«Hay un caos absoluto bajo los cielos; la situación es excelente». Mao Zedong La elección de Bolsonaro en Brasil y de Trump hace dos (2) años, ha sido una verdadera sorpresa para la mayoría de analistas de los fenómenos sociales, políticos y culturales, tanto de derechas como de izquierdas. Su aparición ha causado asombro y […]
«Hay un caos absoluto bajo los cielos; la situación es excelente».
Mao Zedong
La elección de Bolsonaro en Brasil y de Trump hace dos (2) años, ha sido una verdadera sorpresa para la mayoría de analistas de los fenómenos sociales, políticos y culturales, tanto de derechas como de izquierdas. Su aparición ha causado asombro y desconcierto. Dice Boaventura de Souza Santos sobre Brasil que «todo se transformó rápidamente como si fuera un péndulo y las fuerzas antidemocráticas tomaron el liderazgo«.
Las cosas no cuadran. Al contrario, confrontan muchas de las verdades construidas por las ciencias sociales y por los partidos y movimientos políticos que fueron derrotados por este tipo de personajes que parecen haber salido de un «comic» y saltado mágicamente a la vida real, destruyendo todos los cálculos y proyecciones políticas.
La confusión la sienten dirigentes republicanos y demócratas de USA defensores de la globalización neoliberal; pero también, los políticos progresistas y de izquierdas latinoamericanas que no se explican cómo y cuándo se «institucionalizaron» (o conservatizaron) a los ojos de muchos de los votantes que los apoyaron en el pasado. Es un verdadero despertar.
En realidad no es fácil entender estos fenómenos si no hemos construido de antemano algunas herramientas conceptuales para realizar un análisis crítico. Las «ciencias de la complejidad» que están en desarrollo pueden ayudar. Intentaremos aplicar algunos de sus aportes especialmente en el campo de las «emergencias» y «fronteras» que es desde donde surge la creatividad -lo nuevo y la ruptura- en momentos de «caos» y desorden.
El inventario del «falso orden»
– Nos sorprende que en EE.UU., Europa y América Latina se fortalezcan liderazgos autoritarios cuando poco hemos cuestionado las prácticas antidemocráticas de los gobiernos de Rusia, China, Irán, Corea del Norte u otros de nuestras vecindades.
– Se rechaza el auge de «nacionalismos populistas» como el de Trump o Bolsonaro pero aceptamos o desconocemos que Putín revivió a la «Madre Rusia» de los zares rusos y a la iglesia cristiana ortodoxa o que Xi Jinping ha rehabilitado a los emperadores, sus dinastías y la idea de la «Gran Nación China».
– Nos aterra que las dictaduras en ciernes de Trump y Bolsonaro recorten los derechos civiles y políticos conquistados por las luchas democráticas de nuestros pueblos pero cerramos los ojos frente a regímenes dictatoriales de esos países por el solo hecho de que rivalizan con el imperio estadounidense y europeo.
– Nos pasma que surjan proyectos políticos de «derechas» que parecen enfrentar las consecuencias económicas, sociales y culturales de la globalización neoliberal creyendo que esa lucha es un patrimonio exclusivo de las formaciones progresistas o de izquierda, pero sin reconocer que nosotros mismos no pudimos (o no quisimos) afrontar la lucha contra las causas profundas de ese modelo de desarrollo capitalista.
Y podríamos continuar la lista refiriéndonos a temas como el ambiental, de género (patriarcal), el tratamiento discriminatorio a las minorías étnicas, la restricción y el control de la información, etc., en donde juzgamos con diferente rasero a los gobiernos de países que consideramos «amigos» o posibles «aliados» frente a aquellos que consideramos nuestros enemigos.
Algo falla en nuestros enfoques. Si seguimos pensando solo en términos de «clase» (económicos) o de «imperio» (geopolíticos) no encontraremos respuestas. Además, la lucha por construir democracia la reducimos a participar en la gestión del «Estado heredado» (poder institucional) mientras las fuerzas reaccionarias de la tradición crematística y patriarcal, construyen su poder (bancos, negocios, feligresías, etc.) en contacto diario y directo con gentes de diversos niveles sociales y culturales.
Fronteras y emergencias
Lo que parece estar ocurriendo es que las antiguas fronteras ya no existen o cada día son más absurdas e invisibles. Por ello, aparecen los Trump y Bolsonaros que se proponen reconstruirlas o revivirlas. Su transitorio y relativo éxito que se basa en el miedo y el castigo divino solo es una manifestación más del desorden global que ha acrecentado la economía crematística en su fase capitalista. Las fronteras caen y su caída genera ruido.
Las fronteras entre sur y norte; occidente y oriente; arriba y abajo; ricos y pobres; capitalismo y socialismo; derechas e izquierdas; mujeres y hombres; hetero y homosexuales; negros, indios, mestizos y blancos; verdadero y falso; real y virtual; teoría y práctica; virtud y pecado; y otras, que aunque formalmente existen en la mente de la gente y en las normas sociales, no pueden contener lo que en forma creciente se mueve, agita, revuelve, junta y unifica.
Es un proceso que se ha acelerado en forma creciente e increíble gracias al desarrollo de las actuales fuerzas productivas (transporte, comercio, tecnología, comunicación, producción, cultura). La movilidad y contacto entre las personas ha seguido al intercambio global de mercancías. Nos movemos por trabajo, turismo, sobrevivencia (migración, refugio, asilo) y en medio de ese flujo interactuamos, nos conocemos e integramos.
Quienes están atados física o mentalmente a un lugar o territorio, una tradición, un valor o un esquema mental, este nuevo mundo -global y desordenadamente interconectado- que les ofrece provocativamente nuevas sensaciones y placeres pero, a la vez, les niega de una u otra manera esas delicias y goces (por extraño, diferente, prohibido, pecaminoso, inalcanzable, etc.), son fácilmente manipulables por quienes aparecen defendiendo lo «propio» (nacional, étnico, familiar, tradicional, religioso, etc.).
Claro, es un proceso incipiente pero creciente que por lo visto en muy pocas décadas, será inevitable, así sea en medio del caos y de la resistencia. La globalización neoliberal aceleró el proceso de «mundialización» que el ser humano inició desde tiempos inmemoriales, explayándose en todas las latitudes del planeta para hoy volver a encontrarse aunque portando las particularidades construidas durante cientos de milenios.
¿Qué es lo emergente ahora? Marx en el siglo XIX alentó a los proletarios del mundo entero a unirse y apropiarse de su futuro; los socialistas del siglo XX lo intentaron poniéndose al frente de la Nación; los neo-liberales crearon después de 1970-80 una dinámica y una burguesía financiera global que lo revolcó todo-todito; y ahora, los proto y neo «nacionalistas» intentan volver sobre el pasado. ¿Qué será lo emergente? ¿Quiénes son los que empujan hacia adelante?
Solo una gran hecatombe nos regresaría a la «prehistoria»… hay quienes desde vertientes ideológicas aparentemente contrarias la desean: el apocalipsis punitivo y purificador. Después de él, solo quedarán los «puros de corazón».
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.