su amor, y tú los vas envolviendo con un humor sutil, con un cuento que les hace avanzar; y te lo agradecen.
D – Con la risa no se puede hacer trampa. El papel del bufón es comunicar a través del humor. Es insoportable esta soberbia, esta arrogancia del poder.
S. C. – Se te siente inquebrantable. Si no te hubieran ostracizado, ¿acaso habrías alcanzado esta fortaleza?
D. – Es una experiencia bastante fuerte, sí, claro.
S. C. – Qué sentiste cuando aquella campaña mediática del pasado mes de marzo, cuando el diario Le Monde escribió que «Ya Dieudonné no nos hace reir»?
D. – Ahí precisamente está el chiste. En esos días me tiraron al suelo, me golpearon, atacando físicamente [tres franco-israelíes se tomaron un avión hasta el Caribe y le cayeron a golpes en un parqueo, en Martinica]. A mis agresores les condenaron, con penas de prisión. Esto no me causaba gracia alguna, y de esto, los medios masivos no contaron nada…
S. C. – En «1905», como en el espectáculo anterior, te vales de tus propias vivencias, como diciendo : «miren lo que me pasó, lo que he ido descubriendo, lo que uno no puede ver mientras no haya pasado por lo mismo. Esto les puede servir a ustedes… ¡para ver mejor!»
D – Soy consciente de ello : de casualidad he descubierto una nueva mina de oro o al menos… chistes : en un año me han formado 17 juicios, es algo excepcional [1]. Mi espectáculo anterior, titulado «Mis excusas», era algo más serio, más arduo. Me gustaría volver a presentarlo.
S. C. – El filósofo Bernard-Henri Levy sigue siendo tu cabeza de turco predilecto. ¿Por qué?
D. – Para mí, este tipo adorado por los medios desde hace 25 años, encarna por sí solo todo lo falso, la arrogancia, el desprecio, la autosuficiencia, la codicia, la felonía, la falta de honor que caracteriza el sionismo. Es para mí el arquetipo perfecto, el Ken, el marido de la muñeca Barbie. Si se hubiese de representar una muñequita sionista, BHL sería el Ken, el títere perfecto [Su esposa es la espigada, platinada y congelada actriz Arielle Dombasle].
S. C. – Pero BHL se luce y tiene poder suficiente como para destruirte. Ha hecho un llamado al boicot de tus espectáculos, es mucho.
D.- Y es cierto que yo no tengo nada; a medida que pasa el tiempo, tengo menos: por ahora me queda todavía este teatro, lo cual es mucho para poder trabajar, cuando está acechando toda esta pandilla que me quiere destruir. Aun si no tuviera más este teatro, todavía me quedaría la calle. Esta actitud me permite mantenerme creativo, entero y sincero frente al misterio de la vida y a las dudas. Dejo a BHL con sus certezas y mentiras; me recuerda a Achille Zavata, el payaso Bozo, un payaso patético. Un día se convertirá en personaje caricaturesco de comedia, seguro.
S. C. – ¿Estás pensando escenificarlo?
D. – Pues sí, lo estoy pensando. Además, con él no cuesta mucho trabajo, sabes : basta con captarlo en su andar de cada día, y proyectarlo tal cual; es una naturaleza cómica, a pesar suyo.
S. C. – Pero mientras él se luce [con sus invariables camisas escotadas, impolutas] , a ti te tienen prohibido en todos los medios masivos.
D. – Si a esto le llamas lucirse… Pero él no brilla, no deslumbra, en realidad, para nada. Se puede ser brillante en los tribunales, en la cárcel, en los hospitales. Pero muy pocas veces en los medios. Puede haber a veces algunas mentes nobles expresándose por televisión. Pero muy raras veces tienen el control de lo que dicen, pues no son ellos los que controlan su imagen. La televisión, como la comedia humana, es el arte de la mentira, se trata de una empresa privada, con objetivos y una línea editorial muy precisa.
S. C. – No siento odio, en tu espectáculo, en definitiva, ni hay facilismos. Lo que se desprende de «1905» es que en esta República todos se sienten molestos, apretados, y es como si la gente no entendiera lo que está pasando.
D. – Estamos hoy en una situación de injusticia y mentira que nos pone a todos en peligro. El Estado se prosterna ante el comunitarismo más espantoso, más virulento, más cargado de odio : y son las organizaciones judías las que dan el tono. Las elecciones de 2007 van a dar sorpresas, y esta vez puedo comprenderlo. De momento, ya el referéndum sobre la constitución está suscitando preocupaciones.
S. C. – ¿Qué vas a votar?
D. – Voy a votar por el No.
S. C. – El diario Le Monde escribió el 9 de mayo que te habías «deslizado» entre los manifestantes de la «Marcha de los Indígenas de la República» [2] el pasado sábado, como una persona a la que los demás no querían ver en sus filas, y que te echaron además…
D. -(riéndose) Ese diario era en un tiempo el orgullo de Francia. ¿Por qué se dedican ahora a regar mentiras? ¿Por qué no vino ninguno a hacerme preguntas? Yo estaba en la marcha junto con los Musulmanes de Francia. Me quieren convertir en un individuo que encarna el mal. Me refiero a cierta prensa que va perdiendo lectores cada día más. Personalmente, recomiendo internet, allí es donde puedes encontrar una información digna. Yo no soy más que un artista en esta aventura,; y hago mi papel con la mayor honradez posible, como negro y como humorista. Arremeter contra un humorista no es nada glorioso para ello. Al mismo tiempo me siento lejos, muy tranquilo en relación con esto. A veces pienso que debí titular mi espectáculo «Mi despedida».
S. C. – ¿Estás pensando dejar las tablas?
D. – Pienso que habrá un espectáculo más, titulado «Mi despedida». Tengo muchas ganas de partir al Africa y hacer cine allá. Pueden ocurrir muchas cosas.
S. C. – ¡Pero aquí tienes un público que te ama!
D. – Sí, tengo un público enorme.
S. C. – No han podido apartarte del todo.
D. – Al contrario, mi público está creciendo.
S. C. – ¿Has tenido momentos depresivos durante esta larga «temporada en el infierno»?
D. – La presión me hace funcionar bien. Cuando siento una presión sobre mí, me nace la expresión, la creatividad. Tengo la suerte de tener este teatro y poderme expresar allí.
S. C. – ¡Eres un fenómeno en las tablas!
D. – Es mi oficio.
S. C. – Dondequiera me dicen que eres el más grande, desde que se murió Coluche[3].
D. – Quién sabe… en el registro humorístico no deja de ser cierto que tengo cierta maestría, y la gente goza y se ríe.
S. C. – Si el público te quiere, ¿cómo puedes pensar en marcharte?
D. – No, no es que esté pensando darme a la fuga. Es que hay una relación de fuerza, y podría ocurrir que me empujaran.
S. C. – Tienes miedo que esta lucha a brazo partido pueda terminar mal para ti?
D. – Mira, por ahora, más no pueden hacer conmigo: ya me han sacado del escenario mediático. Pero a partir del momento en que uno empieza a crecer, le pueden empujar hacia fuera. Estoy empezando a representar gente, fuerzas, y éste es el mayor peligro, para ellos. Paradójicamente, esta fuerza que me protege también puede ser lo que me fragilice. El poder le teme a esta fuerza. Mientras yo estaba solo, podía seguir riéndome allí, en mi rinconcito, pero ahora, siento que cada vez hay más gente diciéndome que me van a apoyar, que me van a seguir en lo que sea. ¡Es algo turbador!
S. C. – Es una gran responsabilidad.
D. – Me he ido preparando para ello después que tuve el encuentro con Aimé Césaire. Descubro que se trata de una vida distinta, de algo que podría empezar, ya no es la vida del artista que va creando en la soledad. ¿Me estoy dirigiendo hacia ella? No lo sé, pero no creo que podría rehuir de ella; además no quiero huir. Lo que me está ocurriendo, lo que se espera de mí, yo no lo había previsto, al menos no de manera clara. No soy partidario de ningún comunitarismo, y sin embargo, mi búsqueda de justicia tiene resonancia en la población negra, que sigue hoy en día fatalmente aferrada a esta utopía; siento esta utopía, y me siento encadenado a este sueño de libertad. Cuando tuve el encuentro con Aimé Césaire y le oí decir de mí : «es joven, va a lo esencial, es nuestro porvenir», sentí que se estaba esperando que yo hiciera algo más que sketchs. No veo cómo yo podría reintegrar el sistema. Ya no es cuestión de trayectoria artística, sino de humanidad.
S. C. – ¿Blancos y negros compartimos lo mismos sueños, no?
D. – Todo el mundo se puede reconocer en la universalidad. ¿Lo vamos a lograr? ¿O se trata simplemente del estado de ánimo con el que vamos a hacer el recorrido? Esto es lo que importa. Me gusta la idea de que la meta misma, si uno la fija en el marco de su propia existencia, lleva una noción de cumplimiento en sí. Me da la impresión de que esta meta existía antes de yo nacer y seguirá existiendo después. Es una búsqueda humana, y no hay otro proyecto que el de llevar a la humanidad a ese despertar. Pero no es Dieudonné M’Bala M’Bala el que lo va lograr por sí solo. Se puede ser amarillo, blanco, negro, nos hermanamos en humanidad. Frente al imperio de la mentira, yo tengo mi conciencia. Avancemos todos juntos. Todos andamos en el mismo barco…. Nos necesitamos unos a otros… Y yo soy un hombre sincero.
Notas :
[1] Dieudonné le forma juicio a su vez a Elisabeth Schemla, antigua periodista de Le Nouvel Observateur, y ahora directora del sitio web sionista proche-Orient.info, por difusión de información falsificada. Esta ya ha sido condenada por difamación en marzo de 2005.
[2] Un conjunto de asociaciones convocó a esta marcha para llamar la atención sobre el trato colonial y despectivo que dan el Estado y la clase dirigente a cierta población de origen extranjero (no a todos; varias figuras del establishment son oriundas de Europa central y a nadie se le ocurre tacharles de «inmigrantes») ; el filósofo Tarik Ramadan recomienda que se llame a esta población discriminada «los herederos de la inmigración». Ningún partido político se sumó a este llamado.
[3] Coluche fue un cómico francés extremadamente popular y subversivo, candidato a las elecciones presidenciales de 1981; funda los comedores para indigentes «restoranes del corazón», y muere en un accidente de moto en 1986, con 41 años.